Para seguir un viaje... se necesita dinero [Pasado]

Isla Dawn – Gray Terminal – En la tarde

Mis viajes por los blues avanzaban y avanzaban. Tenia propuesto visitar toda isla de cada mar cardinal, viajando en mi barco personal, manipulado por grupos de mercenarios marineros que única y exclusivamente quedaban a cargo del barco para servirme a mi o defenderlo llegado el momento, las cosas que realizaba en tierra firme eran cosa mía. No dejaba de ser un lobo solitario, yo labraba mi camino.

Mis pasos condujeron hasta la Isla Dawn, ya siendo visitada en mayor medida en la parte de la ciudad y pueblos vecinos, sin embargo ahora quedaba en lo que llamaban la “zona de desecho” un lugar apropiado para los suburbios de una ciudad, un barrio de maleantes y delincuentes con un bajo indice de vigilancia o seguridad. Un lugar perfecto para mi. Delincuencia sin igual, piratas por doquier. Mi cartera cuando la abría emitía una brisa gélida que podía congelar los mismos volcanes en erupción, había llegado el momento en esta zona de ponerme a trabajar, de cazar... personas; sino me costaría bastante mantener la paga de mis tripulantes.

El sonido de mis pasos a cada impacto contra el empedrado suelo, junto con el tintineo de mi cadena amarrada a la pierna izquierda, llamaba la atención de gente visualmente de escasa fibra moral, algunos con cicatrices en el rostro, otros se les veía la funda de su arma de fuego o arma blanca. Eran claramente visibles mis pantalones negros y rojos, donde estos colores se fusionan forman la imagen de unas llamas, a la luz del sol que a duras penas llegaba por la nube de contaminación que cubría esta zona. En la parte superior de mi cuerpo llevaba una sudadera grande y amplia para poder ocultar mis extensas y abultadas alas dentro de ellas, así como la capucha puesta sobre mi cabeza bajando la mirada ligeramente para no percibirse adecuadamente el interior de la capucha, solamente viéndose como una sombra, el contorno de mi rostro, sin poderse distinguir los tatuajes de mi cara ni mis cuernos aparentemente endemoniados. Si ya llamaba la atención aquí... sin ir medianamente oculto seria mucho descaro por no decir que siempre los civiles me aclamaban como un monstruo. Mis brazos quedaban colgando en paralelo a mi cuerpo con mis clásicas garras como guanteletes, mis armas. Paseaba con poca discreción las calles de aquella zona, en busca de pillar a un delincuente con las manos en la masa para hacerme cargo de una recompensa por su cabeza.

El sector pobre no cambiaba nada con el paso de los años, siempre se encontraba en un estado lamentable para poder vivir pero aún así estaba lleno de gente, me imagino que la situación económica no fue demasiado bien con la era pirata. Sin ningún motivo en concreto me encontraba caminando aquel rincón marginal, rincón que fue donde me críe en mi infancia pero aún así no era de mi agrado pasarme por aquí aunque quizás ese día tuviese suerte de encontrar algo de lo que sacar provecho. Me dirigí a la zona donde se encontraban los pocos comercios de la zona donde de vez en cuando se podría encontrar algo de valor que ni los propios poseedores sabían que tenían pero para mi sorpresa a medida que me iba acercando a la zona vi algo fuera de lo normal. Por la zona estaba pasando una pequeña caravana de dos integrantes, es decir dos carros; la atención de todos los transeúntes estaba puesta en ella ya que con solo echar un vistazo a la parte de atrás se podía ver algo relucir a la luz del sol.

Con una sonrisa dibujada comencé a seguir a la caravana, iban a muy poca velocidad por lo que era imposible perderla de vista, a parte del pequeño resplandor no se podía ver si había alguien dentro del carro pero posiblemente sería así ya que sería de estúpidos llevar algo de valor sin protección. Antes de actuar pensé en observar durante un tiempo y no pasaron unos pocos minutos hasta que la caravana se detuvo en el medio del pueblo pobre. De ella bajaron unas personas encapuchadas, con un vistazo rápido desde mi ángulo pude ver dos personas pero era posible que fuesen más.

La gente del pueblo fue rodeando el lugar curiosas por saber quienes eran esos forasteros y, por encima de todo, querían como yo sacar tajo si tenían algo de valor. Tenía muchos rivales en la zona por lo que tenía que actuar rápido, esperaría un poco más para pecar de despreocupación y ganarme un viaje a la prisión pero desde luego, eso que ocultaban sería mio si todo salía bien.

Spoiler:

Paso a paso con la atención de ciertos individuos sobre mi presencia, “un forastero” típico del viejo oeste, alguien nuevo que no es común por estas calles siendo poco fiable o sin ser bienvenido, al menos así lo pensé y consideré ante los ojos clavados en mi y en casi nadie más. Mis pasos acabaron desviándose de esa calle aparentemente principal hacia una bocacalle o callejón donde a cada lado de la entrada se situaban dos hombres apoyados en la pared, con sombrero y gabardina, algo igualitos ambos. Metros más allá tras pasar el callejón estos dos individuos de rostro oscurecido al no dejarse ver, caminaron instintivamente por el callejón tras de mí, siguiéndome. Sabía perfectamente que me seguían, no fueron muy discretos pues sus pasos eran fácilmente audibles. Una vez llegaba a la mitad del estrecho pasillo pudiendo caber como unas dos personas a lo ancho, al otro extremo un tipo grandote que abarcaba casi todo el ancho empuñando una maza con pinchos obstruyó mi paso. –Forastero… será mejor que nos entregues todo tu dinero.- Con una voz ronca y seria, aquel bicho de más de 2 metros, me señalaba con esa maza. Mi persona se detuvo manteniendo la cabeza agachada, los otros dos que me seguían también se detuvieron.

Lentamente giraba 90º para quedar cada grupo de individuos a un lado, de perfil. De reojo miré a la izquierda, al duo vestidos de igual manera, luego a la derecha para ver al grandote. –Es gracioso… que fácil ha sido encerraros en este pasillo.- Mis palabras parecían ser una burla, una mofa para ellos. -¡¿Perdón?! ¡¡¡JAJAJAJAJAJAJA!!!- El grandullon se reía a carcajadas de forma exagerada, los otros dos acompañaron las risas. –Me ha gustado ese chiste. Así que te daremos una paliza, te robaremos todo lo que tienes pero te dejaremos con vida.- Les hice gracia, parece que debía tomar eso como un honor o como un regalo. En ese momento los tres hombres caminaron al unisonó hacia mí para hacer un sanwis. Rápidamente y que dureza me lancé corriendo hacia el dúo, donde cada uno lanzó un puñetazo frontal, daba un impulso contra el suelo para realizar un salto acrobático tipo mortal en el cual aparte de dar la vuelta con todo mi cuerpo, lo hacía también sobre mi propio eje para aterrizar un metro atrás de ellos y mirando sus espaldas. Mis dos garras fueron desplazadas directas y recto a sus espaldas para ser estas clavadas, la sangre salía por su boca, saqué mis dos afiladas cuchillas como dedos para que cayesen contra el suelo. El grandullón emprendió la acometida alzando su maza sostenida con ambas manos, un pequeño impulso por mi parte a modo de retroceso para que su maza impactase contra el suelo y se encajase, me lancé de frente en un movimiento de mi garra diestra, desde la derecha a izquierda sobre su pecho realizando un corte de cierta profundidad pero no mortal. -¡¡Uahhhgg!!- Caía de espaldas en un sonido propio de un edificio cayendo por su constitución. Sin más dilatación me acerque a la zona de su cabeza para pisarla y dejarlo K.O.

Mi caminar apenas se detuvo, no los registre, no los amordacé, ni me cercioré si seguirían con vida o no. No conocía sus caras, por lo tanto no tenían un precio por su cabeza que mereciese mi atención simplemente continuaría con mi camino. Saliendo de aquel estrecho callejón hasta acabar en lo que parecía ser el centro de este barrio, pueble o lo que fuese este suburbio, localizando ante mis ojos dos caravanas o esa era mi impresión. Siendo esta observada por mucha gente en los alrededores, como si fuese la mercancía clásica que cruza un bosque y esta por ser asaltada, toda una valentía cruzar con algo así por mitad de un lugar como este, ¿Estarían preparados? ¿O simplemente serian necios? Me quedaría a esperar a ver que sucedía, quizás encontrase algo útil en esta situación.

Cada minuto que pasaba la tensión aumentaba en el lugar y los propietarios de la caravana lo notaban ya que comenzaron a realizar una formación defensiva alrededor de la caravana pero había que mirar el lado positivo, debido a que habían pasado a la defensiva era señal de que no tenían suficientes medios para poder defender sus mercancías, eso o que estaban esperando ayuda por lo que había que actuar ya. Sería una estupidez actuar por mi cuenta pero la multitud de pobres aumentaba cada segundo que pasaba al igual que su impaciencia y, en algunos casos, ansia de sangre; usaría eso a mi favor. Camine entre la multitud hasta que encontré a un pobre al que se podía ver con solo mirarlo sus ganas de asaltar a los mercaderes, me acerqué a su espalda y hablé en voz alta haciendo como si quisiese que me escuchase nadie — He escuchado que esos mercaderes tiene artículos de lujo, seguro que se podrían vender por una buena cantidad — inmediatamente me aleje de aquel hombre que no tuvo oportunidad de verme entre la multitud, poco a poco aquel rumor se fue expandiendo por todos los que estaban allí reunidos, no tardarían en asaltar la caravana.

Me coloqué en la localización con menor agrupación de personas simplemente esperando a que la avaricia humana hiciese su papel pero como era de esperar comenzaron a llegar más guardias de los mercaderes que se abrieron a empujones hacia la caravana desenvainando sus armas o portando sus armas de fuego, eso enfado a la multitud que hizo lo mismo pero ahora los números eran más o menos parejo, iba a producirse una batalla pero no tenía intención de participar, simplemente aprovecharía el caos y me llevaría todo lo que pudiese cargar sin problemas tras lo que abandonaría el lugar.

La avaricia y el miedo hizo su parte y se escucho el primer disparo que acallo a toda la multitud. Uno de los guardias de la caravana disparo a un pobre de la multitud lo que provocó un gran silencio que a los dos segundos se rompió con la carga de la multitud a los mercaderes. En unos segundos se formo una gran batalla campal, disparos, choques de sables y katanas... era todo lo que se escuchaba ahora, apenas se podía ver la caravana — Es mi momento — comente corriendo hacia la carvana entrando en la multitud colocando mi mano derecha sobre una de mis dagas por si en algún momento me tocaba defenderme.

La tensión llegaba a ser palpable en este ambiente tan hostil, podía incluso llegar a respirarse… En ese momento respiré profundamente alzando un poco la vista para contemplar los empujones varios de los guardaespaldas o mercenarios contratados para la seguridad de las caravanas. –Esto huele a oro…- Disfrutaría sacando partido del momento ¿Robando? No, no iba a caer tan bajo para aprovecharlo de esa manera, no soy alguien así. Quedaba situado a la entrada de aquel callejón por el que vine, alejado de toda la escena, mirándolo desde atrás.

No solo los mercaderes tendrían que hacer frente a una muchedumbre hambrienta entrada en la pobreza, sino a los delincuentes armados con armas blancas y de fuego como lo estaban los guardaespaldas, estaba más que claro que salir enteros de ahí seria todo un logro. El sonido de un disparo de una pistola hizo eco en todo el ambiente causando la detención momentánea de todos los presentes, pero no tardó en volver a estallas los gritos junto con el choque de los aceros de las espadas, mas disparos perdidos entre la multitud.

–Es hora de hacer acto de presencia…- Llegaba el momento de involucrarme, ganarme la vida y el dinero que bien se me solía pagar para poder continuar mi viaje por los Blues. Mis pasos caminaron de frente adentrándome en todo el grupo, mis garras se dirigieron a la zona del pecho atravesando con las cuchillas de los dedos la sudadera para tirar en direcciones contrarias y romperla por la mitad para dar paso a mi pecho descubierto con los tatuajes que lo mostraban, mis extensas alas negras propias de un cuervo o un ángel caído, mi rostro igualmente tatuado, ojos de iris blanquecino y los demoníacos cuernos. A medida que me adentraba y mi presencia era mostrada, todo mi cuerpo comenzaba a segregar un líquido morado propio de la manipulación y control de la Akuma Doku Doku (Veneno), siendo envuelto por un veneno corrosivo al contacto que resultaba bastante doloroso cuando la gente me tocaba. Mi altura de metro noventa destacaba en la muchedumbre, así como mis alas extendidas. Mi diestra se estiró hacia la derecha para agarrar la cabeza más cercana, me daba igual fuese un mercenario o un delincuente; en esta ocasión resultaba ser un delincuente. El veneno corrosivo hacia presencia en su cráneo generando un dolor agónico, así como estar presionando con mi garra clavando las cuchillas de los dedos. Arrastraba con mi mano hacia el frente para acabar lanzando a ese individuo con una fuerza sobrehumana apenas vista para los ciudadanos de los Blues, donde colisionaba con decenas de personas en línea recta hasta alcanzar unos 10 metros, dejando un bonito pasillo para mí. Esta persona acababa colisionando con la rueda del carruaje situado más a la izquierda, posando sus espaldas sobre dicha rueda y quedando inconsciente, así como un pasillo de gente derribada.

Mis pasos jamás cesaron, continuaron por dicho pasillo que por la batalla campal se volvía a llenar obstruyendo el camino. Un hombre con gabardina gris se alzó en lo alto de la caravana situada a la izquierda, con su mano derecha portando una escopeta realizaba un movimiento seco ascendente y descendente con el que la cargaba, expulsando el casquillo por la recamara (a lo Termineitor). -¡Malditos muertos de hambre!- Gritaba aquel sujeto para empuñar su arma con dos manos y disparar hacia un hombre que no portaba ninguna arma, simplemente alguien que trataba conseguir algo de valor para vender y dar de comer a sus hijos, este sujeto se desplomaba contra el suelo sin vida dejando un charco de sangre. Estiré mi brazo derecho hacia el frente y ligeramente a la izquierda, creando un torrente de líquido de morado, propio de mi veneno que arrasaba con toda una gran cantidad de gente, causando alaridos de dolor de la corrosión de ese elemento. Un acto que claramente llamaría mucho la atención, terminando por pasar dicho torrente por la izquierda de la caravana situada más a la izquierda. –¡Me cago en la ostia y las galletitas saladas!- No pudo evitar fijarse en tal monstruosidad pasar cerca de él, no pensaba darle, solo arrasar con bastante gente para llamar la atención, afectando a mercenarios y delincuentes por igual. Los ojos de aquel hombre de barba gris y gabardina de mismo color, posó su mirada sobre mí. –Veo que tienes problemas… Amablemente te ofrezco mis servicios por unos honorarios bien pagados.- En cuanto pude notar sus ojos, rápidamente ofrecí ayudarle con un precio que debía estar pagado. -¡¿Cuánto pides Demonio!? ¿Mi alma?- Se le veía al hombre desesperado, parecía ser el comerciante al mando del convoy de caravanas, resultó gracioso lo que creía que le pediría, dado por mi aspecto. –Casi… Lo que les pagas a al menos veinte de tus mercenarios. No valen ni para estar escondidos.- Pedía obviamente una suma bastante elevada, no pedía la paga de un mercenario, sino de al menos veinte sobre mi persona. Mi mirada quedaba fija sobre él, clavada en su rostro a la espera de su respuesta, se le veía pensativo, no sabía que decir, mi cuerpo aun quedaba cubierto por aquel liquido morado que me serviría como armadura. La gente de mi entorno al ver tal monstruosidad comenzaban a huir evitando encararme, algunos eran los valientes que se atreverían…

Con movimientos rápidos y ágiles atravesaba la muchedumbre en plena batalla por ver quien se lleva más de la caravana, algunos por avaricia y otros por necesidad. Me costaba ver el entorno debido a la gran cantidad de gente que se encontraba batallando y que iba avanzando media agazapada sin bajar el ritmo, lo único que podía ver era la caravana algo por lo que podía dar gracias ya que aquello era un laberinto humano. Los gritos se intensificaban más y más pero empezaban a sonar más bien como gritos de dolor aunque no podía diferenciar desde que zona provenían pero por la frencuencía con la que tenían lugar algo estaba pasando. Ya estaba cerca de mi objetivo, ya podía saborear mi botín cuando un hombre, corpulento y armado con un sable se pudo en mi camino; no tenía tiempo que perder por lo que ni me pararía a acabar con él, giré sobre mi propio eje al mismo tiempo que sujetaba una de mis dagas y al pasar a su lado realice un corte rápido sobre su gemelo izquierdo lo que haría que cayese por su propio peso al suelo, no moriría pero si dejaría de estorbar.

Estaba a unos escasos metros de la caravana cuando de repente, al girar la mirada hacia otra zona de la batalla pude ver algo alucinante. Era un hombre, o más bien una criatura, no podía ver gran cosa pero si que su altura era más alta que cualquiera de los que se encontraba en la plaza y lo más sorprendente era que tenía unas enormes alas negras a su espalda — ¿Que demonios es eso? — exclame sin pararme, desde luego la refriega había llamado más la atención de lo que se podía esperar. De pronto comenzaron a pasar acontecimientos que nunca vi en mi vida, podía ver como poco a poco por la localización de ese hombre la muchedumbre era cada vez menor y no solo eso sino que justo en ese momento lanzó un torrente de una sustancia rara pero que básicamente acabo con todo lo que toco. Las víctimas agonizaban de dolor, algunas vivas y otras desmayadas sin poder saber su estado, el temor y la preocupación comenzaban a agobiarme ¿donde me había metido? ¿de verdad tenía tan mala suerte de encontrarme con un monstruo? sea como fuese no paré, pude ver como un hombre que se subió al techo de la caravana comenzaba a disparar a la multitud, tras el primer disparo ocurrió de nuevo, ese torrente viscoso arrasó a todas las personas en el lado opuesto de la caravana por el que iba a entrar yo, fuese quien fuese era demasiado poderoso y debía darme prisa — ¿Que estaba pasando aquí? — exclame atemorizada al ver todas aquellas cosas dignas de la magia de los cuentos.

Justo antes de entrar pude ver como aquel monstruo estaba hablando con el tipo del techo ¿era un guardaespaldas?, no me iba a parar a averiguarlo, aproveche el ruido de la batalla y que estaban hablando para subir a la caravana y ocultarme entre las mercancía. Tenía miedo pero tenía que recoger lo que estaba buscando y salir ya, con nervios miré todo lo que me rodeaba buscando algo que pudiese cargar y me permitiese correr. Había muchas cosas interesantes que posiblemente me permitiesen conseguir una fortuna pero no había tiempo, había delante de mis ojos un saco doble con no mucho dinero pero lo suficiente para sacar tajado. Eran dos sacos unidos por una cuerda, me colgué la cuerda del hombre teniendo los sacos colgando y sin tentar al destino salte de la caravana y comencé a correr en dirección opuesta a la caravana, tenía que esconderme en algún lugar, al menos hasta que todo se tranquilizase y esa cosa con poderes sobrenaturales se marchase.

Mi tiempo era oro, así como mis servicios para llegar a garantizar un servicio excelente y de protección, pudiendo incluso por mí cuenta hacer un pasillo, abrir camino entre todas las personas como he estado haciendo hasta ahora para que mi persona pudiera pasar sin apenas obstáculos. Los segundos pasaban, la gente de mi entorno se ponía nerviosa sin saber qué hacer, seguramente pensasen en actuar ahora que hablaba, en salir huyendo o a saber, pero todo quedaba en cierto suspense.

-¡Esta bien, está bien, te pagaré lo que pides!- Finalmente el hombre accedía a mis servicios para salvar su caravana. Por mi parte asentía con la cabeza, manteniendo en todo momento mi cuerpo segregando el veneno corrosivo de color morado. –Elección correcta.- Le daba la espalda y caminaba alejándome, con la mirada de decenas de personas detenidas, expectantes y sorprendidos. Solo una persona entre la multitud era la que ignoraba los acontecimientos adentrándose sigilosamente en la caravana, pero nadie se fijaba en ella. Una vez me posicionaba en el centro, miraba de izquierda a derecha, alcé mi garra derecha, la abrí totalmente y la direccioné hacia abajo hasta chocarla contra el suelo, en ese momento se generaba y expandía el mismo liquido morado de mi cuerpo en un charco de  considerable tamaño, la gente a grito vivo empezó a huir, pero desgraciadamente por la multitud que había provocaba que tropezarán entre ellos, algunos caían, otros no llegaban a alejarse lo suficiente hasta que el veneno los alcanzaba por los tobillos corroyendo su calzado, parte de la ropa y por supuesto dejando en carne viva a quienes alcanzaba, inundando a los caídos en cuerpo completo. No había piedad por quienes no eran nadie, estaban cometiendo un delito, había testigos y me respaldarían, así que quedaría impune.

Los presentes decidieron totalmente huir de la escena, apreciaban más sus vidas después de todo; mientras tanto al otro lado de la caravana terminando el círculo estaban los restantes mercenarios haciendo presión en el otro frente. –Desde luego que tienes que valer tu peso en oro, demonio.- El mercader llevaba su escopeta al hombro quedando su culo más relajado ante mi soberano poder. La cosa quedaba más tranquila por este frente habiendo provocada la estampida en masa para huir. Mi rostro esbozaba una sonrisa de medio lado algo maquiavélica, me giraba lentamente para ver al mercader que me pagaría, mi cuerpo se levantaba, separando mi mano del suelo y dejando de crear aquel líquido morado a mí alrededor, pero manteniéndolo en mi cuerpo. Mi rostro de pronto dejó de mostrar aquella sonrisa, mis ojos captaron la percepción de una fémina salir del carruaje y salir corriendo, una pena para ella que ya apenas hubiera gente en mi lado de la batalla.

-No no, ni hablar.- Mi mano izquierda rápidamente se deslizó hacia la cadena que quedaba enroscada en mi cintura, para en un efecto tipo látigo realizar un movimiento hacia atrás con la mano para cargar el arma y lanzarlo hacia el frente con toda su extensa longitud en dirección a la pierna de la fémina con toda la intención de querer atraparla y hacer que perdiera el equilibrio y pudiera caer contra el suelo. –De aquí nadie se va.- Le mencionaba alto y claro dirigiéndome hacia ella (Rikku) cuando la cadena se desplazaba en su búsqueda.