Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
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Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Recuerdo del primer mensaje :
Dos años atrás.
Después de realizar tus primeras fechorías como pirata, nunca venía bien tomar un pequeño descanso en el que asentarte como criminal y cambiar la mentalidad a una distinta que usarías mucho más a menudo a partir de ese punto. Al estar impreso en los periódicos un cartel con tu cara, nombre y recompensa, muchas cosas cambiaban. Y la isla Red era un muy buen lugar para sentarse, meditar, y llegar a una conclusión. El motivo de aquello era que, si no cometías un delito expresamente en esa isla, no se te tomaba por criminal. Así que a ciencia cierta, él seguía siendo un civil más. De todas maneras, su wanted tampoco era demasiado alto como para ser famoso, siquiera. Ocho millones era la primera cifra que habían puesto a su cabeza por sus acciones, nada malo teniendo en cuenta que había iniciado en el East Blue, el mar más débil de los cardinales, según se rumoreaba. Una cifra que lucía con cierto orgullo, la barbilla bien alta, y una gran sonrisa en sus labios. Otra cosa no, pero egocéntrico, el albino lo era un tanto. Y caminaba por la calle principal de la Ciudad Carmesí como si fuera la persona más inocente y buena del mundo.
Iba ataviado con unos ropajes atractivos a la vista. Una camiseta negra de seda, junto a unos pantalones negros y rojos de cuero. La gabardina roja que ocupaba su torso y gran parte de sus piernas también era de ese último material, combinada con unas botas militares, unos guantes y coderas negras, y un cinturón con una calavera de hebilla. Así como tres enganches por su pecho con broches de oro. Extravagante, llamando la atención. A su espalda, una espada de doble filo yacía enfundada en una vaina de tirantes de cuero, sujetándola bien para que no se cayera conforme se moviera. Su pelo, liso y bien peinado, era objeto de miradas de todo tipo. No era común ver a una persona con ese color de pelo, la mayoría no salían del moreno, castaño, rubio o incluso pelirrojo. A decir verdad, era ese tipo de personas que las veías y decías: “Ese tío tiene estilo, ojalá pudiera ser como él”. Pero para nada, él no se sentía así, como un pilar al que seguir o tomar en cuenta. Él vivía la vida al límite, día a día, buscando la adrenalina que tanto le hacía sentir vivo.
La calle por la que caminaba poseía en sendos lados de la calzada tiendas ambulantes de todo tipo de mercancías: accesorios estéticos, comida, decoración, etcétera. Obviamente, la que más llamó su atención fue la de bebida, donde servían unas jarras de cerveza totalmente frías y apetitosas. Se acercó hasta el mostrador para hablar con el dependiente. -Buen hombre, sírvame una jarra de su mejor cerveza. ¡Hoy tengo dinero para permitírmelo!- Su voz era viva, llena de matices llenos de voluntad y carácter. -Tener dinero siempre es bueno, muchacho. Sobre todo para mí, que vivo de las ventas, gahahaha- Rio el dependiente, para luego servirle la jarra y dársela en plena mano a cambio de unas cuantas monedas. -Ten un buen día amigo, hoy el Astro Rey nos sonreirá a todos- Dijo alzando la jarra, despidiéndose del hombre. -Por supuesto, chico, esa es la actitud- Y es que en el cielo, brillaba un gran sol acogedor. No hacía demasiado calor, la temperatura era perfecta. Así que para celebrarlo, alzó su jarra y gritó en plena calle. -¡Por la Ciudad Carmesí! ¡Donde los criminales tenemos nuestra segunda oportunidad!- Para qué ocultar intenciones. Se llevó la jarra a los labios y dio un largo trago. Riquísima esa cerveza, joder.
Después de realizar tus primeras fechorías como pirata, nunca venía bien tomar un pequeño descanso en el que asentarte como criminal y cambiar la mentalidad a una distinta que usarías mucho más a menudo a partir de ese punto. Al estar impreso en los periódicos un cartel con tu cara, nombre y recompensa, muchas cosas cambiaban. Y la isla Red era un muy buen lugar para sentarse, meditar, y llegar a una conclusión. El motivo de aquello era que, si no cometías un delito expresamente en esa isla, no se te tomaba por criminal. Así que a ciencia cierta, él seguía siendo un civil más. De todas maneras, su wanted tampoco era demasiado alto como para ser famoso, siquiera. Ocho millones era la primera cifra que habían puesto a su cabeza por sus acciones, nada malo teniendo en cuenta que había iniciado en el East Blue, el mar más débil de los cardinales, según se rumoreaba. Una cifra que lucía con cierto orgullo, la barbilla bien alta, y una gran sonrisa en sus labios. Otra cosa no, pero egocéntrico, el albino lo era un tanto. Y caminaba por la calle principal de la Ciudad Carmesí como si fuera la persona más inocente y buena del mundo.
Iba ataviado con unos ropajes atractivos a la vista. Una camiseta negra de seda, junto a unos pantalones negros y rojos de cuero. La gabardina roja que ocupaba su torso y gran parte de sus piernas también era de ese último material, combinada con unas botas militares, unos guantes y coderas negras, y un cinturón con una calavera de hebilla. Así como tres enganches por su pecho con broches de oro. Extravagante, llamando la atención. A su espalda, una espada de doble filo yacía enfundada en una vaina de tirantes de cuero, sujetándola bien para que no se cayera conforme se moviera. Su pelo, liso y bien peinado, era objeto de miradas de todo tipo. No era común ver a una persona con ese color de pelo, la mayoría no salían del moreno, castaño, rubio o incluso pelirrojo. A decir verdad, era ese tipo de personas que las veías y decías: “Ese tío tiene estilo, ojalá pudiera ser como él”. Pero para nada, él no se sentía así, como un pilar al que seguir o tomar en cuenta. Él vivía la vida al límite, día a día, buscando la adrenalina que tanto le hacía sentir vivo.
La calle por la que caminaba poseía en sendos lados de la calzada tiendas ambulantes de todo tipo de mercancías: accesorios estéticos, comida, decoración, etcétera. Obviamente, la que más llamó su atención fue la de bebida, donde servían unas jarras de cerveza totalmente frías y apetitosas. Se acercó hasta el mostrador para hablar con el dependiente. -Buen hombre, sírvame una jarra de su mejor cerveza. ¡Hoy tengo dinero para permitírmelo!- Su voz era viva, llena de matices llenos de voluntad y carácter. -Tener dinero siempre es bueno, muchacho. Sobre todo para mí, que vivo de las ventas, gahahaha- Rio el dependiente, para luego servirle la jarra y dársela en plena mano a cambio de unas cuantas monedas. -Ten un buen día amigo, hoy el Astro Rey nos sonreirá a todos- Dijo alzando la jarra, despidiéndose del hombre. -Por supuesto, chico, esa es la actitud- Y es que en el cielo, brillaba un gran sol acogedor. No hacía demasiado calor, la temperatura era perfecta. Así que para celebrarlo, alzó su jarra y gritó en plena calle. -¡Por la Ciudad Carmesí! ¡Donde los criminales tenemos nuestra segunda oportunidad!- Para qué ocultar intenciones. Se llevó la jarra a los labios y dio un largo trago. Riquísima esa cerveza, joder.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Comprensiblemente, Eden no quería que tratase de manipular de alguna manera la funda de su katana para que esta fuera liberada. Cualquier espadachín hubiera reaccionado de la misma forma, aunque tuvo que decir que él lo hizo de una manera bastante pacífica. Como para todos, aquella arma era una parte especial para él, a pesar de que no tuviera nombre o hubiera logrado proezas con ella. -¿Qué tiene de especial para ti?- Le preguntó, aunque decidió explicarse él primero para que viera que solo era interés, y no marujeo. -Por ejemplo, esta espada fue fruto de años y años de ahorros por mi parte. Me recuerda siempre que el trabajo duro puede llevarte a cualquier sitio y abrirte muchas oportunidades, es por eso que le tengo tanto aprecio- Reveló, señalando su arma, desenfundándola incluso de su vaina para que el samurái pudiera ver la belleza de su contorno, de sus formas.
La conversación se dirigió entonces hacia Shimotsuki, esa isla que todo espadachín había escuchado y a la que quería poner un pie para aprender más sobre el noble arte de la espada. Desde luego, hablar sobre ese tipo de cosas hacían que Dante tuviera mucha más atención sobre el tema y que no se comportase de una manera tan arrogante a como normalmente hacía, sino que su lado “curioso” y trabajador se interesaba por aprender más. Lo que le dijo sobre la misma tuvo que reconocer que fue una decepción, no esperaba que recibiera tanta publicidad y luego no hubiera mucho que hacer por allá. Se imaginaba grandes campos de entrenamiento coordinado, con un maestro enseñando a más de cien alumnos novatos, y luego descubriendo los secretos de su arte a aquellos más avanzados. Pero eso parecía que solo eran sueños, por desgracia. Sueños en la mente de un loco.
-Tu maestro es una persona muy sabia, hazle caso y aprende todo lo que puedas de él- Trató de inculcarle esa creencia, al igual que posteriormente trató de responder a su pregunta sobre ser el mejor de una manera que tal vez él no se había planteado. -No me entendiste, piénsalo de esta manera. Si no te marcas grandes objetivos, ¿a qué piensas aspirar en la vida? Toda persona tiene un límite, es cierto, pero tu voluntad puede ayudarte a ir más o menos lejos, en función de la determinación que muestres- Si alguien intentaba solo ser un buen espadachín, podría conseguirlo, sí, pero se estancaría. Otro que quisiera ser el mejor, trabajaría día a día, se volvería un experto, tal vez desarrollase su propia rama de conocimiento, descubriera secretos que otro no hubiera descubierto por haberse conformado con poco. Esa era la forma de pensar de él. Apuntar alto, para llegar lo más lejos posible.
Inesperadamente, Eden aceptó invitarle a una jarra de cerveza, por lo que ambos volvieron hacia el lugar donde se encontraron. Acercándose a un puesto mercantil ambulante, pidió una jarra de cerveza para él, y le dio un golpe amistoso en el brazo al chico para que pidiera lo que quisiera. Y para que pagase el precio también, obvio. Y por fin, con una nueva jarra en las manos, se giró para beber de nuevo, después de tanto tiempo. Hasta que algo chocó con él, esta vez lanzando a Dante hasta el suelo y haciendo que su jarra se estrellase contra los baldosines, esparciendo su contenido. -¡Nooooooooooo! Otra vez noo…- Gritó a pleno pulmón, para levantar la mirada rabiosa a la persona que había chocado con él. Era uno de los dos uniformados que antes les echaron el ojo, solo que el otro estaba escondido en alguna parte. -Me parece que este no es sitio para ti, pirata- Enseñó un cartel con la cifra del albino. -Y dado que perdiste tu segunda oportunidad antes, has vuelto a entrar en la lista negra- El espadachín se levantó, limpiando su ropa de la cerveza que se había tirado encima, mirando a Eden. -Ey, ¿podrías explicarle a este merluzo que tú y yo somos amigos? Lo de antes no fue una agresión- Pero para el otro, sus palabras valían más bien poco. Crujió sus nudillos, y ante tal acto, el albino llevó la mano a su espada. -Así sea-.
La conversación se dirigió entonces hacia Shimotsuki, esa isla que todo espadachín había escuchado y a la que quería poner un pie para aprender más sobre el noble arte de la espada. Desde luego, hablar sobre ese tipo de cosas hacían que Dante tuviera mucha más atención sobre el tema y que no se comportase de una manera tan arrogante a como normalmente hacía, sino que su lado “curioso” y trabajador se interesaba por aprender más. Lo que le dijo sobre la misma tuvo que reconocer que fue una decepción, no esperaba que recibiera tanta publicidad y luego no hubiera mucho que hacer por allá. Se imaginaba grandes campos de entrenamiento coordinado, con un maestro enseñando a más de cien alumnos novatos, y luego descubriendo los secretos de su arte a aquellos más avanzados. Pero eso parecía que solo eran sueños, por desgracia. Sueños en la mente de un loco.
-Tu maestro es una persona muy sabia, hazle caso y aprende todo lo que puedas de él- Trató de inculcarle esa creencia, al igual que posteriormente trató de responder a su pregunta sobre ser el mejor de una manera que tal vez él no se había planteado. -No me entendiste, piénsalo de esta manera. Si no te marcas grandes objetivos, ¿a qué piensas aspirar en la vida? Toda persona tiene un límite, es cierto, pero tu voluntad puede ayudarte a ir más o menos lejos, en función de la determinación que muestres- Si alguien intentaba solo ser un buen espadachín, podría conseguirlo, sí, pero se estancaría. Otro que quisiera ser el mejor, trabajaría día a día, se volvería un experto, tal vez desarrollase su propia rama de conocimiento, descubriera secretos que otro no hubiera descubierto por haberse conformado con poco. Esa era la forma de pensar de él. Apuntar alto, para llegar lo más lejos posible.
Inesperadamente, Eden aceptó invitarle a una jarra de cerveza, por lo que ambos volvieron hacia el lugar donde se encontraron. Acercándose a un puesto mercantil ambulante, pidió una jarra de cerveza para él, y le dio un golpe amistoso en el brazo al chico para que pidiera lo que quisiera. Y para que pagase el precio también, obvio. Y por fin, con una nueva jarra en las manos, se giró para beber de nuevo, después de tanto tiempo. Hasta que algo chocó con él, esta vez lanzando a Dante hasta el suelo y haciendo que su jarra se estrellase contra los baldosines, esparciendo su contenido. -¡Nooooooooooo! Otra vez noo…- Gritó a pleno pulmón, para levantar la mirada rabiosa a la persona que había chocado con él. Era uno de los dos uniformados que antes les echaron el ojo, solo que el otro estaba escondido en alguna parte. -Me parece que este no es sitio para ti, pirata- Enseñó un cartel con la cifra del albino. -Y dado que perdiste tu segunda oportunidad antes, has vuelto a entrar en la lista negra- El espadachín se levantó, limpiando su ropa de la cerveza que se había tirado encima, mirando a Eden. -Ey, ¿podrías explicarle a este merluzo que tú y yo somos amigos? Lo de antes no fue una agresión- Pero para el otro, sus palabras valían más bien poco. Crujió sus nudillos, y ante tal acto, el albino llevó la mano a su espada. -Así sea-.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-Es complicado- fue lo único que mencionó ante las palabras de Sparda sobre su espada, tras ello la observó fijamente y sonrío levemente, una mueca casi indefinida que desapareció tan rápido como un suspiro -Digamos simplemente que es una promesa- probablemente la dejaría de usar un día, pues existían espadas de mejor filo, de mejor calidad y sobre todo, de mayor renombre para un espadachín, empero, no la iba a dejar nunca, no al menos hasta cumplir esa promesa, una que estaba más allá de la venganza o la muerte, de la traición o la búsqueda de fama, era una promesa de sangre, una que iba a cumplir de un modo u otro, así llevase años, porque aquello que había prometido era algo más valioso que el oro o la fama, pocas cosas en la vida importaban realmente para Eden, una de esas cosas era el peso de las palabras.
Andando y charlando las palabras del otro no lograban convencer al aspirante de samurái, en realidad uno de sus defectos o quizás de sus virtudes -dependía mucho de la situación- era que pensaba de forma bastante clara sobre sus ideales, no le importaba para nada la fama, su maestro y su vida le habían enseñado que la misma no era algo valioso, podía hacerte influyente claro, pero eso no garantizaba que al final pudieses ayudar con ella, así que no era una prioridad en su mente. Claro estaba, tener un objetivo escogido y buscar cumplirlo era algo básico, incluso los niños lo tenían, por tanto, él no era diferente, pero como aprendió con su maestro, a veces las metas y la ambición se confundían de una forma simple, Dante hablaba como cualquier hombre que buscaba reconocimiento y eso era peligroso, tal vez no ese día, pero probablemente a futuro, un criminal que ansiaba poder, un pirata que ansiaba gloria era muy poco confiable, pues aunque no todos eran iguales, el primer paso a la perdición era aquellos ánimos de ser reconocido a cualquier costo, incluso al costo de asesinar a todos los que eran inferiores a él.
-La determinación puede ser buena o mala, elegir un objetivo es básico, eso creo que cualquiera lo entiende- aunque el chico actuaba en ocasiones como idiota, pese a ser distraído y hasta algo torpe, podía en momentos ser bastante consciente y hablar con una sabiduría digna de su mentor, pues aunque este último pensaba que Silverman no le prestaba la atención debida, lo cierto es que por las noches solía repetir cada una de sus frases buscando el verdadero significado en su vida, con un poco más de humor eso sí. -Solo espero que aquello a lo que aspiras te otorgue dicha, pues casi todos los piratas aspiran a cosas que al final solo causan pesar- señaló la espada del contrario -No importa que tan fuerte seas con ella, no importa que tantos enemigos puedas derrotar, sin ideales firmes, sin convicciones, sin principios, nunca serás un espadachín, solo un criminal armado y peligroso, esa es la diferencia entre “ser el mejor” y “pretender serlo”- en Shimotsuki no se aprendía precisamente a ser el mejor con la espada, por eso la gente como Sparda estaba errada…allí uno aprendía a seguir un camino, por eso casi todos se iban, porque mantener los principios era cosa de fuerza más allá de lo físico, Eden creía en ellos igual que Natsumi, aunque eso no significaba que fuesen más fuertes por ello, lamentablemente.
Como fuere, ya estando en el establecimiento dejó de lado las cosas de sus creencias, tampoco quería ser un pesado, pagó las bebidas y se dedicó a tomar sake, incluso se animó lo suficiente para bromear con el otro contándole algunos chistes sobre cerdos, riéndose a carcajadas, aunque no eran realmente graciosos, algunos ni siquiera tenían sentido, pero así era él, contaba siempre chistes malos. Todo iba de lujo hasta que dos tipos se acercaron, por su parte se mantuvo tranquilo y continúo bebiendo ahora aguamiel en un pequeño plato, hasta que un segundo hombre se puso a su lado y le interrumpió obligando a dejar su plato para atender a las palabras de Dante -Oigan, no queremos problemas, es más, ya nos íbamos- se levantó y justo en ese momento aquel hombre a su lado le sujetó con ambas manos de sus ropas amenazándole sobre ayudar a un criminal, increíblemente esto no pareció alterar al chico, de echo tuvo suficiente entereza para sujetar de nuevo su plato, beber lo que restaba y responder -Nadie ha cometido un delito aquí, probablemente ese sujeto- refiriéndose a Sparda -Será un criminal en otro lado, pero las leyes aquí dictan que no debe ser tratado como tal, entonces yo no he ayudado a un criminal, solo comparto con otro civil un poco de bebida-.
Andando y charlando las palabras del otro no lograban convencer al aspirante de samurái, en realidad uno de sus defectos o quizás de sus virtudes -dependía mucho de la situación- era que pensaba de forma bastante clara sobre sus ideales, no le importaba para nada la fama, su maestro y su vida le habían enseñado que la misma no era algo valioso, podía hacerte influyente claro, pero eso no garantizaba que al final pudieses ayudar con ella, así que no era una prioridad en su mente. Claro estaba, tener un objetivo escogido y buscar cumplirlo era algo básico, incluso los niños lo tenían, por tanto, él no era diferente, pero como aprendió con su maestro, a veces las metas y la ambición se confundían de una forma simple, Dante hablaba como cualquier hombre que buscaba reconocimiento y eso era peligroso, tal vez no ese día, pero probablemente a futuro, un criminal que ansiaba poder, un pirata que ansiaba gloria era muy poco confiable, pues aunque no todos eran iguales, el primer paso a la perdición era aquellos ánimos de ser reconocido a cualquier costo, incluso al costo de asesinar a todos los que eran inferiores a él.
-La determinación puede ser buena o mala, elegir un objetivo es básico, eso creo que cualquiera lo entiende- aunque el chico actuaba en ocasiones como idiota, pese a ser distraído y hasta algo torpe, podía en momentos ser bastante consciente y hablar con una sabiduría digna de su mentor, pues aunque este último pensaba que Silverman no le prestaba la atención debida, lo cierto es que por las noches solía repetir cada una de sus frases buscando el verdadero significado en su vida, con un poco más de humor eso sí. -Solo espero que aquello a lo que aspiras te otorgue dicha, pues casi todos los piratas aspiran a cosas que al final solo causan pesar- señaló la espada del contrario -No importa que tan fuerte seas con ella, no importa que tantos enemigos puedas derrotar, sin ideales firmes, sin convicciones, sin principios, nunca serás un espadachín, solo un criminal armado y peligroso, esa es la diferencia entre “ser el mejor” y “pretender serlo”- en Shimotsuki no se aprendía precisamente a ser el mejor con la espada, por eso la gente como Sparda estaba errada…allí uno aprendía a seguir un camino, por eso casi todos se iban, porque mantener los principios era cosa de fuerza más allá de lo físico, Eden creía en ellos igual que Natsumi, aunque eso no significaba que fuesen más fuertes por ello, lamentablemente.
Como fuere, ya estando en el establecimiento dejó de lado las cosas de sus creencias, tampoco quería ser un pesado, pagó las bebidas y se dedicó a tomar sake, incluso se animó lo suficiente para bromear con el otro contándole algunos chistes sobre cerdos, riéndose a carcajadas, aunque no eran realmente graciosos, algunos ni siquiera tenían sentido, pero así era él, contaba siempre chistes malos. Todo iba de lujo hasta que dos tipos se acercaron, por su parte se mantuvo tranquilo y continúo bebiendo ahora aguamiel en un pequeño plato, hasta que un segundo hombre se puso a su lado y le interrumpió obligando a dejar su plato para atender a las palabras de Dante -Oigan, no queremos problemas, es más, ya nos íbamos- se levantó y justo en ese momento aquel hombre a su lado le sujetó con ambas manos de sus ropas amenazándole sobre ayudar a un criminal, increíblemente esto no pareció alterar al chico, de echo tuvo suficiente entereza para sujetar de nuevo su plato, beber lo que restaba y responder -Nadie ha cometido un delito aquí, probablemente ese sujeto- refiriéndose a Sparda -Será un criminal en otro lado, pero las leyes aquí dictan que no debe ser tratado como tal, entonces yo no he ayudado a un criminal, solo comparto con otro civil un poco de bebida-.
InvitadoInvitado
Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Uh, las promesas. Eran un concepto bastante fuerte, que formaba unos lazos prácticamente irrompibles si había intención por ambas partes. Muchas de las personas más fuertes del mundo solo habían empezado sus aventuras con empeño y una pequeña promesa que mantuvieron hasta el último de sus días, al igual que había sido la perdición de muchos otros. ¿Sería Eden de los primeros, o de los últimos? Por su parte, él no había tenido que realizar ninguna promesa a nadie todavía. Había salido al mar porque le gustaba esa vida, quería ser el mejor espadachín porque lo humano era un límite que no le agradaba demasiado. Sus padres llevaban convencidos de la vida que tendría su hijo demasiados años, ya que este les fue preparando para dicho plato cuando llegase el momento. No había promesas en la vida del albino, al menos no por ahora. Uno nunca sabe cuándo todo puede cambiar.
Lo que realmente le sorprendió es que, para ser alguien relativamente joven, Eden sabía hablar bastante bien. Su diálogo era interesante a la par que filosófico, y pronto el albino se vio inmerso en una conversación en la que no solo se debatían temas cualesquiera. -Lo mismo te digo, jovencito. Ayudar a la gente puede ser algo muy motivador y compensado, pero no comerás de la gratitud que les ofrezcas a los pobres. No olvides que, si no estás en óptimas condiciones, tal vez tu ayuda no sea más que una carga para ellos- Él no era ningún filósofo, pero sabía bien de lo que hablaba. En contadas ocasiones se había visto viviendo en la más pura mierda. Los primeros años desde que salió de su isla natal fueron horribles, la verdad. Mataba por un pedazo de pan, hasta que consiguió suficiente experiencia como para aprender a ser eficiente y ganar algo de dinero.
Ya queriendo degustar de nuevo aquella bebida que antes le había sido privada, junto al sake de su compañero samurái, el albino incluso se rio en varias ocasiones por los chistes comentados por el otro. -No te imaginaba del tipo de los que cuentan chistes, la verdad. Son horrendos, pero graciosos- Graciosos de lo malos que eran, para qué mentir, aunque sí que le habían sacado una sonrisa. Sonrisa que se borró posteriormente en cuanto ese uniformado se acercó y lo jodió todo. Eden trató de salir del paso usando la dialéctica, pero en cuanto el hombre se acercó un poco más a Dante con la intención de joderle de nuevo, este no fue tan compasivo. Agarró al hombre por la cabeza y, literalmente, la hundió en el suelo. Un par de dientes salieron volando, y mientras el hombre trataba de responder, el albino lo tomó de sus piernas y, girando como un tornado, lo terminó lanzando. Con tan mala suerte de que tropezó, y el disparo humano fue directo hacia el estómago de Eden. -Cuidado, samurái. ¡A tu espalda!- Le espetó. No solo por eso, sino porque de detrás de otro puesto ambulante había aparecido el segundo uniformado (el que estaba escondido) planeando atacar por la espalda al chico del sake.
Lo que realmente le sorprendió es que, para ser alguien relativamente joven, Eden sabía hablar bastante bien. Su diálogo era interesante a la par que filosófico, y pronto el albino se vio inmerso en una conversación en la que no solo se debatían temas cualesquiera. -Lo mismo te digo, jovencito. Ayudar a la gente puede ser algo muy motivador y compensado, pero no comerás de la gratitud que les ofrezcas a los pobres. No olvides que, si no estás en óptimas condiciones, tal vez tu ayuda no sea más que una carga para ellos- Él no era ningún filósofo, pero sabía bien de lo que hablaba. En contadas ocasiones se había visto viviendo en la más pura mierda. Los primeros años desde que salió de su isla natal fueron horribles, la verdad. Mataba por un pedazo de pan, hasta que consiguió suficiente experiencia como para aprender a ser eficiente y ganar algo de dinero.
Ya queriendo degustar de nuevo aquella bebida que antes le había sido privada, junto al sake de su compañero samurái, el albino incluso se rio en varias ocasiones por los chistes comentados por el otro. -No te imaginaba del tipo de los que cuentan chistes, la verdad. Son horrendos, pero graciosos- Graciosos de lo malos que eran, para qué mentir, aunque sí que le habían sacado una sonrisa. Sonrisa que se borró posteriormente en cuanto ese uniformado se acercó y lo jodió todo. Eden trató de salir del paso usando la dialéctica, pero en cuanto el hombre se acercó un poco más a Dante con la intención de joderle de nuevo, este no fue tan compasivo. Agarró al hombre por la cabeza y, literalmente, la hundió en el suelo. Un par de dientes salieron volando, y mientras el hombre trataba de responder, el albino lo tomó de sus piernas y, girando como un tornado, lo terminó lanzando. Con tan mala suerte de que tropezó, y el disparo humano fue directo hacia el estómago de Eden. -Cuidado, samurái. ¡A tu espalda!- Le espetó. No solo por eso, sino porque de detrás de otro puesto ambulante había aparecido el segundo uniformado (el que estaba escondido) planeando atacar por la espalda al chico del sake.
InvitadoInvitado
Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-Vaya, cuanta violencia- comentó el chico mirando el golpe de Dante contra el uniformado mientras aquel que le sujetaba se sorprendía de la fuerza del otro albino, en ese momento Eden habría tenido la oportunidad de golpear al contrario, pero ese no era su estilo, en realidad todavía creía que las cosas se podían solucionar sin llegar a ejercer la fuerza bruta, según su maestro el combate no era un arma de caos sino una herramienta de defensa, atacar debía ser la última opción a tomar, sobre todo con personas aparentemente débiles, no se creía demasiado poderoso, pero sin duda viendo lo fácil que Sparda había despachado al otro dudaba que tuviesen alguna oportunidad en caso de optar por el combate.
Para su mala suerte el otro sujeto no se detuvo y comenzó a dar vueltas con el sujeto hasta arrojarlo en su contra, aquel que estaba a su lado pudo lanzarse a un costado evitando la dirección del proyectil humano, pero Silverman no tuvo tanta suerte -Carajo…- pronunció antes de ser impactado por aquel sujeto dando una pirueta violenta sobre la barra para caer del otro lado con el uniformado desmayado y él nuevamente algo confuso debido al impacto. Por suerte, ahora pudo ponerse en pie recargándose en la barra, estaba por reclamar con enfado al otro pues no estaba seguro si lo hizo a propósito, pero este le advirtió de alguien a sus espaldas, el chico se giró tarde y un enorme puñetazo le cayó encima haciéndole nuevamente rodar por la barra hasta el lado original, ¿acaso le habían visto cara de pelota para estarlo pasando de un lado a otro?. -Joder, eso duele- gateó un tanto hasta recargarse en una silla y ponerse en pie mirando atrás donde aquel uniformado ya utilizaba un silbato alertando a todo posible compañero que estuviese cerca para que fuesen en su apoyo.
La batalla continuaba y la gente ya estaba desalojando el sitio, algunos incluso empujaron a Eden haciéndole caer de nuevo, cuando por fin estuvieron solos y pudo retomar su postura un balazo pasó cerca de su cabeza haciéndole mirar a un costado donde un trozo de madera mostraba un agujero causado por el mismo, aquel uniformado todavía solitario tenía un revolver y estaba ahora disparando contra ambos hombres -¡Oye, le vas a hacer daño a alguien con esa cosa!- tuvo que correr y ocultarse tras una mesa, claramente eso no iba a detener los proyectiles pero al menos le ocultaba del otro y por ende no podía asegurar su tino disparando más al azar buscando acertar.
Por si la situación no fuese ya mala, en las cercanías del establecimiento ya se escuchaban gritos que se iban aproximando, seguramente otros policías estaban ya cerca buscando ir en apoyo de su compañero, era entonces cuando el aspirante a samurái se debatía, ¿pelear era la respuesta?, en teoría atacar a aquel hombre y en último caso a sus compañeros sería visto como un acto criminal, empero, ¿no fue ese sujeto y el otro los primeros en iniciar un ataque?, en ese caso pese a ser considerados actos criminales también eran meros actos de defensa, no podía permitir que lo matasen por algo que no había cometido -Uhm, es complicado-.
Un balazo nuevamente pasó esta vez por entre sus piernas -pues se encontraba flexionado en pose de pensador- y entonces tuvo la duda de donde estaría Sparda, ¿le habría dejado solo?, no sería raro considerando que se trataba de un pirata, aunque en realidad no podía culparle, a final de cuentas su cabeza estaba impresa en un cártel, a él le podían enviar quizás hasta Impel Down mientras a él no pasarían de darle una golpiza y meterlo a la cárcel unos días, o al menos eso esperaba.
Para su mala suerte el otro sujeto no se detuvo y comenzó a dar vueltas con el sujeto hasta arrojarlo en su contra, aquel que estaba a su lado pudo lanzarse a un costado evitando la dirección del proyectil humano, pero Silverman no tuvo tanta suerte -Carajo…- pronunció antes de ser impactado por aquel sujeto dando una pirueta violenta sobre la barra para caer del otro lado con el uniformado desmayado y él nuevamente algo confuso debido al impacto. Por suerte, ahora pudo ponerse en pie recargándose en la barra, estaba por reclamar con enfado al otro pues no estaba seguro si lo hizo a propósito, pero este le advirtió de alguien a sus espaldas, el chico se giró tarde y un enorme puñetazo le cayó encima haciéndole nuevamente rodar por la barra hasta el lado original, ¿acaso le habían visto cara de pelota para estarlo pasando de un lado a otro?. -Joder, eso duele- gateó un tanto hasta recargarse en una silla y ponerse en pie mirando atrás donde aquel uniformado ya utilizaba un silbato alertando a todo posible compañero que estuviese cerca para que fuesen en su apoyo.
La batalla continuaba y la gente ya estaba desalojando el sitio, algunos incluso empujaron a Eden haciéndole caer de nuevo, cuando por fin estuvieron solos y pudo retomar su postura un balazo pasó cerca de su cabeza haciéndole mirar a un costado donde un trozo de madera mostraba un agujero causado por el mismo, aquel uniformado todavía solitario tenía un revolver y estaba ahora disparando contra ambos hombres -¡Oye, le vas a hacer daño a alguien con esa cosa!- tuvo que correr y ocultarse tras una mesa, claramente eso no iba a detener los proyectiles pero al menos le ocultaba del otro y por ende no podía asegurar su tino disparando más al azar buscando acertar.
Por si la situación no fuese ya mala, en las cercanías del establecimiento ya se escuchaban gritos que se iban aproximando, seguramente otros policías estaban ya cerca buscando ir en apoyo de su compañero, era entonces cuando el aspirante a samurái se debatía, ¿pelear era la respuesta?, en teoría atacar a aquel hombre y en último caso a sus compañeros sería visto como un acto criminal, empero, ¿no fue ese sujeto y el otro los primeros en iniciar un ataque?, en ese caso pese a ser considerados actos criminales también eran meros actos de defensa, no podía permitir que lo matasen por algo que no había cometido -Uhm, es complicado-.
Un balazo nuevamente pasó esta vez por entre sus piernas -pues se encontraba flexionado en pose de pensador- y entonces tuvo la duda de donde estaría Sparda, ¿le habría dejado solo?, no sería raro considerando que se trataba de un pirata, aunque en realidad no podía culparle, a final de cuentas su cabeza estaba impresa en un cártel, a él le podían enviar quizás hasta Impel Down mientras a él no pasarían de darle una golpiza y meterlo a la cárcel unos días, o al menos eso esperaba.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Maldito traspiés el que había dado, joder. Una pequeña brecha en el suelo le hizo desestabilizarse mientras estaba girando cual tornado, agarrando al uniformado con sus propias manos por los pies. Esto concluyó en que el lanzamiento, que en un principio iba a ser dirigido hacia una pared cercana para dejar K.O. a aquel tipo, se convirtiera en un intento errado que fue directo hacia Eden. -Oh, shit!- Gritó al mismo tiempo que se daba cuenta de lo mal que había lanzado al tipo, llevando una de sus manos hacia la boca en señal de sorpresa. Y además, Eden no hizo nada por apartarse, por lo que el impacto fue directo y lanzó al samurái hasta la barra más cercana. Poniéndose de puntillas, tratando de mirar donde había caído el joven, Dante se preocupó por su salud, preguntándole de manera directa cómo se encontraba. -Eden, ¿estás bien?- La había cagado un poco.
Pero eso no fue lo único que ocurrió, pues el que venía por su espalda le lanzó un puñetazo que lo tumbó en el suelo de nuevo. ¡Qué cabrones! La gente que había estado por aquel paseo empezaba a marcharse, al ritmo del silbato que pedía refuerzos, seguramente para tomar a aquellos dos hombres y llevarlos a un buen calabozo. ¿Por qué no comprendían que lo de antes no había sido más que un malentendido? A lo mejor estaban haciendo oídos sordos, o es que había un mercado negro que no seguía la regla esa de dar segunda oportunidad a los criminales. Tampoco les iba a preguntar, la verdad, prefería hablar con sus puños. Así fue como observó a alguien que tenía una pistola, por lo que se deslizó por el suelo hasta el puesto ambulante más cercano, pegando su espalda a la pared de madera del mismo y ocultándose de los disparos. Se asomó durante un instante para ver cómo Eden seguía allí, parado como si estuviera esperando que todo saliera bien. Se dio un manotazo en la cara.
-¡Chico, es momento de que aprendas a desenfundar tu arma! Que a este ritmo nos matan, y no sé tú, pero soy muy joven para morir- Le gritó, al mismo tiempo que escuchaba sonidos de gente aproximándose. -Deshazte del tipo de la pistola, tengo un barco en la orilla por si tenemos que huir rápido.- Volvió a ocultarse, pues el tipo de la pistola le había visto y había apuntado su arma contra él, disparando un trío de balas que se empotraron directamente contra los maderos del puesto ambulante. -Por los pelos- Dijo por lo bajo, al mismo tiempo que se levantaba un poco para tomar una botella de vidrio que había encima de la barra. -Venga, hoy es mi día de suerte, lo voy a conseguir- Se asomó (esta vez por el otro lado, para que el pistolero no se esperase su nueva posición y tuviera más probabilidad de acertar su iniciativa) y le lanzó la botella en dirección a la cabeza. Inexplicablemente, le dio con toda su fuerza, rompiendo el vidrio y haciendo que el pistolero se desestabilizara un poco. -JAJA- No se lo creía ni él, pero rápidamente volvió a sus cabales para avisar al joven que era el momento de actuar. -¡Ahora, desármalo y echemos a correr!- Faltaría un par de minutos para que los refuerzos llegasen, y sin duda, sería muy bueno que cuando estuvieran allí, ellos ya se hubieran marchado.
Pero eso no fue lo único que ocurrió, pues el que venía por su espalda le lanzó un puñetazo que lo tumbó en el suelo de nuevo. ¡Qué cabrones! La gente que había estado por aquel paseo empezaba a marcharse, al ritmo del silbato que pedía refuerzos, seguramente para tomar a aquellos dos hombres y llevarlos a un buen calabozo. ¿Por qué no comprendían que lo de antes no había sido más que un malentendido? A lo mejor estaban haciendo oídos sordos, o es que había un mercado negro que no seguía la regla esa de dar segunda oportunidad a los criminales. Tampoco les iba a preguntar, la verdad, prefería hablar con sus puños. Así fue como observó a alguien que tenía una pistola, por lo que se deslizó por el suelo hasta el puesto ambulante más cercano, pegando su espalda a la pared de madera del mismo y ocultándose de los disparos. Se asomó durante un instante para ver cómo Eden seguía allí, parado como si estuviera esperando que todo saliera bien. Se dio un manotazo en la cara.
-¡Chico, es momento de que aprendas a desenfundar tu arma! Que a este ritmo nos matan, y no sé tú, pero soy muy joven para morir- Le gritó, al mismo tiempo que escuchaba sonidos de gente aproximándose. -Deshazte del tipo de la pistola, tengo un barco en la orilla por si tenemos que huir rápido.- Volvió a ocultarse, pues el tipo de la pistola le había visto y había apuntado su arma contra él, disparando un trío de balas que se empotraron directamente contra los maderos del puesto ambulante. -Por los pelos- Dijo por lo bajo, al mismo tiempo que se levantaba un poco para tomar una botella de vidrio que había encima de la barra. -Venga, hoy es mi día de suerte, lo voy a conseguir- Se asomó (esta vez por el otro lado, para que el pistolero no se esperase su nueva posición y tuviera más probabilidad de acertar su iniciativa) y le lanzó la botella en dirección a la cabeza. Inexplicablemente, le dio con toda su fuerza, rompiendo el vidrio y haciendo que el pistolero se desestabilizara un poco. -JAJA- No se lo creía ni él, pero rápidamente volvió a sus cabales para avisar al joven que era el momento de actuar. -¡Ahora, desármalo y echemos a correr!- Faltaría un par de minutos para que los refuerzos llegasen, y sin duda, sería muy bueno que cuando estuvieran allí, ellos ya se hubieran marchado.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Estaba por decidirse si salir corriendo cuando la voz de Sparda le alertó que estaba todavía por allí, no pudo ocultar cierto alivio y alegría levantando la mano y saludando -Hola, pensaba que te habías marchado- su sonrisa fue sincera y justo entonces un nuevo proyectil pasó a poco más de un centímetro de su mano haciendo que volviese a ocultarse tras la mesa, la situación comenzaba a ser realmente molesta y no lo ocultó al gritar -¡Con un carajo le vas a hacer daño a alguien, deja de disparar, no estoy haciendo nada, solo saludando a un compañero!- la única respuesta que obtuvo fueron tres proyectiles pasando a través de la madera cerca de su rostro, su torso y sus pies, la verdad le extrañaba mucho, Eden no solía ser afortunado en nada, aunque la explicación razonable era que aquel sujeto que estaba atacando era un pésimo tirador, quizás era la primera vez que estaba disparando pues al ver un poco en su dirección se le podía notar sudoroso y temblando mientras iba recargando su arma de cuando en cuando disparando con una precisión digna de un samurái que nunca ha sujetado una pistola.
Notó como el otro arrojaba una botella atinando en la cabeza de aquel sujeto, algo que fue gracioso e hizo que el chico comenzase a reír con cierta fuerza recargándose en la mesa y golpeando la misma para no contenerse -¡Toma ya, a eso le llamo perder la cabeza por una botella!- de ese modo ignoró las palabras de Dante permitiendo que el otro se recuperase y volviese a disparar obligando a Silverman para ponerse pecho a tierra evitando con ello una ráfaga de disparos que le habrían dejado como coladera “Uff, cerca de nuevo, si Natsumi me viese seguro se estaría preguntando como es que no me han dado ni un solo disparo”.
En ese momento un nuevo disparó se produjo pero en esa ocasión todo fue distinto pues a las afueras se escuchó el grito de una persona, el aspirante a samurái se asomó un tanto y pudo ver que el mismo había impactado en el hombro de una mujer que seguramente intentaba escapar del sitio, aquello hizo enojar de verdad a Eden quién se giró a observar al otro -¡Te dije que ibas a lastimar a alguien, no quería hacerlo pero toma!- y sin mediar más palabra le propinó una patada a la mesa donde se estaba cubriendo y esta salió despedida con una fuerza enorme llevándose de largo al atacante y dejándole inconsciente junto a la barra. Sin embargo, aquello no iba a acabar en eso, ya se podía notar entre el tumulto a más refuerzos llegando por todas partes, salir por alguna de las calles solo les iba a garantizar ser atrapados o rodeados, por tanto, el chico no vio más opción que observar al techo -Jodido…- y sin más cerró los ojos y saltó con fuerza rompiendo el techo de madera con la cabeza y cayendo sobre este con un gran dolor -Mi cabeza, joder, duele-.
Se asomó para indicarle a Sparda que le siguiese y en ese momento logró ubicar al dueño de la taberna oculto tras la barra -¡Lo siento, aquí tiene!- sacó de sus ropas todo el dinero que traía y se lo arrojó, no era mucho pero seguramente con ello podría arreglar el local o parte del mismo, un guerrero no se iba sin saldar nunca sus deudas, pues era una cuestión de principios.
Notó como el otro arrojaba una botella atinando en la cabeza de aquel sujeto, algo que fue gracioso e hizo que el chico comenzase a reír con cierta fuerza recargándose en la mesa y golpeando la misma para no contenerse -¡Toma ya, a eso le llamo perder la cabeza por una botella!- de ese modo ignoró las palabras de Dante permitiendo que el otro se recuperase y volviese a disparar obligando a Silverman para ponerse pecho a tierra evitando con ello una ráfaga de disparos que le habrían dejado como coladera “Uff, cerca de nuevo, si Natsumi me viese seguro se estaría preguntando como es que no me han dado ni un solo disparo”.
En ese momento un nuevo disparó se produjo pero en esa ocasión todo fue distinto pues a las afueras se escuchó el grito de una persona, el aspirante a samurái se asomó un tanto y pudo ver que el mismo había impactado en el hombro de una mujer que seguramente intentaba escapar del sitio, aquello hizo enojar de verdad a Eden quién se giró a observar al otro -¡Te dije que ibas a lastimar a alguien, no quería hacerlo pero toma!- y sin mediar más palabra le propinó una patada a la mesa donde se estaba cubriendo y esta salió despedida con una fuerza enorme llevándose de largo al atacante y dejándole inconsciente junto a la barra. Sin embargo, aquello no iba a acabar en eso, ya se podía notar entre el tumulto a más refuerzos llegando por todas partes, salir por alguna de las calles solo les iba a garantizar ser atrapados o rodeados, por tanto, el chico no vio más opción que observar al techo -Jodido…- y sin más cerró los ojos y saltó con fuerza rompiendo el techo de madera con la cabeza y cayendo sobre este con un gran dolor -Mi cabeza, joder, duele-.
Se asomó para indicarle a Sparda que le siguiese y en ese momento logró ubicar al dueño de la taberna oculto tras la barra -¡Lo siento, aquí tiene!- sacó de sus ropas todo el dinero que traía y se lo arrojó, no era mucho pero seguramente con ello podría arreglar el local o parte del mismo, un guerrero no se iba sin saldar nunca sus deudas, pues era una cuestión de principios.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
¡Pero no le saludes mientras hay alerta de balas de por medio! -Guarda la mano, no quieras ser agujereado cual queso- Le gritó el albino, un poco crispado de los nervios por la acción despreocupada del samurái. Pero las palabras que le dedicaba al pistolero no parecían hacer mella en él, aquellos dos hombres que se habían encarado a los albinos habían decidido que querían pelea y que la iban a tener, fuera cual fuera la reacción de estos dos. Pero sin duda y con los nuevos disparos sobre la mesa, se pudo descubrir que en realidad Eden tenía una flor en el culo (sinónimo de que tiene mucha suerte), pues todas las balas atravesaban puntos que no comprometían en ningún momento la salud del chico. Cuando la botella lanzada contra la cabeza del tipo hizo impacto, en vez de aprovechar el momento para tumbarle, el samurái se quedó riendo sobre lo cómico de la situación.
Así nunca saldrían vivos de allí, qué remedio. El pistolero se recuperó en unos segundos del leve mareo producido por el impacto en su cabeza, incluso alguna línea de sangre caía desde lo alto de la misma. Quizá algún trozo de cristal que se hubiera roto y fisurado su piel, lo más probable. Nuevos disparos fueron producidos, ninguno de ellos mortal en la cercanía, pero un grito a lo lejos dio a entender que una persona había sido herida por muy mala suerte. -Ya es que no tienen consideración con los civiles, joder- Farfulló el albino por lo bajo, algo enfadado. Llevó su mano hacia la funda de su espada, desenvainando la misma apoyando su mano en el mango y preparándose para atacar. Ya que a este ritmo, tendría que ser él quien se encargase de derrotar al pistolero. Asomó la cabeza por una esquina del puesto sobre el que se escondía, pero al más mínimo movimiento el pistolero cambiaba su pistola de trayectoria y amenazaba con dispararle. Mierda, mierda y más mierda.
Sin embargo, la buena voluntad de Eden se vio reflejada en el instante en que aquel civil fue herido. Su mirada cambió, y la fuerte patada que le dio a la mesa tras la que se ocultaba fue suficiente como para derribar al pistolero y dejarlo inconsciente tras golpearle con fuerza. -¡¿Por qué no hiciste eso antes?!- Dante estaba un poco desquiciado, pero viendo cómo el samurái empezaba a reaccionar y a ser “útil”, se le fue pasando poco a poco. El salto catapultó al samurái hacia el techo, rompiéndolo y asomándose para que le siguiera. El albino hizo prácticamente lo mismo, saltando de puesto en puesto hasta alcanzar una cornisa a través de la cual pudo llegar a la misma altura que Eden. Ya los dos en los tejados, mientras el chico lanzaba dinero por un agujero para reparaciones, el pirata se acercó hasta él para apoyar una de sus manos en uno de sus hombros. -Bien, mi barco está por allí- Señaló con su espada hacia el muelle, que quedaba a unos quinientos metros al suroeste. -Hay suficiente sitio para los dos, por si quieres salir de la isla. Pero tenemos que movernos ya, mira hacia allí- Cambió a la dirección contraria, señalando en ese momento a un tropel de unas diez personas que corrían por las calles en dirección hacia los puestos ambulantes, donde se habían encontrado situados antes. -A correr, chico. Vivir en un calabozo no es tan bonito como lo pintan- Le dio una palmada en el brazo a modo de colegueo, para luego meter su espada en la funda a su espalda y echar a correr por los tejados en dirección al muelle. Hora de huir.
Así nunca saldrían vivos de allí, qué remedio. El pistolero se recuperó en unos segundos del leve mareo producido por el impacto en su cabeza, incluso alguna línea de sangre caía desde lo alto de la misma. Quizá algún trozo de cristal que se hubiera roto y fisurado su piel, lo más probable. Nuevos disparos fueron producidos, ninguno de ellos mortal en la cercanía, pero un grito a lo lejos dio a entender que una persona había sido herida por muy mala suerte. -Ya es que no tienen consideración con los civiles, joder- Farfulló el albino por lo bajo, algo enfadado. Llevó su mano hacia la funda de su espada, desenvainando la misma apoyando su mano en el mango y preparándose para atacar. Ya que a este ritmo, tendría que ser él quien se encargase de derrotar al pistolero. Asomó la cabeza por una esquina del puesto sobre el que se escondía, pero al más mínimo movimiento el pistolero cambiaba su pistola de trayectoria y amenazaba con dispararle. Mierda, mierda y más mierda.
Sin embargo, la buena voluntad de Eden se vio reflejada en el instante en que aquel civil fue herido. Su mirada cambió, y la fuerte patada que le dio a la mesa tras la que se ocultaba fue suficiente como para derribar al pistolero y dejarlo inconsciente tras golpearle con fuerza. -¡¿Por qué no hiciste eso antes?!- Dante estaba un poco desquiciado, pero viendo cómo el samurái empezaba a reaccionar y a ser “útil”, se le fue pasando poco a poco. El salto catapultó al samurái hacia el techo, rompiéndolo y asomándose para que le siguiera. El albino hizo prácticamente lo mismo, saltando de puesto en puesto hasta alcanzar una cornisa a través de la cual pudo llegar a la misma altura que Eden. Ya los dos en los tejados, mientras el chico lanzaba dinero por un agujero para reparaciones, el pirata se acercó hasta él para apoyar una de sus manos en uno de sus hombros. -Bien, mi barco está por allí- Señaló con su espada hacia el muelle, que quedaba a unos quinientos metros al suroeste. -Hay suficiente sitio para los dos, por si quieres salir de la isla. Pero tenemos que movernos ya, mira hacia allí- Cambió a la dirección contraria, señalando en ese momento a un tropel de unas diez personas que corrían por las calles en dirección hacia los puestos ambulantes, donde se habían encontrado situados antes. -A correr, chico. Vivir en un calabozo no es tan bonito como lo pintan- Le dio una palmada en el brazo a modo de colegueo, para luego meter su espada en la funda a su espalda y echar a correr por los tejados en dirección al muelle. Hora de huir.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-Muy bien- asintió todavía con el dolor de cabeza que le ocasionó atravesar el techo, pese a ser de madera estaba jodidamente duro. Por un segundo se preguntó, ¿quién diría que estar en un calabozo era bonito?, sin duda algún tonto o un tipo con una mala cabeza, al menos a Eden jamás le había resultado atractivo ser encarcelado, incluso las historias de Impel Down le daban ciertos escalofríos de niño, imaginándose en realidad un infierno en la tierra cientos de veces peor a Spider Miles, pero ahora que lo pensaba los piratas debían tener cierta ilusión con estar encerrados y obtener fama por liberarse o algo similar, ¿no?, para su razonamiento no existía una mejor explicación que esa para arriesgarse a ser detenidos por la marina o en su defecto por el gobierno mundial o algún gobierno de las islas.
Sus pasos seguros sobre los tejados dejaban ver parte de su entrenamiento, podía no ser todavía alguien diestro con la espada, pero en otros aspectos ya era bastante hábil, incluso el maestro admitía que tenía una gran fuerza, pero eso sin la técnica adecuada no era realmente importante desde su perspectiva. En todo caso, durante el trayecto tuvo la oportunidad de pensar en la oferta de Sparda y en realidad no era buena opción por dos motivos; en primer lugar, su objetivo debería ser volver a Shimotsuki lo antes posible, pero necesitaba pasar a otra isla para seguir buscando el remedio para el maestro, volver con las manos vacías era algo que no deseaba; ya en segundo lugar, viajar con un pirata le convertiría en uno, ¿no?, así funcionaba la mente de la marina y del gobierno aparentemente, si bien Dante hasta el momento parecía una buena persona, independientemente de estar siendo buscado por la justicia, tampoco podía arriesgarse a ser detenido o colocado como un criminal sin motivos.
Estaba pensando en eso y lo mismo ocasionó una distracción, de modo que uno de sus pies se colocó en una canaleja sin darse cuenta y la misma al no soportar el peso del chico se rompió dejándole caer de cara contra una carretilla con varias cajas de madera, mismas que acabó por destruir con su peso. -Maldición, otra vez- se puso en pie tambaleándose un momento para recargarse en una pared, por suerte ya estaban cerca del puerto, así se giró para ver al otro sujeto en los tejados todavía saludándole para indicarle que estaba bien, eran cosas a las que se estaba acostumbrando cada vez más, la misma Natsumi le decía que un día esos descuidos lo iban a matar, que lo mejor que le podría pasar para no preocuparse por eso era volverse inmortal, pero eso era imposible.
Volvió a saltar sujetándose de un techo y pudo subir para quedar al lado de aquel sujeto, ya estaban fuera de peligro, o al menos en ningún lado se podía divisar a la seguridad de la isla, seguramente estaban en el lugar de los hechos interrogando e investigando -Parece que logramos librarnos- ya el puerto era visible, algunos navíos estaban llegando y otros saliendo como era habitual, la brisa del mar era agradable. -Te preguntabas porque no actúe antes con aquel loco de la pistola, ¿verdad?- una tenue sonrisa se dibujó en su rostro -No creo que sea justo agredir a una persona que es más débil que uno- y ciertamente aquel sujeto, por sus aptitudes se había figurado desde el principio como alguien más débil que Eden -Un verdadero samurái no es aquel que vence a cualquiera, sino aquel que sabe reconocer la debilidad de otros y respetarla, “nunca uses la fuerza a menos que sea absolutamente necesario”- argumentó finalmente, para muchos era algo idiota, para él era un principio.
Sus pasos seguros sobre los tejados dejaban ver parte de su entrenamiento, podía no ser todavía alguien diestro con la espada, pero en otros aspectos ya era bastante hábil, incluso el maestro admitía que tenía una gran fuerza, pero eso sin la técnica adecuada no era realmente importante desde su perspectiva. En todo caso, durante el trayecto tuvo la oportunidad de pensar en la oferta de Sparda y en realidad no era buena opción por dos motivos; en primer lugar, su objetivo debería ser volver a Shimotsuki lo antes posible, pero necesitaba pasar a otra isla para seguir buscando el remedio para el maestro, volver con las manos vacías era algo que no deseaba; ya en segundo lugar, viajar con un pirata le convertiría en uno, ¿no?, así funcionaba la mente de la marina y del gobierno aparentemente, si bien Dante hasta el momento parecía una buena persona, independientemente de estar siendo buscado por la justicia, tampoco podía arriesgarse a ser detenido o colocado como un criminal sin motivos.
Estaba pensando en eso y lo mismo ocasionó una distracción, de modo que uno de sus pies se colocó en una canaleja sin darse cuenta y la misma al no soportar el peso del chico se rompió dejándole caer de cara contra una carretilla con varias cajas de madera, mismas que acabó por destruir con su peso. -Maldición, otra vez- se puso en pie tambaleándose un momento para recargarse en una pared, por suerte ya estaban cerca del puerto, así se giró para ver al otro sujeto en los tejados todavía saludándole para indicarle que estaba bien, eran cosas a las que se estaba acostumbrando cada vez más, la misma Natsumi le decía que un día esos descuidos lo iban a matar, que lo mejor que le podría pasar para no preocuparse por eso era volverse inmortal, pero eso era imposible.
Volvió a saltar sujetándose de un techo y pudo subir para quedar al lado de aquel sujeto, ya estaban fuera de peligro, o al menos en ningún lado se podía divisar a la seguridad de la isla, seguramente estaban en el lugar de los hechos interrogando e investigando -Parece que logramos librarnos- ya el puerto era visible, algunos navíos estaban llegando y otros saliendo como era habitual, la brisa del mar era agradable. -Te preguntabas porque no actúe antes con aquel loco de la pistola, ¿verdad?- una tenue sonrisa se dibujó en su rostro -No creo que sea justo agredir a una persona que es más débil que uno- y ciertamente aquel sujeto, por sus aptitudes se había figurado desde el principio como alguien más débil que Eden -Un verdadero samurái no es aquel que vence a cualquiera, sino aquel que sabe reconocer la debilidad de otros y respetarla, “nunca uses la fuerza a menos que sea absolutamente necesario”- argumentó finalmente, para muchos era algo idiota, para él era un principio.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Realmente, ¿cómo sabía Dante lo bonito o no que era estar en un calabozo? Ah, eso es una historia que dista mucho del momento actual, prácticamente cuando empezó a ser un pirata y a vivir la vida que esta senda le ofrecía. Un joven e inexperto albino cometió un error que le metió varios días en una cárcel de una isla lejana a aquella, donde solo le daban (si es que había ese día, por gracia de Dios) un plato de gachas muy asqueroso, pero que se tenía que comer si no quería morir de inanición. ¿Cómo consiguió escapar de aquel lugar? Eso es otra historia que será contada en otro momento, ya que no hace falta desligarse demasiado del tema actual. El caso es que el pirata ya había estado encerrado anteriormente, conocía los contras (ya que si se ponía a pensar, no había ningún punto a favor), y no quería repetirlo.
El “paseo” por los tejados de la Ciudad Carmesí fue curioso, ya que tuvieron que demostrar ambos que poseían unas cualidades físicas envidiables. Había puntos del camino en los que tenían que dar un salto que una persona normal no sería capaz de realizar, y ambos lo fueron haciendo bastante bien, sin equivocarse en ningún momento. -Eres muy bueno en esto, Eden. De no ser por tu faceta despistada, creo que serías una amenaza potencial para los peces gordos en un futuro- Le comentó. Una de las cosas buenas que tenía Dante (de las pocas), es que podía “ver” lo mejor de cada persona, y cómo esta podría desarrollarse a futuro. El carácter que poseía el espadachín, en conjunto con unas buenas habilidades, podrían llevarle muy pero que muy lejos. Lo único malo es que lo complementaba con un despiste crónico, y en algún momento, eso podría traerle problemas.
Antes lo pensaba, y antes ocurría. El pirata seguía hablando, pero no obtenía respuesta, por lo que giró para ver qué pasaba, encontrando en el suelo lejos de los tejados a un samurái que se había caído. -¿Estás bien?- Dijo asomándose al borde más cercano, comprobando cómo el chico de pelo blanco se encontraba en buenas condiciones. -El cabrón es resistente por lo menos- Comentó para sí mismo, mientras el chico volvía a los tejados y continuaban hacia el muelle. Habían conseguido alejarse de la calle del mercado lo suficiente como para que los uniformados les perdieran la pista, por lo que podrían aflojar un poco el ritmo que estaban teniendo y avanzar de manera más tranquila. -Quién lo diría, después de todo hemos sabido actuar de buena manera- Sonrió, observando en el puerto cómo al lado de varios navíos mucho más grandes, un pequeño bote de vela se erguía majestuoso y orgulloso esperando a su navegante.
Finalmente, el dúo llegó hasta el puerto, donde iniciaron una conversación acerca de lo que había ocurrido antes. ¿Por qué no atacó Eden al uniformado cuando este tuvo ocasión? Se escudó en que no era justo agredir a una persona que era más débil que él. Ante ello, y después de su pequeña conclusión, el albino levantó un dedo para hacer un inciso. -Si hubieras actuado a tiempo, ese inocente no habría recibido un balazo. Jovencito, hay veces en las que es necesario actuar, aunque no sea ético según tu código moral- Le dijo. -Ponte en situación. Una persona débil tiene a tu maestro a punto de pistola, ¿qué harías?- Había momentos en que las reglas debían ser rotas, pero eso debía ser un punto de inflexión en la mente del chico. De cualquier manera, él no podía influirle en aquel punto, pero sí tratar de abrirle los ojos a la realidad.
-También he podido ver que no tienes muchas ganas de acompañarme a la mar, es comprensible. No quieres que te tachen de pirata- Sonrió, acercándose hasta él y tendiéndole la mano derecha para estrechársela. -Espero que, en un futuro, nos volvamos a ver como amigos. Y también espero que podamos tomarnos una copa tranquilos- Era una despedida. -Sigue tu camino, vuélvete poderoso y podrás conseguir lo que te propones. Estoy seguro de ello- Soltó una gran carcajada, mientras miraba de reojo a su pequeño bote. No tardaría más de dos minutos en prepararlo, su aventura estaba próxima a su fin.
El “paseo” por los tejados de la Ciudad Carmesí fue curioso, ya que tuvieron que demostrar ambos que poseían unas cualidades físicas envidiables. Había puntos del camino en los que tenían que dar un salto que una persona normal no sería capaz de realizar, y ambos lo fueron haciendo bastante bien, sin equivocarse en ningún momento. -Eres muy bueno en esto, Eden. De no ser por tu faceta despistada, creo que serías una amenaza potencial para los peces gordos en un futuro- Le comentó. Una de las cosas buenas que tenía Dante (de las pocas), es que podía “ver” lo mejor de cada persona, y cómo esta podría desarrollarse a futuro. El carácter que poseía el espadachín, en conjunto con unas buenas habilidades, podrían llevarle muy pero que muy lejos. Lo único malo es que lo complementaba con un despiste crónico, y en algún momento, eso podría traerle problemas.
Antes lo pensaba, y antes ocurría. El pirata seguía hablando, pero no obtenía respuesta, por lo que giró para ver qué pasaba, encontrando en el suelo lejos de los tejados a un samurái que se había caído. -¿Estás bien?- Dijo asomándose al borde más cercano, comprobando cómo el chico de pelo blanco se encontraba en buenas condiciones. -El cabrón es resistente por lo menos- Comentó para sí mismo, mientras el chico volvía a los tejados y continuaban hacia el muelle. Habían conseguido alejarse de la calle del mercado lo suficiente como para que los uniformados les perdieran la pista, por lo que podrían aflojar un poco el ritmo que estaban teniendo y avanzar de manera más tranquila. -Quién lo diría, después de todo hemos sabido actuar de buena manera- Sonrió, observando en el puerto cómo al lado de varios navíos mucho más grandes, un pequeño bote de vela se erguía majestuoso y orgulloso esperando a su navegante.
Finalmente, el dúo llegó hasta el puerto, donde iniciaron una conversación acerca de lo que había ocurrido antes. ¿Por qué no atacó Eden al uniformado cuando este tuvo ocasión? Se escudó en que no era justo agredir a una persona que era más débil que él. Ante ello, y después de su pequeña conclusión, el albino levantó un dedo para hacer un inciso. -Si hubieras actuado a tiempo, ese inocente no habría recibido un balazo. Jovencito, hay veces en las que es necesario actuar, aunque no sea ético según tu código moral- Le dijo. -Ponte en situación. Una persona débil tiene a tu maestro a punto de pistola, ¿qué harías?- Había momentos en que las reglas debían ser rotas, pero eso debía ser un punto de inflexión en la mente del chico. De cualquier manera, él no podía influirle en aquel punto, pero sí tratar de abrirle los ojos a la realidad.
-También he podido ver que no tienes muchas ganas de acompañarme a la mar, es comprensible. No quieres que te tachen de pirata- Sonrió, acercándose hasta él y tendiéndole la mano derecha para estrechársela. -Espero que, en un futuro, nos volvamos a ver como amigos. Y también espero que podamos tomarnos una copa tranquilos- Era una despedida. -Sigue tu camino, vuélvete poderoso y podrás conseguir lo que te propones. Estoy seguro de ello- Soltó una gran carcajada, mientras miraba de reojo a su pequeño bote. No tardaría más de dos minutos en prepararlo, su aventura estaba próxima a su fin.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-Es probable, pero ya nadie puede saber eso- rascó detrás de su oreja encontrando un poco de astillas de madera, jodidos balazos habían estado más cerca de lo esperado -Lastimar a alguien débil sin necesidad solo porque crees que puedes evitar una tragedia es una decisión difícil, aceptable claro, pero difícil, sin embargo, si no hay amenaza real, ¿por qué hacerlo?- por un momento en la taberna se había planteado en realidad el atacar con todas sus fuerzas pues los disparos estuvieron cerca, pero tras varios intentos se comprobó, o al menos así lo veía él, que no era una amenaza de verdad a menos que uno se colocase en frente a uno o dos metros, si al final le había atacado era para evitar que siguiese siendo una amenaza aleatoria para la gente que estaba corriendo por la calle, pero en efecto, aquel hombre no era más amenaza que un ladronzuelo que planeaba hacer una bomba con un par de piedras, a saber, quizás era porque Eden solía pensar que la gente sin mucha fuerza era menos peligrosa.
Ya metido en el dilema se quedó un momento de brazos cruzados cerrando los ojos para imaginar la situación, sin duda alguna la respuesta no era sencilla, dudaba incluso que fuese a ser indicada, pues era evidente que las tradiciones y los principios que se inculcaban al tomar el camino del samurái en Shimotsuki diferían bastante de la “norma” que establecían otras personas, nuevamente, esa era probablemente la gran diferencia entre los espadachines que iban por libre y aquellos que verdaderamente elegían el camino de la espada con todas sus reglas.
-Honrar a tu maestro es sin duda una ley fundamental, sin embargo, excluyendo muchas preguntas sobre esa situación, ¿por qué habría de pensar que mi maestro no puede controlar esa situación?, a menos que sea algo claro, una ofensa para cualquier samurái es ser defendido cuando este puede con el adversario o bien, cuando no lo ha requerido- era uno de sus problemas principales con respecto a Natsumi, ella siempre se había encargado de tratar de protegerlo de los estudiantes de mayor capacidad, incluso de algunos peligros de la propia isla como lobos, eso le molestaba, pues un guerrero de verdad solo aceptaba la ayuda cuando la situación lo ameritaba, en caso contrario, el hecho de ser ayudado podía ser interpretado como una mancha a la honra de todo portador de espada. -El honor importa, al menos a nosotros- miró a Sparda -Así que, para dar una respuesta clara a la pregunta, a menos que mi maestro lo pidiese o se viese impedido notoriamente…o en su defecto, que claramente sea inferior, al contrario, no, no le ayudaría- quizás en las circunstancias actuales lo haría, era difícil, pues, aunque enfermo, el maestro seguía siendo mejor que Eden, eso le convertía en alguien poco apto para defenderlo llegado el caso.
-Lo siento, no es nada personal, bueno tienes razón en lo que dices- para que mentir, eso no iba mucho con Silverman, además no consideraba que fuese nada malo, la verdad a veces era incomoda pero no por ello malvada, en su caso él pensaba que Dante podía ser una persona amena, probablemente convertido en criminal por crímenes que no estaban relacionados propiamente con la violencia, empero, en esos momentos no se podía dar el lujo de ser perseguido por nadie, tenía muchas cosas que hacer y los retrasos no estaban permitidos bajo ningún precepto.
Así, sujetó la mano de aquel pirata y asintió suavemente dedicándole una suave sonrisa franca, no era de las personas que mentían, eso a veces le volvía alguien a quién se consideraba poco afortunado, pues no solía ganarse las cosas a costa de los demás, algo que muchos consideraban falta de pericia en todos los aspectos del mundo actual -No sé si nos volveremos a ver, tampoco si seremos amigos entonces, mucho menos si habré mejorado, es más, podría estar muerto y ya- comenzó a reír, aquel tema no le preocupaba demasiado, no por ser valiente, sino que en realidad era demasiado tonto para pensar en el significado real de la muerte, se preocupaba más por cosas que hacer estando vivo -Aunque, ten por seguro que si nos encontramos de nuevo, seguro tendremos alguna historia interesante para contarnos- eso si lo podía asegurar, pues su vida era bastante singular, afortunada o desafortunadamente.
Ya metido en el dilema se quedó un momento de brazos cruzados cerrando los ojos para imaginar la situación, sin duda alguna la respuesta no era sencilla, dudaba incluso que fuese a ser indicada, pues era evidente que las tradiciones y los principios que se inculcaban al tomar el camino del samurái en Shimotsuki diferían bastante de la “norma” que establecían otras personas, nuevamente, esa era probablemente la gran diferencia entre los espadachines que iban por libre y aquellos que verdaderamente elegían el camino de la espada con todas sus reglas.
-Honrar a tu maestro es sin duda una ley fundamental, sin embargo, excluyendo muchas preguntas sobre esa situación, ¿por qué habría de pensar que mi maestro no puede controlar esa situación?, a menos que sea algo claro, una ofensa para cualquier samurái es ser defendido cuando este puede con el adversario o bien, cuando no lo ha requerido- era uno de sus problemas principales con respecto a Natsumi, ella siempre se había encargado de tratar de protegerlo de los estudiantes de mayor capacidad, incluso de algunos peligros de la propia isla como lobos, eso le molestaba, pues un guerrero de verdad solo aceptaba la ayuda cuando la situación lo ameritaba, en caso contrario, el hecho de ser ayudado podía ser interpretado como una mancha a la honra de todo portador de espada. -El honor importa, al menos a nosotros- miró a Sparda -Así que, para dar una respuesta clara a la pregunta, a menos que mi maestro lo pidiese o se viese impedido notoriamente…o en su defecto, que claramente sea inferior, al contrario, no, no le ayudaría- quizás en las circunstancias actuales lo haría, era difícil, pues, aunque enfermo, el maestro seguía siendo mejor que Eden, eso le convertía en alguien poco apto para defenderlo llegado el caso.
-Lo siento, no es nada personal, bueno tienes razón en lo que dices- para que mentir, eso no iba mucho con Silverman, además no consideraba que fuese nada malo, la verdad a veces era incomoda pero no por ello malvada, en su caso él pensaba que Dante podía ser una persona amena, probablemente convertido en criminal por crímenes que no estaban relacionados propiamente con la violencia, empero, en esos momentos no se podía dar el lujo de ser perseguido por nadie, tenía muchas cosas que hacer y los retrasos no estaban permitidos bajo ningún precepto.
Así, sujetó la mano de aquel pirata y asintió suavemente dedicándole una suave sonrisa franca, no era de las personas que mentían, eso a veces le volvía alguien a quién se consideraba poco afortunado, pues no solía ganarse las cosas a costa de los demás, algo que muchos consideraban falta de pericia en todos los aspectos del mundo actual -No sé si nos volveremos a ver, tampoco si seremos amigos entonces, mucho menos si habré mejorado, es más, podría estar muerto y ya- comenzó a reír, aquel tema no le preocupaba demasiado, no por ser valiente, sino que en realidad era demasiado tonto para pensar en el significado real de la muerte, se preocupaba más por cosas que hacer estando vivo -Aunque, ten por seguro que si nos encontramos de nuevo, seguro tendremos alguna historia interesante para contarnos- eso si lo podía asegurar, pues su vida era bastante singular, afortunada o desafortunadamente.
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