Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
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El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Pasada la medianoche,
Una suave brisa producto de la cercanía del Mar,
Una luna menguante a 3/4, un cielo estrellado.
Una suave brisa producto de la cercanía del Mar,
Una luna menguante a 3/4, un cielo estrellado.
Perderse en el mar siempre era una posibilidad cuando no se tienen habilidades de navegación, y aun teniendo habilidades de navegación, perderse en el mar siempre era un asunto a considerar puesto que un momento de distracción podría costar mucho, la vida incluso a cualquiera que no supiera manejarse en el amplio azul. Era por esto que una persona distraída y sin habilidades de navegación tenia suerte de continuar con vida, considerando que navegaba por su cuenta buscando algo que posiblemente jamas lograría encontrar, las respuestas a las preguntas existenciales de la vida, mismas que han sido inquiridas incontables veces en el pasado, ¿que haría especial a este peliblanco como para que el si pudiese encontrar lo que buscaba? En pocas palabras, no había nada, muchos otros poseían una voluntad superior, o mejores contactos, o más claridad mental, nuestro protagonista era en su máxima expresión sumamente común y ordinario. Pero es entonces cuando uno comienza a tener dudas, pues no existe fuerza más temible que la del hombre común, pues es este quien puebla el mundo y quien procede o hacer retroceder los cambios, sea por sumisión o por revolución. Tal linea de pensamiento nos llevaba al momento actual, donde el sujeto de nuestra historia se hallaba embelesado por las estrellas y dejaba al viento llevar su barco hacia un destino ajeno a sus planes o maquinaciones, no le importaba en lo más mínimo, cualquier lugar era suficiente y bueno, cualquier lugar por más remoto que fuese podría contener pistas o respuestas o sosiego.
El golpe del barco con la costa no hizo al joven alterar su norte, sus ojos continuaban sumergidos en los astros, no había nada que pudiera llevarlo lejos de la belleza de la naturaleza, en especial cuando el clima era como el actual, perfecto en sobremanera, una noche apenas iluminada, con una luna ocultándose y las estrellas intentando llenar su vacío, el viento soplando danzas y susurros a los cuerpos y pieles muchas, no existía nada mejor que ese instante que bien podría considerarse el total opuesto de su pasado, y por ello era incapaz de abandonarlo más a la vez, le pesaba pues su madre aun continuaba sufriendo aquel destino, su fortaleza era inútil a estas alturas pues si aquella mujer no había podido hacerlo, necesitaba superarla, superar incluso a su nueva versión, la que ahora desconocía por completo, debía superarlo todo y luego retornar, se tomo un largo descanso al cerrar sus ojos, vivir día a día podía ser una bendición, incluso cuando se tiene objetivos a tan lejano futuro pues siempre que seas mejor que el día anterior habrás ganado algo, en aquel día o más bien, en aquella noche, Henry no entrenaba su cuerpo sino su mente y trataba de calmar su alma, de protegerla, de darle algo por lo cual añorar y por lo cual sentirse a gusto, de darle libertad, de darle propósito.
El suave mecer del barco producto de las olas que morían en aquel lugar hizo recordar a Sinclair de algo que le habían dicho hace casi 8 años, era gracioso pero a raíz de su pobre habilidad social, esa chica le invitaba a caminar entre multitudes, a interactuar con extraños, a conocer lugares y forzar su mente a entender el mundo más allá de las rejas, cuanto le extrañaba y sus consejos, todo lo demás que le ofrecía, cosas que su alma, su mente y su cuerpo habían aprendido a añorar, a necesitar incluso, ¿donde estaría ella? y ¿estaría observando el mismo cielo? La noche aun era joven por lo que era posible encontrar personas en la calle, por lo que visitar la isla e investigar donde se encontraba y como salir de allí no sería una mala idea, en especial porque en el peor de los casos y tuviese que salir disparado de allí, algo de información no le vendría mal, por lo que aprovechando el velo nocturno y el baño de la reina astro, el albino se introduciría a la isla para ver que le deparaba el lugar, antes de apresurarse y hacer algo innecesario o estúpido, ato el bote para que no fuese batido por el viento y seguido comenzó a avanzar para infiltrarse en la zona, si tenía suerte vería a la civilización antes de que esta le viera a el, de modo que podría comenzar a analizar las cosas de antemano, sin embargo, la realidad siempre tiene sus propias movidas en el tablero...
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
¿Cuánto había pasado desde que su vida se había convertido en una aventura? Prisionera en libertad. Curiosa por naturaleza, se había metido en un montón de líos, en poco tiempo. Y aún, había conseguido de alguna forma mantenerse neutral a todo lo que pasaba en el mundo exterior. Mantuvo su promesa de estar buscando a los culpables del desastre de Swallow, sin unirse a nadie ni crear fuertes ataduras aunque... ¿Era eso cierto? Desde su encuentro con Illya, su mente de vez en cuanto recordaba su cara. Se hubiese unido a él. Le hubiese seguido hasta el fin del mundo, aunque no habían pasado más de una hora juntos, pero su meta era mucho más importante. Investigar. Encontrar. Matar. Aunque son palabras fuertes para alguien como Kotori, escondía con recelo el peso de una misión demasiado peligrosa. No importaba quien era. No importaba que tan fuerte era. No importaba nada más que la venganza. ¿Curioso, no? ¿Quién diría que la joven de ojos azules pudiese sentir sentimientos tan despreciables como aquellos?
Su mano atravesó la cortina diáfana que tapaba la pequeña ventana. El aire puro entraba en la habitación, revoloteando su cabello ligeramente. Había pasado dos días en la isla Down. Otra isla que no conocía anteriormente. Caras nuevas, gente ocupada. Demasiado ocupada para darse cuenta de su presencia. La investigación continuaba. Cualquier dato. Cualquier cosa que podía servirle. Sus ojos y orejas estaban atentos a las conversaciones ajenas, especialmente en tabernas y parecidos. No había oído ni siquiera el nombre de su isla, al parecer había tenido pocos, o ningún visitante. ¿No es gracioso? Es como si la isla jamás hubiese existido. Como si ella en realidad pudiese empezar de nuevo, tornar su mente y olvidar la tragedia. Recordó el rostro del marine que la salvó, intentando animarla y decirle que su pasado, en realidad, nunca ha existido. ¿Qué fácil decirlo, no? Pero ella sabía que había vivido. El dolor, las alegrías, las molestias, las noches solitarias, las torturas. Su maestro. Las veinte vidas perdidas sin ninguna razón aparente. Las muertes injustas. Sólo de pensarlo, sus venas se marcaban mientras que su puño se cerraba con rabia. Muerte por muerte. Dolor por dolor. Pese a las enseñanzas que había recibido toda su vida, el mundo exterior le había demostrado que la humanidad había, en realidad, perdido su camino. Que ya no habían buenas personas. O al menos, que no eran fáciles de encontrar. Y esta noche, como todas las noches que la quedarían en su vida, saldría ahí a fuera sola, atenta. Susceptible a todo lo que iba a escuchar. A todas las pistas y a todos los señales.
Después de un aseo rápido, salió en la noche. El ambiente tranquilo y relajado, hacía que un escalofrío pasara por su espalda. No le gustaba el silencio. Ni tampoco le gustaba sentirse sola. Su cuerpo caminaba de una manera casi robotica, ya que estaba todo tenso. Quería encontrarse de pronto con una multitud de personas para sentirse más segura. Había encontrado un par de borrachos, una pareja a punto de hacerlo en el medio de la calle, y un hombre que dormía en el bordillo. La noche se veía prometedora. Pero el tiempo caminando había hecho que el silencio se sintiera confortable. El aire refrescaba su cuerpo humano, aunque las partes metálicas hacían un sonido molesto en el contacto con la acera. El click era casi todo lo que se escuchaba en aquel momento, como si se tratase de las agujas de un reloj mecánico. Los astros en verdad se veían bonitos. ¿No es curioso? Era el mismo cielo que se veía desde la isla Swollow, y, de alguna forma, bastante diferente. Parecía que había pasado cien años desde que lo dejó todo atrás. Parecía que iba a estar sola por otros cien años. No sabía cual de los cien años iba a ser más difícil aún. Cual iba a ser más largo. Un ruido casi humano atrapó la atención de la rubia, que no tardó en estar en un estado de alerta completo. Entre dos casas, unos ojos amarillos brillaban con intensidad. Su cuerpo se relajó del todo, mostrando una sonrisa agradecida. Se sentó de cuclillas, abrazando sus partes mecánicas y frotando dos dedos con la mano extendida. - Aquí, gatito~ Psss, psss, psss - susurraba con sumo cuidado. Desde la oscuridad, un gato atigrado, se dejaba ver con cierto recelo. Olisqueó los dedos metálicos, moviendo sus mostachos durante un par de segundos, y desapareciendo de un salto de nuevo entre las sombras.
Kotori levantó la mirada del suelo, para encontrarse con la figura de un hombre que caminaba sin ninguna preocupación. No era de extrañar, estaba cerca del puerto, aunque no era una vía principal de acceso a la ciudad. - Adiós, gatito. - susurró con cierta tristeza. No llevaba comida encima así que no podía quedárselo, pero igual, un contacto con un ser viviente de vez en cuando no podía hacer daño.
Su mano atravesó la cortina diáfana que tapaba la pequeña ventana. El aire puro entraba en la habitación, revoloteando su cabello ligeramente. Había pasado dos días en la isla Down. Otra isla que no conocía anteriormente. Caras nuevas, gente ocupada. Demasiado ocupada para darse cuenta de su presencia. La investigación continuaba. Cualquier dato. Cualquier cosa que podía servirle. Sus ojos y orejas estaban atentos a las conversaciones ajenas, especialmente en tabernas y parecidos. No había oído ni siquiera el nombre de su isla, al parecer había tenido pocos, o ningún visitante. ¿No es gracioso? Es como si la isla jamás hubiese existido. Como si ella en realidad pudiese empezar de nuevo, tornar su mente y olvidar la tragedia. Recordó el rostro del marine que la salvó, intentando animarla y decirle que su pasado, en realidad, nunca ha existido. ¿Qué fácil decirlo, no? Pero ella sabía que había vivido. El dolor, las alegrías, las molestias, las noches solitarias, las torturas. Su maestro. Las veinte vidas perdidas sin ninguna razón aparente. Las muertes injustas. Sólo de pensarlo, sus venas se marcaban mientras que su puño se cerraba con rabia. Muerte por muerte. Dolor por dolor. Pese a las enseñanzas que había recibido toda su vida, el mundo exterior le había demostrado que la humanidad había, en realidad, perdido su camino. Que ya no habían buenas personas. O al menos, que no eran fáciles de encontrar. Y esta noche, como todas las noches que la quedarían en su vida, saldría ahí a fuera sola, atenta. Susceptible a todo lo que iba a escuchar. A todas las pistas y a todos los señales.
Después de un aseo rápido, salió en la noche. El ambiente tranquilo y relajado, hacía que un escalofrío pasara por su espalda. No le gustaba el silencio. Ni tampoco le gustaba sentirse sola. Su cuerpo caminaba de una manera casi robotica, ya que estaba todo tenso. Quería encontrarse de pronto con una multitud de personas para sentirse más segura. Había encontrado un par de borrachos, una pareja a punto de hacerlo en el medio de la calle, y un hombre que dormía en el bordillo. La noche se veía prometedora. Pero el tiempo caminando había hecho que el silencio se sintiera confortable. El aire refrescaba su cuerpo humano, aunque las partes metálicas hacían un sonido molesto en el contacto con la acera. El click era casi todo lo que se escuchaba en aquel momento, como si se tratase de las agujas de un reloj mecánico. Los astros en verdad se veían bonitos. ¿No es curioso? Era el mismo cielo que se veía desde la isla Swollow, y, de alguna forma, bastante diferente. Parecía que había pasado cien años desde que lo dejó todo atrás. Parecía que iba a estar sola por otros cien años. No sabía cual de los cien años iba a ser más difícil aún. Cual iba a ser más largo. Un ruido casi humano atrapó la atención de la rubia, que no tardó en estar en un estado de alerta completo. Entre dos casas, unos ojos amarillos brillaban con intensidad. Su cuerpo se relajó del todo, mostrando una sonrisa agradecida. Se sentó de cuclillas, abrazando sus partes mecánicas y frotando dos dedos con la mano extendida. - Aquí, gatito~ Psss, psss, psss - susurraba con sumo cuidado. Desde la oscuridad, un gato atigrado, se dejaba ver con cierto recelo. Olisqueó los dedos metálicos, moviendo sus mostachos durante un par de segundos, y desapareciendo de un salto de nuevo entre las sombras.
Kotori levantó la mirada del suelo, para encontrarse con la figura de un hombre que caminaba sin ninguna preocupación. No era de extrañar, estaba cerca del puerto, aunque no era una vía principal de acceso a la ciudad. - Adiós, gatito. - susurró con cierta tristeza. No llevaba comida encima así que no podía quedárselo, pero igual, un contacto con un ser viviente de vez en cuando no podía hacer daño.
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Adentrarse a una isla desconocida, y esta vez se trata de una completamente desconocida por su distracción, siempre era problemático pues no era capaz de discernir, a veces hasta que era ya demasiado tarde, si se encontraba en territorio amistoso u hostil, la figura del albino era un dolor para los ojos gastados pues se alzaba casi hasta los dos metros y su andar era, filoso, a falta de un mejor termino para describirle, con esto nos referimos a que era perceptible como se encontraba en guardia y como no gastaba ningún movimiento, como si hubiese perfeccionado el arte de caminar y ahora lo usase ajeno a puntos débiles, cada milímetro de su cuerpo estaba resguardado por algo y a la vez, devengaba cierto aura de cuidado. Todo esto era por la tensión que sentía a raíz de la desinformación, era su culpa más no por ello andaría relajado por las calles aguardando su posible muerte a manos de algún individuo desconocido.
El trayecto que recorría Henry pronto se transformo en un callejón a los laterales de ciertas edificaciones, se movía entre las sombras y buscaba a la gente que estuviese despierta o se viese hábil para ayudarle, entre cruces y destellos, la tenue luz de la reina astro iluminaba la blanca cabellera de nuestro protagonista, y se reflejaba de vez en vez en sus azulados orbes, muriendo entonces en el resto de su cuerpo a causa de la tonalidad de las prendas que llevaba consigo, los detalles y decoraciones de la compañera de Sinclair yacían ocultos entre sus dedos o su palma, de modo que no llamaban a la atención y considerando como la vaina era negra era fácil pasarla por alto mientras se resguardaba en la oscuridad. Su andar era a favor del viento, siempre lo había sido puesto que el viento le había llevado a aquella isla y ese mismo viento continuaba soplando a sus espaldas, algo que llevaría en cuenta para cualquier eventualidad.
Un sonido llamo a la atención del pirata, era demasiado suave como para tener que prestarle caso y pretendía continuar avanzando sin mas pero casi de inmediato una voz llamó, se trataba de un gato y esta chica -puesto que la voz era femenina- le hacía compañía, no había que ser un genio para descifrar que si una persona estaba lo suficientemente despierta como para percibir la presencia de un gato en sus inmediaciones, entonces estaba lo suficientemente despierta como para sostener una conversación, a veces las llegadas nocturnas de Henry tenían esa problemática de no encontrar a nadie dispuesto o lo suficientemente coherente para relacionarse, el haberse distraído le imposibilito saber de donde había salido el felino y la voz había sonado cerca más hubo sido una articulación de palabras cortas por lo que no tenia idea de su origen exacto, sin temor salio de las sombras y se relajó, no deseaba asustar a quizás la única persona en la isla que pudiese hablarle, casi de inmediato la joven habló nuevamente y Henry consiguió volverse y visualizarla, era una extraña y aun así, sus ropajes, vendajes y mirada le parecían sumamente familiar, por lo que se detuvo en su lugar y se mantuvo observando a la mujer en silencio pero más que verla, intentaba descifrarla, tal vez por este silencio perdería su oportunidad de conectar con la misma, sin embargo, estaba sumido en sus cavilaciones, al menos por el momento.
El trayecto que recorría Henry pronto se transformo en un callejón a los laterales de ciertas edificaciones, se movía entre las sombras y buscaba a la gente que estuviese despierta o se viese hábil para ayudarle, entre cruces y destellos, la tenue luz de la reina astro iluminaba la blanca cabellera de nuestro protagonista, y se reflejaba de vez en vez en sus azulados orbes, muriendo entonces en el resto de su cuerpo a causa de la tonalidad de las prendas que llevaba consigo, los detalles y decoraciones de la compañera de Sinclair yacían ocultos entre sus dedos o su palma, de modo que no llamaban a la atención y considerando como la vaina era negra era fácil pasarla por alto mientras se resguardaba en la oscuridad. Su andar era a favor del viento, siempre lo había sido puesto que el viento le había llevado a aquella isla y ese mismo viento continuaba soplando a sus espaldas, algo que llevaría en cuenta para cualquier eventualidad.
Un sonido llamo a la atención del pirata, era demasiado suave como para tener que prestarle caso y pretendía continuar avanzando sin mas pero casi de inmediato una voz llamó, se trataba de un gato y esta chica -puesto que la voz era femenina- le hacía compañía, no había que ser un genio para descifrar que si una persona estaba lo suficientemente despierta como para percibir la presencia de un gato en sus inmediaciones, entonces estaba lo suficientemente despierta como para sostener una conversación, a veces las llegadas nocturnas de Henry tenían esa problemática de no encontrar a nadie dispuesto o lo suficientemente coherente para relacionarse, el haberse distraído le imposibilito saber de donde había salido el felino y la voz había sonado cerca más hubo sido una articulación de palabras cortas por lo que no tenia idea de su origen exacto, sin temor salio de las sombras y se relajó, no deseaba asustar a quizás la única persona en la isla que pudiese hablarle, casi de inmediato la joven habló nuevamente y Henry consiguió volverse y visualizarla, era una extraña y aun así, sus ropajes, vendajes y mirada le parecían sumamente familiar, por lo que se detuvo en su lugar y se mantuvo observando a la mujer en silencio pero más que verla, intentaba descifrarla, tal vez por este silencio perdería su oportunidad de conectar con la misma, sin embargo, estaba sumido en sus cavilaciones, al menos por el momento.
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Se levantó desde aquella posición con tranquilidad, mirando al suelo y dispuesta a seguir su camino. Ya se había acostumbrado a la soledad, y, aparentemente no iba a ser hoy un día diferente. Suspiró un tanto y dio el primer paso, aunque no tardó en pararse en seco al mirar delante suyo. Sus ojos se achinaron un poco, para observar mejor. ¿La persona que había a unos metros, estaba aún parado, mirando. De una manera instintiva, hizo ademán de dar un paso atrás, aunque se mantuvo en la misma posición. ¿Quién era?¿Qué quería? ¿Qué tan normal era que un total desconocido se hubiese parado a mirarla? ¿O estaba mirando al gato? Sus orbes se movieron rápidamente para ver los alrededores. La primera regla de una lucha. Después, miró de arriba abajo al hombre. Albino, quizás de la misma edad que ella. Considerablemente más alto y fornido, pero ella mejor que nadie sabía que eso no era una norma en cuanto a la lucha. Un cuerpo más grande puede significar un adversario más lento.
- ¿Hola? - preguntó. Ni siquiera sabía si era humano, aunque lo parecía, pero desde que había salido de su isla había encontrado todo tipo de... personas extrañas así que más valía ver con los propios ojos que suponer. Los alrededores seguían siendo oscuros, callados. Serenos. Miró por el rabillo del ojo a su derecha para observar que el gato ya no estaba ahí. ¿Significaba que el hombre la estaba observando? De alguna forma, eso la daba miedo. - ¿N-N-necesita algo? - repuso, a pocos segundos después. Su pierna temblorosa se movió un tanto, dando un paso al frente. ¿Porqué tenía tanto miedo? ¿Era la expresión dura del hombre? ¿La soledad de la calle? ¿El silencio que había entre los dos? Su cuerpo se tensaba sin querer. Sus mandíbulas se cerraban y apretaban entre sí. Por un momento, no respiró. ¿Porqué lo estaba viendo como un adversario? Se sintió estúpida en ese mismo momento, e intentó relajarse. Notó lo que parecía una espada envainada como una de las pertenencias del hombre. ¿Debería eso calmarla de alguna forma?
Cerró los ojos mirando al frente, y los volvió a abrir, esta vez con un brillo menos... defensivo. Su cuerpo se había conseguido relajar un poco, y una sonrisa cálida invadió su rostro, como siempre. - ¿Se ha perdido? - preguntó, de manera inocente, aunque ella no era en la mejor posición de dar direcciones allá puesto que llevaba solo dos días en la isla. Y, porque no ser sinceros, él no parecía perdido. Había cierto aura de misterio. ¿Le sonaba? Su memoria, era, por desgracia, demasiado buena en cuanto a caras y nombres. No le había visto nunca aunque aún así, tenía ese aire de.... ¿familiaridad? Como cuando vas a la misma escuela con alguien y lo reconoces, pero no sabrías decir su clase ni nombre. Gracioso. Aún así, no podía leer sus intenciones. No podía leer quien era, ni que deseaba. Aún tenía miedo de un ataque sorpresa. Quien sabe que lunático era, como el que se había encontrado en el reino de Lvneel.
Decidió dejar de comerse la cabeza. Ella estaba más que preparada, ¿verdad? No se trataba de una doncella en apuros ni nada de eso, era más que capaz de pelear si eso es lo que él había venido a buscar. Y aún así, su miedo parecía no tener fundación alguna. ¿Estaba demasiado sensible hoy? Desvió la mirada hacía al cielo durante un segundo. Unas dos semanas sin haber hablado con alguien la había transformado en una total ermitaña por lo visto. Su mirada azul se posó de nuevo sobre el gran cuerpo que se veía suficientemente bien en la distancia. ¿Quién eres? pensó, como si trataba de comunicarse de forma telepática, inquisitiva, silenciosa.
- ¿Hola? - preguntó. Ni siquiera sabía si era humano, aunque lo parecía, pero desde que había salido de su isla había encontrado todo tipo de... personas extrañas así que más valía ver con los propios ojos que suponer. Los alrededores seguían siendo oscuros, callados. Serenos. Miró por el rabillo del ojo a su derecha para observar que el gato ya no estaba ahí. ¿Significaba que el hombre la estaba observando? De alguna forma, eso la daba miedo. - ¿N-N-necesita algo? - repuso, a pocos segundos después. Su pierna temblorosa se movió un tanto, dando un paso al frente. ¿Porqué tenía tanto miedo? ¿Era la expresión dura del hombre? ¿La soledad de la calle? ¿El silencio que había entre los dos? Su cuerpo se tensaba sin querer. Sus mandíbulas se cerraban y apretaban entre sí. Por un momento, no respiró. ¿Porqué lo estaba viendo como un adversario? Se sintió estúpida en ese mismo momento, e intentó relajarse. Notó lo que parecía una espada envainada como una de las pertenencias del hombre. ¿Debería eso calmarla de alguna forma?
Cerró los ojos mirando al frente, y los volvió a abrir, esta vez con un brillo menos... defensivo. Su cuerpo se había conseguido relajar un poco, y una sonrisa cálida invadió su rostro, como siempre. - ¿Se ha perdido? - preguntó, de manera inocente, aunque ella no era en la mejor posición de dar direcciones allá puesto que llevaba solo dos días en la isla. Y, porque no ser sinceros, él no parecía perdido. Había cierto aura de misterio. ¿Le sonaba? Su memoria, era, por desgracia, demasiado buena en cuanto a caras y nombres. No le había visto nunca aunque aún así, tenía ese aire de.... ¿familiaridad? Como cuando vas a la misma escuela con alguien y lo reconoces, pero no sabrías decir su clase ni nombre. Gracioso. Aún así, no podía leer sus intenciones. No podía leer quien era, ni que deseaba. Aún tenía miedo de un ataque sorpresa. Quien sabe que lunático era, como el que se había encontrado en el reino de Lvneel.
Decidió dejar de comerse la cabeza. Ella estaba más que preparada, ¿verdad? No se trataba de una doncella en apuros ni nada de eso, era más que capaz de pelear si eso es lo que él había venido a buscar. Y aún así, su miedo parecía no tener fundación alguna. ¿Estaba demasiado sensible hoy? Desvió la mirada hacía al cielo durante un segundo. Unas dos semanas sin haber hablado con alguien la había transformado en una total ermitaña por lo visto. Su mirada azul se posó de nuevo sobre el gran cuerpo que se veía suficientemente bien en la distancia. ¿Quién eres? pensó, como si trataba de comunicarse de forma telepática, inquisitiva, silenciosa.
InvitadoInvitado
Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
La voz de la fémina le saco de su ensimismamiento y trayéndolo nuevamente a la realidad y al presente, en la parte trasera de su mente un eco hacía acto de presencia, eran las palabras que le habían despertado de sus sueños despiertos pero ¿cuales habían sido? antes de poder completar su búsqueda las mismas llegaron de golpe al escuchar por nueva cuenta la voz de la joven, quien ahora realizaba otra interrogante, la primera siendo un saludo temeroso y la segunda, una inquisición sobre sus motivos de estar allí. A estas alturas el albino pretendía responder más una mirada al físico de la chica le detuvo, una de sus piernas parecían temblar, su rostro se tornaba tosco, sus ojos aparentaban estar incómodos, ¿acaso ella temía? Por un instante esta linea de pensamiento le choco y le hizo helarse, nunca se había considerado a si mismo una amenaza para los demás, en cambio siempre había intentado parecer lo más neutral posible y allí estaba, frente a una chica que bien podía redactar la historia de su vida a base de sus propias experiencias, aquel rostro, no el rostro en sí sino lo que se encontraba detrás del mismo, lo había visto antes muchas veces, en ocasiones incluso frente al espejo.
Tras unos momentos en los cuales el propio peliblanco continuo en silencio, la rubia se recompuso y volvió a hablar, su tono era distinto, más amigable, menos quebrado, más propio de una persona que se ha calmado. Los orbes azulados de nuestro protagonista la buscaron nuevamente y vieron en ella la ausencia de todos los indicadores previos, quizás solo había sido la sorpresa y el recuerdo lo que le habían provocado tal reacción, quizás no era el chico en si pero esto en vez de alegrarlo solo le entristeció, vivir la vida con ese afán, con esa respuesta inicial a todas las cosas desconocidas era horrible, lo sabía bien pues durante años ese fue su caso, tal vez aquella mujer no tenía demasiado de haber salido de su infierno personal o tal vez, nunca hubo superado los eventos de aquel lugar. Casi como un aviso propio, la mente de Henry le aviso que la chica le había dirigido la palabra unas tres veces y el se mantenía callado, lo cual era descortés y extraño, por lo cual respondió con rapidez en el mismo orden en el cual se comunicaron con el mismo, su tono cargaba cierta pena, tanto por la chica frente a el como por su propio caso, nunca era divertido hallar personas que sufrieron al igual que el, esas miradas perdidas y profundas tan solo le recordaban sus propios ojos, y aquellas mascaras perfectas para el mundo, no eran más que invisibles a los ojos de quienes se encontraban igual de perdidos y rotos. -Hola- dijo para iniciar la conversación o en este caso, continuarla, dándole a entender a la joven que si le había escuchado antes. -¿Donde estoy?- preguntó con cierta inocencia en su voz y una media sonrisa en sus labios. -No realmente, solo me distraje con las estrellas y termine aquí, solo que no se donde es "aquí"- Tras escucharse a si mismo, era evidente que si estaba perdido, no importaba como expresara su situación de modo que llevo su mano libre hasta su cabeza y acarició sus cabellos mientras convertía la media sonrisa en una completa, incluso suavizando su mirada. -Bueno, supongo que si estoy perdido- confesó en cierto modo percatándose de la gravedad de su propia situación, que si bien podía simplemente zarpar de nuevo y enfrentarse al mar, la desinformación siempre era desfavorable.
Habiendo completado la primera fase de su reacción, dígase, habiendo respondido las interrogantes de la joven frente a el, nuestro protagonista comenzó a avanzar en dirección a la chica, sus pasos eran lentos y medidos, se movió hasta despejarse de la oscuridad que le rodeaba mostrando su figura en su totalidad, siendo bañada por las luces de la calle y el sutil velo de la luna, la acerca se encontraba cerca de su posición por lo cual se movió hacia la misma y se sentó en esta, llevando sus ojos al cielo por nueva cuenta. -Nunca me canso de verlas- Se refería sin lugar a dudas de las estrellas pero no había felicidad en su tono, ni alegría en su semblante, un suspiro y sus ultimas palabras abandonaron sus labios. -Mi nombre es Henry, ¿cual es el tuyo?- No había necesidad de continuar siendo extraños.
Tras unos momentos en los cuales el propio peliblanco continuo en silencio, la rubia se recompuso y volvió a hablar, su tono era distinto, más amigable, menos quebrado, más propio de una persona que se ha calmado. Los orbes azulados de nuestro protagonista la buscaron nuevamente y vieron en ella la ausencia de todos los indicadores previos, quizás solo había sido la sorpresa y el recuerdo lo que le habían provocado tal reacción, quizás no era el chico en si pero esto en vez de alegrarlo solo le entristeció, vivir la vida con ese afán, con esa respuesta inicial a todas las cosas desconocidas era horrible, lo sabía bien pues durante años ese fue su caso, tal vez aquella mujer no tenía demasiado de haber salido de su infierno personal o tal vez, nunca hubo superado los eventos de aquel lugar. Casi como un aviso propio, la mente de Henry le aviso que la chica le había dirigido la palabra unas tres veces y el se mantenía callado, lo cual era descortés y extraño, por lo cual respondió con rapidez en el mismo orden en el cual se comunicaron con el mismo, su tono cargaba cierta pena, tanto por la chica frente a el como por su propio caso, nunca era divertido hallar personas que sufrieron al igual que el, esas miradas perdidas y profundas tan solo le recordaban sus propios ojos, y aquellas mascaras perfectas para el mundo, no eran más que invisibles a los ojos de quienes se encontraban igual de perdidos y rotos. -Hola- dijo para iniciar la conversación o en este caso, continuarla, dándole a entender a la joven que si le había escuchado antes. -¿Donde estoy?- preguntó con cierta inocencia en su voz y una media sonrisa en sus labios. -No realmente, solo me distraje con las estrellas y termine aquí, solo que no se donde es "aquí"- Tras escucharse a si mismo, era evidente que si estaba perdido, no importaba como expresara su situación de modo que llevo su mano libre hasta su cabeza y acarició sus cabellos mientras convertía la media sonrisa en una completa, incluso suavizando su mirada. -Bueno, supongo que si estoy perdido- confesó en cierto modo percatándose de la gravedad de su propia situación, que si bien podía simplemente zarpar de nuevo y enfrentarse al mar, la desinformación siempre era desfavorable.
Habiendo completado la primera fase de su reacción, dígase, habiendo respondido las interrogantes de la joven frente a el, nuestro protagonista comenzó a avanzar en dirección a la chica, sus pasos eran lentos y medidos, se movió hasta despejarse de la oscuridad que le rodeaba mostrando su figura en su totalidad, siendo bañada por las luces de la calle y el sutil velo de la luna, la acerca se encontraba cerca de su posición por lo cual se movió hacia la misma y se sentó en esta, llevando sus ojos al cielo por nueva cuenta. -Nunca me canso de verlas- Se refería sin lugar a dudas de las estrellas pero no había felicidad en su tono, ni alegría en su semblante, un suspiro y sus ultimas palabras abandonaron sus labios. -Mi nombre es Henry, ¿cual es el tuyo?- No había necesidad de continuar siendo extraños.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Finalmente, él rompió el silencio. Dejó libre una voz bastante masculina, pero que en realidad pegaba mucho a su cuerpo. Aún así, era demasiado.... ¿suave? ¿Inocente? Sus ojos no abandonaron la figura ajena, por si acaso. No le gustaba estar en alerta siempre pero ¿qué más podía hacer? Más de una vez se sentía ajena al mundo. Más de una vez, desde que salió de su isla, se sentía como que todo lo que ocurría era demasiado difícil de asimilar para ella. Demasiado complejo y complicado. Nunca había conocido tanta gente nueva de golpe. Todos eran diferentes, a diferencia del templo donde solo habían veinte personas, y aún así ahí le fue bastante complicado. Entender quién era quién, ya que todos son muy diferentes, era una tarea cansina. ¿Tendría que volver a Swallow y olvidarse de todo? ¿Vivir en una isla desierta, ella sola junto a todas las golondrinas? Por un momento, la idea se hizo sumamente apetecible. Volvió a la realidad con la voz del hombre nuevamente.
Se encontraba en la isla Down desde hace dos días. En el callejón desde hace unos cinco minutos. En frente de un desconocido, desde hace un minuto. Aún intentaba entender que era lo que estaba pasando. De repente hubiese querido que alguien conocido estuviese alrededor, para sentirse algo más ... cómoda. Pese a que era curiosa e inquisitiva, el aura misterioso del albino la intimidaba. No es que fuese una cobarde ni mucho menos, ni tampoco una persona conflictiva. Justo porque no era una persona conflictiva, odiaba los momentos tensos, ese tipo de momentos que nunca sabes como van a terminar. Pero él parecía perdido, de alguna forma. Aunque eso no se lo creía en totalidad. Era inocente, sí. Era. En pasado. Salir de su isla le había conferido una nueva visión del mundo. Mentirosos, estafadores. Personas que engañan con tan solo una mirada. Quizás conocer tanta gente en tan solo unas semanas la había empujado a ser susceptible y diferente. El hecho de que era de noche y de que él había hecho una aparición un poco... extraña, hacía que ella sospechase más.
¿Mirar las estrellas y perderse? Sonaba tan... impropio de una persona tan grande como él. Su cara se torció, mostrando dudas. En realidad, casi siempre lo que pensaba lo mostraba sobre su cara. Algo que nunca había aprendido a ocultar, como si en verdad se tratara de un libro abierto. ¿Acaso tenía secretos por si misma? Sonrió con tristeza, mientras que volvía a examinar al albino, que ahora daba un par de pasos para dejar verse en su totalidad. El acercamiento dejó ver la diferencia de estaturas aún más clara. Las extremidades metálicas de Kotori brillaban con fuerza bajo la luz de la luna, así como sus ojos inquisitivos. Hace unas semanas había decidido emprender un camino que le venía demasiado grande, pero aún así hizo la decisión. Del mismo modo que hacía la decisión de levantarse todas las mañanas. De respirar. De investigar. Hacía decisiones en todo momento así que ¿porqué ese momento iba a ser diferente? Arriesgarse. Tomarse la vida con filosofía. Confiar.
Dio un par de pasos hasta quedar justo debajo otra luz, a un metro del desconocido, quien curiosamente ahora se presentaba. Aún así, no podía sentirse extrañada por su "carácter aparente". Sensible, tierno. Sentía tintes de añoranza. Ensimismamiento. ¿Cuál era el motivo de su aparente sufrimiento? ¿Porqué se mostraba débil ante una desconocida? ¿Táctica o verdad? Multitudes de preguntas que por un momento dejaron ver como ella entrecerraba los ojos mientras que miraba a Sinclair con insistencia. Observación. Sonrió de la misma forma que anteriormente, extendiendo una de sus manos metálicas, de forma amistosa. - Kotori. - contestó decidida a su pregunta, esperando encontrar el tacto de la otra mano. - Estás en el barrio pobre de la Isla Down, Grey terminal. No vas a encontrar nada interesante aquí más que peleas, y otro tipo de problemas. - "al menos que eso es lo que estás buscando" pensó.
No sabía que decir más. Ni sabía porqué él la hacía sentirse incómoda y familiar al mismo tiempo. ¿Era la soledad del entorno?¿Era por le hecho de que el llevaba un arma a plena vista? Ella no era la más indicada como para decir nada, si alguien era el bicho raro ahí, ese era ella. Se sintió por un momento tonta por pensar lo que pensaba, y con una pequeña risa su incomodidad se descompuso como si jamás hubiese existido. ¿Quién era ella para juzgar? Si ella era la última persona que podía considerarse normal en ese mundo. Al menos a simple vista. - Menudo arma que llevas ahí. - hizo un comentario inocente, mirando lo que ahora parecía ser una katana. La verdad es que no tenía ni idea de usar armas, pero si que había visto armas en el templo así que alguna idea se podía hacer. - Aunque no te culpo, por este sitio nunca puedes andar con comodidad. Es casi un vertedero. - dijo de manera corta, quizás más para ella misma que para la otra persona.
Miró el cielo como Henry lo había hecho anteriormente. Tenía razón. La luna y las estrellas eran hermosas. Casi que hasta se veían mejor que desde el centro del poblado, ya que no había tanta luz alrededor. - Si caminas algo más hay un sitio donde hacen una leche genial y está bastante más cuidado que aquí. ¿ Qué viniste a hacer a esta isla? - preguntó con curiosidad. Ahora, parecía que todo lo anterior había quedado en el olvido. Henry parecía un tipo bastante común. Grande, pero común. No entendía muy bien porqué los astros la habían guido hacía tal situación, ni entendía que era lo que el destino esperaba de aquel encuentro, pero lo cierto es que ella no se iba a interponer en los planes de su creador.
Se encontraba en la isla Down desde hace dos días. En el callejón desde hace unos cinco minutos. En frente de un desconocido, desde hace un minuto. Aún intentaba entender que era lo que estaba pasando. De repente hubiese querido que alguien conocido estuviese alrededor, para sentirse algo más ... cómoda. Pese a que era curiosa e inquisitiva, el aura misterioso del albino la intimidaba. No es que fuese una cobarde ni mucho menos, ni tampoco una persona conflictiva. Justo porque no era una persona conflictiva, odiaba los momentos tensos, ese tipo de momentos que nunca sabes como van a terminar. Pero él parecía perdido, de alguna forma. Aunque eso no se lo creía en totalidad. Era inocente, sí. Era. En pasado. Salir de su isla le había conferido una nueva visión del mundo. Mentirosos, estafadores. Personas que engañan con tan solo una mirada. Quizás conocer tanta gente en tan solo unas semanas la había empujado a ser susceptible y diferente. El hecho de que era de noche y de que él había hecho una aparición un poco... extraña, hacía que ella sospechase más.
¿Mirar las estrellas y perderse? Sonaba tan... impropio de una persona tan grande como él. Su cara se torció, mostrando dudas. En realidad, casi siempre lo que pensaba lo mostraba sobre su cara. Algo que nunca había aprendido a ocultar, como si en verdad se tratara de un libro abierto. ¿Acaso tenía secretos por si misma? Sonrió con tristeza, mientras que volvía a examinar al albino, que ahora daba un par de pasos para dejar verse en su totalidad. El acercamiento dejó ver la diferencia de estaturas aún más clara. Las extremidades metálicas de Kotori brillaban con fuerza bajo la luz de la luna, así como sus ojos inquisitivos. Hace unas semanas había decidido emprender un camino que le venía demasiado grande, pero aún así hizo la decisión. Del mismo modo que hacía la decisión de levantarse todas las mañanas. De respirar. De investigar. Hacía decisiones en todo momento así que ¿porqué ese momento iba a ser diferente? Arriesgarse. Tomarse la vida con filosofía. Confiar.
Dio un par de pasos hasta quedar justo debajo otra luz, a un metro del desconocido, quien curiosamente ahora se presentaba. Aún así, no podía sentirse extrañada por su "carácter aparente". Sensible, tierno. Sentía tintes de añoranza. Ensimismamiento. ¿Cuál era el motivo de su aparente sufrimiento? ¿Porqué se mostraba débil ante una desconocida? ¿Táctica o verdad? Multitudes de preguntas que por un momento dejaron ver como ella entrecerraba los ojos mientras que miraba a Sinclair con insistencia. Observación. Sonrió de la misma forma que anteriormente, extendiendo una de sus manos metálicas, de forma amistosa. - Kotori. - contestó decidida a su pregunta, esperando encontrar el tacto de la otra mano. - Estás en el barrio pobre de la Isla Down, Grey terminal. No vas a encontrar nada interesante aquí más que peleas, y otro tipo de problemas. - "al menos que eso es lo que estás buscando" pensó.
No sabía que decir más. Ni sabía porqué él la hacía sentirse incómoda y familiar al mismo tiempo. ¿Era la soledad del entorno?¿Era por le hecho de que el llevaba un arma a plena vista? Ella no era la más indicada como para decir nada, si alguien era el bicho raro ahí, ese era ella. Se sintió por un momento tonta por pensar lo que pensaba, y con una pequeña risa su incomodidad se descompuso como si jamás hubiese existido. ¿Quién era ella para juzgar? Si ella era la última persona que podía considerarse normal en ese mundo. Al menos a simple vista. - Menudo arma que llevas ahí. - hizo un comentario inocente, mirando lo que ahora parecía ser una katana. La verdad es que no tenía ni idea de usar armas, pero si que había visto armas en el templo así que alguna idea se podía hacer. - Aunque no te culpo, por este sitio nunca puedes andar con comodidad. Es casi un vertedero. - dijo de manera corta, quizás más para ella misma que para la otra persona.
Miró el cielo como Henry lo había hecho anteriormente. Tenía razón. La luna y las estrellas eran hermosas. Casi que hasta se veían mejor que desde el centro del poblado, ya que no había tanta luz alrededor. - Si caminas algo más hay un sitio donde hacen una leche genial y está bastante más cuidado que aquí. ¿ Qué viniste a hacer a esta isla? - preguntó con curiosidad. Ahora, parecía que todo lo anterior había quedado en el olvido. Henry parecía un tipo bastante común. Grande, pero común. No entendía muy bien porqué los astros la habían guido hacía tal situación, ni entendía que era lo que el destino esperaba de aquel encuentro, pero lo cierto es que ella no se iba a interponer en los planes de su creador.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Podía ser de mala educación perder de vista a la persona con quien sostienes una conversación, debía de ser impropio o incluso grosero distraerse de esa manera y sin embargo, el albino lo hacía. Tras haber revelado su nombre volvió a sumirse en las estrellas, la joven a su lado no parecía ser peligrosa y aun así lo era, no tenía intenciones de enfrentarla, por como se encontraba el cielo y por el recuerdo de como tendría en poco tiempo exactamente 8 años de haberse librado de aquel horrible lugar, su capacidad para mantenerse cuerdo no era demasiado alta. Los sutiles pasos de la fémina le recordaron a alguien, un ser sin nombre, un hombre que había muerto frente a sus ojos tras intentar avanzar mientras su cuerpo presentaba quemaduras imposibles, su piel se había derretido hasta el punto en que comenzó a sudar la misma, descubriendo su carne con cada "chorro" de piel que descendía al suelo más el típico rojizo de esta había sido sustituido por un oscuro negro, similar al carbón, la única parte clara del cuerpo de aquel individuo eran sus ojos, el resto tan solo era un recordatorio de lo que acontecería a cualquiera que se alzara contra los carceleros cuando los mismos realizaban sus rondas habituales. Este preso, al igual que la rubia, consiguió un par de pasos previo a detenerse y dejarse caer hasta la muerte, solo que Kotori como posteriormente se presentaría, no se lanzaba hacia la parca sino que en cambio, solamente se acercaba un poco más al peliblanco. La misma parecía tener sus propias cavilaciones sobre todo el asunto, en cualquier otra instancia pudiera haber conversado con esta sobre un millar de temas pero no en aquella noche, no en la noche preludio a la víspera del aniversario de su liberación.
Para Henry, si era posible, deseaba pasar las próximas noches sentado allí, rodeado de nada en completo silencio, observando el cielo no solo con sus propios ojos sino con todos los ojos de aquellos que dejo atrás, en especial con los de su madre, si es que la misma aun permanecía con vida. El arma a su lado reposaba, incluso el espíritu de aquel filo era lo suficientemente decente como para silenciarse durante aquel evento, le dejaría sopesar las cosas y lamentarse en paz, a pesar de todos los años que habían transcurrido aún continuaba siendo demasiado débil, aun desconocía la verdad y lo único que había logrado era apenas una media sanidad mental y el contra-efecto de conectar con todos aquellos que sufrían, extrapolando esas situaciones a su propia persona como si todo el sufrimiento del mundo fuese suyo para cargar y vencer. No había alcanzado nada, era en todos los sentidos, un rotundo y total fracaso.
Las palabras de la chica al lado de nuestro protagonista resonaban en su mente, no pretendía mostrarse tan frio o ajeno y aun así, eso era lo que proyectaba con su falta de reacción a lo que esta decía, eventualmente la misma se silencio, quizas por haber terminado de hablar o tal vez porque sentía que interactuaba con una pared, de cualquier forma el albino no contesto a sus comentarios, preguntas y afirmaciones de inmediato, se mantuvo ocupado con las estrellas, con la luna y las ideas que llenaban su mente, los recuerdos, buenos y malos, las aspiraciones y todo aquello que se había atrevido a soñar tras haberla conocido, tras haber entendido todo lo que ella representaba para el y lo que le podría deparar el futuro. No se atrevía a sonreír, no se atrevía a hallarse feliz, no lo merecía aun, tenía un deber por cumplir uno implícito desde su nacimiento, hasta no cumplirlo no sería realmente libre, libre, menuda palabra y menudo significado que cargaba consigo, Sinclair continuaba encerrado en aquella prisión, quizás no en cuerpo pero si en otros aspectos de su ser, ¿Que le diría Mels en este momento? No podría afirmarlo con seguridad pero posiblemente le diría que apreciara lo que tenía enfrente antes de soñar despierto, de modo que volvió su rostro hacía su acompañante en aquella velada, sus ojos cargados de memorias que se desvanecían mientras la mente del pirata se acercaba a la realidad.
-Mucho gusto- Dijo con calidez y alcanzó la mano contraria con rapidez, era posible que ya estuviera retrayéndola por todo el tiempo que había tardado en reaccionar. La apretó con fuerza para hacerle ver que se encontraba allí, con ella, en ese instante. -Gustaría de evitarlos de ser posible- Esta vez se refería a los problemas, la paz que se mostraba en aquella noche al parecer era inusual durante los días, y eso ciertamente era lamentable. Seguido de esto iba el comentario sobre el arma, ¿realmente debía dar contestación a ello? En lo personal sentía que no debía, podía haber sido solo un modo de librar presión más a la vez, no deseaba dejar nada al azar. -Una promesa con forma de espada, una pesada carga si me lo preguntas- Reveló a pesar de que con ello daría más información de la esperada por la muchacha, no le importaba, si iba a superar su debilidad debía afrontar de cara todos los conflictos que le agobiaban, y ese sable era uno de ellos, decirlo en voz alta le ayudaba o al menos sentía que lo hacía y eso era importante. El comentario casual sobre la razón de llevar un arma parecía acertado, solo asintió como quien desea transmitir aceptación a dichas palabras pero había transcurrido tanto desde entonces que quizás no se percataría de ello, de todos modos asintió y continuo con las ultimas palabras que le fueron dedicadas. -Suena interesante- había cierto asombro en su tono, además de la materna, no había probado la leche sino hasta su adolescencia y aun no se hacía a la idea de tomarla con regularidad, su textura era extraña por lo que probar un nuevo tipo debía brindarle otra perspectiva. Luego de esto, suspiro y poso sus ojos fijamente en los de la rubia, -He dicho que me he perdido y acabado aquí por error, no tengo nada que buscar aquí- Hablaba la verdad, aun si nadie se atrevía a creerle.
Para Henry, si era posible, deseaba pasar las próximas noches sentado allí, rodeado de nada en completo silencio, observando el cielo no solo con sus propios ojos sino con todos los ojos de aquellos que dejo atrás, en especial con los de su madre, si es que la misma aun permanecía con vida. El arma a su lado reposaba, incluso el espíritu de aquel filo era lo suficientemente decente como para silenciarse durante aquel evento, le dejaría sopesar las cosas y lamentarse en paz, a pesar de todos los años que habían transcurrido aún continuaba siendo demasiado débil, aun desconocía la verdad y lo único que había logrado era apenas una media sanidad mental y el contra-efecto de conectar con todos aquellos que sufrían, extrapolando esas situaciones a su propia persona como si todo el sufrimiento del mundo fuese suyo para cargar y vencer. No había alcanzado nada, era en todos los sentidos, un rotundo y total fracaso.
Las palabras de la chica al lado de nuestro protagonista resonaban en su mente, no pretendía mostrarse tan frio o ajeno y aun así, eso era lo que proyectaba con su falta de reacción a lo que esta decía, eventualmente la misma se silencio, quizas por haber terminado de hablar o tal vez porque sentía que interactuaba con una pared, de cualquier forma el albino no contesto a sus comentarios, preguntas y afirmaciones de inmediato, se mantuvo ocupado con las estrellas, con la luna y las ideas que llenaban su mente, los recuerdos, buenos y malos, las aspiraciones y todo aquello que se había atrevido a soñar tras haberla conocido, tras haber entendido todo lo que ella representaba para el y lo que le podría deparar el futuro. No se atrevía a sonreír, no se atrevía a hallarse feliz, no lo merecía aun, tenía un deber por cumplir uno implícito desde su nacimiento, hasta no cumplirlo no sería realmente libre, libre, menuda palabra y menudo significado que cargaba consigo, Sinclair continuaba encerrado en aquella prisión, quizás no en cuerpo pero si en otros aspectos de su ser, ¿Que le diría Mels en este momento? No podría afirmarlo con seguridad pero posiblemente le diría que apreciara lo que tenía enfrente antes de soñar despierto, de modo que volvió su rostro hacía su acompañante en aquella velada, sus ojos cargados de memorias que se desvanecían mientras la mente del pirata se acercaba a la realidad.
-Mucho gusto- Dijo con calidez y alcanzó la mano contraria con rapidez, era posible que ya estuviera retrayéndola por todo el tiempo que había tardado en reaccionar. La apretó con fuerza para hacerle ver que se encontraba allí, con ella, en ese instante. -Gustaría de evitarlos de ser posible- Esta vez se refería a los problemas, la paz que se mostraba en aquella noche al parecer era inusual durante los días, y eso ciertamente era lamentable. Seguido de esto iba el comentario sobre el arma, ¿realmente debía dar contestación a ello? En lo personal sentía que no debía, podía haber sido solo un modo de librar presión más a la vez, no deseaba dejar nada al azar. -Una promesa con forma de espada, una pesada carga si me lo preguntas- Reveló a pesar de que con ello daría más información de la esperada por la muchacha, no le importaba, si iba a superar su debilidad debía afrontar de cara todos los conflictos que le agobiaban, y ese sable era uno de ellos, decirlo en voz alta le ayudaba o al menos sentía que lo hacía y eso era importante. El comentario casual sobre la razón de llevar un arma parecía acertado, solo asintió como quien desea transmitir aceptación a dichas palabras pero había transcurrido tanto desde entonces que quizás no se percataría de ello, de todos modos asintió y continuo con las ultimas palabras que le fueron dedicadas. -Suena interesante- había cierto asombro en su tono, además de la materna, no había probado la leche sino hasta su adolescencia y aun no se hacía a la idea de tomarla con regularidad, su textura era extraña por lo que probar un nuevo tipo debía brindarle otra perspectiva. Luego de esto, suspiro y poso sus ojos fijamente en los de la rubia, -He dicho que me he perdido y acabado aquí por error, no tengo nada que buscar aquí- Hablaba la verdad, aun si nadie se atrevía a creerle.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Todos tenían un motivo, una persona a la que proteger. Todos tenían a alguien a quien recordar. Alguien quien impulsen sus acciones. Su motivación. ¿Era malo estar motivado por el odio? ¿Cómo de extraño es no tener a nadie a quien proteger? ¿Qué tan malo era estar sólo? Miró al hombre, que de alguna forma se había sumido en sus pensamientos de nuevo. Tuvo tiempo de sobras para admirar su rostro sereno y taciturno al mismo tiempo. ¿Cuál era su motivación? Claro que antes de esas palabras, se tendría que preguntar quién era el albino. Aunque parecía no estar dispuesto a hablar de ello. ¿Porqué le parecía que el hombre estaba mejor sólo que acompañado? Parecía hasta que su simple existencia en aquel lugar hacía temblar la serenidad del desconocido. Por un momento, se sintió indeseada. Su mano se quedó esperando el tacto de la otra persona, pero esta no parecía llegar sólo hasta la rubia estaba a punto de retraer la mano por completo. El apretón se hizo más fuerte de lo normal, aunque en realidad no podía sentir la presión dado a que aquello era simplemente un trozo de metal. Sonrió por un breve momento, pensando que quizás.... él pensaría en otras cosas, no necesariamente que habría ningún problema con su presencia.
La melancolía y el silencio que Henry desprendía se le pegaba a ella también, de alguna forma. Ver lo descuidado que él era al mostrarse risueño de esa forma, rompiendo el estereotipo que podía haber significado poseer una estatura como la suya. Todo eso tenía impacto en la rubia también, que en realidad se movía con el sentimiento del momento. Había salido a buscar información pero... ¿acaso no podía tener un poco de tiempo libre para ella? El albino no tenía ningún motivo para ser agresivo o atacarla. Ni intención, aparentemente. Decidió relajarse. Tomarse unos minutos y respirar. Disfrutar de la noche. Dejar de pensar y hacer planes maquiavélicos. Dejar de odiar y de buscar venganza por un momento. Sonrió ante las palabras ajenas. La fascinaba lo... perdido que él estaba. ¿Era esa la palabra? ¿Perdido? ¿Ensimismado? Sea lo que sea, cautivaba su curiosidad. El comportamiento que él tenía ante una desconocida era... Dudaba que fuese así siempre. Decidió aprovecharlo, y no darle más vueltas. No pensar con doble sentido. Sólo vivir el momento tal y como se presentaba. Parecía que necesitaba un poco de ayuda, esa noche. Aunque la rubia no le conocía, no sabía nada sobre él. No tenía ni idea de que decir más que dejarle ir a su ritmo y esperar a que él le hiciera caso.
- Perderse en una isla nueva puede ser bastante peligroso. - suspiró un tanto. Nunca lo había hecho hasta el momento, siempre viajó de una forma segura de alguna forma. Con barcos de mercancía, de pasajeros, o, como en el caso de salir de Swallow, con el barco formal de la marina. - Yo me asustaría. - dijo de manera inocente, encogiéndose de hombros un tanto, mientras relajaba su cuerpo por completo y se acercaba al bordillo para bajar de la acerca en un pequeño salto. Miró allá donde él miraba. Las estrellas realmente eran hermosas. Sonrió un tanto. ¿Estaba enamorado? La sola idea le producía un cosquillo en la lengua, haciéndola reír de manera infantil. Ella ni siquiera sabía que era eso, pero sí sabía que de demasiado amor salían los bebés, y otras cosas puntuales que su maestro la había enseñado en sus cuentos. La vida humana era realmente interesante. Sonaba lindo estar con alguien para el resto de tu vida, y darlo todo para esa persona. Los humanos tenían una vida... simple y tranquila. Algo que ella no podía siquiera llegar a esperar. Intentó pensar un momento en las personas que había conocido hasta aquel punto, pero no podía pensar en nadie en particular. La ausencia de su maestro se hacía más insistente en situaciones como esa. El hombre había muerto sin enseñarle muchas cosas. Su entrenamiento se había quedado a la mitad. A veces, el sentimiento abundaba pero las palabras eran escasas, así como las acciones. La mayoría de las veces, carecía de una reacción puesto que no sabía que decir ni que hacer.
Se sentó sobre el bordillo de piedra, tocándolo un par de veces mientras miraba a Henry, como si se tratase de una invitación sin palabras. - ¡Aquí! - intentó atraer la atención ajena. - Yo también estoy algo perdida. - dijo con una sonrisa, aunque obviamente no se refería al espacio en el que se hallaba, si no más bien a la .... vida en general. Seguramente para él no haría ningún sentido, pero eso no importaba mucho en el momento. Quería saber. Sobre la promesa. Su naturaleza inquisitiva la llevaba a meterse en problemas siempre, y esa no iba a ser una excepción. Quería tocar el arma, pero aún mantenía su compostura, ya que sólo había intercambiado un par de palabras con él. La situación era, cuando menos, extraña. Un desconocido misterioso la había mirado desde las sombras, - o eso era lo que ella pensaba - y de pronto su aura extraña había atraído la atención de la muchacha. Al principio, temor. Después, sorpresa. Ahora, se había quedado más una curiosidad que otra cosa. ¿Qué impulsaba a los humanos ser como eran
? ¿Qué tipo de vivencias tenían que contar? Y, porqué no. ¿Sabría el algo sobre Swallow y sus secretos? ¿No le daba miedo sus protésis metálicas? Era la primera persona que había encontrado que no había preguntado que tipo de ser era. Curioso. ¿Quizás él ya conocía la existencia de los cyborg?
- Una promesa... interesante. - susurró mientras asentía con la cabeza y abrazaba sus extremidades metálicas a la altura de su pecho. -A veces hacemos promesas que son muy difícil de cumplir. - continuaba susurrando de manera baja, con un hilo de voz, signo inequivoco de que ella también se había ensimismado por un momento. Como aquella promesa que había hecho a Illya. O esa otra que le había hecho a Kou. O incluso, las muchas promesas que le hizo a su maestro. Todas parecían difíciles de cumplir, hasta imposibles. Pero... Dios tenía muchas maneras de hacernos guardar las promesas. Si es que él realmente existía, cosa que siempre había puesto en entredicho y que ahora evitaba mencionar tan abiertamente. - ¿De donde vienes? No sé nada de navegación, pero igual sí que me puedo hacer una idea, he estado en casi todas las islas de este mar. - intentaba hacer conversación, aunque no sabía si era eso lo que él necesitaba, o simplemente se tenía que mantener callada y mirar a las estrellas también. El silencio pesaba, y más cuando se trataba de un desconocido. La hacía sentir un poco incómoda, ya que habían tantas cosas de las que hablar. Y tan poco tiempo. Pero aún así, se mantuvo callada incluso cuando escucho la otra voz.
La melancolía y el silencio que Henry desprendía se le pegaba a ella también, de alguna forma. Ver lo descuidado que él era al mostrarse risueño de esa forma, rompiendo el estereotipo que podía haber significado poseer una estatura como la suya. Todo eso tenía impacto en la rubia también, que en realidad se movía con el sentimiento del momento. Había salido a buscar información pero... ¿acaso no podía tener un poco de tiempo libre para ella? El albino no tenía ningún motivo para ser agresivo o atacarla. Ni intención, aparentemente. Decidió relajarse. Tomarse unos minutos y respirar. Disfrutar de la noche. Dejar de pensar y hacer planes maquiavélicos. Dejar de odiar y de buscar venganza por un momento. Sonrió ante las palabras ajenas. La fascinaba lo... perdido que él estaba. ¿Era esa la palabra? ¿Perdido? ¿Ensimismado? Sea lo que sea, cautivaba su curiosidad. El comportamiento que él tenía ante una desconocida era... Dudaba que fuese así siempre. Decidió aprovecharlo, y no darle más vueltas. No pensar con doble sentido. Sólo vivir el momento tal y como se presentaba. Parecía que necesitaba un poco de ayuda, esa noche. Aunque la rubia no le conocía, no sabía nada sobre él. No tenía ni idea de que decir más que dejarle ir a su ritmo y esperar a que él le hiciera caso.
- Perderse en una isla nueva puede ser bastante peligroso. - suspiró un tanto. Nunca lo había hecho hasta el momento, siempre viajó de una forma segura de alguna forma. Con barcos de mercancía, de pasajeros, o, como en el caso de salir de Swallow, con el barco formal de la marina. - Yo me asustaría. - dijo de manera inocente, encogiéndose de hombros un tanto, mientras relajaba su cuerpo por completo y se acercaba al bordillo para bajar de la acerca en un pequeño salto. Miró allá donde él miraba. Las estrellas realmente eran hermosas. Sonrió un tanto. ¿Estaba enamorado? La sola idea le producía un cosquillo en la lengua, haciéndola reír de manera infantil. Ella ni siquiera sabía que era eso, pero sí sabía que de demasiado amor salían los bebés, y otras cosas puntuales que su maestro la había enseñado en sus cuentos. La vida humana era realmente interesante. Sonaba lindo estar con alguien para el resto de tu vida, y darlo todo para esa persona. Los humanos tenían una vida... simple y tranquila. Algo que ella no podía siquiera llegar a esperar. Intentó pensar un momento en las personas que había conocido hasta aquel punto, pero no podía pensar en nadie en particular. La ausencia de su maestro se hacía más insistente en situaciones como esa. El hombre había muerto sin enseñarle muchas cosas. Su entrenamiento se había quedado a la mitad. A veces, el sentimiento abundaba pero las palabras eran escasas, así como las acciones. La mayoría de las veces, carecía de una reacción puesto que no sabía que decir ni que hacer.
Se sentó sobre el bordillo de piedra, tocándolo un par de veces mientras miraba a Henry, como si se tratase de una invitación sin palabras. - ¡Aquí! - intentó atraer la atención ajena. - Yo también estoy algo perdida. - dijo con una sonrisa, aunque obviamente no se refería al espacio en el que se hallaba, si no más bien a la .... vida en general. Seguramente para él no haría ningún sentido, pero eso no importaba mucho en el momento. Quería saber. Sobre la promesa. Su naturaleza inquisitiva la llevaba a meterse en problemas siempre, y esa no iba a ser una excepción. Quería tocar el arma, pero aún mantenía su compostura, ya que sólo había intercambiado un par de palabras con él. La situación era, cuando menos, extraña. Un desconocido misterioso la había mirado desde las sombras, - o eso era lo que ella pensaba - y de pronto su aura extraña había atraído la atención de la muchacha. Al principio, temor. Después, sorpresa. Ahora, se había quedado más una curiosidad que otra cosa. ¿Qué impulsaba a los humanos ser como eran
? ¿Qué tipo de vivencias tenían que contar? Y, porqué no. ¿Sabría el algo sobre Swallow y sus secretos? ¿No le daba miedo sus protésis metálicas? Era la primera persona que había encontrado que no había preguntado que tipo de ser era. Curioso. ¿Quizás él ya conocía la existencia de los cyborg?
- Una promesa... interesante. - susurró mientras asentía con la cabeza y abrazaba sus extremidades metálicas a la altura de su pecho. -A veces hacemos promesas que son muy difícil de cumplir. - continuaba susurrando de manera baja, con un hilo de voz, signo inequivoco de que ella también se había ensimismado por un momento. Como aquella promesa que había hecho a Illya. O esa otra que le había hecho a Kou. O incluso, las muchas promesas que le hizo a su maestro. Todas parecían difíciles de cumplir, hasta imposibles. Pero... Dios tenía muchas maneras de hacernos guardar las promesas. Si es que él realmente existía, cosa que siempre había puesto en entredicho y que ahora evitaba mencionar tan abiertamente. - ¿De donde vienes? No sé nada de navegación, pero igual sí que me puedo hacer una idea, he estado en casi todas las islas de este mar. - intentaba hacer conversación, aunque no sabía si era eso lo que él necesitaba, o simplemente se tenía que mantener callada y mirar a las estrellas también. El silencio pesaba, y más cuando se trataba de un desconocido. La hacía sentir un poco incómoda, ya que habían tantas cosas de las que hablar. Y tan poco tiempo. Pero aún así, se mantuvo callada incluso cuando escucho la otra voz.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
Había decidido dedicarle toda su atención a la rubia por lo cual mientras esta se movía y hablaba, los orbes del albino le seguían cual halcón a su presa, no tenía intenciones de distraerse más del presente, así como le había dicho aquella persona en el pasado, sus memorias eran preciosos tesoros que debían ser visitados en la ausencia de otros, pues existía algo mucho más valioso y era la comunicación interpersonal, lo cual comenzaba a lograrse entre el dúo allí presente. La noche se encontraba perfecta para una conversación prolongada, el viento soplaba con apenas fuerza y la brisa era gentil con las pieles y prendas, refrescándolas hasta el punto exacto. La joven había tratado de llamar a la atención de Henry señalando un lugar y posteriormente tomando el mismo como asiento, previamente la chica había comentado como perderse era algo peligroso para luego agregar que ella también se encontraba perdida en cierta forma, eso se hacía más que evidente para el muchacho, en gran medida por la familiaridad que notaba en esta, era posible que pudiera ayudar o tal vez, solo empeorar las cosas sin embargo debía intentarlo, sentía que se lo debía a si mismo, a Mels e incluso a la chica que tenía en frente.
La rubia hizo mención de la promesa y luego afirmaba que a veces tomábamos promesas difíciles de completar pero parecía no tener la noción de aquellas promesas que son impuestas sobre las personas, aquellos que son tuyas por nacimiento, las que cargas desde tu primer aliento hasta el ultimo, las que aun cumplidas siempre habrán sido completadas demasiado tarde, demasiado lento, las que no tenían un final y siempre serían la sombra de tus días. Henry no era quien para reprocharle eso, empero debía informarle de aquel tipo de promesas aun fuese para que se alegrara por no haber tenido que sufrir dicho destino. La ultima pregunta de la chica vino con un sonido proveniente del estomago de Sinclair, este rugía a raíz del hambre que sentía, el chico no pareció inmutarse ante el sonido o ante el punzante sentir de la hambruna, a pesar de haber estado bien alimentado durante los últimos años, no siempre había sido de esa manera y estaba preparado para retornar a las viejas andanzas en cualquier momento, y eran esas viejas andanzas que le permitirían conectar con la persona a su lado.
Inició con la ultima pregunta, para sacarla de la conversación y centrarse en las otras cosas un tanto más relevantes. -Llevo un tiempo en alta mar... He visto 2 lunas antes de llegar aquí-/i] Su respuesta era corta, pero cargada prácticamente todas las respuestas que cualquiera pudiese necesitar, incluso la indirecta contestación a porque rugía su estomago de tal manera. -Hay promesas que son impuestas en ti desde antes de que nazcas- Su tono era severo y su mirada se había desviado hacia la espada, misma que ahora yacía extendida para que la rubia la tomase y examinase si así lo deseaba. -Promesas que te persiguen toda la vida- Extrañamente, ahora una sonrisa iluminaba su rostro, como si hubiese aceptado su destino, ser tan solo una herramienta de un plan superior, ser simplemente un peón en un enorme y complejo tablero de ajedrez. Posando la mirada ahora en la joven con quien hablaba, el Albino libero un suspiro a modo de expulsar la tensión y adentrarse en el tema que más le competía, la chica podía correr tras escuchar sus palabras o quedar paralizada, de cualquier modo sentía la necesidad de pronunciarlas, sin más espera y con un semblante lleno de calidez y comprensión, con unos ojos tan profundos como el Azul mar, movió sus labios y articulo la pregunta que quizás destrozaría la noche o en cambio, la llevaría a nuevas alturas. -¿Que te sucedió?- Preguntó con un dulce tono en su voz, y antes de que cualquiera pudiese procesar tal inquisición su voz sonó nuevamente. -¿Cual es el motivo por el cual estas tan dañada?- Quizás había sido demasiado directo, aún le faltaba mucho por aprender en el arte de la sutileza y las conversaciones entre personas más su avance era notable, de modo que solo quedaba esperar.
La rubia hizo mención de la promesa y luego afirmaba que a veces tomábamos promesas difíciles de completar pero parecía no tener la noción de aquellas promesas que son impuestas sobre las personas, aquellos que son tuyas por nacimiento, las que cargas desde tu primer aliento hasta el ultimo, las que aun cumplidas siempre habrán sido completadas demasiado tarde, demasiado lento, las que no tenían un final y siempre serían la sombra de tus días. Henry no era quien para reprocharle eso, empero debía informarle de aquel tipo de promesas aun fuese para que se alegrara por no haber tenido que sufrir dicho destino. La ultima pregunta de la chica vino con un sonido proveniente del estomago de Sinclair, este rugía a raíz del hambre que sentía, el chico no pareció inmutarse ante el sonido o ante el punzante sentir de la hambruna, a pesar de haber estado bien alimentado durante los últimos años, no siempre había sido de esa manera y estaba preparado para retornar a las viejas andanzas en cualquier momento, y eran esas viejas andanzas que le permitirían conectar con la persona a su lado.
Inició con la ultima pregunta, para sacarla de la conversación y centrarse en las otras cosas un tanto más relevantes. -Llevo un tiempo en alta mar... He visto 2 lunas antes de llegar aquí-/i] Su respuesta era corta, pero cargada prácticamente todas las respuestas que cualquiera pudiese necesitar, incluso la indirecta contestación a porque rugía su estomago de tal manera. -Hay promesas que son impuestas en ti desde antes de que nazcas- Su tono era severo y su mirada se había desviado hacia la espada, misma que ahora yacía extendida para que la rubia la tomase y examinase si así lo deseaba. -Promesas que te persiguen toda la vida- Extrañamente, ahora una sonrisa iluminaba su rostro, como si hubiese aceptado su destino, ser tan solo una herramienta de un plan superior, ser simplemente un peón en un enorme y complejo tablero de ajedrez. Posando la mirada ahora en la joven con quien hablaba, el Albino libero un suspiro a modo de expulsar la tensión y adentrarse en el tema que más le competía, la chica podía correr tras escuchar sus palabras o quedar paralizada, de cualquier modo sentía la necesidad de pronunciarlas, sin más espera y con un semblante lleno de calidez y comprensión, con unos ojos tan profundos como el Azul mar, movió sus labios y articulo la pregunta que quizás destrozaría la noche o en cambio, la llevaría a nuevas alturas. -¿Que te sucedió?- Preguntó con un dulce tono en su voz, y antes de que cualquiera pudiese procesar tal inquisición su voz sonó nuevamente. -¿Cual es el motivo por el cual estas tan dañada?- Quizás había sido demasiado directo, aún le faltaba mucho por aprender en el arte de la sutileza y las conversaciones entre personas más su avance era notable, de modo que solo quedaba esperar.
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Re: El encuentro de dos errantes [Pasado - Hella]
La noche se mostraba aún larga. La luna iluminaba el rostro sereno del hombre que no tardó en contestar una por una todas las preguntas que antes había hecho. Era curioso. Aunque no sabía como abordar al desconocido, aún parecía dispuesta a pasar un tiempo ahí sentada. ¿Porqué iba a rechazar una conversación con alguien que al parecer estaba dispuesto a darla? Aún un poco dudosa, veía la posibilidad de que las intenciones del hombre no fuesen limpias. Es decir, no por ser mujer y sola en la noche, ya que ella no era ninguna doncella que necesitaba salvación ni mucho menos. Simplemente por el hecho de que se le había negado el acercamiento durante muchísimos años. Haber estado sola, no conocer lo que es la amistad o el cariño más allá de su maestro. No conocer que la gente, a veces, se acercan sin ninguna razón. Desde hace tres semanas se había encontrado todo tipo de sujetos dudosos, que le habían demostrado que la gente puede ser muy mala... también sin ninguna razón. Se había dicho a ella misma que dejar escapar información sobre su persona denotaba debilidad, pero aún así seguía fluyendo con la conversación. No parecía recordar esos datos cada vez que alguien mostraba un poco de interés en ella.
Sonrió un tanto al escuchar el sonido proveniente del estómago de Henry. Sabía que era algo normal, y aún así el carácter del albino no parecía cuadrarle con su físico. Su estatura enorme hacía contraste con su voz calmada, de alguna forma. El ruido fue gracioso puesto que rompía con ese estereotipo de tipo duro que Kotori se había creado ya en su inocente mente. Tardó un poco en volver a mostrarse algo seria. No quería parecer descortés en ningún momento, y había aprendido a la fuerza que reirse de alguien podía hacer que la gente se tornara agresiva. Aún estaba explorando las relaciones entre humanos, por lo que a veces estaba dudosa y se pensaba dos veces las reacciones que dejaba ver. Aún así, no era una persona calculada, por mucho que lo había intentado. Aún así, se dejaba llevar por la conversación, el ambiente. Su interlocutor. Esta vez, parecía que había tenido suerte. El albino era, a simple vista, alguien calmado y sencillo. Podía sentir la sinceridad en sus gestos y su voz, de alguna manera extraña. Y eso, la hacía acercarse más. Abrirse más, si eso era posible. Al parecer él había pasado dos noches en alta mar, así que no parecía haber venido desde muy lejos. Aún así, ya estaba pensando en si deberían preocuparse antes por el estómago del hombre, aunque después de pensarlo bien, lo mencionaría después de la conversación, que ya se estaba tornando bastante... seria.
Sonrió con un tanto de melancolía y tristeza. Abrió sus ojos azules para mirar una vez a la luna. ¿Cuantas lunas había visto atada al árbol del templo, llena de sangre? La misma luna que veía ahora, en libertad, y aún así... tan diferente. No entendía del todo el concepto de las promesas con las que te naces, puesto que no sabía su procedencia. No había escuchado nunca hablarse de una promesa así. Era la hija de nadie. Alguien abandonado a la casualidad de la vida, quien no tenía ni la menor importancia para nadie, quizás por eso había decidido dedicar su vida a saber que había pasado en el templo. Decidió darle ella misma un significado a la vida. Decidió encontrar ella misma una meta para una vida abandonada. La historia de como se había vuelto así... ¿Acaso podía hablar de eso tan abiertamente? ¿Por dónde empezaría? Sólo le había hablado de ello fugazmente a Illya. Sólo dio un par de matices, el resto lo dejó a su imaginación. Pero aún así, sentía la extraña sensación de querer desahogarse. Después de unos momentos perdida en sus propios pensamientos volvía a la realidad con un movimiento brusco de cuerpo, como si un temblor había movido toda su estructura. Un escalofrío. Hizo los ojos grandes y mostró una risa nerviosa, aunque no era esa la atención.
Golpeó con sus nudillos levemente una de sus piernas. -¿Oh, esto? Mucha gente me lo pregunta. - no pensaba que hablaba en otro sentido más que sobre aquello que era visible, sus prótesis, el hecho de que era un cyborg. Lo normal. - Al parecer los cyborg somos bastante escasos en las afueras, no lo sabía. Bueno... se trata de sustituir partes humanas por mecánicas.... - se paró en seco al mirar con seriedad los ojos azules de su interlocutor. ¿Acaso se refería a algo más? ¿Acaso sabía su secreto? Su cara se había puesto seria por unos momentos, momentos en los cuales su respiración había parado por completo. Empezó a reírse de nuevo, intentando quitarle seriedad al asunto. - Es un proceso doloroso, más para una chica de catorce. Pasó hace unos años ya así que lo he olvidado. - repuso, con un tono amargo. Mintió. No lo había olvidado. Aunque hubiesen pasado cien años, mil años, no podía olvidar el calvario que había supuesto. Y aún así, de una manera enfermiza, extrañaba la vida en el templo. Extrañaba a los monjes, a su maestro. Extrañaba ver a alguien conocido. Extrañaba no sentirse tan sola. Platicar con alguien que ya te conoce. Hacer nuevos lazos se hacía pesado y raro. Muy pocas veces encontrabas a alguien que realmente estuviese interesado en una conversación, en viajar juntos. En fin, en hacerse compañía.
Tenía que cambiar de tema, aunque no quería hacerlo de manera brusca. Quería dejar una puertecita abierta. Quería ser preguntada sobre el tema, de manera involuntaria. Como esas cosas de las que necesitas hablar pero no quieres. Quería explicarle a alguien todo lo que había pasado, pero no podía. Habían muchas preguntas que quería hacer a alguien en confianza. ¿De dónde venía?¿Quien era? Sobre todo, qué significaba la pulsera que llevaba en el brazo. ¿Qué hay de las dos pequeñas cicatrices de su espalda? Habían estado ahí desde antes de que ella pudiese recordar. Tantas dudas existenciales que no sabía por donde empezar. - Oh, ¿pero qué hay de tu promesa? Soy muy buena para hacer planes, igual se me ocurre una forma de cumplirla ... - volvió a su estado natural. El estado feliz. Contenta, alegre, juguetona. Inquisitiva. Era curiosa sobre aquello que decía de las promesas. ¿Porqué alguien con toda la vida por delante iba a atarse en una promesa? No quería que alguien más hiciera eso. Le daba pena. Consideraba que con tantas cosas buenas por vivir, gastar la vida en cumplir una promesa era una pena. - ¿Si cumples esta promesa serás feliz? - preguntó con inocencia. La interesaba. Quería ayudar a alguien ser feliz. ¿Estaba pasando sus límites? ¿Estaba hablando con demasiada soltura? Muchas preguntas venían a raíz de no saber muy bien como hablar con la gente, pero aún así, parecía mirarse en un espejo. Parecía ver directamente a través del albino. El alma.
Sonrió un tanto al escuchar el sonido proveniente del estómago de Henry. Sabía que era algo normal, y aún así el carácter del albino no parecía cuadrarle con su físico. Su estatura enorme hacía contraste con su voz calmada, de alguna forma. El ruido fue gracioso puesto que rompía con ese estereotipo de tipo duro que Kotori se había creado ya en su inocente mente. Tardó un poco en volver a mostrarse algo seria. No quería parecer descortés en ningún momento, y había aprendido a la fuerza que reirse de alguien podía hacer que la gente se tornara agresiva. Aún estaba explorando las relaciones entre humanos, por lo que a veces estaba dudosa y se pensaba dos veces las reacciones que dejaba ver. Aún así, no era una persona calculada, por mucho que lo había intentado. Aún así, se dejaba llevar por la conversación, el ambiente. Su interlocutor. Esta vez, parecía que había tenido suerte. El albino era, a simple vista, alguien calmado y sencillo. Podía sentir la sinceridad en sus gestos y su voz, de alguna manera extraña. Y eso, la hacía acercarse más. Abrirse más, si eso era posible. Al parecer él había pasado dos noches en alta mar, así que no parecía haber venido desde muy lejos. Aún así, ya estaba pensando en si deberían preocuparse antes por el estómago del hombre, aunque después de pensarlo bien, lo mencionaría después de la conversación, que ya se estaba tornando bastante... seria.
Sonrió con un tanto de melancolía y tristeza. Abrió sus ojos azules para mirar una vez a la luna. ¿Cuantas lunas había visto atada al árbol del templo, llena de sangre? La misma luna que veía ahora, en libertad, y aún así... tan diferente. No entendía del todo el concepto de las promesas con las que te naces, puesto que no sabía su procedencia. No había escuchado nunca hablarse de una promesa así. Era la hija de nadie. Alguien abandonado a la casualidad de la vida, quien no tenía ni la menor importancia para nadie, quizás por eso había decidido dedicar su vida a saber que había pasado en el templo. Decidió darle ella misma un significado a la vida. Decidió encontrar ella misma una meta para una vida abandonada. La historia de como se había vuelto así... ¿Acaso podía hablar de eso tan abiertamente? ¿Por dónde empezaría? Sólo le había hablado de ello fugazmente a Illya. Sólo dio un par de matices, el resto lo dejó a su imaginación. Pero aún así, sentía la extraña sensación de querer desahogarse. Después de unos momentos perdida en sus propios pensamientos volvía a la realidad con un movimiento brusco de cuerpo, como si un temblor había movido toda su estructura. Un escalofrío. Hizo los ojos grandes y mostró una risa nerviosa, aunque no era esa la atención.
Golpeó con sus nudillos levemente una de sus piernas. -¿Oh, esto? Mucha gente me lo pregunta. - no pensaba que hablaba en otro sentido más que sobre aquello que era visible, sus prótesis, el hecho de que era un cyborg. Lo normal. - Al parecer los cyborg somos bastante escasos en las afueras, no lo sabía. Bueno... se trata de sustituir partes humanas por mecánicas.... - se paró en seco al mirar con seriedad los ojos azules de su interlocutor. ¿Acaso se refería a algo más? ¿Acaso sabía su secreto? Su cara se había puesto seria por unos momentos, momentos en los cuales su respiración había parado por completo. Empezó a reírse de nuevo, intentando quitarle seriedad al asunto. - Es un proceso doloroso, más para una chica de catorce. Pasó hace unos años ya así que lo he olvidado. - repuso, con un tono amargo. Mintió. No lo había olvidado. Aunque hubiesen pasado cien años, mil años, no podía olvidar el calvario que había supuesto. Y aún así, de una manera enfermiza, extrañaba la vida en el templo. Extrañaba a los monjes, a su maestro. Extrañaba ver a alguien conocido. Extrañaba no sentirse tan sola. Platicar con alguien que ya te conoce. Hacer nuevos lazos se hacía pesado y raro. Muy pocas veces encontrabas a alguien que realmente estuviese interesado en una conversación, en viajar juntos. En fin, en hacerse compañía.
Tenía que cambiar de tema, aunque no quería hacerlo de manera brusca. Quería dejar una puertecita abierta. Quería ser preguntada sobre el tema, de manera involuntaria. Como esas cosas de las que necesitas hablar pero no quieres. Quería explicarle a alguien todo lo que había pasado, pero no podía. Habían muchas preguntas que quería hacer a alguien en confianza. ¿De dónde venía?¿Quien era? Sobre todo, qué significaba la pulsera que llevaba en el brazo. ¿Qué hay de las dos pequeñas cicatrices de su espalda? Habían estado ahí desde antes de que ella pudiese recordar. Tantas dudas existenciales que no sabía por donde empezar. - Oh, ¿pero qué hay de tu promesa? Soy muy buena para hacer planes, igual se me ocurre una forma de cumplirla ... - volvió a su estado natural. El estado feliz. Contenta, alegre, juguetona. Inquisitiva. Era curiosa sobre aquello que decía de las promesas. ¿Porqué alguien con toda la vida por delante iba a atarse en una promesa? No quería que alguien más hiciera eso. Le daba pena. Consideraba que con tantas cosas buenas por vivir, gastar la vida en cumplir una promesa era una pena. - ¿Si cumples esta promesa serás feliz? - preguntó con inocencia. La interesaba. Quería ayudar a alguien ser feliz. ¿Estaba pasando sus límites? ¿Estaba hablando con demasiada soltura? Muchas preguntas venían a raíz de no saber muy bien como hablar con la gente, pero aún así, parecía mirarse en un espejo. Parecía ver directamente a través del albino. El alma.
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