Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
Conectarse
Estadísticas
Tenemos 1 miembro registrado.El último usuario registrado es Admin
Nuestros miembros han publicado un total de 6463 mensajes en 1355 argumentos.
Últimos temas
Hermanos {2/4}
Élites {44/50}
OPBS © Se encuentra protegido por una licencia de Creative Commons No-Commercial 4.0. Skin desarrollado por Yosuka Akane. Todo el contenido del foro fueron obras de la administración. De la misma forma, las historias de los múltiples personajes del foro pertenecen a sus respectivos autores. Agradecimientos especialmente por los diversos tutoriales a: Asistencia Foroactivo, Savage Themes, Glintz Y Serendipity. Por Imágenes a las múltiples fuentes usadas: Deviantart, Zerochan, Tumblr Entre Otros. Módulo del Perfil por Mikae, ¡Muchas Gracias!. Se Prohíbe la copia parcial o total del contenido expuesto en el foro. Se Original.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Hello, daddy [Donner]
Página 3 de 3. • Comparte
Página 3 de 3. • 1, 2, 3
Hello, daddy [Donner]
Recuerdo del primer mensaje :
Los días pasaban cada vez más lentos. Mi pasado plasmaba una dura realidad de mi. Había sido criada en cautividad, y seguía siendo cautiva hasta ahora, decinueve años después. Nunca me pregunté porqué yo. Ni me hacía ideas lastimosas sobre la realidad. Esa era mi vida. La prisionera eterna, el animal enjaulado. Sin ningún tipo de rencor, seguía mi papel al pie de la letra. El tiempo que había estado entre la "civilización" me había bastado para saber un par de cosas sencillas. Era una caníbal. Podía comer carne humana, y cruda, como la gente normal come una hamburguesa. Sentía peculiar cariño hacía los cartílagos de las orejas, eran mi parte favorita. También la piel de los talones, chamuscada. Me gustaba comer cosas de textura extraños, para la delicia de la gente que me miraba horrorizada. Y siempre me pregunté ¿porqué los seres humanos eran tan curiosos? Pagaban para ver algo que les daba una sensación entre asco y miedo. Sus caras me hacían feliz. Muy pocas veces alguien se acercaba a mi para hablarme de humano a humano. Me tenían días sin comer, para que, cuando toque el show, me tiren trocitos de carne. ¿Y aún así, me preguntaba quien era el más cruel ahí?
Sentía cierta afinidad a los niños. Se veían temerosos, pero mucho más puros que los adultos. De hecho, la última vez que había tenido contacto humano, fue de una niña, que metió entre los barrotes una flor. No veía la carne humana como una necesidad, si no más bien un gusto adquirido. Había vivido toda la vida, alimentándome de lo que fuese. No encontraba mucho sabor en las cosas normales, como verduras y otras frutas crudas. Pero sí en la carne, de cualquier tipo y cualquier preparación. Al parecer, eso me hacía un animal. También estaba este... impulso extraño. Una fuerza que me atraía, y me hacía enloquecer. La sangre. Todo mi cuerpo se movía, sin importar la situación en la que estaba. Ahí, encerrada en aquella jaula, miraba entre los barrotes al hombre que me estaba tirando pedacitos de carne en aquel día. Si tan solo podía agarrarle, no dudaría en hincarle el diente. Había pasado casi tres días sin sostento alimenticio. ¿Es que a caso estaba siendo equivocada al actuar como un felino? Saltaba para agarrar los trozos con la boca, y después me sentaba de cuclillas para comer. Estaba casi esquelética. En aquel entonces no habían muchas cosas que pasasen por mi mente. Me había intentado escapar incontables veces, pero sin mucho resultado. Era algo difícil poder escapar cuando uno está desnutrido y esposado.
Durante diecinueve años, había visto el mundo desde el cautiverio. Me preguntaba si iba a morir así, sin experimentar las cosas que los humanos experimentaban. También notaba como las ganas de matar a todo el mundo a mi alrededor se hacían más fuertes. ¿Qué haría un animal, al escapar de su jaula? Posiblemente correr. Pero estaba bien saber que, aunque era un animal para toda esa gente que me miraba disgustada, había planeado varias veces sus muertes. Aquello que haría si tuviese la mínima opción de escapar. No me importaría morir por intentar luchar. Al fin y al cabo, todo era mejor que estar ahí. Me había revelado varias veces contra "mis dueños". Pero es que tampoco me estaban dando chances de luchar. Más bien dicho, la jaula no se abría nunca. Aquel día no era una excepción. El sol brillaba en la alto, en el reino de Bliss. Había acabado el espectáculo, ahora tocaba relajarme. Normalmente, al comer tanto después de tantos días de hambruna, me entraba en sueño. ¿Cama? JA. Me acababa de poner en posición fetal, en el suelo de madera. Se trataba de una jaula grande, sobre cuatro ruedas, que era normalmente tirada de alguien o añadida como anexo a un coche. La jaula se cubría una vez el show acababa, así que para ser sincera, vivía la mayoría de mi vida, en la oscuridad. Llevaba un camisón blanco, y roto. Me veía desnutrida, con el pelo largo cubriéndome gran parte del cuerpo. La sangre se secaba sobre mis manos, aunque la iba lamiendo para limpiarme. Pronto, la oscuridad lo cubría todo. Sabía que ahora tocaba, de nuevo, dormir.
Sentía cierta afinidad a los niños. Se veían temerosos, pero mucho más puros que los adultos. De hecho, la última vez que había tenido contacto humano, fue de una niña, que metió entre los barrotes una flor. No veía la carne humana como una necesidad, si no más bien un gusto adquirido. Había vivido toda la vida, alimentándome de lo que fuese. No encontraba mucho sabor en las cosas normales, como verduras y otras frutas crudas. Pero sí en la carne, de cualquier tipo y cualquier preparación. Al parecer, eso me hacía un animal. También estaba este... impulso extraño. Una fuerza que me atraía, y me hacía enloquecer. La sangre. Todo mi cuerpo se movía, sin importar la situación en la que estaba. Ahí, encerrada en aquella jaula, miraba entre los barrotes al hombre que me estaba tirando pedacitos de carne en aquel día. Si tan solo podía agarrarle, no dudaría en hincarle el diente. Había pasado casi tres días sin sostento alimenticio. ¿Es que a caso estaba siendo equivocada al actuar como un felino? Saltaba para agarrar los trozos con la boca, y después me sentaba de cuclillas para comer. Estaba casi esquelética. En aquel entonces no habían muchas cosas que pasasen por mi mente. Me había intentado escapar incontables veces, pero sin mucho resultado. Era algo difícil poder escapar cuando uno está desnutrido y esposado.
Durante diecinueve años, había visto el mundo desde el cautiverio. Me preguntaba si iba a morir así, sin experimentar las cosas que los humanos experimentaban. También notaba como las ganas de matar a todo el mundo a mi alrededor se hacían más fuertes. ¿Qué haría un animal, al escapar de su jaula? Posiblemente correr. Pero estaba bien saber que, aunque era un animal para toda esa gente que me miraba disgustada, había planeado varias veces sus muertes. Aquello que haría si tuviese la mínima opción de escapar. No me importaría morir por intentar luchar. Al fin y al cabo, todo era mejor que estar ahí. Me había revelado varias veces contra "mis dueños". Pero es que tampoco me estaban dando chances de luchar. Más bien dicho, la jaula no se abría nunca. Aquel día no era una excepción. El sol brillaba en la alto, en el reino de Bliss. Había acabado el espectáculo, ahora tocaba relajarme. Normalmente, al comer tanto después de tantos días de hambruna, me entraba en sueño. ¿Cama? JA. Me acababa de poner en posición fetal, en el suelo de madera. Se trataba de una jaula grande, sobre cuatro ruedas, que era normalmente tirada de alguien o añadida como anexo a un coche. La jaula se cubría una vez el show acababa, así que para ser sincera, vivía la mayoría de mi vida, en la oscuridad. Llevaba un camisón blanco, y roto. Me veía desnutrida, con el pelo largo cubriéndome gran parte del cuerpo. La sangre se secaba sobre mis manos, aunque la iba lamiendo para limpiarme. Pronto, la oscuridad lo cubría todo. Sabía que ahora tocaba, de nuevo, dormir.
InvitadoInvitado
Re: Hello, daddy [Donner]
Todo cambió desde aquel momento. Era una manera diferente de sentirse poseída. Algo que no tenía nada que ver con cadenas y violencia. Sus brazos estaban apoyados a un lado y a otro de mi cabeza, mientras su cintura marcaba el ritmo contínuo de mi cuerpo. Chocaba contra mi, haciendo mis músculos contraerse, y mi interior apretar aquello que él no paraba de pasear por mi interior. Podía sentir lo duro que estaba, y quizás era eso lo que me hacía gemir por más. Sus movimientos ásperos dolían pero también saciaban aquel instinto básico que hasta aquellos momentos nunca sabía que había existido. El sabor de su sangre no hacía más que avivar las emociones a flor de piel. Mi carne se convertía en pequeños bultos, data la impresión que me daba aquel acto. No había sentido nunca algo así, aunque tampoco me había arrepentido. No se podía comparar con nada, ni siquiera con la sensación al ver sangre. Aquello era diferente. Mucho más intenso. Mi cuerpo respondía en todos los sentidos, así como mi mente. Me había quedado en blanco, sin palabras. Hubiese querido contestar a sus palabras que resonaban de manera clara en mi oído, pero no pude. Estaba perdida en el momento. Lo quería todo.
Mordí nuevamente su labio al sentir los empujones que dolían en mi interior. Aún así, mis piernas habían abandonado su cintura para abrirse y hacer que su cuerpo se apegue más al mío. Aunque él intentaba salir y entrar, mi pelvis intentaba mantenerse en el mismo lugar con fuerza, simplemente para sentir como él tocaba fondo. Mi mano apresaba su brazo, clavándole las uñas y dejando atrás un rastro de sangre. Mis ojos se abrieron para mirar de forma directa a mi verdugo. Lo que leía no era amor, ni un sentimiento cariñoso, si no que era más parecido a la posesión y el odio. Sonreí mientras me ayudaba de sus brazos para estar quieta. Sus acciones se veían contrarrestados por la falta de movilidad de mi cuerpo, convirtiéndolas en un vaivén seco y bruto, pero me gustaba. Cada movimiento suyo, hacía que mi garganta dejase escapar un nuevo gemido, aunque no sabía si podía satisfacer la bestia que había, ahora, en mi interior. Él me estaba gastando. Me había llevado al borde de la locura. Sentía como iba a estallar pronto si es que iba a seguir así. Contra más duras y fuertes eran las embestidas, más humedad había entre nosotros. No quería atraerlo a mi, pero mis manos se pusieron en su cuello, apretando un tanto y bajando con el apretón hacía su pecho. Su piel se ponía roja, y las rayas no tardaron en marcarse. Mi lengua salía fuera de mi boca, relamíendo mis labios. Mi espalda se arqueaba, mi pelvis quería pegarse al suyo al máximo. Quería más. Estaba a punto de estallar por primera vez en mi vida, aunque aquello solo sería el principio de la noche.
Mordí nuevamente su labio al sentir los empujones que dolían en mi interior. Aún así, mis piernas habían abandonado su cintura para abrirse y hacer que su cuerpo se apegue más al mío. Aunque él intentaba salir y entrar, mi pelvis intentaba mantenerse en el mismo lugar con fuerza, simplemente para sentir como él tocaba fondo. Mi mano apresaba su brazo, clavándole las uñas y dejando atrás un rastro de sangre. Mis ojos se abrieron para mirar de forma directa a mi verdugo. Lo que leía no era amor, ni un sentimiento cariñoso, si no que era más parecido a la posesión y el odio. Sonreí mientras me ayudaba de sus brazos para estar quieta. Sus acciones se veían contrarrestados por la falta de movilidad de mi cuerpo, convirtiéndolas en un vaivén seco y bruto, pero me gustaba. Cada movimiento suyo, hacía que mi garganta dejase escapar un nuevo gemido, aunque no sabía si podía satisfacer la bestia que había, ahora, en mi interior. Él me estaba gastando. Me había llevado al borde de la locura. Sentía como iba a estallar pronto si es que iba a seguir así. Contra más duras y fuertes eran las embestidas, más humedad había entre nosotros. No quería atraerlo a mi, pero mis manos se pusieron en su cuello, apretando un tanto y bajando con el apretón hacía su pecho. Su piel se ponía roja, y las rayas no tardaron en marcarse. Mi lengua salía fuera de mi boca, relamíendo mis labios. Mi espalda se arqueaba, mi pelvis quería pegarse al suyo al máximo. Quería más. Estaba a punto de estallar por primera vez en mi vida, aunque aquello solo sería el principio de la noche.
InvitadoInvitado
Re: Hello, daddy [Donner]
Mis movimientos pélvicos parecían volver loca a la mujer, se veía envuelta en un placer que no parecía tener fin. Mi caso era igual, siendo su primera vez, sentía cómo sus paredes aprisionaban mi miembro cada vez que entraba y tocaba fondo en el interior de la joven, llenando mi cuerpo de una sensación de satisfacción increíble, quería seguir e incluso aumentar el ritmo. Pero las reacciones de la muchacha no hacían más que seguir aumentando la intensidad, puesto que sus salvajes besos, mordidas y rasguños a lo largo de mi brazo, no hacían más que seguir despertando aquella bestia reprimida por mucho tiempo. En tan poco tiempo, ella había sido capaz de sacar lo mejor y al mismo tiempo lo peor de mí. Su tacto, su interior, su sumisa forma de ser, sus instintos animales, su cuerpo, lo quería todo, pero sólo para mí.
Sus manos, por un instante, llegaron a mi cuello, donde se aferró instintivamente haciéndome sentir por unos segundos una asfixia placentera. ¿Algo así existía? No podía creer que incluso yo me encontraba aprendiendo cosas nuevas. Sus fuertes agarres que terminaron en mi pecho marcado en algunos lugares por cicatrices de quemaduras no hacían más que excitarme más, en especial su semblante, lleno de locura. Su lengua se encontraba afuera, relamiendo así sus labios los cuales volví a buscar de manera salvaje e intensa. Su cuerpo se arqueaba, haciendo incluso más cercano nuestro íntimo encuentro.
No podía aguantar más, mi bestia interior finalmente saldría a la luz. Por eso, en un fuerte arranque de pasión, instinto animal y locura, tomé a la mujer desde su cintura con una mano y con la otra tomaría una de sus delgadas piernas para que esta rodeara mi cintura, acto seguido, me levantaría de la cama para así levantarla de la cama sin romper nuestra carnal conexión y así empezar a penetrarla nuevamente. Pero ahora cambiaría todo, puesto que el efecto de la gravedad haría lo suyo, haciendo que mi miembro llegara mucho más a fondo en su interior, combinando además la fuerza de mis brazos, puesto que agarraría a la mujer desde sus muslos ahora con mis dos manos para así coordinar el movimiento de mis caderas con el de mis extremidades superiores. Mis fuertes y repetidos movimientos, en combinación con la pasión me llevarían a casi azotarla contra una pared para arremeter contra ella en continuas y feroces embestidas. Estaba disfrutando este encuentro, y mucho más que cualquier otro que había tenido anteriormente. Mientras más introducía mi miembro en ella y repetía, mientras más la besaba, mientras más sentia su agitada respiración y gemidos, inevitablemente, y sin que me diera cuenta, la joven se estaba convirtiendo en una necesidad, en algo irremplazable.
Sus manos, por un instante, llegaron a mi cuello, donde se aferró instintivamente haciéndome sentir por unos segundos una asfixia placentera. ¿Algo así existía? No podía creer que incluso yo me encontraba aprendiendo cosas nuevas. Sus fuertes agarres que terminaron en mi pecho marcado en algunos lugares por cicatrices de quemaduras no hacían más que excitarme más, en especial su semblante, lleno de locura. Su lengua se encontraba afuera, relamiendo así sus labios los cuales volví a buscar de manera salvaje e intensa. Su cuerpo se arqueaba, haciendo incluso más cercano nuestro íntimo encuentro.
No podía aguantar más, mi bestia interior finalmente saldría a la luz. Por eso, en un fuerte arranque de pasión, instinto animal y locura, tomé a la mujer desde su cintura con una mano y con la otra tomaría una de sus delgadas piernas para que esta rodeara mi cintura, acto seguido, me levantaría de la cama para así levantarla de la cama sin romper nuestra carnal conexión y así empezar a penetrarla nuevamente. Pero ahora cambiaría todo, puesto que el efecto de la gravedad haría lo suyo, haciendo que mi miembro llegara mucho más a fondo en su interior, combinando además la fuerza de mis brazos, puesto que agarraría a la mujer desde sus muslos ahora con mis dos manos para así coordinar el movimiento de mis caderas con el de mis extremidades superiores. Mis fuertes y repetidos movimientos, en combinación con la pasión me llevarían a casi azotarla contra una pared para arremeter contra ella en continuas y feroces embestidas. Estaba disfrutando este encuentro, y mucho más que cualquier otro que había tenido anteriormente. Mientras más introducía mi miembro en ella y repetía, mientras más la besaba, mientras más sentia su agitada respiración y gemidos, inevitablemente, y sin que me diera cuenta, la joven se estaba convirtiendo en una necesidad, en algo irremplazable.
InvitadoInvitado
Re: Hello, daddy [Donner]
Había sacado lo peor de mi. Sus encantos me embaucaban en una red de locura y placer. Sabía que no podía contenerme a mi misma, y que iba a hacerle daño, pero a él no parecía importarle. Mis largos dedos abrazaban su cuello, que intentaba resistirse ante la axfísia. Tener el poder sin tenerlo, puesto que, en mis mas adentros intimidades, es él quien hacía que mi cuerpo perdiera el oxígeno por completo. Sus movimientos, dignos de un maestro en aquellos artes, hacía que mi cuerpo se contorsionara sobre la suavidad de la cama. Mis uñas de animal dejaban un rastro de sangre a su paso, cual me excitaba aún más de ser posible. Antes me había alarmado al morderle el labio, mientras que ahora lo único que podía pensar es que quería más. Más sangre, más besos, más de aquello que me estaba dando y que hacía mi cuerpo reaccionar de aquella manera. Había cierto cosquilleo que me molestaba, pero a la misma vez me gustaba. Sentía que iba a explotar pronto. Quizás debido a mi poca experiencia, aquello me parecía algo incontrolable. El primer contacto con alguien siempre era especial, lo iba a aprender tiempo después. Más con Daddy, siguió de aquella forma incluso hasta el presente. Cada vez que entraba era como la primera vez. Su cuerpo exploraba el mío como nadie más lo hacía, y eso era lo que le hacía extremadamente especial.
Pero el hombre esculpido que tenía entre mis piernas no iba a parar ahí. Quizás aquello que había hecho le había gustado y, descubriéndose un poco más a si mismo, sus ojos cambiaron de aura, y sus brazos me cogieron sin romper la conexión, pegándome a una pared y besándome de manera pasional. ¿Qué era lo que me estaba pasando? No parecía reconocerme a mi misma. Algo había cambiado dentro de mi, aunque no podía decir el que. Tener a otra persona pisándome el espacio personal hasta tal punto de entrar en mi, literalmente, era algo muy placentero. Casi más que el gusto de la sangre. Su saliva se mezclaba con la mía, dejando que algunos rastros cayesen sobre mi pecho aplastado por su carne. Podía sentir el calor incrementando, y las gotas haciendo que mi pelo extremadamente largo se pegase a mi rostro, espalda y brazos, los cuales estaban totalmente aferrados a su cuello, atrayéndole más hacía a mi. Mis interiores ardían. Mi humedad se alargaba sobre mis muslos y seguramente sobre los suyos. Aún no había acabado, pues el cosquilleo intenso seguía molestando en la parte baja de mi abdomen, pero aún así estaba demasiado húmeda, haciendo que él se moviese con total comodidad dentro y fuera, volviéndome totalmente loca.
Pero no estaba dispuesta a morir ahí, ni a enloquecer. Sabía que tenía que apresurarme, o si no, mi corazón iba a parar en seco de lo rápido que trepidaba. Mi boca se separó de la suya, lamiendo en su paso hacía su cuello, donde empecé a succionar el pequeño trozo de carne hasta ponerle morado en varios sitios. Mis piernas lo apretaban más, usando la fuerza de mis brazos para moverme más. La pared fría se iba calentando con mi propio cuerpo, frotándose arriba y abajo. Aquello tenía que acabar pronto. Mis dientes, sin poder medir la fuerza, se clavaron en su cuello, dejando la sangre fluir con cada succión. No sabía si era un vampiro, un animal, o simplemente una persona que no podía parar sus instintos básicos, pero quizás había enloquecido. Casi llenando mi boca con sangre, mi cuerpo ya no me estaba escuchando. O me dejaba llevar, o podía matarle ahí mismo. Así que opté por la primera opción. Me apoyé en sus hombros, haciendo que mi cuerpo se levantara ligeramente. Coloqué la pierna en el arco que formaba su brazo izquierdo, para tener más impulso, y abrir mis adentros un tanto más para él. Mi espalda se pegó totalmente a la pared. Quería mirarle pero ya no podía. Mis ojos estaban perdidos en algún punto del techo. Quería tragarme su sangre, pero se me hacía difícil respirar, así que el líquido rojo cayó de mi boca, manchándolo todo a su paso, hasta llegar a mi ombligo. Un gemido extrañamente sensual venía desde mis adentros. La humedad. El calor. La locura. Todo se intensificó en un sólo segundo, llevándome al borde de la muerte.
Pero el hombre esculpido que tenía entre mis piernas no iba a parar ahí. Quizás aquello que había hecho le había gustado y, descubriéndose un poco más a si mismo, sus ojos cambiaron de aura, y sus brazos me cogieron sin romper la conexión, pegándome a una pared y besándome de manera pasional. ¿Qué era lo que me estaba pasando? No parecía reconocerme a mi misma. Algo había cambiado dentro de mi, aunque no podía decir el que. Tener a otra persona pisándome el espacio personal hasta tal punto de entrar en mi, literalmente, era algo muy placentero. Casi más que el gusto de la sangre. Su saliva se mezclaba con la mía, dejando que algunos rastros cayesen sobre mi pecho aplastado por su carne. Podía sentir el calor incrementando, y las gotas haciendo que mi pelo extremadamente largo se pegase a mi rostro, espalda y brazos, los cuales estaban totalmente aferrados a su cuello, atrayéndole más hacía a mi. Mis interiores ardían. Mi humedad se alargaba sobre mis muslos y seguramente sobre los suyos. Aún no había acabado, pues el cosquilleo intenso seguía molestando en la parte baja de mi abdomen, pero aún así estaba demasiado húmeda, haciendo que él se moviese con total comodidad dentro y fuera, volviéndome totalmente loca.
Pero no estaba dispuesta a morir ahí, ni a enloquecer. Sabía que tenía que apresurarme, o si no, mi corazón iba a parar en seco de lo rápido que trepidaba. Mi boca se separó de la suya, lamiendo en su paso hacía su cuello, donde empecé a succionar el pequeño trozo de carne hasta ponerle morado en varios sitios. Mis piernas lo apretaban más, usando la fuerza de mis brazos para moverme más. La pared fría se iba calentando con mi propio cuerpo, frotándose arriba y abajo. Aquello tenía que acabar pronto. Mis dientes, sin poder medir la fuerza, se clavaron en su cuello, dejando la sangre fluir con cada succión. No sabía si era un vampiro, un animal, o simplemente una persona que no podía parar sus instintos básicos, pero quizás había enloquecido. Casi llenando mi boca con sangre, mi cuerpo ya no me estaba escuchando. O me dejaba llevar, o podía matarle ahí mismo. Así que opté por la primera opción. Me apoyé en sus hombros, haciendo que mi cuerpo se levantara ligeramente. Coloqué la pierna en el arco que formaba su brazo izquierdo, para tener más impulso, y abrir mis adentros un tanto más para él. Mi espalda se pegó totalmente a la pared. Quería mirarle pero ya no podía. Mis ojos estaban perdidos en algún punto del techo. Quería tragarme su sangre, pero se me hacía difícil respirar, así que el líquido rojo cayó de mi boca, manchándolo todo a su paso, hasta llegar a mi ombligo. Un gemido extrañamente sensual venía desde mis adentros. La humedad. El calor. La locura. Todo se intensificó en un sólo segundo, llevándome al borde de la muerte.
InvitadoInvitado
Re: Hello, daddy [Donner]
Mis embestidas eran insesantes, entre pasionales besos, agarres y, por supuesto, mordidas, la joven se veía envuelta en un placer único que de a poco la estaban llevando a nada más que la locura. Podía sentir cómo su estrecho interior temblaba junto a sus piernas con cada movimiento pendular que realizaba. Esa sensación era sumamente satisfactoria, no sólo el hecho de estar penetrándola, sino que también el recibir sus mordidas, rasguños, escuchar sus salvajes gemidos y sentir ese ferroso sabor a sangre en mi boca con cada intenso beso. Jamás se me había dado la oportunidad de dar rienda suelta a mi yo interior en esta clase de situaciones, hecho que empezaba a convertirse en un vicio, una necesidad.
A medida que seguía embistiéndola en contra de la pared, podía sentir cómo el placer se intensificaba y con ello, empezaría a emitir rugidos cual animal. La intensidad aumentaba, y con ello, el calor. Nuestros cuerpos sudaban y además eran empapados con la saliva que llegaba a caer hacia nuestros cuerpos producto de los apasionados besos. Con cada penetración, se escuchaba un peculiar sonido proveniente del lugar de nuestra conexión, era producto del constante entrar y salir de mi miembro en combinación con la extrema humedad que provenía del interior de la peligris. Un sonido erótico que no hacía más que aumentar el placer.
La posición en la que se encontraba mi compañera, increíblemente no le impidieron seguir reaccionando en base a esos fenomenales instintos, puesto que, separando nuestros labios un instante, aprovechó para recorrer con su boca las diferentes partes de mi cuello, succionando con fuerza dejando ciertas marcas. Aquel era un dolor sumamente placentero, algo que no hacía más que querer aumentar la intensidad. Sus piernas se encontraban firmemente aferradas a mí y usaba sus brazos para dar más impulso y hacer que las penetraciones fueran incluso más profundas. Me volvía en un adicto. Quería más.
Casi como si me estuviera leyendo la mente, la peligris me mordió con una fuerza desmedida, haciendo que nuevamente líquido vital escurriera desde mi cuello, terminando parte de este en su boca. Definitivamente era parecida a mí, un animal salvaje. Inevitablemente, rugí un tanto al momento de esa mordida que terminó por hacer las embestidas más fuertes y frecuentes, pero incluso luego de eso, la joven se apoyó en mis hombros para levantarse y posicionar una de sus piernas sobre mi brazo izquierdo, haciendo que fuera mucho más placentero nuestro encuentro. Sus abiertas piernas no hacían más que permitirme entrar en ella tanto como pudiera. En ese momento, pude escuchar un profundo gemido que proveniente de mi compañera. ¿Ya había acabado? Se notaba que no tenía experiencia. Ante esto, la miré fijamente y pude ver cómo de su boca escurría una mezcla de mi sangre con su saliva y cómo su mirada se encontraba perdida hacia el techo. La joven estaba muriendo.
Debía detenerme, la joven no podría resistir mucho tiempo más, siendo que recién me encontraba empezando. Pero aquella bestia en mi interior ya había sido liberada por las instintivas acciones de la peligrís. Debía controlarme. Mis dientes se apretaban con fuerza a medida que rugía con fuerza cual león enjaulado, mis embestidas iban cesando de a poco, hasta que se detuvieron completamente. Retiré mi miebro, aún firme, del interior de la joven felina para así tomarla y postrarla con poca delicadeza en la cama.
Me senté a su lado, empecé a ver el daño que había hecho la mujer en mí. Podía notar los rasguños, los moretones, las mordidas y la cantidad de sangre que ya empezaba a secarse. El dolor agudo era constante en ciertas zonas, pero no me molestaba, al contrario. Miré a la joven fijamente, se encontraba inconsciente por la acción de hace unos momentos, necesitaba descansar. Pero inevitablemente, y desde esa encorvada posición sonreí un poco para reír entre dientes. La joven había despertado algo en mí que creía perdido, una bestia que había sido enjaulada hace muchos años. Ahora, moría de ganas por enseñarle todo lo que sabía, mostrarle el mundo y viajar con ella, pero por sobretodo, anhelaba seguir haciéndola mía. Me recosté a su lado para descansar y dejar la noche pasar, esperando que a la mañana siguiente ya estuviera mejor. Había llegado la hora de empezar nuestro viaje.
A medida que seguía embistiéndola en contra de la pared, podía sentir cómo el placer se intensificaba y con ello, empezaría a emitir rugidos cual animal. La intensidad aumentaba, y con ello, el calor. Nuestros cuerpos sudaban y además eran empapados con la saliva que llegaba a caer hacia nuestros cuerpos producto de los apasionados besos. Con cada penetración, se escuchaba un peculiar sonido proveniente del lugar de nuestra conexión, era producto del constante entrar y salir de mi miembro en combinación con la extrema humedad que provenía del interior de la peligris. Un sonido erótico que no hacía más que aumentar el placer.
La posición en la que se encontraba mi compañera, increíblemente no le impidieron seguir reaccionando en base a esos fenomenales instintos, puesto que, separando nuestros labios un instante, aprovechó para recorrer con su boca las diferentes partes de mi cuello, succionando con fuerza dejando ciertas marcas. Aquel era un dolor sumamente placentero, algo que no hacía más que querer aumentar la intensidad. Sus piernas se encontraban firmemente aferradas a mí y usaba sus brazos para dar más impulso y hacer que las penetraciones fueran incluso más profundas. Me volvía en un adicto. Quería más.
Casi como si me estuviera leyendo la mente, la peligris me mordió con una fuerza desmedida, haciendo que nuevamente líquido vital escurriera desde mi cuello, terminando parte de este en su boca. Definitivamente era parecida a mí, un animal salvaje. Inevitablemente, rugí un tanto al momento de esa mordida que terminó por hacer las embestidas más fuertes y frecuentes, pero incluso luego de eso, la joven se apoyó en mis hombros para levantarse y posicionar una de sus piernas sobre mi brazo izquierdo, haciendo que fuera mucho más placentero nuestro encuentro. Sus abiertas piernas no hacían más que permitirme entrar en ella tanto como pudiera. En ese momento, pude escuchar un profundo gemido que proveniente de mi compañera. ¿Ya había acabado? Se notaba que no tenía experiencia. Ante esto, la miré fijamente y pude ver cómo de su boca escurría una mezcla de mi sangre con su saliva y cómo su mirada se encontraba perdida hacia el techo. La joven estaba muriendo.
Debía detenerme, la joven no podría resistir mucho tiempo más, siendo que recién me encontraba empezando. Pero aquella bestia en mi interior ya había sido liberada por las instintivas acciones de la peligrís. Debía controlarme. Mis dientes se apretaban con fuerza a medida que rugía con fuerza cual león enjaulado, mis embestidas iban cesando de a poco, hasta que se detuvieron completamente. Retiré mi miebro, aún firme, del interior de la joven felina para así tomarla y postrarla con poca delicadeza en la cama.
Me senté a su lado, empecé a ver el daño que había hecho la mujer en mí. Podía notar los rasguños, los moretones, las mordidas y la cantidad de sangre que ya empezaba a secarse. El dolor agudo era constante en ciertas zonas, pero no me molestaba, al contrario. Miré a la joven fijamente, se encontraba inconsciente por la acción de hace unos momentos, necesitaba descansar. Pero inevitablemente, y desde esa encorvada posición sonreí un poco para reír entre dientes. La joven había despertado algo en mí que creía perdido, una bestia que había sido enjaulada hace muchos años. Ahora, moría de ganas por enseñarle todo lo que sabía, mostrarle el mundo y viajar con ella, pero por sobretodo, anhelaba seguir haciéndola mía. Me recosté a su lado para descansar y dejar la noche pasar, esperando que a la mañana siguiente ya estuviera mejor. Había llegado la hora de empezar nuestro viaje.
InvitadoInvitado
Página 3 de 3. • 1, 2, 3
Página 3 de 3.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Sáb Abr 22, 2017 1:56 am por Invitado
» Temporali RPG - Afiliación Élite
Vie Abr 21, 2017 5:56 pm por Invitado
» Comunidad Homosexual | Eternal Pleasures | REALES | SPORT & UNIVERSITY | APERTURA | ÉLITE.
Vie Abr 21, 2017 4:19 am por Invitado
» Breves Anuncios Administrativos.
Vie Abr 21, 2017 12:25 am por Admin
» En busca de Skypiea y los Diales [Parte 1 - Conquista]
Jue Abr 20, 2017 2:16 pm por Invitado
» Ausenciaaaa :c
Jue Abr 20, 2017 1:19 pm por Invitado
» ¿Que le robarías al de Arriba?
Jue Abr 20, 2017 9:10 am por Invitado
» Búsqueda de colaboradores.
Miér Abr 19, 2017 10:22 pm por Invitado
» Tarea 4.- El hijo del Rey III
Mar Abr 18, 2017 2:28 pm por Invitado