Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
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El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Recuerdo del primer mensaje :
Perderse en el mar siempre era una posibilidad cuando no se tienen habilidades de navegación, y aun teniendo habilidades de navegación, perderse en el mar siempre era un asunto a considerar puesto que un momento de distracción podría costar mucho, la vida incluso a cualquiera que no supiera manejarse en el amplio azul. Era por esto que una persona distraída y sin habilidades de navegación tenia suerte de continuar con vida, considerando que navegaba por su cuenta buscando algo que posiblemente jamas lograría encontrar, las respuestas a las preguntas existenciales de la vida, mismas que han sido inquiridas incontables veces en el pasado, ¿que haría especial a este peliblanco como para que el si pudiese encontrar lo que buscaba? En pocas palabras, no había nada, muchos otros poseían una voluntad superior, o mejores contactos, o más claridad mental, nuestro protagonista era en su máxima expresión sumamente común y ordinario. Pero es entonces cuando uno comienza a tener dudas, pues no existe fuerza más temible que la del hombre común, pues es este quien puebla el mundo y quien procede o hacer retroceder los cambios, sea por sumisión o por revolución. Tal linea de pensamiento nos llevaba al momento actual, donde el sujeto de nuestra historia se hallaba embelesado por las estrellas y dejaba al viento llevar su barco hacia un destino ajeno a sus planes o maquinaciones, no le importaba en lo más mínimo, cualquier lugar era suficiente y bueno, cualquier lugar por más remoto que fuese podría contener pistas o respuestas o sosiego.
El golpe del barco con la costa no hizo al joven alterar su norte, sus ojos continuaban sumergidos en los astros, no había nada que pudiera llevarlo lejos de la belleza de la naturaleza, en especial cuando el clima era como el actual, perfecto en sobremanera, una noche apenas iluminada, con una luna ocultándose y las estrellas intentando llenar su vacío, el viento soplando danzas y susurros a los cuerpos y pieles muchas, no existía nada mejor que ese instante que bien podría considerarse el total opuesto de su pasado, y por ello era incapaz de abandonarlo más a la vez, le pesaba pues su madre aun continuaba sufriendo aquel destino, su fortaleza era inútil a estas alturas pues si aquella mujer no había podido hacerlo, necesitaba superarla, superar incluso a su nueva versión, la que ahora desconocía por completo, debía superarlo todo y luego retornar, se tomo un largo descanso al cerrar sus ojos, vivir día a día podía ser una bendición, incluso cuando se tiene objetivos a tan lejano futuro pues siempre que seas mejor que el día anterior habrás ganado algo, en aquel día o más bien, en aquella noche, Henry no entrenaba su cuerpo sino su mente y trataba de calmar su alma, de protegerla, de darle algo por lo cual añorar y por lo cual sentirse a gusto, de darle libertad, de darle propósito.
El suave mecer del barco producto de las olas que morían en aquel lugar hizo recordar a Sinclair de algo que le habían dicho hace casi 8 años, era gracioso pero a raíz de su pobre habilidad social, esa chica le invitaba a caminar entre multitudes, a interactuar con extraños, a conocer lugares y forzar su mente a entender el mundo más allá de las rejas, cuanto le extrañaba y sus consejos, todo lo demás que le ofrecía, cosas que su alma, su mente y su cuerpo habían aprendido a añorar, a necesitar incluso, ¿donde estaría ella? y ¿estaría observando el mismo cielo? La noche aun era joven por lo que era posible encontrar personas en la calle, por lo que visitar la isla e investigar donde se encontraba y como salir de allí no sería una mala idea, en especial porque en el peor de los casos y tuviese que salir disparado de allí, algo de información no le vendría mal, por lo que aprovechando el velo nocturno y el baño de la reina astro, el albino se introduciría a la isla para ver que le deparaba el lugar, antes de apresurarse y hacer algo innecesario o estúpido, ato el bote para que no fuese batido por el viento y seguido comenzó a avanzar para infiltrarse en la zona, si tenía suerte vería a la civilización antes de que esta le viera a el, de modo que podría comenzar a analizar las cosas de antemano, sin embargo, la realidad siempre tiene sus propias movidas en el tablero...
Pasada la medianoche,
Una suave brisa producto de la cercanía del Mar,
Una luna menguante a 3/4, un cielo estrellado.
Una suave brisa producto de la cercanía del Mar,
Una luna menguante a 3/4, un cielo estrellado.
Perderse en el mar siempre era una posibilidad cuando no se tienen habilidades de navegación, y aun teniendo habilidades de navegación, perderse en el mar siempre era un asunto a considerar puesto que un momento de distracción podría costar mucho, la vida incluso a cualquiera que no supiera manejarse en el amplio azul. Era por esto que una persona distraída y sin habilidades de navegación tenia suerte de continuar con vida, considerando que navegaba por su cuenta buscando algo que posiblemente jamas lograría encontrar, las respuestas a las preguntas existenciales de la vida, mismas que han sido inquiridas incontables veces en el pasado, ¿que haría especial a este peliblanco como para que el si pudiese encontrar lo que buscaba? En pocas palabras, no había nada, muchos otros poseían una voluntad superior, o mejores contactos, o más claridad mental, nuestro protagonista era en su máxima expresión sumamente común y ordinario. Pero es entonces cuando uno comienza a tener dudas, pues no existe fuerza más temible que la del hombre común, pues es este quien puebla el mundo y quien procede o hacer retroceder los cambios, sea por sumisión o por revolución. Tal linea de pensamiento nos llevaba al momento actual, donde el sujeto de nuestra historia se hallaba embelesado por las estrellas y dejaba al viento llevar su barco hacia un destino ajeno a sus planes o maquinaciones, no le importaba en lo más mínimo, cualquier lugar era suficiente y bueno, cualquier lugar por más remoto que fuese podría contener pistas o respuestas o sosiego.
El golpe del barco con la costa no hizo al joven alterar su norte, sus ojos continuaban sumergidos en los astros, no había nada que pudiera llevarlo lejos de la belleza de la naturaleza, en especial cuando el clima era como el actual, perfecto en sobremanera, una noche apenas iluminada, con una luna ocultándose y las estrellas intentando llenar su vacío, el viento soplando danzas y susurros a los cuerpos y pieles muchas, no existía nada mejor que ese instante que bien podría considerarse el total opuesto de su pasado, y por ello era incapaz de abandonarlo más a la vez, le pesaba pues su madre aun continuaba sufriendo aquel destino, su fortaleza era inútil a estas alturas pues si aquella mujer no había podido hacerlo, necesitaba superarla, superar incluso a su nueva versión, la que ahora desconocía por completo, debía superarlo todo y luego retornar, se tomo un largo descanso al cerrar sus ojos, vivir día a día podía ser una bendición, incluso cuando se tiene objetivos a tan lejano futuro pues siempre que seas mejor que el día anterior habrás ganado algo, en aquel día o más bien, en aquella noche, Henry no entrenaba su cuerpo sino su mente y trataba de calmar su alma, de protegerla, de darle algo por lo cual añorar y por lo cual sentirse a gusto, de darle libertad, de darle propósito.
El suave mecer del barco producto de las olas que morían en aquel lugar hizo recordar a Sinclair de algo que le habían dicho hace casi 8 años, era gracioso pero a raíz de su pobre habilidad social, esa chica le invitaba a caminar entre multitudes, a interactuar con extraños, a conocer lugares y forzar su mente a entender el mundo más allá de las rejas, cuanto le extrañaba y sus consejos, todo lo demás que le ofrecía, cosas que su alma, su mente y su cuerpo habían aprendido a añorar, a necesitar incluso, ¿donde estaría ella? y ¿estaría observando el mismo cielo? La noche aun era joven por lo que era posible encontrar personas en la calle, por lo que visitar la isla e investigar donde se encontraba y como salir de allí no sería una mala idea, en especial porque en el peor de los casos y tuviese que salir disparado de allí, algo de información no le vendría mal, por lo que aprovechando el velo nocturno y el baño de la reina astro, el albino se introduciría a la isla para ver que le deparaba el lugar, antes de apresurarse y hacer algo innecesario o estúpido, ato el bote para que no fuese batido por el viento y seguido comenzó a avanzar para infiltrarse en la zona, si tenía suerte vería a la civilización antes de que esta le viera a el, de modo que podría comenzar a analizar las cosas de antemano, sin embargo, la realidad siempre tiene sus propias movidas en el tablero...
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
La rubia de manera inocente o tal vez de forma premeditada desvió la temática de la conversación, no sin antes tentativamente responder a las inquisiciones de nuestro protagonista, sin embargo, las respuestas que hubo brindado no eran para nada satisfactorias aunque en cierto grado servían para conocerle mejor. La dirección de las preguntas que el Albino hubo realizado no tenían nada que ver con su aspecto físico y algo en el tono y las risas de la chica dejaban entrever que se lo sospechaba más no se atrevía a creerlo por lo cual había optado por la otra versión, la más convencional dado que todos se fijaban en sus partes metálicas y nada más. Luego de esto, se dedicó a hablar sobre la promesa que aparentemente Sinclair debía cumplir, ofreciendo sus servicios para crear un plan que pudiese ver realizada la tarea, la espada del muchacho continuaba extendida hacia la joven de modo que ella podía tomarla en cualquier momento mientras que sus orbes navegaban entre el semblante de ella, no buscaban nada simplemente confirmaban que la chica continuara allí presente y no estuviese sumida en sus propias cavilaciones. -Es complicado- Musitó dando a entender que se trataba de la respuesta a la ultima interrogante, luego y sin reparar en lo directo que sería su tono y su verbo habló de nuevo.
-Lamento que te haya sucedido eso- Afirmó posando sus ojos por un instante en las extremidades metálicas de la joven pero luego volvió a conectar ambas miradas. -Pero eso no fue lo que pregunte, ¿Por que estas tan dañada? ¿Que te sucedió?- Habiendo sacando una de las variables de la ecuación, la rubia no tendría muchas salidas más que comprender que el peliblanco le inquiría sobre el daño detrás de su mascara, más el pirata no se detuvo allí, en cierto modo comprendía que era difícil hablar de eso abiertamente así que intento suavizar las cosas. -Las pesadillas, ¿Aún las tienes mientras estas despierta?- Eso era bastante especifico y a la vez, no demasiado personal. O tal vez si lo era, pero lo importante es que podía desviarse un poco del asunto y responder tranquilamente a las secciones que elaboraría el oji-azul de modo que fuera por partes que se revelara la verdad, si es que esta debía ser revelada y si la fémina tenía la fuerza como para enfrentarse a esto nuevamente.
-Los gritos, ¿Aún los escuchas? ¿Eran tuyos o ajenos? Otra vez era demasiado especifico, pero en esta ocasión fue el Albino quien tuvo un pequeño desliz, cayendo profundo en su mente y recordando el sonido de los hombres y las mujeres ardiendo entre las llamas, como sus gritos se elevaban a alturas imposibles para luego ir descendiendo mientras la vida se esfumaba de sus cuerpos. Quizás le tomo unos instantes o tal vez más retornar a la realidad, solo una demostración más de que aun le faltaba un largo camino por recorrer, su atención retorno completa hacia la joven frente a el, era posible que se hubiera excedido y necesitaba saberlo.
-Lamento que te haya sucedido eso- Afirmó posando sus ojos por un instante en las extremidades metálicas de la joven pero luego volvió a conectar ambas miradas. -Pero eso no fue lo que pregunte, ¿Por que estas tan dañada? ¿Que te sucedió?- Habiendo sacando una de las variables de la ecuación, la rubia no tendría muchas salidas más que comprender que el peliblanco le inquiría sobre el daño detrás de su mascara, más el pirata no se detuvo allí, en cierto modo comprendía que era difícil hablar de eso abiertamente así que intento suavizar las cosas. -Las pesadillas, ¿Aún las tienes mientras estas despierta?- Eso era bastante especifico y a la vez, no demasiado personal. O tal vez si lo era, pero lo importante es que podía desviarse un poco del asunto y responder tranquilamente a las secciones que elaboraría el oji-azul de modo que fuera por partes que se revelara la verdad, si es que esta debía ser revelada y si la fémina tenía la fuerza como para enfrentarse a esto nuevamente.
-Los gritos, ¿Aún los escuchas? ¿Eran tuyos o ajenos? Otra vez era demasiado especifico, pero en esta ocasión fue el Albino quien tuvo un pequeño desliz, cayendo profundo en su mente y recordando el sonido de los hombres y las mujeres ardiendo entre las llamas, como sus gritos se elevaban a alturas imposibles para luego ir descendiendo mientras la vida se esfumaba de sus cuerpos. Quizás le tomo unos instantes o tal vez más retornar a la realidad, solo una demostración más de que aun le faltaba un largo camino por recorrer, su atención retorno completa hacia la joven frente a el, era posible que se hubiera excedido y necesitaba saberlo.
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Todo estaba tornando en una dirección poco favorable para la chica. Las preguntas la dejaban sin más salida que la verdad. La mirada glacial, pero caliente a la vez, se clavaba más allá de lo que ella proyectaba. Se sentía molesta, y a la vez arrinconada. Como si el hombre se metía en su alma sin permiso. En sus memorias, en su mente. Pero aún así su rostro era más de sorpresa que otra cosa. ¿Cómo había podido ver tan a través de ella? ¿Acaso era tan transparente? Desvió la mirada mientras escuchaba el resto de preguntas. No quería que él notase como sus ojos se convertían en aquellos ojos pequeños y asustadizos de una niña pequeña. Había pasado por tantas cosas y había tenido a alguien que en algún momento la apoyó para seguir con vida. Aún así, ese alguien sabía todo porque lo había presenciado. En cambio, el albino, aún sin estar ahí parecía que compartía el mismo dolor. Parecía haber descubierto su secreto aunque no sabía los detalles. Su corazón se empequeñecía con cada pregunta, hasta doler. Un pequeño temblor empezaba a hacerse visible en su cuerpo.
Sacudió la cabeza. No podía dejar que eso tomase control del momento. Recordó como en aquella pequeña cama había despertado en la noche y había montado el show como una loca, cuando vio por primera vez a Kou. Recordaba como había visto tantas caras desde que el templo se había derrumbado, y aún así, ninguna se parecía a Henry. Sus ojos comprensivos hacían contacto con los de la rubia, dando una sensación de extraña familiaridad. Era como magia para alguien como Kotori, que jamás se había sentido tan... cercana a un desconocido. O a una persona en general, desconocido o no. Y quizás esa magia fue la que la ayudó tranqulizarse por el momento. Esa sensación de comprensión. De que estaba bien dejar fluir el dolor, al menos por ahora. Que estaba bien compartir ese secreto, y quizás compartido dolería mucho menos aunque lo dudaba mucho. ¿Pero quién era ella para decidir eso? Tampoco es que lo había intentado en el pasado. Durante todos esos años, había guardado en su interior la penitencia de veintiún años de dolores y castigos infundados. Durante veintiún largos años, había estado sola en el mundo, abandonada, odiada, su vida no había tenido más sentido que el que ella le quería dar.
Conectó con la familiar mirada del albino, aún sin entender muy bien lo que pasaba. Sumida en la magia del momento, tocó el lado derecho de su pecho con su mano izquierda. - Oh.. ¿aquí? - sonrió vagamente, notando como no tenía más escapatoria que decir la verdad. Quizás y era una casualidad, quizás no se refería a eso. Pero eso no contaba demasiado puesto a que sus sentimientos se adelantaban a su razonamiento. - Abandono y soledad. Castigos y penitencias. - decía vagamente, aún sin esperar su última pregunta, con aún más matices y más respuestas que dar, de forma más concreta aún. Se quedó callada por un momento, y miró a un punto lejano, a través del hombre. Aunque su mirada parecía perdida, no lo era. Sólo estaba recordando. - Míos. Siempre fueron míos. - decía, de manera ausente, aunque no tardó en llegar a la realidad, para darse cuenta que, en aquel momento quizás él no la escuchaba. Quizás estaba sumido en sus pensamientos también. Cerró los ojos para despejarse de esa sensación de tristeza, aunque sus ojos aún estaban vidriosos.
Hizo un movimiento rápido pero silencioso, como si de una pluma se trataba, colocándose en frente de Henry, de cuclillas. Lo notaba. Notaba como él estaba recordando, no de una forma fugaz, como ella lo había hecho. Él se estaba perdiendo en los recuerdos, y ahí ya se dio cuenta. Quizás tenían más en común de lo que parecía. Fuese lo que fuera, compartían algo muy personal juntos. Una sensación, unos recuerdos parecidos. Un deber. Una misión. Un estilo de vida. Algo. Algo que, aunque eran unos desconocidos, los hacía sentirse increíblemente familiares. Su sonrisa cálida se mostraba de nuevo, como de costumbre. Era raro como después de tantas cosas, las personas que más rotas estaban, poseían la sonrisa más cálida y comprensiva de todas. Sus manos frías tomaron la cara del hombre, encarándolo para atraer toda su atención y sacar su mente del rincón en el que se sumía. - Hey, hey. - susurró con un tono de voz melodioso y dulce. Comprensivo. Como el de una madre, una hermana, una compañera. Como todas esas cosas que nunca había sido y en cambio se le daría tan bien ser. - Aún estás aquí. - le recordaba, o quizás se recordaba a si misma. - No te vayas. Quédate conmigo. - aunque melosas, sus palabras eran firmes y directas. Su valor era inmenso. Su coraje, aún más. No quería que alguien como ella se sintiera solo con ella alrededor. No lo permitiría.
- Lo que ha pasado es pasado. El pasado tiene la importancia que nosotros decidimos darle. - lo decía de todo el corazón, con una convicción difícil de eludir. Retiró sus manos, dándose cuenta de que mucha gente no se sentiría confortable al tacto ajeno, y mucho menos al de una persona tan extraña como era ella. El tacto al metal podía ser extraño y bizarro, ella lo sabía más que nadie, por lo que evitaba el contacto físico. Escondió sus manos en algún punto a su espalda, uniéndolas para parar el temblor. Los nervios, quizás. Desvió la mirada hacía la espada. Había tenido la oportunidad de tocarla todo este tiempo, pero no era algo que le interesaba. No la interesaban las armas. La guerra. Matar. No era algo propio de ella. Preferiría llorar un mar de lágrimas antes de matar a alguien. Nunca lo había hecho y esperaba nunca hacerlo. Aún así, el arma se veía diferente a todas las demás. Había visto katanas en el templo, pero nada parecido. ¿Qué tipo de arma sería? Aún así, tenía muchas más curiosidades importantes que esa. ¿Qué había pasado con Henry? No quería preguntar. No tenía intención de ser ella quien le recordaría su pasado. Si pudiese, o tuviese algún tipo de habilidad secreta, borraría todo el dolor de sus ojos solitarios. La sonrisa se debilitó por un breve momento al pensar todo aquello, pero volvió al rato. - Tienes un encanto difícil de eludir. - decía con inocencia. Era algo que sólo él poseía, ver más allá de sus ojos, y eso, para ella, era magia de verdad.
Sacudió la cabeza. No podía dejar que eso tomase control del momento. Recordó como en aquella pequeña cama había despertado en la noche y había montado el show como una loca, cuando vio por primera vez a Kou. Recordaba como había visto tantas caras desde que el templo se había derrumbado, y aún así, ninguna se parecía a Henry. Sus ojos comprensivos hacían contacto con los de la rubia, dando una sensación de extraña familiaridad. Era como magia para alguien como Kotori, que jamás se había sentido tan... cercana a un desconocido. O a una persona en general, desconocido o no. Y quizás esa magia fue la que la ayudó tranqulizarse por el momento. Esa sensación de comprensión. De que estaba bien dejar fluir el dolor, al menos por ahora. Que estaba bien compartir ese secreto, y quizás compartido dolería mucho menos aunque lo dudaba mucho. ¿Pero quién era ella para decidir eso? Tampoco es que lo había intentado en el pasado. Durante todos esos años, había guardado en su interior la penitencia de veintiún años de dolores y castigos infundados. Durante veintiún largos años, había estado sola en el mundo, abandonada, odiada, su vida no había tenido más sentido que el que ella le quería dar.
Conectó con la familiar mirada del albino, aún sin entender muy bien lo que pasaba. Sumida en la magia del momento, tocó el lado derecho de su pecho con su mano izquierda. - Oh.. ¿aquí? - sonrió vagamente, notando como no tenía más escapatoria que decir la verdad. Quizás y era una casualidad, quizás no se refería a eso. Pero eso no contaba demasiado puesto a que sus sentimientos se adelantaban a su razonamiento. - Abandono y soledad. Castigos y penitencias. - decía vagamente, aún sin esperar su última pregunta, con aún más matices y más respuestas que dar, de forma más concreta aún. Se quedó callada por un momento, y miró a un punto lejano, a través del hombre. Aunque su mirada parecía perdida, no lo era. Sólo estaba recordando. - Míos. Siempre fueron míos. - decía, de manera ausente, aunque no tardó en llegar a la realidad, para darse cuenta que, en aquel momento quizás él no la escuchaba. Quizás estaba sumido en sus pensamientos también. Cerró los ojos para despejarse de esa sensación de tristeza, aunque sus ojos aún estaban vidriosos.
Hizo un movimiento rápido pero silencioso, como si de una pluma se trataba, colocándose en frente de Henry, de cuclillas. Lo notaba. Notaba como él estaba recordando, no de una forma fugaz, como ella lo había hecho. Él se estaba perdiendo en los recuerdos, y ahí ya se dio cuenta. Quizás tenían más en común de lo que parecía. Fuese lo que fuera, compartían algo muy personal juntos. Una sensación, unos recuerdos parecidos. Un deber. Una misión. Un estilo de vida. Algo. Algo que, aunque eran unos desconocidos, los hacía sentirse increíblemente familiares. Su sonrisa cálida se mostraba de nuevo, como de costumbre. Era raro como después de tantas cosas, las personas que más rotas estaban, poseían la sonrisa más cálida y comprensiva de todas. Sus manos frías tomaron la cara del hombre, encarándolo para atraer toda su atención y sacar su mente del rincón en el que se sumía. - Hey, hey. - susurró con un tono de voz melodioso y dulce. Comprensivo. Como el de una madre, una hermana, una compañera. Como todas esas cosas que nunca había sido y en cambio se le daría tan bien ser. - Aún estás aquí. - le recordaba, o quizás se recordaba a si misma. - No te vayas. Quédate conmigo. - aunque melosas, sus palabras eran firmes y directas. Su valor era inmenso. Su coraje, aún más. No quería que alguien como ella se sintiera solo con ella alrededor. No lo permitiría.
- Lo que ha pasado es pasado. El pasado tiene la importancia que nosotros decidimos darle. - lo decía de todo el corazón, con una convicción difícil de eludir. Retiró sus manos, dándose cuenta de que mucha gente no se sentiría confortable al tacto ajeno, y mucho menos al de una persona tan extraña como era ella. El tacto al metal podía ser extraño y bizarro, ella lo sabía más que nadie, por lo que evitaba el contacto físico. Escondió sus manos en algún punto a su espalda, uniéndolas para parar el temblor. Los nervios, quizás. Desvió la mirada hacía la espada. Había tenido la oportunidad de tocarla todo este tiempo, pero no era algo que le interesaba. No la interesaban las armas. La guerra. Matar. No era algo propio de ella. Preferiría llorar un mar de lágrimas antes de matar a alguien. Nunca lo había hecho y esperaba nunca hacerlo. Aún así, el arma se veía diferente a todas las demás. Había visto katanas en el templo, pero nada parecido. ¿Qué tipo de arma sería? Aún así, tenía muchas más curiosidades importantes que esa. ¿Qué había pasado con Henry? No quería preguntar. No tenía intención de ser ella quien le recordaría su pasado. Si pudiese, o tuviese algún tipo de habilidad secreta, borraría todo el dolor de sus ojos solitarios. La sonrisa se debilitó por un breve momento al pensar todo aquello, pero volvió al rato. - Tienes un encanto difícil de eludir. - decía con inocencia. Era algo que sólo él poseía, ver más allá de sus ojos, y eso, para ella, era magia de verdad.
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Era posible que dentro de su trance, Henry hubiese perdido la oportunidad de apreciar todos los rostros que la joven a su lado hubo mostrado, sus ademanes, sus movimientos, el como demostraba o negaba el dolor con todo su cuerpo, era posible que el albino hubiese perdido grandes oportunidades de conocerla por hallarse perdido entre sus memorias, mismas que aún le perseguían de día y noche, mismas que provocaban en el una llama que le mantenía alerta. A pesar de su ensimismamiento, el chico no perdió su sentido de la escucha de modo que fue capaz de captar todo lo que aconteció a su alrededor, como lo fueron las respuestas brindadas por la rubia. Lo primero fue algo referente a un lugar, ¿acaso la chica tocaba su pecho para buscar su corazón o aún más, su alma? Si ese era el caso entonces, quizás realmente se encontraba tan perdida o aún más de lo que ella se imaginaba. La incapacidad de admitir las cosas o incluso la dificultad para hacerlo era un claro signo de perdición, esta necesitaba recorrer un largo camino, tan largo como el que alguna vez recorrió Sinclair para hallarse en su actual posición y aún allí, este tenía un trayecto imposible por recorrer. Las siguientes palabras fueron tan suaves y dulces como eran esperadas, viejas amistades del peliblanco, amistades que tenían años sin convivir con el más que jamas le abandonaban, siempre en la parte más oscura de su mente yacían allí, esperando, susurrando, creciendo para que al más pequeño desliz, hacerse dueñas de todo lo que ahora era de valor para el pirata. No, había decidido no regresar a ellas y si la persona junto a el se encontraba afectada por las mismas dolencias, tenía un deber de asistirle, ¿No era acaso aquel su único anhelo en la vida? Solo una criatura bajo el cielo conocía dicha verdad, y ningún ser sobre el mismo era capaz de comprender sus motivaciones, la verdad sea dicha, Henry había conectado con esa chica de maneras que no eran posibles con ninguna otra, y eso tendría peso en su vida y aspiraba a tener peso en la de ella.
El grito ahogado de los fallecidos continuaba resonando en la mente del afectado pero la voz ajena seguía clara y fuerte, como eco sobre eco, como voz sobre gritos, como luz al final del túnel. El tono usado por la joven para afirmar, reafirmar y admitir que los gritos eran propios había sido diferente a todo lo demás, distinto incluso a su hablar convencional, ella quizás no lo había notado pero en cierto modo, podía decirse que era su verdadera voz, su verdadero ser quien había clamado por un instante allí, la verdadera persona detrás de aquella mascara de "Hella" fuese ese su nombre o no, punto que ahora rondaba sobre las cavilaciones del oji-azul, un nombre inusual pero había conocido otros por lo cual su duda era a medias. Considerando que las personas afectadas usualmente tienden a defenderse primero, a defenderse después y a defenderse ultimo, antes de siquiera interactuar con otros y viendo que tan profundas eran las cicatrices de la fémina, y cuan abiertas aún permanecían las heridas, no sería extraño que hubiese mentido o simplemente utilizado algún seudónimo o similar. El albino empezaba a salir de aquel trance en el cual se hallaba sumido desde hacía apenas unos segundos, aunque esto había sido tiempo suficiente para que la rubia pudiera expresarse y revelar su naturaleza verdadera.
Un suave y gentil toque se apodero de su rostro, era internamente cálido y externamente frio, un roce que le era familiar, un roce que había estado presente en su vida incluso más que el toque humano, era aquello que conocía mejor que incluso su propia piel o carne, se trataba de metal, algo de consistencia metálica se había apoderado de sus facciones e incluso habían movido su cabeza, lo voz contraria acompaño estas acciones con un llamado a atención, el trance finalizaba mientras el gentil roce se mantenía, las palabras de Hella eran el motor que impulsaba su despertar final, un lento pero significativo pestañear hizo que los orbes de Sinclair se fijasen nuevamente en la cara de la conocida, una cálida sonrisa se formo en sus labios. ¿Ella siempre había tenido esas facciones? ¿Esa siempre había sido su expresión? Era posible que hablar sobre su realidad la hubiese ayudado a dar un paso al frente, era posible que estuviese lista para avanzar pero estuviese aguardando el momento y a la persona indicada, el momento se tornaba eterno entre ambos y el metal de las extremidades superiores de la joven empezaban a calentarse, aunque esta no lo sentiría de ese modo, más la piel del albino si. Incluso aquel inanimado objeto reconocía la conexión, no solo entre Henry y Hella, sino entre si mismo y Henry.
Lo extraño era como dos personas eran capaces de abrirse tan rápidamente una vez que conectaban, y como la comunicación no verbal influía tan profundamente en sus vidas y en sus interacciones tanto iniciales como posteriores. La reacción eventual de la joven hizo al peliblanco curiosear con su mirada, moviendo ligeramente su cabeza y siguiendo el movimiento que esta hacía, la misma se balanceaba en cuclillas y hubo llevado sus brazos y manos hacía la parte posterior de su cuerpo, quizás ocultándolos para luego concluir con un comentario que en cualquier caso hubiese sacado de su centro a cualquiera o quizás provocado una reacción distinta a la que tendría el albino. Este desestimo el comentario, no tenía encanto alguno sino todo lo opuesto, era una hoja en blanco y cualquiera podía ver el mundo a través de su persona, lo importante era lo que el pudiese aprender y usar para llenar esas paginas vacías que conformaban su libro de vida y su ser. Aún con la duda en su semblante y la cálida sonrisa desapareciendo lentamente de sus labios, una pregunta más fue formulada por el pirata hacía la chica frente a el, se encontraban relativamente cerca y eso implicaba que el espacio personal no era problema para ninguno de ellos. -Te avergüenzas de ellas?- Aún si su pregunta era ambigua, su mirada revelaba perfectamente a que se refería, sus ojos fijos en las extremidades metálicas no daban lugar a duda, la espera de una respuesta solo sirvió para que el chico recogiera su espada y la colocara sobre sus piernas en modo de reposo.
El grito ahogado de los fallecidos continuaba resonando en la mente del afectado pero la voz ajena seguía clara y fuerte, como eco sobre eco, como voz sobre gritos, como luz al final del túnel. El tono usado por la joven para afirmar, reafirmar y admitir que los gritos eran propios había sido diferente a todo lo demás, distinto incluso a su hablar convencional, ella quizás no lo había notado pero en cierto modo, podía decirse que era su verdadera voz, su verdadero ser quien había clamado por un instante allí, la verdadera persona detrás de aquella mascara de "Hella" fuese ese su nombre o no, punto que ahora rondaba sobre las cavilaciones del oji-azul, un nombre inusual pero había conocido otros por lo cual su duda era a medias. Considerando que las personas afectadas usualmente tienden a defenderse primero, a defenderse después y a defenderse ultimo, antes de siquiera interactuar con otros y viendo que tan profundas eran las cicatrices de la fémina, y cuan abiertas aún permanecían las heridas, no sería extraño que hubiese mentido o simplemente utilizado algún seudónimo o similar. El albino empezaba a salir de aquel trance en el cual se hallaba sumido desde hacía apenas unos segundos, aunque esto había sido tiempo suficiente para que la rubia pudiera expresarse y revelar su naturaleza verdadera.
Un suave y gentil toque se apodero de su rostro, era internamente cálido y externamente frio, un roce que le era familiar, un roce que había estado presente en su vida incluso más que el toque humano, era aquello que conocía mejor que incluso su propia piel o carne, se trataba de metal, algo de consistencia metálica se había apoderado de sus facciones e incluso habían movido su cabeza, lo voz contraria acompaño estas acciones con un llamado a atención, el trance finalizaba mientras el gentil roce se mantenía, las palabras de Hella eran el motor que impulsaba su despertar final, un lento pero significativo pestañear hizo que los orbes de Sinclair se fijasen nuevamente en la cara de la conocida, una cálida sonrisa se formo en sus labios. ¿Ella siempre había tenido esas facciones? ¿Esa siempre había sido su expresión? Era posible que hablar sobre su realidad la hubiese ayudado a dar un paso al frente, era posible que estuviese lista para avanzar pero estuviese aguardando el momento y a la persona indicada, el momento se tornaba eterno entre ambos y el metal de las extremidades superiores de la joven empezaban a calentarse, aunque esta no lo sentiría de ese modo, más la piel del albino si. Incluso aquel inanimado objeto reconocía la conexión, no solo entre Henry y Hella, sino entre si mismo y Henry.
Lo extraño era como dos personas eran capaces de abrirse tan rápidamente una vez que conectaban, y como la comunicación no verbal influía tan profundamente en sus vidas y en sus interacciones tanto iniciales como posteriores. La reacción eventual de la joven hizo al peliblanco curiosear con su mirada, moviendo ligeramente su cabeza y siguiendo el movimiento que esta hacía, la misma se balanceaba en cuclillas y hubo llevado sus brazos y manos hacía la parte posterior de su cuerpo, quizás ocultándolos para luego concluir con un comentario que en cualquier caso hubiese sacado de su centro a cualquiera o quizás provocado una reacción distinta a la que tendría el albino. Este desestimo el comentario, no tenía encanto alguno sino todo lo opuesto, era una hoja en blanco y cualquiera podía ver el mundo a través de su persona, lo importante era lo que el pudiese aprender y usar para llenar esas paginas vacías que conformaban su libro de vida y su ser. Aún con la duda en su semblante y la cálida sonrisa desapareciendo lentamente de sus labios, una pregunta más fue formulada por el pirata hacía la chica frente a el, se encontraban relativamente cerca y eso implicaba que el espacio personal no era problema para ninguno de ellos. -Te avergüenzas de ellas?- Aún si su pregunta era ambigua, su mirada revelaba perfectamente a que se refería, sus ojos fijos en las extremidades metálicas no daban lugar a duda, la espera de una respuesta solo sirvió para que el chico recogiera su espada y la colocara sobre sus piernas en modo de reposo.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
No había conocido a muchas personas en sus veintiún años, por lo cual no podía establecer pautas de lo que se consideraba normal o no. Pero aún así, sabía muy bien que lo que estaba pasando ahí, no era algo que puede pasar con alguien al azar. ¿Destino? ¿Suerte? Por muy extraño que parezca, Kotori creía en todo eso. Karma. También existía. Todos esos conceptos que la mayor parte de la gente con los pies en la tierra devaluarían, como casi tangibles. Se suponía que era un encuentro entre dos desconocidos, pero a la vez parecían tener cosas en común más allá de lo que ellos mismos conocían. El albino se había escondido por completo entre sus pensamientos, o quizás perdido entre los recuerdos. No sabría decir cual. Por eso se atrevió a dar aquel movimiento, aunque no esté en su carácter acercarse físicamente a nadie, ni tocar de esa forma. Era un momento de debilidad en el cual se dejó llevar por la necesitad de salvar a su interlocutor. Por la necesidad de recordarle lo importante que era el ahora. No eran muchas cosas las que ella sabía, pero sí que había aprendido la importancia del presente. Había aprendido que el presente es todo lo que cuenta, al fin y al cabo. El presente es lo que somos. Lo que la gente ve en nosotros. Lo que nosotros proyectamos. El pasado sólo sirve para tener una historia que contar.
No había dicho esas últimas palabras como tal. El encanto no significaba algo encantador, o hermoso, si no aquello que la hacía sentir con sólo mirarla. El encanto de Henry era mirarla y desnudarla de toda la armadura que había desarrollado a lo largo de los años. De las sonrisas forzadas, de esa estúpida y molesta costumbre de mostrarse siempre feliz, a pesar de seguir estando dolida por dentro. Se sentía, de alguna forma, indefensa. Pero, lejos de ser una sensación molesta, era más parecido a la magia. Al encanto. El hecho la sorprendía y atraía su atención inocente, era curiosa. ¿Cómo lo hacía? En algún momento hasta se había planteado que se trataba de una habilidad extraña del albino, una habilidad heróica como la de las frutas del demonio. Pronto lo descartó. De hecho, se dio cuenta que eso no fue nunca una posibilidad. De que él estaba probablemente más perdido que ella, aunque no lo parecía externamente. Para ella, el pirata lucía como un hombre sereno y maduro. Alguien que ha pasado por mucho, pero lo ha superado todo. O al menos lo intentaba con todas las fuerzas de su corazón, y eso, contaba muchísimo. Odiaba ver a la gente sufrir. En sus plegarias forzadas e impuestas, siempre pensaba que si había un Dios, debería quitar el sufrimiento de las personas. Pero ella, mejor que nadie, sabía que eso era imposible.
Si es que había, o no, una deidad superior, lo dudaba mucho. Lo que si que sabía es que había gente. Había gente especial con habilidades especiales. Gente con encanto, con el de su interlocutor; pero también gente simplona, como ella. Por mucho que había permanecido yendo de isla en isla, seguía siendo tan inocente como siempre. Todo aquello podía ser un engaño y aún así se lo creería. Quizás por su inocencia, aquello le parecía más fascinante aún. Tuvo tiempo de sobra para mirar todas sus facciones, expresiones. Aunque no pudiese sentir el tacto de su cara por las partes metálicas, se veía lisa y suave. No podía ser mucho más mayor que ella, seguramente. Sus dedos jugaban entre sí detrás de su espalda, y, después del momento casi vergonzoso, hizo ademán para levantarse. Entonces escuchó la pregunta de su, tan callado, compañero. Era fácil de responder. ¿Había alguien que se enorgullecería de no poder tocar con su mano aquello que deseaba? Quizás no tener un ser querido estaba bien, porque de todas formas por mucho que intentaría el contacto físico, este no iba a suceder de una forma natural. Se levantó, quedando de pies delante suya, de manera que él podía ver en detalle todas las partes mecánicas.
El metal brillaba con fuerza en la luz de los astros. Una brisa suave movía un tanto la bufanda que colgaba del cuello de la chica. Miró a un lado y a otro, como si quisiera asegurarse de que estaban solos nuevamente. En realidad, quería escapar del hechizo. Romper el contacto visual para reponer la armadura. ¿Acaso era bueno haberse encontrado con alguien que sabe tantas cosas sobre ella, aún sin ella haber dicho una palabra? Se sentía insegura. - Sí. - contestó con sinceridad, para después de un rato mirar hacía abajo, al hombre. Por alguna razón se sentía confortable estando cerca, aunque esa era la reacción de su corazón. Su mente, por otro lado, estaba dudando. Esbozó una sonrisa larga. - Es que, todo el mundo me pregunta que me pasó, y como funciona. Y la verdad es que me hace sentir insegura. ¿Eso es lo que esperabas escuchar? . - se estaba poniendo un poco a la defensiva, sin darse cuenta- Te he tocado y no he sentido nada. Puedo meter la mano en el mismo infierno y seguiría sin sentir nada. Supongo que algunos desearán ser así en su mente enfermiza, pero no es algo que yo escogí. - se notaba que había salido del hechizo. Se había liberado y, de alguna forma, la liberación había creado la armadura aún más dura que al principio del encuentro. Susurró alguna palabrota, indignada. Tenía tantas preguntas que hacer. Sentía como si por los últimos segundos, su privacidad había sido invadida.
El angulo en el que estaba, la hacía sentir más poderosa, de alguna forma. Con más control sobre la situación. Volvía a mirar hacía abajo, pero esta vez evadiendo la mirada azulada. Sabía que si harían contacto una vez más quizás iba a caer de nuevo en lo mismo de antes. Lo que más rabia le daba es que ella no tenía el mismo efecto sobre él. Lo que más la enfadaba en esos momentos es que, si lo pensaba bien, esos habían sido los cinco minutos más sinceros de su vida, y aún así no había recibido nada en cambio de su sinceridad. Él estaba ensimismado. No la dejaba entrar. Eran unos desconocidos, y aún así exigía unos derechos que no tenía. Sonrió molesta, dejando un soplido de aire. Su corazón, de haberse encogido tanto, ahora se expandió de nuevo, puesto a que la sangre bombeaba con fuerza. Los nervios. - Me parece genial ¿sabes? - seguramente no sabía. Pero aún así, hablaba como si se tratase de un amigo, o algo más. Con reproche. El tono de su voz había cambiado a reproche, y eso era muy notorio. - ¿Henry decías, no? - se hacía la tonta. No había olvidado en ningún momento su nombre, seguramente no lo olvidaría nunca, pero eso también, era parte de su armadura. - He intentado acercarme pero no me estás dejando. - ¿Estaba de broma? Acaba de decirle eso a un hombre que conocía desde hace diez minutos. Parecía que las relaciones intrapersonales aún eran un mundo para ella.
- He contestado a todas tus preguntas, te he dejado... - tragó en seco, sintiéndose un poco insegura, pero aún así volvía a hablar con certeza. - conocerme. Y aún así de todas las preguntas que hice, no me contestaste ninguna con sinceridad. No quiero jugar más. - abrió los ojos al pronunciar la última palabra. Estaba harta, o eso es lo que dejaba ver. Al minuto de terminar de hablar, se cruzaría de brazos y miraría para otro lado. En ese minuto, también se arrepentiría de todo lo que había dicho, pero no lo dejaría ver. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que desenfundara su espada y la atacara? Lo consideraba poco probable, si una cosa él se había perdido de ella, era leer sus expresiones. Saber que es lo que podía hacer en esos momentos y que no. Pero ella lo había estudiado con detenimiento. Había tenido tiempo de sobra para hacerse una idea de quien era, aunque él no le había dicho nada en concreto. Sabía que Henry era un hombre dañado, que se perdía demasiado a menudo entre sus recuerdos. Alguien con un pasado misterioso y duro, triste. Había visto todo el sus ojos, pero no se había atrevido a preguntar para no traer recuerdos. Quizás él se había sentido igual que ella, solo que ella no tomó ventaja. O quizás la armadura del albino era mucho más fuerte. Sea cual sea, había roto el hechizo, y no había vuelta atrás. O eso esperaba.
No había dicho esas últimas palabras como tal. El encanto no significaba algo encantador, o hermoso, si no aquello que la hacía sentir con sólo mirarla. El encanto de Henry era mirarla y desnudarla de toda la armadura que había desarrollado a lo largo de los años. De las sonrisas forzadas, de esa estúpida y molesta costumbre de mostrarse siempre feliz, a pesar de seguir estando dolida por dentro. Se sentía, de alguna forma, indefensa. Pero, lejos de ser una sensación molesta, era más parecido a la magia. Al encanto. El hecho la sorprendía y atraía su atención inocente, era curiosa. ¿Cómo lo hacía? En algún momento hasta se había planteado que se trataba de una habilidad extraña del albino, una habilidad heróica como la de las frutas del demonio. Pronto lo descartó. De hecho, se dio cuenta que eso no fue nunca una posibilidad. De que él estaba probablemente más perdido que ella, aunque no lo parecía externamente. Para ella, el pirata lucía como un hombre sereno y maduro. Alguien que ha pasado por mucho, pero lo ha superado todo. O al menos lo intentaba con todas las fuerzas de su corazón, y eso, contaba muchísimo. Odiaba ver a la gente sufrir. En sus plegarias forzadas e impuestas, siempre pensaba que si había un Dios, debería quitar el sufrimiento de las personas. Pero ella, mejor que nadie, sabía que eso era imposible.
Si es que había, o no, una deidad superior, lo dudaba mucho. Lo que si que sabía es que había gente. Había gente especial con habilidades especiales. Gente con encanto, con el de su interlocutor; pero también gente simplona, como ella. Por mucho que había permanecido yendo de isla en isla, seguía siendo tan inocente como siempre. Todo aquello podía ser un engaño y aún así se lo creería. Quizás por su inocencia, aquello le parecía más fascinante aún. Tuvo tiempo de sobra para mirar todas sus facciones, expresiones. Aunque no pudiese sentir el tacto de su cara por las partes metálicas, se veía lisa y suave. No podía ser mucho más mayor que ella, seguramente. Sus dedos jugaban entre sí detrás de su espalda, y, después del momento casi vergonzoso, hizo ademán para levantarse. Entonces escuchó la pregunta de su, tan callado, compañero. Era fácil de responder. ¿Había alguien que se enorgullecería de no poder tocar con su mano aquello que deseaba? Quizás no tener un ser querido estaba bien, porque de todas formas por mucho que intentaría el contacto físico, este no iba a suceder de una forma natural. Se levantó, quedando de pies delante suya, de manera que él podía ver en detalle todas las partes mecánicas.
El metal brillaba con fuerza en la luz de los astros. Una brisa suave movía un tanto la bufanda que colgaba del cuello de la chica. Miró a un lado y a otro, como si quisiera asegurarse de que estaban solos nuevamente. En realidad, quería escapar del hechizo. Romper el contacto visual para reponer la armadura. ¿Acaso era bueno haberse encontrado con alguien que sabe tantas cosas sobre ella, aún sin ella haber dicho una palabra? Se sentía insegura. - Sí. - contestó con sinceridad, para después de un rato mirar hacía abajo, al hombre. Por alguna razón se sentía confortable estando cerca, aunque esa era la reacción de su corazón. Su mente, por otro lado, estaba dudando. Esbozó una sonrisa larga. - Es que, todo el mundo me pregunta que me pasó, y como funciona. Y la verdad es que me hace sentir insegura. ¿Eso es lo que esperabas escuchar? . - se estaba poniendo un poco a la defensiva, sin darse cuenta- Te he tocado y no he sentido nada. Puedo meter la mano en el mismo infierno y seguiría sin sentir nada. Supongo que algunos desearán ser así en su mente enfermiza, pero no es algo que yo escogí. - se notaba que había salido del hechizo. Se había liberado y, de alguna forma, la liberación había creado la armadura aún más dura que al principio del encuentro. Susurró alguna palabrota, indignada. Tenía tantas preguntas que hacer. Sentía como si por los últimos segundos, su privacidad había sido invadida.
El angulo en el que estaba, la hacía sentir más poderosa, de alguna forma. Con más control sobre la situación. Volvía a mirar hacía abajo, pero esta vez evadiendo la mirada azulada. Sabía que si harían contacto una vez más quizás iba a caer de nuevo en lo mismo de antes. Lo que más rabia le daba es que ella no tenía el mismo efecto sobre él. Lo que más la enfadaba en esos momentos es que, si lo pensaba bien, esos habían sido los cinco minutos más sinceros de su vida, y aún así no había recibido nada en cambio de su sinceridad. Él estaba ensimismado. No la dejaba entrar. Eran unos desconocidos, y aún así exigía unos derechos que no tenía. Sonrió molesta, dejando un soplido de aire. Su corazón, de haberse encogido tanto, ahora se expandió de nuevo, puesto a que la sangre bombeaba con fuerza. Los nervios. - Me parece genial ¿sabes? - seguramente no sabía. Pero aún así, hablaba como si se tratase de un amigo, o algo más. Con reproche. El tono de su voz había cambiado a reproche, y eso era muy notorio. - ¿Henry decías, no? - se hacía la tonta. No había olvidado en ningún momento su nombre, seguramente no lo olvidaría nunca, pero eso también, era parte de su armadura. - He intentado acercarme pero no me estás dejando. - ¿Estaba de broma? Acaba de decirle eso a un hombre que conocía desde hace diez minutos. Parecía que las relaciones intrapersonales aún eran un mundo para ella.
- He contestado a todas tus preguntas, te he dejado... - tragó en seco, sintiéndose un poco insegura, pero aún así volvía a hablar con certeza. - conocerme. Y aún así de todas las preguntas que hice, no me contestaste ninguna con sinceridad. No quiero jugar más. - abrió los ojos al pronunciar la última palabra. Estaba harta, o eso es lo que dejaba ver. Al minuto de terminar de hablar, se cruzaría de brazos y miraría para otro lado. En ese minuto, también se arrepentiría de todo lo que había dicho, pero no lo dejaría ver. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que desenfundara su espada y la atacara? Lo consideraba poco probable, si una cosa él se había perdido de ella, era leer sus expresiones. Saber que es lo que podía hacer en esos momentos y que no. Pero ella lo había estudiado con detenimiento. Había tenido tiempo de sobra para hacerse una idea de quien era, aunque él no le había dicho nada en concreto. Sabía que Henry era un hombre dañado, que se perdía demasiado a menudo entre sus recuerdos. Alguien con un pasado misterioso y duro, triste. Había visto todo el sus ojos, pero no se había atrevido a preguntar para no traer recuerdos. Quizás él se había sentido igual que ella, solo que ella no tomó ventaja. O quizás la armadura del albino era mucho más fuerte. Sea cual sea, había roto el hechizo, y no había vuelta atrás. O eso esperaba.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
El llamado punto sin retorno finalmente había sido alcanzado, todo lo que aquella interacción entre la rubia y el albino representaba llegaba a un quiebre donde cualquier cosa que se dijera o se hiciera, cambiaría para siempre la vida de ambos. Allí, en ese instante, la pregunta de Henry navegaba el aire, ¿Te avergüenzas de ellas? había inquirido el muchacho de manera directa y sin miramientos. La joven por su parte había reaccionado de mil maneras, su rostro se había torcido y enderezado de distintas formas, incluso su cuerpo había mostrado movimientos y cosas antes no vistas, su lenguaje no verbal era amplio pero dado el despiste del chico, este no comprendía el significado del mismo, había estado tan sumido en su propia mente, en sus propios recuerdos que había olvidado lo más básico e importante del contacto humano, la interacción y el llegar a verdaderamente conocer a alguien. Se había enfocado en el pasado, en la persona detrás de la mascara, en la niña que clamaba por ayuda más hubo olvidado que existen murallas casi imposibles de derribar protegiendo a esa persona, y las hubo evitado por un tiempo, las hubo engañado y les dejaron entrar más con aquella duda que hubo presentado tan inocentemente, la calma previa a la tormenta concluyó de golpe. Un "Sí" lleno de sinceridad fue la contestación de la rubia, su mirada denotaba todo aquello que debía de haber temido el peliblanco desde el inicio, todo lo que el había pasado por alto, aquella ultima sonrisa, verídica hasta el final fue el ultimo acto gentil que sería recibido por parte de Hella para con Sinclair, su voz, su tono y sus palabras cambiaron de repente, y reveló aquello que le agobiaba desde antes de conocerle, desde cuando todo inicio, desde cuando las extremidades fueron adheridas a su cuerpo.
Cierto enojo era evidente en su verbo, en su postura, la altura que mantenía ahora y el hecho de evitar la mirada directa de los azulados orbes revelaba que pretendía salir del trance en el cual habían ambos ingresado, y fue entonces cuando se hizo igual de evidente para Henry, que si bien habían compartido más de un momento en aquella velada, todo había sido a costa de ella, el muchacho no había realmente compartido nada de su persona, continuaba siendo un extraño transeúnte que casualmente hizo a una joven mujer mostrar sus más oscuros secretos, con un par de frases y sonrisas, fijando su profunda mirada y sentándose a escuchar, si bien no cualquiera era capaz de realizar tal tarea, cualquiera que fuese capaz de hacerlo, lo haría y no significaría nada puesto que se trataba de una conversación y todo lo que el peliblanco había hecho era ser la segunda persona en un complejo y elaborado monologo. La segunda o ¿era la tercera? sonrisa de la fémina se hizo presente en sus labios, ahora estaba notablemente molesta, quería preguntarle que le parecía genial más igual de evidente era que tal inquisición solo le molestaría mas, usaba sarcasmo y risas falsas para librarse de la tensión y para establecer un punto. Luego el tono se volvió personal, no solo se hallaba afectada por todo el evento sino que ahora sentía como si todo hubiera sido una farsa, la forma en la cual pronunció el nombre del Albino fue la mayor evidencia de esta teoría, y sus palabras reforzaban tal hilo de pensamiento al revelar la verdad indiscutible de la noche, así hubieran pasado unos minutos o un par de horas, lo cierto era que Sinclair hubo permanecido silente y cerrado ante toda la interacción, como había sido mencionado antes, todo había sido un complejo y elaborado monologo, con Hella de Protagonista.
Finalmente se dejo ir, dijo lo que tenía que decir y se negó a seguir jugando, lo cual era comprensible y Henry no era quien para lanzarle mil historias tristes cuando la conexión se había roto, no pretendía dar pena y no pretendía subestimarla de tal manera, de cualquier modo sin importar lo que dijera todo podría ser falso solo para ganar su atención o su mejor lado, no la usaría de tal modo ni la sometería a tales situaciones, de modo que se elevo sobre su propia posición quedando mucho más alto que la chica debido a la diferencia de altura, allí y observándola atentamente asintió sin más. -Tienes razón- Musitó con un tono y un semblante serio, para luego mirar a sus alrededores y volver a asentir. -Tu monologo ha terminado- Afirmó haciendo referencia a que solo ella había compartido información, lo cual era innegable, esta vez no pauso por demasiado tiempo sino que continuo su hilo de pensamiento casi de inmediato. -Esto no es un juego, nunca lo ha sido- Su tono ahora era severo, si la joven prestaba atención notaría cuanta seriedad existía detrás de tales palabras y como las mismas denotan cierto dolor por haber considerado aquella interacción como una broma, sin embargo, no se detuvo allí. -La próxima vez, si gustas, podrás conocerme a mi- Con esto dejaba abierta la invitación, más sabía que necesitaba mucho más para llamar a su atención y hacer que la misma no solo se interesara en conocerle tal cual el se había interesado en ella, sino que de la misma forma tuviese la voluntad de realmente llegar a conocerle, no sería en las mismas condiciones ni por los mismos motivos, había perdido esa puerta por su inacción y lo comprendía, de modo que revelo aquello que había estado pensando desde la primera vez que sus orbes posaron su mirada en el metal que fungía como extremidad de la chica, quizás sería demasiado, quizás ella lo consideraría una promesa vacía pero si escuchaba atentamente y si se atrevía a preguntar en el vasto mundo, aquellas palabras se transformarían en más que una vil mentira, serían tal vez una posible realidad. -El Metal esta vivo, al igual que tu, un día podrás sentir de nuevo. Te lo aseguro- Quizás nadie sobre la faz de la tierra pensaría que era posible, más Henry lo había visto en la Metalurgia de su madre y lo había sentido por un breve instante al rozar el metal que componía las manos de la rubia, el metal era capaz de hablar y de reaccionar, ¿quien se atrevía a negar que fuese incapaz de sentir? Con los ingredientes correctos, y considerando como la chica continuaba con vida, su sistema nervioso aun intacto, debía existir, era una realidad que existía la manera de unir ambas cosas y permitirle a ella percibir el mundo, aun si fuese a través de lo que alguna vez odio y aborreció más en esta vida. Incluso para el peliblanco era demasiado librar aquellas palabras, aquel recuerdo fugaz de su memoria, no podría continuar de modo que tras articular dicho verbo, se movió con rapidez hacia su izquierda, la derecha de la contraria y avanzó en silencio. No diría más, no le importaba si no le creía, el probaría tal declaración como cierta alguna vez y si Hella aún caminaba por el mundo, le entregaría su tacto nuevamente, para el Albino esta era la forma de curarla y se había ya centrado en ello, pues cada persona posee su medicina personal y esta era la de aquella chica, o así lo pensaba el.
Cierto enojo era evidente en su verbo, en su postura, la altura que mantenía ahora y el hecho de evitar la mirada directa de los azulados orbes revelaba que pretendía salir del trance en el cual habían ambos ingresado, y fue entonces cuando se hizo igual de evidente para Henry, que si bien habían compartido más de un momento en aquella velada, todo había sido a costa de ella, el muchacho no había realmente compartido nada de su persona, continuaba siendo un extraño transeúnte que casualmente hizo a una joven mujer mostrar sus más oscuros secretos, con un par de frases y sonrisas, fijando su profunda mirada y sentándose a escuchar, si bien no cualquiera era capaz de realizar tal tarea, cualquiera que fuese capaz de hacerlo, lo haría y no significaría nada puesto que se trataba de una conversación y todo lo que el peliblanco había hecho era ser la segunda persona en un complejo y elaborado monologo. La segunda o ¿era la tercera? sonrisa de la fémina se hizo presente en sus labios, ahora estaba notablemente molesta, quería preguntarle que le parecía genial más igual de evidente era que tal inquisición solo le molestaría mas, usaba sarcasmo y risas falsas para librarse de la tensión y para establecer un punto. Luego el tono se volvió personal, no solo se hallaba afectada por todo el evento sino que ahora sentía como si todo hubiera sido una farsa, la forma en la cual pronunció el nombre del Albino fue la mayor evidencia de esta teoría, y sus palabras reforzaban tal hilo de pensamiento al revelar la verdad indiscutible de la noche, así hubieran pasado unos minutos o un par de horas, lo cierto era que Sinclair hubo permanecido silente y cerrado ante toda la interacción, como había sido mencionado antes, todo había sido un complejo y elaborado monologo, con Hella de Protagonista.
Finalmente se dejo ir, dijo lo que tenía que decir y se negó a seguir jugando, lo cual era comprensible y Henry no era quien para lanzarle mil historias tristes cuando la conexión se había roto, no pretendía dar pena y no pretendía subestimarla de tal manera, de cualquier modo sin importar lo que dijera todo podría ser falso solo para ganar su atención o su mejor lado, no la usaría de tal modo ni la sometería a tales situaciones, de modo que se elevo sobre su propia posición quedando mucho más alto que la chica debido a la diferencia de altura, allí y observándola atentamente asintió sin más. -Tienes razón- Musitó con un tono y un semblante serio, para luego mirar a sus alrededores y volver a asentir. -Tu monologo ha terminado- Afirmó haciendo referencia a que solo ella había compartido información, lo cual era innegable, esta vez no pauso por demasiado tiempo sino que continuo su hilo de pensamiento casi de inmediato. -Esto no es un juego, nunca lo ha sido- Su tono ahora era severo, si la joven prestaba atención notaría cuanta seriedad existía detrás de tales palabras y como las mismas denotan cierto dolor por haber considerado aquella interacción como una broma, sin embargo, no se detuvo allí. -La próxima vez, si gustas, podrás conocerme a mi- Con esto dejaba abierta la invitación, más sabía que necesitaba mucho más para llamar a su atención y hacer que la misma no solo se interesara en conocerle tal cual el se había interesado en ella, sino que de la misma forma tuviese la voluntad de realmente llegar a conocerle, no sería en las mismas condiciones ni por los mismos motivos, había perdido esa puerta por su inacción y lo comprendía, de modo que revelo aquello que había estado pensando desde la primera vez que sus orbes posaron su mirada en el metal que fungía como extremidad de la chica, quizás sería demasiado, quizás ella lo consideraría una promesa vacía pero si escuchaba atentamente y si se atrevía a preguntar en el vasto mundo, aquellas palabras se transformarían en más que una vil mentira, serían tal vez una posible realidad. -El Metal esta vivo, al igual que tu, un día podrás sentir de nuevo. Te lo aseguro- Quizás nadie sobre la faz de la tierra pensaría que era posible, más Henry lo había visto en la Metalurgia de su madre y lo había sentido por un breve instante al rozar el metal que componía las manos de la rubia, el metal era capaz de hablar y de reaccionar, ¿quien se atrevía a negar que fuese incapaz de sentir? Con los ingredientes correctos, y considerando como la chica continuaba con vida, su sistema nervioso aun intacto, debía existir, era una realidad que existía la manera de unir ambas cosas y permitirle a ella percibir el mundo, aun si fuese a través de lo que alguna vez odio y aborreció más en esta vida. Incluso para el peliblanco era demasiado librar aquellas palabras, aquel recuerdo fugaz de su memoria, no podría continuar de modo que tras articular dicho verbo, se movió con rapidez hacia su izquierda, la derecha de la contraria y avanzó en silencio. No diría más, no le importaba si no le creía, el probaría tal declaración como cierta alguna vez y si Hella aún caminaba por el mundo, le entregaría su tacto nuevamente, para el Albino esta era la forma de curarla y se había ya centrado en ello, pues cada persona posee su medicina personal y esta era la de aquella chica, o así lo pensaba el.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Dicho aquello, el encuentro seguramente se daría por acabado. Aunque se arrepentía de sus palabras, su orgullo no le dejaba decir eso fuera. Mantuvo esa postura, con los muslos tensos y la expresión facial enfadada. Al estar de pie, tenía cierta ventaja sobre la altura del pirata, cosa que la hacía sentir un poco más segura de si misma. La ventaja, como todas las ventajas que ella creía tener en ese momento, le concedían la inmensa oportunidad de reponerse después de todo lo que había pasado. Todo había sido tan... fuerte, tan inesperado. Se había sentido de una manera tan extraña y única. Tan especial. Pero ahora dudaba de todo. Dudaba hasta de ella misma. Dudaba en si había actuado como se esperaba. ¿Había sido demasiado emocional? ¿Sólo ella? La idea de que todo estaba en su cabeza, la estaba mortificando. Necesita tener una seguridad. Necesitaba saber que aquello no era una imaginación. Que fue real. Aunque eso ya había quedado en el pasado, quería estar segura que lo sintió, pues quizás ello fuera algo que nunca encontraría de nuevo. Pensaba en dar solo una miradita. Sólo una pequeña mirada fugaz hacía sus ojos. De manera lenta, entreabrió los ojos justo cuando Henry se estaba levantando, por lo que no consiguió hacer contacto visual de nuevo, pero si que se estremeció un poco al verle actuar. ¿Qué seguía?
No sabía si la estaba mirando cuando estaba hablando. No quería darle la cara y prefería seguir haciéndose la enfadada. Quizás, en su inocencia, pensó que el albino iba a ser el que se acercaría esta vez. Pero eso no pasó. Su corazón latía con fuerza. El enfado, si alguna vez existió de verdad, se había esfumado por completo. Aún así, seguía con expresión molesta, aunque sabía que no tenía ningún derecho de sentirse como se sentía. Había sido un encuentro casual, con un desconocido que ahora se había convertido en más de lo que jamás nadie hubiese imaginado. Intentaba imaginarse su cara de nuevo, mientras que escuchaba la voz un tanto seria. Más seria, y más firme que nunca. Si hasta ahora sus respuestas fueron muy ambiguas, esta era la primera vez que Henry realmente tomaba la palabra de una manera varonil y directa. Si antes no podía imaginar que él tuviese un comportamiento tan risueño, ahora el hombre se comportaba exactamente como ella pensó en un principio, por lo que no se sorprendió en lo mas mínimo. De manera impersonal, parecía dictar el final del encuentro. Su monólogo había terminado, y aún así, después de todo lo que había dicho, las frases ajenas se mantenían cortas y concisas.
¿Acaso podían doler las palabras? ¿O quizás dolía haberse esperado a otro tipo de respuestas y no haberlas recibido? Aún así, su corazón tembloroso encontró tranquilidad ante la segunda parte del monólogo ajeno. La aseguraba, de una forma muy directa, que no se trataba de un juego, y la invitaba, la próxima vez, a conocerle. Pero ella sabía, o creía saber, que no había próxima vez. En parte, desearía que no hubiera próxima vez. Al haber cerrado la puerta, al haber salido de aquel hechizo, se había dado cuenta de lo débil que estaba. Y odiaba sentirse así. Aunque venía con palabras animadoras siempre, aunque sonreía con facilidad, era quizás una de las personas que más ánimos necesitaba. Pero ella había aceptado el dolor. Y lo había hecho suyo. Así fue como sobrevivió a la hambre, a los castigos, a la muerte. Lo había aceptado y lo había convertido en parte de ella. Sólo que lo mantenía escondido, y prefería que nadie lo viese. Lo que el pirata hizo, aún consideraba ser magia, una violación hacía su alma. Hacía sus recuerdos. Con esa... molesta forma de preguntar justo lo necesario. De dar la impresión de que la conocía desde antes. Que, aunque ella no fuera a hablar, él ya lo sabía todo. Eso fue lo que la hizo confesar. Se sintió manipulada. Y el sentimiento volvía a ella con cada palabra suya, nuevamente.
¿Era todo eso una promesa? Lo de sentir de nuevo, lo de conocerle la próxima vez. ¿Era eso una promesa? Por un momento pensó en decirle que debería dejar de prometer cosas que le sería difícil cumplir, recordando en como todo empezó. Pero se calló. Hablar, seguramente supondría mirarle de nuevo a los ojos de manera directa. Aún así, no se esperaba a que Henry se fuera. Era... demasiado precipitado. No había explicado nada de lo del metal. ¿Acaso había una posibilidad en verdad? La curiosidad entraba en los rincones cerrados de su corazón, aunque aún así su orgullo no la dejó decir nada. Antes de darse cuenta, todo se tornó silencioso. Sus ojos se abrieron solo para ver la gabardina azul moverse con los pasos silenciosos de su desconocido. El viento empezó a soplar con un poco más de fuerza, haciendo que su rostro quedase vacío, moviendo sus pelos largos y revoloteándolos hacía atrás. No podía creer que se estaba yendo así como así. Aunque ella había acabado con el hechizo, una parte escondida, el subconsciente, hubiese deseado que él activase su magia de nuevo. Le hubiese gustado empezar de nuevo aquella velada, donde dos desconocidos se convertirían en compañeros. - Sí, claro, vete. - decía por lo bajo, con resentimiento. No había notado cuando la lágrima le cayó a centímetros de la mejilla, para posarse sobre uno de sus pechos. ¿Era la rabia? Si no lo era, aquello había activado de nuevo su colérico estado. - Sí, eso es. ¡No necesitaba nada de esto esta noche! ¡No te quiero volver a ver en mi vida! ¡Mentiroso! - exclamaba con furia, lo suficientemente fuerte para que él lo escuchase, pero aún así su voz se veía cargada de sentimientos, interrumpida. Quebrada. ¿Que demonios había pasado? ¿Porqué se sentía tan débil? Se quedó en silencio, notando como un nudo se le había puesto en la garganta, y, antes de saberlo, se estaba conteniendo las lágrimas, para luego sobarse los ojos como una niña.
No sabía si la estaba mirando cuando estaba hablando. No quería darle la cara y prefería seguir haciéndose la enfadada. Quizás, en su inocencia, pensó que el albino iba a ser el que se acercaría esta vez. Pero eso no pasó. Su corazón latía con fuerza. El enfado, si alguna vez existió de verdad, se había esfumado por completo. Aún así, seguía con expresión molesta, aunque sabía que no tenía ningún derecho de sentirse como se sentía. Había sido un encuentro casual, con un desconocido que ahora se había convertido en más de lo que jamás nadie hubiese imaginado. Intentaba imaginarse su cara de nuevo, mientras que escuchaba la voz un tanto seria. Más seria, y más firme que nunca. Si hasta ahora sus respuestas fueron muy ambiguas, esta era la primera vez que Henry realmente tomaba la palabra de una manera varonil y directa. Si antes no podía imaginar que él tuviese un comportamiento tan risueño, ahora el hombre se comportaba exactamente como ella pensó en un principio, por lo que no se sorprendió en lo mas mínimo. De manera impersonal, parecía dictar el final del encuentro. Su monólogo había terminado, y aún así, después de todo lo que había dicho, las frases ajenas se mantenían cortas y concisas.
¿Acaso podían doler las palabras? ¿O quizás dolía haberse esperado a otro tipo de respuestas y no haberlas recibido? Aún así, su corazón tembloroso encontró tranquilidad ante la segunda parte del monólogo ajeno. La aseguraba, de una forma muy directa, que no se trataba de un juego, y la invitaba, la próxima vez, a conocerle. Pero ella sabía, o creía saber, que no había próxima vez. En parte, desearía que no hubiera próxima vez. Al haber cerrado la puerta, al haber salido de aquel hechizo, se había dado cuenta de lo débil que estaba. Y odiaba sentirse así. Aunque venía con palabras animadoras siempre, aunque sonreía con facilidad, era quizás una de las personas que más ánimos necesitaba. Pero ella había aceptado el dolor. Y lo había hecho suyo. Así fue como sobrevivió a la hambre, a los castigos, a la muerte. Lo había aceptado y lo había convertido en parte de ella. Sólo que lo mantenía escondido, y prefería que nadie lo viese. Lo que el pirata hizo, aún consideraba ser magia, una violación hacía su alma. Hacía sus recuerdos. Con esa... molesta forma de preguntar justo lo necesario. De dar la impresión de que la conocía desde antes. Que, aunque ella no fuera a hablar, él ya lo sabía todo. Eso fue lo que la hizo confesar. Se sintió manipulada. Y el sentimiento volvía a ella con cada palabra suya, nuevamente.
¿Era todo eso una promesa? Lo de sentir de nuevo, lo de conocerle la próxima vez. ¿Era eso una promesa? Por un momento pensó en decirle que debería dejar de prometer cosas que le sería difícil cumplir, recordando en como todo empezó. Pero se calló. Hablar, seguramente supondría mirarle de nuevo a los ojos de manera directa. Aún así, no se esperaba a que Henry se fuera. Era... demasiado precipitado. No había explicado nada de lo del metal. ¿Acaso había una posibilidad en verdad? La curiosidad entraba en los rincones cerrados de su corazón, aunque aún así su orgullo no la dejó decir nada. Antes de darse cuenta, todo se tornó silencioso. Sus ojos se abrieron solo para ver la gabardina azul moverse con los pasos silenciosos de su desconocido. El viento empezó a soplar con un poco más de fuerza, haciendo que su rostro quedase vacío, moviendo sus pelos largos y revoloteándolos hacía atrás. No podía creer que se estaba yendo así como así. Aunque ella había acabado con el hechizo, una parte escondida, el subconsciente, hubiese deseado que él activase su magia de nuevo. Le hubiese gustado empezar de nuevo aquella velada, donde dos desconocidos se convertirían en compañeros. - Sí, claro, vete. - decía por lo bajo, con resentimiento. No había notado cuando la lágrima le cayó a centímetros de la mejilla, para posarse sobre uno de sus pechos. ¿Era la rabia? Si no lo era, aquello había activado de nuevo su colérico estado. - Sí, eso es. ¡No necesitaba nada de esto esta noche! ¡No te quiero volver a ver en mi vida! ¡Mentiroso! - exclamaba con furia, lo suficientemente fuerte para que él lo escuchase, pero aún así su voz se veía cargada de sentimientos, interrumpida. Quebrada. ¿Que demonios había pasado? ¿Porqué se sentía tan débil? Se quedó en silencio, notando como un nudo se le había puesto en la garganta, y, antes de saberlo, se estaba conteniendo las lágrimas, para luego sobarse los ojos como una niña.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
La rubia mordió el anzuelo, realmente era bastante emotiva pero más que eso, realmente necesitaba una conexión con otra persona, aún si esa persona era alguien tan vil y dañado como lo era el albino. Las palabras previas de la joven le habían dejado en evidencia, pretendía ser un santo más en más de una ocasión se ocultaba detrás de la mascara del buen escucha y dejaba a los demás crear sus monólogos, les conocía y seguía su camino sin revelar nada sobre si mismo. Henry estaba sumamente lejos de ser perfecto, y sus habilidades sociales eran apenas aceptables más su capacidad de leer a las personas y su habilidad para discernir cuando actuar de un modo o de otro era inmensa, podría decirse que su entrenamiento se hubo basado en eso, dado que era lo que sería útil para su vida, el resto podría aprenderlo por la marcha, más el poder entender a los demás o saber como reaccionar ante diversas situaciones mientras se encontraba en el mundo real, en el mundo exterior, donde las reglas varían según la persona con quien se interactúe. Allí, en ese escenario, requería de algo especial y eso lo había desarrollado desde su adolescencia, la razón por la cual el peliblanco había tomado el trayecto de la izquierda a pesar de que el puerto, su barco y la salida de la isla se encontraba a la derecha de su antigua posición, era precisamente para brindarle la oportunidad a la fémina de llamarle, de desahogar sus palabras y recapacitar, la noche era joven y se encontraba llena de oportunidades, ¿Quien podría negar que la siguiente oportunidad para conocerse no se diese previo al amanecer? Las personas afectadas por un evento de gran escala usualmente cargaban con emociones a flor de piel y otras mucho más fuertes a mayor profundidad, tal cual las cebollas poseen capas sobre capas.
Los movimientos, la frialdad e incluso la elección de dirección del pirata, podría ser tomada como azar, podría ser tomada como premeditación, podría incluso ser tomada como un intento efectivo de manipulación considerando como la rubia vocifero sus emociones en algún punto del avance del muchacho. Estas palabras le sorprendieron, esperaba que dijera algo más no esperaba que utilizara esos términos, en especial el ultimo, tal mención no fue de su agrado pero no se encontraba allí para juzgarla sino más bien para aprovechar las oportunidades que surgieran, incluso las que provocaba adrede como lo era aquella ocasión, de modo que deteniendo su avance de manera brusca sonrió para si mismo gracias a la ventana que se abría sutilmente, tal vez sin que la chica se diese cuenta, lugar que podría ser utilizado para retornar a la zona de confort, aunque esto no era lo que aspiraba el peliblanco, el mismo buscaba igualar el terreno, igualar las cosas y demostrarle a la rubia que no se trataba de una broma cruel sino de una realidad que compartían y que les había permitido conectar de una forma irreal. Sin dedicar más tiempo del necesario, efectuó unos pasos hacía su izquierda y soltó su arma, recostándola sobre un lampara, no había nadie cerca y ciertamente, nadie se atrevería a tomarla aun se encontrarse por la zona, habiendo hecho esto suspiro profundamente dado que lo que pasaría luego quizás cambiaría todo, ya no tendría cuidado con nada sino que haría lo que debía hacerse, en especial si era para ayudar a otra persona a superar sus conflictos.
Era posible que la joven no se estuviera percatando de los acontecimientos a unos 7 metros de su persona, tal vez la misma se encontraba sumida en sus propios lamentos o en su propia postura, intentando evitar volverse hacía donde el muchacho se dirigía, ambos escenarios y muchos más que fallaban en tomar la presencia del pirata en cuenta eran la razón por la cual aquel movimiento era perfecto, volviéndose hacía Hella y acortando esa distancia con rapidez, Henry llevo sus brazos abiertos y dentro de los mismos en un movimiento rápido, certero y suave, rodeó el cuerpo de esta formando un abrazo, Sinclair la abrazaba, y lo hacía con fuerza, quizás de un modo que nadie lo había hecho en el pasado. -Esto es calor Humano, Hella- Dijo finalmente, revelando su presencia allí, más la fuerza de sus brazos se mantenía y ahora acercaba el cuerpo de la chica al propio, cada vez más cerca. -Puedes llamarme lo que quieras pero no soy un mentiroso- Remarcó para sacarse aquella espina del pecho, sus brazos ahora se aseguraban para mantener los cuerpos cálidos y pegados. -Necesitas hablar y necesitas escuchar- Sentenció mientras acomodaba su agarre para no molestar a la chica, esta podría intentar librarse en cualquier momento y Henry no pretendía darle a entender que era imposible salir de allí más si pretendía informarle de manera insistente que se encontraría segura y que podría sacar todo aquello que le molestaba. -Te diré que, di lo que tengas que decir y luego pregunta lo que quieras saber- Su tono era más gentil, dada las posiciones no había enfoque de miradas por lo cual no había nada más que las palabras y el sentimiento que se transmitían mutuamente de manera no verbal.
El pirata se tomo una pausa, no solo para recapitular sino para organizar sus ideas y expresarse adecuadamente, en cierto modo sabía lo que tenía que decirle pero hacerlo implicaba tener que demostrarlo y no sabia si se sentía a gusto con ello. Sin embargo, había decidido que no se trataba de su persona, sino más bien de la chica que ahora estaba entre sus brazos. -Puedes pensar que son palabras vacías pero verdaderamente lo siento- Confesó de manera abierta, su tono no había variado, esa gentileza y dulzura continuaban presentes, eso bien podría trabajar a su favor o trabajar en su contra, de cualquier modo los brazos de Henry apretaron aun más a Hella por un momento para hablarle de cerca una vez más. -Estoy aquí, y estaré aquí para ti- Si antes le había permitido zafarse con facilidad de su agarre, ahora lo había hecho mucho más sencillo, no porque había concluido de hablar pues aun le faltaban muchas cosas por decir sino porque consideraba que había sido suficiente exposición a su roce, a su aroma, a sus brazos, a todo lo que representaba el Albino. Era un hombre, de eso no había duda pero más que eso, era un ser que había convivido con sus demonios toda su vida hasta que sintió el ardor de otro ser, hasta que percibió el cariño incondicional y la comprensión desinteresada, todo esto le ofrecería a la rubia y se lo ofrecía de manera directa. Su presencia allí era más que física, e intentaba transmitirle eso a la muchacha. -Deja todo eso salir, permite que entre, no seas terca- Demandó con fuerzas, tantas que quizás sorprendió a la chica, aun deseaba decirle más pero tampoco podía sobrecargarla, sus brazos y sus palabras debían bastar por el momento, esperaba que así fuera. -Estoy aquí- Repitió para darse a entender, estaba allí para ella y por ella, solo quedaba su reacción.
Los movimientos, la frialdad e incluso la elección de dirección del pirata, podría ser tomada como azar, podría ser tomada como premeditación, podría incluso ser tomada como un intento efectivo de manipulación considerando como la rubia vocifero sus emociones en algún punto del avance del muchacho. Estas palabras le sorprendieron, esperaba que dijera algo más no esperaba que utilizara esos términos, en especial el ultimo, tal mención no fue de su agrado pero no se encontraba allí para juzgarla sino más bien para aprovechar las oportunidades que surgieran, incluso las que provocaba adrede como lo era aquella ocasión, de modo que deteniendo su avance de manera brusca sonrió para si mismo gracias a la ventana que se abría sutilmente, tal vez sin que la chica se diese cuenta, lugar que podría ser utilizado para retornar a la zona de confort, aunque esto no era lo que aspiraba el peliblanco, el mismo buscaba igualar el terreno, igualar las cosas y demostrarle a la rubia que no se trataba de una broma cruel sino de una realidad que compartían y que les había permitido conectar de una forma irreal. Sin dedicar más tiempo del necesario, efectuó unos pasos hacía su izquierda y soltó su arma, recostándola sobre un lampara, no había nadie cerca y ciertamente, nadie se atrevería a tomarla aun se encontrarse por la zona, habiendo hecho esto suspiro profundamente dado que lo que pasaría luego quizás cambiaría todo, ya no tendría cuidado con nada sino que haría lo que debía hacerse, en especial si era para ayudar a otra persona a superar sus conflictos.
Era posible que la joven no se estuviera percatando de los acontecimientos a unos 7 metros de su persona, tal vez la misma se encontraba sumida en sus propios lamentos o en su propia postura, intentando evitar volverse hacía donde el muchacho se dirigía, ambos escenarios y muchos más que fallaban en tomar la presencia del pirata en cuenta eran la razón por la cual aquel movimiento era perfecto, volviéndose hacía Hella y acortando esa distancia con rapidez, Henry llevo sus brazos abiertos y dentro de los mismos en un movimiento rápido, certero y suave, rodeó el cuerpo de esta formando un abrazo, Sinclair la abrazaba, y lo hacía con fuerza, quizás de un modo que nadie lo había hecho en el pasado. -Esto es calor Humano, Hella- Dijo finalmente, revelando su presencia allí, más la fuerza de sus brazos se mantenía y ahora acercaba el cuerpo de la chica al propio, cada vez más cerca. -Puedes llamarme lo que quieras pero no soy un mentiroso- Remarcó para sacarse aquella espina del pecho, sus brazos ahora se aseguraban para mantener los cuerpos cálidos y pegados. -Necesitas hablar y necesitas escuchar- Sentenció mientras acomodaba su agarre para no molestar a la chica, esta podría intentar librarse en cualquier momento y Henry no pretendía darle a entender que era imposible salir de allí más si pretendía informarle de manera insistente que se encontraría segura y que podría sacar todo aquello que le molestaba. -Te diré que, di lo que tengas que decir y luego pregunta lo que quieras saber- Su tono era más gentil, dada las posiciones no había enfoque de miradas por lo cual no había nada más que las palabras y el sentimiento que se transmitían mutuamente de manera no verbal.
El pirata se tomo una pausa, no solo para recapitular sino para organizar sus ideas y expresarse adecuadamente, en cierto modo sabía lo que tenía que decirle pero hacerlo implicaba tener que demostrarlo y no sabia si se sentía a gusto con ello. Sin embargo, había decidido que no se trataba de su persona, sino más bien de la chica que ahora estaba entre sus brazos. -Puedes pensar que son palabras vacías pero verdaderamente lo siento- Confesó de manera abierta, su tono no había variado, esa gentileza y dulzura continuaban presentes, eso bien podría trabajar a su favor o trabajar en su contra, de cualquier modo los brazos de Henry apretaron aun más a Hella por un momento para hablarle de cerca una vez más. -Estoy aquí, y estaré aquí para ti- Si antes le había permitido zafarse con facilidad de su agarre, ahora lo había hecho mucho más sencillo, no porque había concluido de hablar pues aun le faltaban muchas cosas por decir sino porque consideraba que había sido suficiente exposición a su roce, a su aroma, a sus brazos, a todo lo que representaba el Albino. Era un hombre, de eso no había duda pero más que eso, era un ser que había convivido con sus demonios toda su vida hasta que sintió el ardor de otro ser, hasta que percibió el cariño incondicional y la comprensión desinteresada, todo esto le ofrecería a la rubia y se lo ofrecía de manera directa. Su presencia allí era más que física, e intentaba transmitirle eso a la muchacha. -Deja todo eso salir, permite que entre, no seas terca- Demandó con fuerzas, tantas que quizás sorprendió a la chica, aun deseaba decirle más pero tampoco podía sobrecargarla, sus brazos y sus palabras debían bastar por el momento, esperaba que así fuera. -Estoy aquí- Repitió para darse a entender, estaba allí para ella y por ella, solo quedaba su reacción.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Todo pasó de prisa. Su movimiento, sus palabras. Sus sentimientos se veían desbordados. Su cuerpo frágil yacía entre los brazos fuertes de Henry. Su cuerpo la encerraba en un abrazo que drenaba sus energías. Los pies pronto se convirtieron en palos de cera caliente, haciendo que su estabilidad cayese justo sobre el cuerpo ajeno. El abrazo era uno poderoso, como si el pirata tratase de pegar todos los trozos rotos de su corazón. Era un abrazo que rejuvenecía, curaba aquellos años de tristezas y penitencias. Curaba todo aquello que sus palabras se veían cortas para expresar. Y aún así... Aún así, sus palabras aunque sinceras, dejaban mucho que desear en los oídos de la mujer. Promesas. Sentimientos. Parecía tenderle una mano de ayuda, pero desconocía el precio. Su cuerpo aún seguía ahí, temblando como un flan bajo el contacto caliente. Notaba algo diferente, algo que no había notado al abrazar a Illya. Notaba como los latidos de su corazón se hacían tan reales. Se proyectaban entre ambos, uniéndose de alguna forma, si eso no sonaba descabellado. Notó una conexión más allá del tiempo y espacio.
Pero estaba temerosa. La hacía sentir demasiado frágil para su gusto. Las lágrimas pronto empezaban a salir de manera involuntaria, como si estuviese exprimiendo una fruta jugosa. Desde el primer contacto, totalmente inesperado, las lágrimas empezaron a salir, aunque de una manera silenciosa al principio. Un suspiro leve salió de su boca. Un suspiro que, sin querer, tocaba el fino cuello del hombre y, a la vez, inspiraba su aroma. Al parecer la magia de Henry era infinita, y se dio cuenta de ello al salir una vez más de ahí. Durante todos esos segundos su cuerpo había estado inmóvil. Ni siquiera había intentado zafarse. Se sentía de una extraña manera, segura. Como si ese fuese su sitio. Como si en verdad, lo que Henry le ofrecía era la casa que nunca tuvo. Una familia. Alguien a su lado. Pero al salir del hechizo, se dio cuenta de la verdad. Si algo había conocido sobre el pirata, es que le gustaba tomar responsabilidades. A veces, como en este caso, responsabilidades que no le pertenecían. Promesas que no tenía que hacer. No era su deber.
Disfrutó por un momento más de aquel agarre, para después cerrar los ojos y volver a su antiguo "yo". A Kotori, la mujer que tenía unas metas definidas.. La mujer que sabía que no tenía que unirse a nadie, porque su misión era demasiado peligrosa. La mujer que, pese a todo lo que sentía en aquel momento, tenía que olvidar y curar por si sola. "El pasado no tiene más significado que el que queremos darle". Recordó la frase que empezó a resonar en su mente varias veces. Las heridas no existían. El momento que Henry moldeaba a su antojo como se tratase de un director de orquesta, se rompía bajo la frialdad de Kotori. Se zafó una vez más después de su último apretón. Se separó, y mostró sus ojos vidriosos. Se notaba que había estado llorando en silencio, pero ahora el azul de sus ojos recordaba al hielo. - El pasado no tiene más significado que el que nosotros queremos darle. - repetía una vez más. Su tono parecía calmado, aunque aún no lo había controlado del todo. Carraspeó y se secó las lágrimas. Recordó lo mucho que le molestaba que él había dado la espalda anteriormente. Sea lo que sea que iba a decir, seguramente el albino se hubiese ido. Ahora lo notaba. No importaba en que hubiesen quedado en aquella noche, el albino se iría por su cuenta.
Se secó las lagrimas con su bufanda y suspiró. Había caído en la trampa una vez, dos veces, pero no lo haría la tercera vez. - No, no estás aquí. Estás en algún punto de tu mente. Además, ¿no te habías ido? ¿Qué pretendes conseguir con esto? ¿Me veo tan... débil? ¿Abrazas así a todos los desconocidos? - su ceño se frunció un poco. Había olvidado que ella jugó todo aquel rato conforme lo que él hacía o decía. Es más, al principio, ella había jugado por unas reglas que ella misma determinó. Nadie la había obligado a sentirse tan sentimental, y aún, se había sentido más sentimental que en pocos momentos de su vida. Henry sacaba... o menos dicho ella sacaba con Henry, una personalidad emotiva, añoranzas, deseos escondidos. Sueños que nunca había atrevido a soñar. En su abrazo, había pensado qué pasaría si se hubiese quedado ahí para siempre. Si se hubiese ido con él, hasta el fin del mundo, solos. Sin promesas ni deberes que cumplir. Sin pasados, ni futuros, sólo viviendo el presente de una forma pacífica. Olvidar el odio, olvidar la venganza. Disfrutar de aquello que nunca han disfrutado. ¿Qué pasó con todos esos pensamientos y sueños?
-¿Crees que me ayuda en algo tus promesas sin valor? ¿Porqué te has ido si tanto querías quedarte? ¿Porque te fuiste si "estabas aquí"? Repetiste tantas veces ese aquí que hasta me lo había creído. - Habían muchas cosas que no entendía, pero sobre todo, no entendía porque se sentía con tantos derechos sobre el hombre. Un hombre desconocido, misterioso. Volatíl. Un hombre que había decidido darle la espalda anteriormente, algo que por cierto, tenía claro que no iba a suceder de nuevo. - Mostrarme el calor humano y ¿después? Oh, pensabas que te ibas a marchar como lo hiciste hace unos segundos, ¿verdad? Quedar como el cool, en todo momento. - No sabía nada de él, y aún, se permitía juzgar por las acciones y las palabras de tan solo unos minutos. Tomó distancia un par de pasos más, hacía atrás. Veía su estatura, notaba sus rasgos faciales. Sus reacciones, como lo había hecho toda la noche. Esa quizás era la diferencia entre ellos. Ella lo había visto todo. Había visto lo inestable que él era y aún así había jugado de la misma forma. Se había dejado llevar en ese tren de emociones, donde el conductor era Henry. Y eso, la debilitó.
Se dio la vuelta, rompiendo todo tipo de contacto. Su corazón, a la fuerza, desconectó por completo del ajeno. Sentía como su espacio personal había sido invadido. Sus recuerdos, sus vivencias, su interior. Sentía como él se llevaba, de una forma irreal, un pedazo de aquel sufrimiento, pero también algo más. Tuvo razón la primera vez. No quería verle más en su vida. Rechazaba la idea de montar de nuevo en ese tren. Caminó un par de pasos, pero también de manera decidida volvía hacía atrás a enfrentar de nuevo al hombre. Tenía, de pronto, una mueca de cabreo, y su dedo índice apuntaba al hombre. - ¡Nunca hagas promesas que no puedes cumplir, tomes promesas que te vienen demasiado grandes o juegues con los sentimientos de los demás! - su voz era cortante, pero también era... moralista, como una madre que intenta enseñar a su hijo. Aún así, había un matiz de reproche bastante obvio. - Eso es algo muy rastrero, para gente débil. - picó el pecho del hombre en donde su corazón debía estar. - Si no puedes cargar con la responsabilidad, no la tomas. Si no puedes estar ahí para siempre, no hagas notable tu presencia. - quizás había hablado más de lo que debía, de una forma muy personal.
Había dudado a lo largo de toda la noche si aquello era en su cabeza o pasaba de verdad. Todos los sentimientos desbordados, toda la confianza. Había un chance de quedar como una loca, pero lo tomaría. Su cuerpo de nuevo se dio la vuelta. Esta sería la segunda vez que Henry miraría su espalda. Tomó la bufanda y se tapó el cabello. Empezó a caminar con pasos firmes, dejando atrás al hombre. Cerró los ojos para calmar ese tornado de sentimientos que había en su interior. Intentó recordar todas las veces que había ganado fuerzas, siempre había pasado algo. Pensar en su meta funcionaba. Una persona que le diese ánimos funcionaba también. Nunca había encontrado a alguien que drenara tanto su energía. Se sentía invadida por los sentimientos que Henry había hecho florecer. ¿Cómo iba a olvidar todo aquello? ¿Acaso podía? ¿Era sano marcharse así? ¿Había herido de alguna forma los sentimientos del hombre? Habían un montón de preguntas sin responder, pero más allá de todo, seguía la gran incógnita desde el principio de la velada. ¿Había sido todo, un producto de su mente?
Pero estaba temerosa. La hacía sentir demasiado frágil para su gusto. Las lágrimas pronto empezaban a salir de manera involuntaria, como si estuviese exprimiendo una fruta jugosa. Desde el primer contacto, totalmente inesperado, las lágrimas empezaron a salir, aunque de una manera silenciosa al principio. Un suspiro leve salió de su boca. Un suspiro que, sin querer, tocaba el fino cuello del hombre y, a la vez, inspiraba su aroma. Al parecer la magia de Henry era infinita, y se dio cuenta de ello al salir una vez más de ahí. Durante todos esos segundos su cuerpo había estado inmóvil. Ni siquiera había intentado zafarse. Se sentía de una extraña manera, segura. Como si ese fuese su sitio. Como si en verdad, lo que Henry le ofrecía era la casa que nunca tuvo. Una familia. Alguien a su lado. Pero al salir del hechizo, se dio cuenta de la verdad. Si algo había conocido sobre el pirata, es que le gustaba tomar responsabilidades. A veces, como en este caso, responsabilidades que no le pertenecían. Promesas que no tenía que hacer. No era su deber.
Disfrutó por un momento más de aquel agarre, para después cerrar los ojos y volver a su antiguo "yo". A Kotori, la mujer que tenía unas metas definidas.. La mujer que sabía que no tenía que unirse a nadie, porque su misión era demasiado peligrosa. La mujer que, pese a todo lo que sentía en aquel momento, tenía que olvidar y curar por si sola. "El pasado no tiene más significado que el que queremos darle". Recordó la frase que empezó a resonar en su mente varias veces. Las heridas no existían. El momento que Henry moldeaba a su antojo como se tratase de un director de orquesta, se rompía bajo la frialdad de Kotori. Se zafó una vez más después de su último apretón. Se separó, y mostró sus ojos vidriosos. Se notaba que había estado llorando en silencio, pero ahora el azul de sus ojos recordaba al hielo. - El pasado no tiene más significado que el que nosotros queremos darle. - repetía una vez más. Su tono parecía calmado, aunque aún no lo había controlado del todo. Carraspeó y se secó las lágrimas. Recordó lo mucho que le molestaba que él había dado la espalda anteriormente. Sea lo que sea que iba a decir, seguramente el albino se hubiese ido. Ahora lo notaba. No importaba en que hubiesen quedado en aquella noche, el albino se iría por su cuenta.
Se secó las lagrimas con su bufanda y suspiró. Había caído en la trampa una vez, dos veces, pero no lo haría la tercera vez. - No, no estás aquí. Estás en algún punto de tu mente. Además, ¿no te habías ido? ¿Qué pretendes conseguir con esto? ¿Me veo tan... débil? ¿Abrazas así a todos los desconocidos? - su ceño se frunció un poco. Había olvidado que ella jugó todo aquel rato conforme lo que él hacía o decía. Es más, al principio, ella había jugado por unas reglas que ella misma determinó. Nadie la había obligado a sentirse tan sentimental, y aún, se había sentido más sentimental que en pocos momentos de su vida. Henry sacaba... o menos dicho ella sacaba con Henry, una personalidad emotiva, añoranzas, deseos escondidos. Sueños que nunca había atrevido a soñar. En su abrazo, había pensado qué pasaría si se hubiese quedado ahí para siempre. Si se hubiese ido con él, hasta el fin del mundo, solos. Sin promesas ni deberes que cumplir. Sin pasados, ni futuros, sólo viviendo el presente de una forma pacífica. Olvidar el odio, olvidar la venganza. Disfrutar de aquello que nunca han disfrutado. ¿Qué pasó con todos esos pensamientos y sueños?
-¿Crees que me ayuda en algo tus promesas sin valor? ¿Porqué te has ido si tanto querías quedarte? ¿Porque te fuiste si "estabas aquí"? Repetiste tantas veces ese aquí que hasta me lo había creído. - Habían muchas cosas que no entendía, pero sobre todo, no entendía porque se sentía con tantos derechos sobre el hombre. Un hombre desconocido, misterioso. Volatíl. Un hombre que había decidido darle la espalda anteriormente, algo que por cierto, tenía claro que no iba a suceder de nuevo. - Mostrarme el calor humano y ¿después? Oh, pensabas que te ibas a marchar como lo hiciste hace unos segundos, ¿verdad? Quedar como el cool, en todo momento. - No sabía nada de él, y aún, se permitía juzgar por las acciones y las palabras de tan solo unos minutos. Tomó distancia un par de pasos más, hacía atrás. Veía su estatura, notaba sus rasgos faciales. Sus reacciones, como lo había hecho toda la noche. Esa quizás era la diferencia entre ellos. Ella lo había visto todo. Había visto lo inestable que él era y aún así había jugado de la misma forma. Se había dejado llevar en ese tren de emociones, donde el conductor era Henry. Y eso, la debilitó.
Se dio la vuelta, rompiendo todo tipo de contacto. Su corazón, a la fuerza, desconectó por completo del ajeno. Sentía como su espacio personal había sido invadido. Sus recuerdos, sus vivencias, su interior. Sentía como él se llevaba, de una forma irreal, un pedazo de aquel sufrimiento, pero también algo más. Tuvo razón la primera vez. No quería verle más en su vida. Rechazaba la idea de montar de nuevo en ese tren. Caminó un par de pasos, pero también de manera decidida volvía hacía atrás a enfrentar de nuevo al hombre. Tenía, de pronto, una mueca de cabreo, y su dedo índice apuntaba al hombre. - ¡Nunca hagas promesas que no puedes cumplir, tomes promesas que te vienen demasiado grandes o juegues con los sentimientos de los demás! - su voz era cortante, pero también era... moralista, como una madre que intenta enseñar a su hijo. Aún así, había un matiz de reproche bastante obvio. - Eso es algo muy rastrero, para gente débil. - picó el pecho del hombre en donde su corazón debía estar. - Si no puedes cargar con la responsabilidad, no la tomas. Si no puedes estar ahí para siempre, no hagas notable tu presencia. - quizás había hablado más de lo que debía, de una forma muy personal.
Había dudado a lo largo de toda la noche si aquello era en su cabeza o pasaba de verdad. Todos los sentimientos desbordados, toda la confianza. Había un chance de quedar como una loca, pero lo tomaría. Su cuerpo de nuevo se dio la vuelta. Esta sería la segunda vez que Henry miraría su espalda. Tomó la bufanda y se tapó el cabello. Empezó a caminar con pasos firmes, dejando atrás al hombre. Cerró los ojos para calmar ese tornado de sentimientos que había en su interior. Intentó recordar todas las veces que había ganado fuerzas, siempre había pasado algo. Pensar en su meta funcionaba. Una persona que le diese ánimos funcionaba también. Nunca había encontrado a alguien que drenara tanto su energía. Se sentía invadida por los sentimientos que Henry había hecho florecer. ¿Cómo iba a olvidar todo aquello? ¿Acaso podía? ¿Era sano marcharse así? ¿Había herido de alguna forma los sentimientos del hombre? Habían un montón de preguntas sin responder, pero más allá de todo, seguía la gran incógnita desde el principio de la velada. ¿Había sido todo, un producto de su mente?
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Y reacción hubo. Ciertamente no la que esperaba el muchacho debido a que pretendía interactuar con la joven por más tiempo y quizás llegar a alguna clase de entendimiento pero esta se cerro en su propio mundo y aun más, se separó del peliblanco y empezó a marcharse tan solo para retornar, entre acciones disparo palabras y formó oraciones, quizás para ella habían sido coherentes pero en realidad no eran más que pinceladas y revelaciones para el oji-azul. La mirada de este se apagó, se torno ausente aunque tal cosa no fue notado por la rubia, este no habló ni respondió de manera alguna, solo meditó. Ser sentimental y hallarse encerrado era una cosa más rechazar el alcance de otra criatura como ella lo hacía en esos momentos, resguardarse en lo que consideraba seguro tras haber percibido una salida de aquel infierno que hubo vivido, rechazar el revivir el pasado para superarlo en vez de cargarlo a rastras. Esas eran las acciones de una niña, y Henry no tenía tiempo para lidiar con ello, tal vez en el futuro cuando fuese más madura entendería los eventos acontecidos allí, dejaría de dudar y empezaría a buscar sus propias respuestas y a tener el valor de ingresar a lo desconocido. Sinclair entendía el miedo, el terror y la ansiedad mejor que nadie, en su caso no solo había avanzado a territorio nuevo tanto físico como mental, sino que lo había hecho sin una pizca de información y rodeado de extraños, recién habiendo perdido a su madre y a todo aquello que le era conocido. La fémina frente al samurái había tenido años para adecuarse a la realidad, a la vida y aun así, tenía esa clase de arrebatos, lamentable sin lugar a dudas.
Mientras la misma se alejaba del chico, este no gasto más tiempo en la visión de la espalda de aquella mujer, se volvió hacia su espada y camino hacía la misma, el puerto ahora se hallaba en la misma dirección de la rubia más el albino recién llegaba a la isla y necesitaba comer pero más que eso, considerando que se trataba de Dawn, era posible que pudiese aprender algo interesante sobre sus objetivos, sobre su promesa incumplida. Los pasos de este eran apresurados, la noche aun se encontraba en lo alto considerando que la interacción no había rebasado la mitad de hora, empero, sabiendo ya donde se encontraba, el muchacho había escuchado de un lugar abierto a todo momento donde podría reposar y recargar energías. El encuentro recién finalizado se repitió en la mente del pirata de forma lenta, quería grabar tales sucesos en su memoria y revisarlos posteriormente, si algo había hecho mal lo arreglaría para la siguiente ocasión y empezaría a prestar más atención a los detalles, de eso estaba seguro.
La luna menguante continuaba sutilmente ocultándose tras el velo de su nuevo renacer, el viento elevaba la gabardina de manera constante interrumpiendo los pasos hasta que el chico entendió que había un patrón y un ritmo, y adecuó su andar al mismo evitando con gracia el paso de la tela. Los alrededores de Henry estaban tranquilos, a la distancia, el establecimiento yacía con las luces encendidas y una sonrisa se dibujaba en el rostro del ex-convicto, quizas sería una oportunidad para sumirse en el pasado sin remordimientos, aquel lugar era la taberna de la esposa de un preso, noticias habrían llegado allí y de lo contrario sería el albino quien fungiría de noticiario, aún si eran datos pasados.
Mientras la misma se alejaba del chico, este no gasto más tiempo en la visión de la espalda de aquella mujer, se volvió hacia su espada y camino hacía la misma, el puerto ahora se hallaba en la misma dirección de la rubia más el albino recién llegaba a la isla y necesitaba comer pero más que eso, considerando que se trataba de Dawn, era posible que pudiese aprender algo interesante sobre sus objetivos, sobre su promesa incumplida. Los pasos de este eran apresurados, la noche aun se encontraba en lo alto considerando que la interacción no había rebasado la mitad de hora, empero, sabiendo ya donde se encontraba, el muchacho había escuchado de un lugar abierto a todo momento donde podría reposar y recargar energías. El encuentro recién finalizado se repitió en la mente del pirata de forma lenta, quería grabar tales sucesos en su memoria y revisarlos posteriormente, si algo había hecho mal lo arreglaría para la siguiente ocasión y empezaría a prestar más atención a los detalles, de eso estaba seguro.
La luna menguante continuaba sutilmente ocultándose tras el velo de su nuevo renacer, el viento elevaba la gabardina de manera constante interrumpiendo los pasos hasta que el chico entendió que había un patrón y un ritmo, y adecuó su andar al mismo evitando con gracia el paso de la tela. Los alrededores de Henry estaban tranquilos, a la distancia, el establecimiento yacía con las luces encendidas y una sonrisa se dibujaba en el rostro del ex-convicto, quizas sería una oportunidad para sumirse en el pasado sin remordimientos, aquel lugar era la taberna de la esposa de un preso, noticias habrían llegado allí y de lo contrario sería el albino quien fungiría de noticiario, aún si eran datos pasados.
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