Revolution time~ Illya

Era curiosos como dos personas podían haber  estado en las mismas islas, pero no haberse encontrado nunca. Sabía que eran tiempos distintos y eso, pero igual le parecía curioso. ¿Quién decide a quién conocemos o no? ¿Cómo las personas no pueden creer en una entidad superior que calcula este tipo de cosas? Y el debate interior podía seguir por mucho tiempo. En realidad seguramente iba a seguir toda la vida. Sus enseñanzas siempre estarán en contraste con su personalidad y las vivencias actuales. Siempre se preguntará sobre la existencia de un Dios todopoderoso, siempre se preguntará de cómo es posible muchas de las cosas que vivimos en el mundo. Pero eso, es otro tema que no viene a cuento. La idea es que Illya y ella, podrían tener muchas más cosas en común de lo que se dejaba ver a simple vista. - Todas las islas fueron únicas en su modo, y me encantó verlas a todas aunque las experiencias que pasó fueron diferentes y algunas hasta desagradables. - Intentaba darle la razón, de alguna forma. No entendía muchas de las cosas que él decía. ¿Porqué Spider Miles era una vergüenza? Aún una gran desconocida para ella.

- Ojala pudiese olvidar también... - se quejó por lo bajo, aún con la imagen sangrienta de aquello que pasó en el reino Lvneel. La gente podía convertirse en monstruos en cuestión de segundos. La explicación de la marina no agradó mucho los oídos de Kotori, aunque, repito, ella no sabía nada de nada. Pero había conocido a Kou, y él le había salvado la vida, así que no podían ser alguien malos. Aún le faltaba la idea de que una persona no define una facción. Pero, claro. Hasta ahora era imposible para ella saberlo ya que nunca se encontró dos personas de la misma facción que ella supiese. Además, dato curioso, todos tenían muy claro lo que querían o del bando que debían estar. Sólo era la indecisa. La que aún no sabía que debía hacer con su vida. Entendía un tanto, pero de nuevo, montones de conceptos se la escapaban. ¿Porqué la jerarquía era mala ya que al parecer él hacía parte a una jerarquía también? No tardó en presentarse con el teniente Illya Kuryakin, cosa que la puso bastante nerviosa.

Se tocó la nariz después del estornudo, inhalando con fuerza para que la estúpida sensación desapareciera. Sentirse algo avergonzada era poco decir, aunque eso era otra historia, puesto que ahora su atención estaba dirigida a la maquinilla de humo. El hombre tiró lo que quedaba de ello al suelo, y lo pisoteó. ¿Motivo? Su ceño se fruncía con extrañeza. - Oiga señor, disculpe. ¿Me puede decir que son esas maquinillas de humo y para que se usan? ¿Porqué se meten en la boca? Y como es que se gastan con tanta facilidad? Me gustaría probar una, ¿es dulce? - empezó a caminar a la par con el moreno. Tenía razón, si no se iban a dar prisa la tarde caería y sería aún más difícil avanzar una vez que no había luz. Debían encontrar el camino rápido.

-Eso es parte de explorar, de viajar –comenzó Illya quien en realidad no sabía muy bien lo que trataba de decir, aunque entendía a la perfección lo que aquella joven le intentaba decir, aquella unicidad de las islas y la capacidad para ser experiencias buenas o malas, y muchas veces más malas que buenas. –es completamente normal eso de encontrarte con islas en donde la experiencia vivida es e realidad deplorable, pero no por eso sienta que la vida allí es mala, de manera que cada cosa que pase sea ilustrativa, sea algo que te sirva para aprender, todo es una experiencia para el aprendizaje –finalizo con cierto desconcierto casi normal por el asunto. Nunca había tenido una experiencia completamente buena en una isla, quizás en Micqueot al descender, quizás… puesto que había pasado mucho frío y hambre, además de toparse con la cara rezagada y triste de la sociedad…

Llevaba mucho sin ver estornudar a una mujer, demasiado tiempo, de manera que el gesto le pareció inclusive tierno, una cosa bastante estimulante para los sentidos. Sonrío con afabilidad y sinceridad, le gustaba cuando las mujeres estornudaban, pues era una acción involuntaria, difícilmente fingida, de forma que no había mentiras en ella. -¿Maquinillas de humo? –preguntó Illya desconcertadisimo por la pregunta de la joven, una cosa que lo había tomado por completa sorpresa. -¿Mis cigarros? Bueno, debo decir que son un mal habito querida, un pésimo habito que tengo y que no he podido erradicar de mi cuerpo… estas cosas son cigarros, tabaco que en realidad yo uso para bajar un poco la ansiedad que muchas veces me domina, y se fuman, o sea, se van quemando hasta desaparecer, transformándose en una sustancia inhalable conforme se quema… No es para nada dulce, los míos son secos y picantes, te deja un ardor extraño al terminarlos. Es veneno, clavos de ataúd… Un gusto adquirido.

La conversación había avanzado más de lo que ella se hubiese imaginado nunca. Era curioso como un total extraño podía aportar tanta valiosa experiencia. Había aprendido muchísimas cosas de una forma agradable, y eso le gustaba. Había preguntado muchísimas cosas en aquel tiempo, y se sentía atraída por la idea de la habilidad especial. Ese sujeto parecía entenderla completamente en todo lo que decía, lo cual se le hacía demasiado extraño. ¿Tenía segundas intenciones? Nunca había encontrado a una persona que no se hubiese sentido incómodo con tantas preguntas. A medida que avanzaban, el hombre contestaba todo paso a paso, haciendo que Kotori, quien antes había vivido en un templo aislado del mundo, descubriera cada vez más como lucía el mundo exterior. Illya era una buena persona, o así le parecía a ella hasta el momento.

Las maquinillas de humo eran toda una atracción. Eran cosas como la comida, que uno puede consumir por simple vicio, al parecer. ¡Como los dulces! Aunque parecía no tener un sabor deseado. Avanzaban hasta que los campos llanos daban paso a un asentamiento humano, a algunas millas distancia, pero ya se podía ver con el ojo libre. Apuntó a la distancia con felicidad. - ¡Mira! Creo que estamos cerca de nuestro destino. - no interrumpió puesto que habían pasado unos segundos en silencio, mientras que ella pensaba en una buena manera de pedir una maquinilla de humo. Ya había pedido agua anteriormente, y, aunque el hombre parecía ser bueno con ella, no lo quería forzar.

Pasó un par de minutos más, andando, y se aclaró la garganta. - Oye... Illya. - dijo con cierta ternura, mirando hacía otro sitio. - Yo por ahora no tengo dinero, ni sé cuando vale una maquinilla de humo, pero crees que es posible que yo pruebe una? La curiosidad me carcome desde el momento que te vi, nunca he visto ni mucho menos probado y... Pues... yo estoy muy curiosa por esas maquinillas... parecen divertidas. - se rascó la nuca mirando al suelo. Pronto llegarían a la villa, y seguramente se iban a separar de alguna forma o otra.

Casualidades aquí y allá, aún no encontraba la manera de preguntarle por sus extremidades metálicas, necesitaba saber cómo es que había terminado con ellas, no las miraba demasiado por educación, estaba mal visto hacer eso, podía ser un tema complejo, complicado cuando menos para la joven y no deseaba incomodarla con su curiosidad… Por el contrario, sentía una grata alegría por su presencia, lo sacaba de las tribulaciones que lo atormentaban siempre que estaba solo, o sea, la mayoría del tiempo, de modo que aquella muchacha resultaba ser la perfecta compañía hasta su destino, que por casualidad o “suerte”, resultaba ser el mismo. Por su parte, Illya no dudaba en responder cuanta cosa ella preguntase, sería bueno para ambos que él lo hiciera, mantenía la conversación fluida y aquella ingenuidad, aquella inocencia lo tenía consternado, parecía ser tan pura como la nieve que él emanaba, claro está que Illya no tenía nada de puro, ni siquiera un ápice, ni un atisbo, de hecho ni siquiera era humano, era un Skypean, y todo halito de humanidad que quizás en algún momento hubiese demostrado, se había perdido en el camino que había transitado y el que seguía recorriendo.

Maquinillas de humo, sonaba gracioso, maquinas de hacer humo… sí, si lo pensaba con detenimiento, resultaba que eran eso, maquinas para hacer humo, maquinas de muerte, maquinas que lo pudrían por dentro, aunque no conocía a nadie directamente que hubiese muerto por el cigarro, claro está que muchos confundían el “cigarro” con “cigarrillo”, él era incapaz de meterse el humo de un cigarrillo al cuerpo, eso era veneno puro, químicos y más químicos para amenizar un proceso dudoso –cuando menos. –Sí, al parecer nos vamos acercando después de todo…

Escucho las palabras de la joven, bastante entretenido, él mismo era incapaz de recordar la primera vez que había fumado, de hecho… no, no había sido hasta que había cumplido 23 años, y sus problemas de ira le estaban haciendo enfrentarse a sus superiores, allí fue cuando aquellos clavos de muerte llegaron a su vida.

–Sí, no te preocupes, adelante, toma –señaló pasándole uno y además un encendedor, esperaba que no se ahogase con el humo, pero esa era la primera lección para todo fumador. –Sí… aunque parecen divertidas, ten cuidado, absorben la vida de quien las consume… te enferman, como mucho de cuanto uno adora.

Momento vergonzoso pasado, y después de no saber que decir y de esperar que él no se lo tomaría a malas, escuchó con felicidad como su nuevo amigo estaba dispuesto a darle un cigarrillo. Esta, por su parte, con mucho entusiasmo y una sonrisa que cubría toda su cara, haciendo que sus ojos se entrecerrasen, tomó el cigarro con cuidado, como si se tratara de algo fácil de romper o muy valioso, y más le valía actuar así porque a simple "tacto", y digo tacto entre comillas porque no es que sintiera nada más que el cigarrillo como se abullaba bajo sus toques pequeños, se veía muy moldeable y fácil de romper. Se lo llevó a la nariz y lo olisqueó. Olía extraño, como a hierba seca, pero con tintes más fuertes. Lo esnifó y lo apretó un par de veces, hasta que el mismo perdió la forma recta que antes poseía, pero no cambió demasiado. Después de la investigación, notó que se trataba de un objeto de hierba seca cubierto por papel fino.

Se lo metió en la boca y tomó el mechero. Otro objeto aún por identificar. En el templo habían usado piedras o mecheros para encender fuegos, así que no estaba del todo claro para que necesitaba la otra máquina. Lo bueno es que era una chica que prestaba bastante atención a su entorno, y sí que vio lo que hizo Illya anteriormente. Abrió el mechero y este sacó una llama pequeña por sus bocas, dándole un pequeño susto que se despejó al rato. Antes de encender la maquinilla, se dio cuenta de que la había puesto al revés, por lo que la cambió de sentido y procedió a encenderla finalmente. Tomó una calada bien honda, tragándose todo el humo que esta emanaba, y, como era de esperar, atragantándose estrepitosamente. - L- - lo siento. - intentaba disculparse, agitando la mano delante de su nariz para que el humo se fuese. - No está dulce pero es divertido. - contestó con una sonrisa.

- Sabes, hay muchas cosas que aún me quedan por aprender. La verdad es que como nunca he salido fuera hay muchas novedades difícil de asimilar en tan poco tiempo. Pero al parecer yo también soy una rareza, sólo he encontrado una persona como yo en toda mi vida, al viajar. En Spider Miles. Él también era una Cyborg, y al parecer tampoco había encontrado ningún otro Cyborg anteriormente.

Observo todo con atención, no podía hacer menos, era la primera vez que accedía a dar uno de sus cigarros, eran suyos, propios… su carga, su veneno, su vicio, normalmente se rehusaba en un acto gentil y blanco de bondad… no quería que otros se hiciesen adictos al humo, a aquel áspero olor que se impregnaba en la boca, en la ropa, en el cuerpo… pero era inevitable, o al menos así parecía, ya que aquella jovencita ahora caía bajo los efectos de la curiosidad, y se disponía a nada menos que prender uno e inhalar aquel grisáceo veneno… parecía un monito aquella chica, igual a uno, no sé si sabrán aquella cualidad de los simios para probar todo a través del tacto, incluyendo a los humanos y otros homínidos, todo se da a través del tacto, pruebas sencillas y quizás torpes que ayudaban a entender que se estaba sosteniendo, o al menos eso parecía hacer su joven acompañante.

No podía entender del todo que la llevaba a probar el cigarro, si sería solo la curiosidad o si es que era otra cosa, algo más que no lograba identificar y que no sabía si alguna vez hubiese sentido, una cosa extraña… ¿inefable? No, prefería guardarse esa palabra para otras cosas, para otras personas, no para un acto que se desprendía de lo que él pensaba era curiosidad, inefable era –y es –una palabra profunda, dotada de un significado casi santo, elevado, más allá del lenguaje común, de allí su significado. –No te preocupes –contesto Illya –a  todos les pasa la primera vez, incluyéndome, nos atoramos con el humo que invade y envenena nuestros cuerpos y aun bajo la advertencia que nos hace… no hacemos nada, cómico, tragicómico en realidad…

La escucho con atención, por fin empezaba a hablar de lo que le había llamado la atención, de aquellas partes metálicas, aquellas maquinas que tenía en el cuerpo, porque al fin y a cabo eran mecanismos que le brindaban movilidad a extremidades que probablemente no la tenían, o quizás solo se equivocaba. -¿Un cyborg? Discúlpame, no estoy familiarizado con el término ¿qué es un cyborg? ¿Cómo es eso de que era como tú? Te refieres a… ¿mecánico?

Después del casi ahogo que había sufrido, decidió tomárselo un poco con calma. Sus ojos soltaban pequeñas lagrimas al encuentro con el humo. La boca tenía un extraño sabor amargo, pero aún intentaba besar la boquilla de la maquinilla, inhalando mucho menos humo. No era agradable ni mucho menos, pero tenía que acabarlo por si sola, era más una cuestión de orgullo que de otra cosa. Con pasos lentos se estaban acercando más a la villa. Estaba ya pensando en los ríos de vino y de comida que iba a probar allá, ya que había sobrevivido al día a base de un bocadillo y tres cantimploras pequeñas de agua nieve, que por cierto fría y refrescante. La había sorprendido el hecho de que el no había preguntado anteriormente sobre las partes mecánicas, ya estaba algo acostumbrada a eso.

- Pues entiendo como cyborg a un humano modificado con partes mecánicas. Eso me dijo la persona que me convirtió en lo que soy. La verdad es que fue un proceso difícil y eso. Me cortaron uno a uno las partes para sustituirlas, durante los últimos seis años. Cortaban y dejaban cicatrizar, para después añadir metal para que funcionase como una parte de mi cuerpo. Al principio es extraño porque nunca te acostumbras del todo. Siempre se te hace algo raro. Pero me han dicho que es una prueba, porque muchas personas nacen sin algo en su cuerpo entonces podrían salvar a esas personas si añadían metal. Pero bueno, en mi caso no fue una salvación... - dijo por lo bajo, mirando a otro lado. Se había olvidado de aquella maquinilla, haciendo que esta se desgastase entre sus dedos. Se lo mostró a Illya. - ¿Ves? Fuego, calor, frío, tacto. Todo esta perdido y nunca más volveré a sentir nada. No me acuerdo como es tocar algo y sentir que lo estás haciendo. - explicaba con tristeza, tirando la colilla ya acabada y apagada de entre sus dedos. Sopló para quitar las cenizas.

-Y él... él es también en parte mecánico. Nunca había visto a nadie así, fue extraño. La verdad es que creo que estas protesis se limitan solo a la imaginación y conocimiento de quien las crea. Las suyas eran diferente y se veían más agresivas a simple vista. Las mías aún son... normales por asi decirlo, imitan el cuerpo humano, pero pueden ser de muchas formas. - sus pies se pararon a las puertas de la villa. Parecían que habían llegado.

Un cyborg, el mero concepto o lo que este implicaba le hacían eco de forma profunda, Illya era un medico después de todo –y a veces lo olvidaba, en realidad lo olvidaba con más frecuencia de la que siquiera a mí me gustaría admitir –y jamás había escuchado ese término. Conocía suplementos o prótesis para perdidas de extremidades u otras cosas parecidas, pero jamás ese término en especifico y de hecho las dudas lo asaltaban con cierta fuerza ¿había más gente así? ¿por qué jamás había visto a nadie así, de esas características? Eran dudas simples, básicas, pero que para él se convertían en dudas existenciales, no entendía siquiera el funcionamiento y como es que esa estructura metalica había reemplazado funcionalmente a una mano común y corriente, sin duda alguna una maravilla de la ingeniería, la ingeniería y las ciencias medicas, o la medicina aplicada a la ingeniería, la ingeniería aplicada a la medicina –dependiendo del punto de vista y el agrado que se le tenga a una de estas dos ramas para así brindarle más importancia a la misma –o la colaboración de ambas.

-Ya… eso es un cyborg… un humano con partes mecánicas… suena… complicado en realidad, entiendo de prótesis, después de todo soy médico, pero es algo en realidad complejo… Y ¿Cómo es eso de que alguien te convirtió en eso? ¿Fue por tu propia voluntad? Suena a un proceso extraño, ajeno y doloroso… complicado cuando menos, un trabajo para alguien con paciencia o alguien que esta experimentado… que mal… en serio mal. Bueno, no sé qué decirte, mucho menos que hacer respecto a ello, no debí haberte preguntado… creo que aunque mi curiosidad me pedía a gritos una respuesta… no fue lo que esperaba –señaló Kuryakin observando los ojos de la joven, sus palabras eran tristes y frías, más que la nieve que él podía producir… era dolor en estado puro. –Sí… no suena bien… para nada… una triste emoción.

-¿Él? Sigo sin entender de quien hablas… suena a que le tuvieses cariño, o al menos que lo apreciaras, aunque supongo que encontrar a alguien que se parece a ti es digno de cariño, de demostrar cariño… creo, no sabría decirlo a ciencia cierta, yo en sí soy un monstruo, de hecho es raro y agradable poder conversar contigo, después de todo… no suelo tener mucho contacto –musito contagiado de aquella extraña nostalgia que irradiaba aquella joven, justo al tiempo que llegaban a Coco park.

Su mano se apoyó en las puertas de la entrada. Los alrededores parecían limpios, diferentes a Micqueot pero no tan espectaculares como en el reino de Lvneel. Se notaba que no se trataba de un asentamiento grande. La conversación seguía yendo de una manera natural, siguiendo un curso diferente a todas las conversaciones que había tenido desde que se fue del templo. Una conversación sin más matices que de amistad, quería aprender lo máximo del hombre y, aunque por ahora no podía acompañarle más que dentro de la misma isla, quería esperar que sus caminos se encontrarían en un futuro, y, que para aquel entonces, fuesen amigos. Aliados. Conocidos. Pero de ninguna forma, quería tener a un hombre tan... poderoso y amistoso como enemigo. Sí, poderoso. Porque no todos los días te encuentras con gente que es capaz de crear nieve de la nada.

Escuchó las dudas y las disculpas del hombre. La verdad es que su historia era, cuanto menos, triste, pero eso no quería decir que no iba a compartirlo con nadie. ¿No había sido suficiente haber sufrido tantos años en silencio? - Nah. Ni te preocupes. Uno con el tiempo se acostumbra. - dijo, quitándole hierro al asunto, pero aún mordiéndose el labio inferior con cierta frustración. - No fue voluntario. Todo empezó como castigos. Yo quería ir a ver el mundo exterior pero los monjes insistían en que si iba no podía volver. Y pues eso pasó desde que era pequeña y, obviamente, no podía ir a ningún otro lado pues porque... era demasiado pequeña. Pero igual después no me quería ir abiertamente porque ellos eran mi familia, así que en algún momento llegué a aceptar el camino del templo y vivir allí para siempre, pero la curiosidad seguía ahí. Siempre intenté irme a explorar por ahí a escondidas y pues, de alguna forma o otra siempre me encontraban, o decidía volver antes de que supiesen y pues no me daba tiempo a ver que en realidad en la isla no había ninguna ciudad.

Vaya, parecía una extraña historia, pero era lo que había vivido. - Pero bueno, eso es mucha historia, en corto, no fue voluntario y sí, fue muy doloroso, aunque el médico que teníamos ahí era... hm. Tenía algo para que no doliese tanto. ¿También eres médico? Eso parece genial. Nunca me dejaron aprender nada de eso, quería... quería aprender algo que me ayudase mejorarme o.. bueno, a veces se me puede estropear las prótesis. Sé que no puedo volver a ser humana o al menos eso me han dicho. ¿Crees que es posible volver a tener extremidades humanas? Después de tanto tiempo lo tengo como asimilado ya... He parado de buscar una solución- Se encogió de hombros y decidió cambiar de tema. - ¿ Cuanto tiempo vas a estar en esta isla? ¿Ya sabes donde irás después? - preguntó, pensando mejor la oportunidad de ir con Illya a visitar Coco Park. No quería perder de vista su objetivo principal: encontrar pistas sobre lo que pasó semanas atrás en la isla Swallow.

No sabía si había herido la susceptibilidad de aquella joven, esperaba no haberlo hecho, lo esperaba desde el fondo de su ser, de hecho, se sentía algo incomodo por ello, no es en realidad como si sus sentimientos empezaran a aflorar y que ahora sintiera empatía por una causa y problemas ajenos, no, pero era inevitable sentir empatía por su problema… para él sería una tortura algo así, la falta de tacto, el ser incapaz de sentir cosas tan básicas como el pasto, sentir la luz solar sobre el cuerpo o el área afectada… o sencillamente el correr del viento, de manera que para él era un problema con el que… a pesar de la contradicción, debía solidarizar, por esas mismas razones es que se sentía apenado por su pregunta, por sus comentarios… raro, después de años volvía a sentirse apenado por cosas así, ajenas a él pero que de una u otra forma lo tocaban, le llegaban.

Sintió la necesidad de prender otro cigarro pero se contuvo, no era necesario, no era imperativo, sólo era una manía contra su propia ansiedad. Aquella malsana ansiedad.

Sonrío ante el “no te preocupes” de la joven, aunque ella tenía buenas intenciones diciéndolo, a esas alturas le era imposible pasarlo por alto. –Sí, la fuerza de la costumbre es magnífica, hace maravillas en todos los organismos, sin discriminar, sin importarle nada de uno, sólo lo hace –señaló ya un poco más calmado, intentando no pensar más en el tema, aunque seguía siendo interesante. –O sea que los mismos monjes… haaa suena a tortura pequeña, una tortura elaborada más que un acto disciplinario, es una lástima que haya sido así, nunca he pasado por nada igual ni había visto siquiera una cosa como esa, pero me llama la atención lo duro que debió ser el procedimiento y como es que pareces desenvolverte con tanta facilidad después de todo… una cosa de lo más interesante –señaló el revolucionario mientras la miraba inquisitivamente, intentando analizarla lentamente, de verdad que era una maravilla el que ella fuese capaz de moverse con tanta soltura, sobre todo después de la cantidad de nervios que debieron arreglar y re conectar para llevar a cabo todos esos procedimientos que culminaron en lo que ahora se presentaba frente a sus ojos.

Definitivamente jamás iría a Swallow, a la isla de la que provenía aquella chica, no, no podría ni siquiera acercarse sin que le diesen ganas de destruir todo el maldito lugar. –Sí, yo soy un medico, uno no sé si bueno, pero medico al fin y al cabo… es extraño lo mucho que te coartaron, demasiado raro –señaló Illya ya sorprendido y ensimismado, pronto tendrían que separarse y aquella joven había abierto más incógnitas de las que era capaz de soportar -¿si puedes volver a ser humana? Aunque lo veo difícil… -desde su cuerpo aparecieron dos flores gigantescas, más grandes que un árbol promedio, flores que de la nada estallaron en copos de nieve –en este mundo señorita… no hay nada imposible, piénsalo así, si yo soy capaz de generar nieve, debe haber alguna forma de devolverte las extremidades… debe existir la forma –finalizó Illya.