Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
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Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Dos años atrás.
Después de realizar tus primeras fechorías como pirata, nunca venía bien tomar un pequeño descanso en el que asentarte como criminal y cambiar la mentalidad a una distinta que usarías mucho más a menudo a partir de ese punto. Al estar impreso en los periódicos un cartel con tu cara, nombre y recompensa, muchas cosas cambiaban. Y la isla Red era un muy buen lugar para sentarse, meditar, y llegar a una conclusión. El motivo de aquello era que, si no cometías un delito expresamente en esa isla, no se te tomaba por criminal. Así que a ciencia cierta, él seguía siendo un civil más. De todas maneras, su wanted tampoco era demasiado alto como para ser famoso, siquiera. Ocho millones era la primera cifra que habían puesto a su cabeza por sus acciones, nada malo teniendo en cuenta que había iniciado en el East Blue, el mar más débil de los cardinales, según se rumoreaba. Una cifra que lucía con cierto orgullo, la barbilla bien alta, y una gran sonrisa en sus labios. Otra cosa no, pero egocéntrico, el albino lo era un tanto. Y caminaba por la calle principal de la Ciudad Carmesí como si fuera la persona más inocente y buena del mundo.
Iba ataviado con unos ropajes atractivos a la vista. Una camiseta negra de seda, junto a unos pantalones negros y rojos de cuero. La gabardina roja que ocupaba su torso y gran parte de sus piernas también era de ese último material, combinada con unas botas militares, unos guantes y coderas negras, y un cinturón con una calavera de hebilla. Así como tres enganches por su pecho con broches de oro. Extravagante, llamando la atención. A su espalda, una espada de doble filo yacía enfundada en una vaina de tirantes de cuero, sujetándola bien para que no se cayera conforme se moviera. Su pelo, liso y bien peinado, era objeto de miradas de todo tipo. No era común ver a una persona con ese color de pelo, la mayoría no salían del moreno, castaño, rubio o incluso pelirrojo. A decir verdad, era ese tipo de personas que las veías y decías: “Ese tío tiene estilo, ojalá pudiera ser como él”. Pero para nada, él no se sentía así, como un pilar al que seguir o tomar en cuenta. Él vivía la vida al límite, día a día, buscando la adrenalina que tanto le hacía sentir vivo.
La calle por la que caminaba poseía en sendos lados de la calzada tiendas ambulantes de todo tipo de mercancías: accesorios estéticos, comida, decoración, etcétera. Obviamente, la que más llamó su atención fue la de bebida, donde servían unas jarras de cerveza totalmente frías y apetitosas. Se acercó hasta el mostrador para hablar con el dependiente. -Buen hombre, sírvame una jarra de su mejor cerveza. ¡Hoy tengo dinero para permitírmelo!- Su voz era viva, llena de matices llenos de voluntad y carácter. -Tener dinero siempre es bueno, muchacho. Sobre todo para mí, que vivo de las ventas, gahahaha- Rio el dependiente, para luego servirle la jarra y dársela en plena mano a cambio de unas cuantas monedas. -Ten un buen día amigo, hoy el Astro Rey nos sonreirá a todos- Dijo alzando la jarra, despidiéndose del hombre. -Por supuesto, chico, esa es la actitud- Y es que en el cielo, brillaba un gran sol acogedor. No hacía demasiado calor, la temperatura era perfecta. Así que para celebrarlo, alzó su jarra y gritó en plena calle. -¡Por la Ciudad Carmesí! ¡Donde los criminales tenemos nuestra segunda oportunidad!- Para qué ocultar intenciones. Se llevó la jarra a los labios y dio un largo trago. Riquísima esa cerveza, joder.
Después de realizar tus primeras fechorías como pirata, nunca venía bien tomar un pequeño descanso en el que asentarte como criminal y cambiar la mentalidad a una distinta que usarías mucho más a menudo a partir de ese punto. Al estar impreso en los periódicos un cartel con tu cara, nombre y recompensa, muchas cosas cambiaban. Y la isla Red era un muy buen lugar para sentarse, meditar, y llegar a una conclusión. El motivo de aquello era que, si no cometías un delito expresamente en esa isla, no se te tomaba por criminal. Así que a ciencia cierta, él seguía siendo un civil más. De todas maneras, su wanted tampoco era demasiado alto como para ser famoso, siquiera. Ocho millones era la primera cifra que habían puesto a su cabeza por sus acciones, nada malo teniendo en cuenta que había iniciado en el East Blue, el mar más débil de los cardinales, según se rumoreaba. Una cifra que lucía con cierto orgullo, la barbilla bien alta, y una gran sonrisa en sus labios. Otra cosa no, pero egocéntrico, el albino lo era un tanto. Y caminaba por la calle principal de la Ciudad Carmesí como si fuera la persona más inocente y buena del mundo.
Iba ataviado con unos ropajes atractivos a la vista. Una camiseta negra de seda, junto a unos pantalones negros y rojos de cuero. La gabardina roja que ocupaba su torso y gran parte de sus piernas también era de ese último material, combinada con unas botas militares, unos guantes y coderas negras, y un cinturón con una calavera de hebilla. Así como tres enganches por su pecho con broches de oro. Extravagante, llamando la atención. A su espalda, una espada de doble filo yacía enfundada en una vaina de tirantes de cuero, sujetándola bien para que no se cayera conforme se moviera. Su pelo, liso y bien peinado, era objeto de miradas de todo tipo. No era común ver a una persona con ese color de pelo, la mayoría no salían del moreno, castaño, rubio o incluso pelirrojo. A decir verdad, era ese tipo de personas que las veías y decías: “Ese tío tiene estilo, ojalá pudiera ser como él”. Pero para nada, él no se sentía así, como un pilar al que seguir o tomar en cuenta. Él vivía la vida al límite, día a día, buscando la adrenalina que tanto le hacía sentir vivo.
La calle por la que caminaba poseía en sendos lados de la calzada tiendas ambulantes de todo tipo de mercancías: accesorios estéticos, comida, decoración, etcétera. Obviamente, la que más llamó su atención fue la de bebida, donde servían unas jarras de cerveza totalmente frías y apetitosas. Se acercó hasta el mostrador para hablar con el dependiente. -Buen hombre, sírvame una jarra de su mejor cerveza. ¡Hoy tengo dinero para permitírmelo!- Su voz era viva, llena de matices llenos de voluntad y carácter. -Tener dinero siempre es bueno, muchacho. Sobre todo para mí, que vivo de las ventas, gahahaha- Rio el dependiente, para luego servirle la jarra y dársela en plena mano a cambio de unas cuantas monedas. -Ten un buen día amigo, hoy el Astro Rey nos sonreirá a todos- Dijo alzando la jarra, despidiéndose del hombre. -Por supuesto, chico, esa es la actitud- Y es que en el cielo, brillaba un gran sol acogedor. No hacía demasiado calor, la temperatura era perfecta. Así que para celebrarlo, alzó su jarra y gritó en plena calle. -¡Por la Ciudad Carmesí! ¡Donde los criminales tenemos nuestra segunda oportunidad!- Para qué ocultar intenciones. Se llevó la jarra a los labios y dio un largo trago. Riquísima esa cerveza, joder.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-¡Quítate de en medio enclenque!- un enorme empujón de un semigigante le hizo salir volando hasta golpearse con una pared y caer al suelo dolorido, se miró el codo izquierdo y notó un poco de sangre en el mismo a causa de una raspada -¡Me pude haber quitado sin tanta agresividad!- gritó el chico de cabellos blanquecinos poniéndose de pie y limpiando sus ropas, las clásicas de un samurái, por eso algunos le miraban un tanto extrañados, ya que en aquella ciudad todos parecían vestir a la moda o cuando menos de una forma más “normal”. Ni hablar, así era la vida de aquel espadachín, aquel aprendiz de samurái, aquel…¿chico sin suerte?, quizás ese era el mejor adjetivo que lo describía ya desde un año atrás, la suerte últimamente se había olvidado de Eden en todo sentido e incluso a veces se burlaba en su rostro, casi como esperando que este implorase un favor.
¿Qué estaba haciendo en la Isla Red?, había viajado a Ohara para buscar un poco de información sobre una enfermedad poco conocida, también había aprovechado para ir al país de las flores en busca de una cura “mágica” y de un entrenamiento extra, pero todo hasta el momento era inútil, entonces su estadía en la isla era más una cuestión personal que una búsqueda real. Su maestro estaba enfermo y cada vez su condición empeoraba más, temía que se seguir así estaría muerto en un par de meses ya que ahora apenas si podía colocarse en pie y sujetar una katana, en Shimotsuki y el dojo las cosas solo iban de mal en peor, era junto con Natsumi los últimos estudiantes que se mantenían en la misma y ninguno de los dos estaba seguro de alcanzar el conocimiento requerido para tomar el lugar del maestro si este fallecía.
Ciudad Carmesí era famosa por su regla de no poder atrapar a nadie salvo que este cometiese un acto criminal en el lugar, por ende, los criminales abundaban, pero la marina y el gobierno, así como los cazadores también, todos esperando a que alguien cometiese un error, todo como un juego del gato y el ratón. Silverman estaba allí buscando a alguien en específico, aunque por un lado también consideraba que podía buscar alguna medicina alternativa para su mentor, pues no quería regresar de su viaje con malas noticias únicamente, confiaban en él para dar con alguna solución, no podía decepcionar a nadie, o mejor dicho, no quería hacerlo.
Su paso acelerado intentaba evitar el contacto con las personas pues siempre que cometía aquel error algo malo le sucedía, un golpe, un insulto o hasta una pelea no buscada, el chico no era tan débil, de hecho, podía arreglárselas con algunos hombres de poder, pero la verdad era que estaba lejos de ser alguien habilidoso como Natsumi, ella sí que estaba a otro nivel del suyo. -¡Permiso, disculpe, cuidado!- evitando a cualquier costo un problema logró llegar hasta una farmacia naturista y preguntó por algunos remedios, pero el encargado le aseguró que aquello ya no existía en los Blues, únicamente en la Grand Line o quizás incluso solamente en el temible Nuevo Mundo, ¿significaba eso que no quedaba esperanza alguna para su maestro?, no, no podía simplemente aceptar eso, ¿acaso no era esa la ciudad de segundas oportunidades?, si los criminales tenían una segunda oportunidad era injusto que un hombre honesto no la tuviese.
Salió casi corriendo mirando al otro lado del lugar una farmacia, tal vez la medicina moderna ofrecería mejores soluciones, aunque la última vez que un doctor había revisado a su maestro le había dado ya por sentenciado. Justo estaba en la marcha cuando un chico de ropajes geniales alzó un tarro haciendo por consiguiente que este impactase contra el rostro de Eden destrozándose debido a la inercia de ambos movimientos encontrados y dejando que el desafortunado quedase tendido en el suelo semi-inconsciente -No estoy derrotado…- repetía en voz baja como si estuviese en medio de un combate, pero la verdad es que ahora mismo no tenía idea de que había ocurrido, solo algunas risas eran perceptibles, al parecer seguía sin ser su día de suerte.
¿Qué estaba haciendo en la Isla Red?, había viajado a Ohara para buscar un poco de información sobre una enfermedad poco conocida, también había aprovechado para ir al país de las flores en busca de una cura “mágica” y de un entrenamiento extra, pero todo hasta el momento era inútil, entonces su estadía en la isla era más una cuestión personal que una búsqueda real. Su maestro estaba enfermo y cada vez su condición empeoraba más, temía que se seguir así estaría muerto en un par de meses ya que ahora apenas si podía colocarse en pie y sujetar una katana, en Shimotsuki y el dojo las cosas solo iban de mal en peor, era junto con Natsumi los últimos estudiantes que se mantenían en la misma y ninguno de los dos estaba seguro de alcanzar el conocimiento requerido para tomar el lugar del maestro si este fallecía.
Ciudad Carmesí era famosa por su regla de no poder atrapar a nadie salvo que este cometiese un acto criminal en el lugar, por ende, los criminales abundaban, pero la marina y el gobierno, así como los cazadores también, todos esperando a que alguien cometiese un error, todo como un juego del gato y el ratón. Silverman estaba allí buscando a alguien en específico, aunque por un lado también consideraba que podía buscar alguna medicina alternativa para su mentor, pues no quería regresar de su viaje con malas noticias únicamente, confiaban en él para dar con alguna solución, no podía decepcionar a nadie, o mejor dicho, no quería hacerlo.
Su paso acelerado intentaba evitar el contacto con las personas pues siempre que cometía aquel error algo malo le sucedía, un golpe, un insulto o hasta una pelea no buscada, el chico no era tan débil, de hecho, podía arreglárselas con algunos hombres de poder, pero la verdad era que estaba lejos de ser alguien habilidoso como Natsumi, ella sí que estaba a otro nivel del suyo. -¡Permiso, disculpe, cuidado!- evitando a cualquier costo un problema logró llegar hasta una farmacia naturista y preguntó por algunos remedios, pero el encargado le aseguró que aquello ya no existía en los Blues, únicamente en la Grand Line o quizás incluso solamente en el temible Nuevo Mundo, ¿significaba eso que no quedaba esperanza alguna para su maestro?, no, no podía simplemente aceptar eso, ¿acaso no era esa la ciudad de segundas oportunidades?, si los criminales tenían una segunda oportunidad era injusto que un hombre honesto no la tuviese.
Salió casi corriendo mirando al otro lado del lugar una farmacia, tal vez la medicina moderna ofrecería mejores soluciones, aunque la última vez que un doctor había revisado a su maestro le había dado ya por sentenciado. Justo estaba en la marcha cuando un chico de ropajes geniales alzó un tarro haciendo por consiguiente que este impactase contra el rostro de Eden destrozándose debido a la inercia de ambos movimientos encontrados y dejando que el desafortunado quedase tendido en el suelo semi-inconsciente -No estoy derrotado…- repetía en voz baja como si estuviese en medio de un combate, pero la verdad es que ahora mismo no tenía idea de que había ocurrido, solo algunas risas eran perceptibles, al parecer seguía sin ser su día de suerte.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Hay momentos en la vida de una persona, en la que realmente crees que el destino es un hijo de puta con un sentido del humor muy travieso. ¿Quién iba a pensar que solo alzando su jarra hacia el cielo, después de darle un sorbo, iba a golpear el rostro de un pobre desdichado que pasaba justo a su lado por ese momento? Nadie, absolutamente nadie. Hubo dos cosas que preocuparon al albino en ese segundo exacto. La primera de ellas era que, con el choque, la jarra se había roto y todo el contenido de cerveza estaba siendo filtrado por el suelo. ¡Había perdido una inversión en cerveza que nunca más sería aprovechable de nuevo! Por otra parte, había herido a una persona, que había caído al suelo y parecía estar desmayado, más no en el más allá. Eso le llevaba a pensar dos posibles alternativas: ¿era considerado ahora sí un criminal, o no? Herir a una persona, fuera la isla en la que se encontrase, podía ser solo un acto de agresividad común, en otros lugares sí que podría ser tomado como un delito menor. Y después de haber tropezado con la primera piedra en la isla Red, la segunda oportunidad se perdía para siempre.
Tragó saliva, algo preocupado, soltando el asa de la jarra rota que se le había quedado en la mano. Antes de que esta cayera al suelo e hiciera contacto con el mismo, el albino ya estaba con una rodilla apoyada en el suelo y sacudiendo con ambas manos al chaval por el torso. -Eh, tú, psst, tú, despierta- Tal y como le veía, no parecía estar más que en un shock momentáneo. El impacto del momento, solo tenía que esperar a que su cerebro volviera a trabajar a un ritmo adecuado y sus sentidos vitales se acostumbrasen de nuevo a la realidad. Le dio alguna que otra palmada en la cara para que entrase en razón cuanto antes, no sin mirar a sus alrededores para percatarse de que había un par de uniformados que le miraban con mala cara. ”Mierda, ahora seguro que me quieren cazar. ¿En qué puto momento te has cruzado conmigo, chico? ¿No me viste siquiera?”, pensó. Esos dos uniformados pronto quisieron saber más acerca de la situación, por lo que empezaron a dar algunos pasos en dirección a los dos albinos. Tendría que hacer un show para escabullirse del problema.
Antes de que los dos uniformados llegasen hasta ellos, el albino de rojo ya había cargado al samurái pasando un brazo por su hombro, levantándole del suelo y ayudándole a estabilizarse. -Vaya, Mike, ya veo que te has recuperado pronto. Perdona, no te había visto… ¡Habíamos quedado en vernos dentro de una hora! Vaya sorpresa me has dado- Tratando de parecer que fueran amigos de toda la vida, que todo aquello hubiera sido nada menos que un malentendido y un fallo por ambas partes: por no mirar cada uno lo que hacían y cómo repercutía en los demás. -Bueno, vayamos a tomar un par de cervezas para que despiertes del todo. Eres como un imán para las jarras, desde luego…- Actuaba con bastante seguridad, mirando de reojo a los uniformados, que se habían detenido por fin. Se lo habían tragado. Volviendo la cabeza al frente, el albino acompañó al samurái hacia un callejón cercano, para sentarlo y que recuperase poco a poco sus sentidos. -Menos mal, chico, casi me pillan. ¿Es que no mirabas por dónde ibas?- Le preguntó, caminando de un lado a otro como si fuera hiperactivo. En aquel momento tenía nervios y tensión acumulados por la situación, no podía quedarse quieto.
Tragó saliva, algo preocupado, soltando el asa de la jarra rota que se le había quedado en la mano. Antes de que esta cayera al suelo e hiciera contacto con el mismo, el albino ya estaba con una rodilla apoyada en el suelo y sacudiendo con ambas manos al chaval por el torso. -Eh, tú, psst, tú, despierta- Tal y como le veía, no parecía estar más que en un shock momentáneo. El impacto del momento, solo tenía que esperar a que su cerebro volviera a trabajar a un ritmo adecuado y sus sentidos vitales se acostumbrasen de nuevo a la realidad. Le dio alguna que otra palmada en la cara para que entrase en razón cuanto antes, no sin mirar a sus alrededores para percatarse de que había un par de uniformados que le miraban con mala cara. ”Mierda, ahora seguro que me quieren cazar. ¿En qué puto momento te has cruzado conmigo, chico? ¿No me viste siquiera?”, pensó. Esos dos uniformados pronto quisieron saber más acerca de la situación, por lo que empezaron a dar algunos pasos en dirección a los dos albinos. Tendría que hacer un show para escabullirse del problema.
Antes de que los dos uniformados llegasen hasta ellos, el albino de rojo ya había cargado al samurái pasando un brazo por su hombro, levantándole del suelo y ayudándole a estabilizarse. -Vaya, Mike, ya veo que te has recuperado pronto. Perdona, no te había visto… ¡Habíamos quedado en vernos dentro de una hora! Vaya sorpresa me has dado- Tratando de parecer que fueran amigos de toda la vida, que todo aquello hubiera sido nada menos que un malentendido y un fallo por ambas partes: por no mirar cada uno lo que hacían y cómo repercutía en los demás. -Bueno, vayamos a tomar un par de cervezas para que despiertes del todo. Eres como un imán para las jarras, desde luego…- Actuaba con bastante seguridad, mirando de reojo a los uniformados, que se habían detenido por fin. Se lo habían tragado. Volviendo la cabeza al frente, el albino acompañó al samurái hacia un callejón cercano, para sentarlo y que recuperase poco a poco sus sentidos. -Menos mal, chico, casi me pillan. ¿Es que no mirabas por dónde ibas?- Le preguntó, caminando de un lado a otro como si fuera hiperactivo. En aquel momento tenía nervios y tensión acumulados por la situación, no podía quedarse quieto.
InvitadoInvitado
Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-¡Más duro, más fuerte, ellos son aterradores, son feroces, son como bestias inclementes, pero tú serás más aterrador, serás más feroz, serás más que una bestia…serás un señor de la guerra!- la voz contundente de su maestro le hacía eco, Eden se encontraba practicando dentro del dojo en Shimotsuki, desde hacía ya un tiempo el mentor no interactuaba directamente con los dos únicos alumnos que quedaban, solo daba indicaciones y les observaba en duelos de práctica haciendo algunas aclaraciones sobre la técnica y los movimientos. Natsumi fingía frente al maestro pero en la noche cuando hablaba con Silverman ella descubría su enorme miedo a que este muriese, ¿acaso iban a quedar solos en la isla?, los días felices poco a poco se estaban extinguiendo, justo cuando el aspirante a samurái pensaba que todo estaba solucionado, que quizás no valía la pena ir tras Mat, ni tampoco indagar en el paradero de sus padres más allá de la Red Line en las aguas infernales…todo se derrumbaba, la vida siempre le jugaba malas pasadas desde que tenía memoria, desde Spider Miles las cosas eran como un sube y baja, su abuelo le decía muchas veces que de eso se trataba precisamente existir.
Como fuere, aquella memoria acontecida por el golpe se disipó como el humo del cigarro que generalmente consumía para dar paso a un estado de confusión bastante elevado que solo iba a disminuir con el tiempo, ya había sufrido algunas veces esos efectos cuando su compañera le golpeaba con enorme fuerza. Sintió un par de palmadas en la cara y sin duda esa tenía que ser Natsumi, ella era la única que hacía eso, algunas veces como un gesto de cariño según ella y otras veces simplemente como un reclamo, uno que no era agradable por cierto pues vaya que dolían.
-Oye, calma, no estoy derrotado, fue un buen golpe pero sigo bien- intentó levantarse pero sus piernas no le respondían -¿Lo ves?, venga, sigamos practicando- pensaba que estaban en una de sus tantas prácticas fuera del dojo, ni siquiera recordaba que estaba en la ciudad carmesí. Se levantó con ayuda de la chica y volteó a verla, se veía bastante borrosa y su pelo se notaba mucho más corto además de un color diferente, también podía decir que era mucho más alta y hasta robusta de lo que recordaba -¿Engordaste?, joder y creciste, que cojones…- cerró sus ojos y sujetó su cabeza un momento agitándola para tratar de enfocar su vista.
Finalmente tomó asiento y comprendió lo dicho por la otra -¿Cerveza?, pensaba que no te gustaba, ¿me has engañado todos estos años?- sacó un cigarro de sus ropas y lo encendió con cierta dificultad quemándose un dedo en el proceso -¡Puta mierda siempre me pasa esto!- agitó su mano y negó -¡Natsumi, ya sabes que generalmente no veo por donde voy, no me…!- estaba a punto de decir algo más cuando miró fijamente el rostro de ella, o mejor dicho, de él, ante Eden se presentaba un sujeto bastante varonil que le tenía aparentemente arrinconado en un callejón sucio, algo que le hizo dar un salto enorme retrocediendo hasta golpear con la pared e incluso por accidente tragarse el cigarro encendido quemándose la lengua y comenzando a ahogarse sujetando su cuello comenzando a toser. Pasó un momento de esa forma hasta que se reclinó en la pared y pudo escupir el cigarro cayendo así al suelo agitado por el proceso -¿ Quién eres y por qué me trajiste aquí?, ¿acaso eres un abusador?, ¡te lo advierto sé defenderme!- se giró para señalar al sujeto pero volvió a toser, parte del cigarro se la había tragado.
Como fuere, aquella memoria acontecida por el golpe se disipó como el humo del cigarro que generalmente consumía para dar paso a un estado de confusión bastante elevado que solo iba a disminuir con el tiempo, ya había sufrido algunas veces esos efectos cuando su compañera le golpeaba con enorme fuerza. Sintió un par de palmadas en la cara y sin duda esa tenía que ser Natsumi, ella era la única que hacía eso, algunas veces como un gesto de cariño según ella y otras veces simplemente como un reclamo, uno que no era agradable por cierto pues vaya que dolían.
-Oye, calma, no estoy derrotado, fue un buen golpe pero sigo bien- intentó levantarse pero sus piernas no le respondían -¿Lo ves?, venga, sigamos practicando- pensaba que estaban en una de sus tantas prácticas fuera del dojo, ni siquiera recordaba que estaba en la ciudad carmesí. Se levantó con ayuda de la chica y volteó a verla, se veía bastante borrosa y su pelo se notaba mucho más corto además de un color diferente, también podía decir que era mucho más alta y hasta robusta de lo que recordaba -¿Engordaste?, joder y creciste, que cojones…- cerró sus ojos y sujetó su cabeza un momento agitándola para tratar de enfocar su vista.
Finalmente tomó asiento y comprendió lo dicho por la otra -¿Cerveza?, pensaba que no te gustaba, ¿me has engañado todos estos años?- sacó un cigarro de sus ropas y lo encendió con cierta dificultad quemándose un dedo en el proceso -¡Puta mierda siempre me pasa esto!- agitó su mano y negó -¡Natsumi, ya sabes que generalmente no veo por donde voy, no me…!- estaba a punto de decir algo más cuando miró fijamente el rostro de ella, o mejor dicho, de él, ante Eden se presentaba un sujeto bastante varonil que le tenía aparentemente arrinconado en un callejón sucio, algo que le hizo dar un salto enorme retrocediendo hasta golpear con la pared e incluso por accidente tragarse el cigarro encendido quemándose la lengua y comenzando a ahogarse sujetando su cuello comenzando a toser. Pasó un momento de esa forma hasta que se reclinó en la pared y pudo escupir el cigarro cayendo así al suelo agitado por el proceso -¿ Quién eres y por qué me trajiste aquí?, ¿acaso eres un abusador?, ¡te lo advierto sé defenderme!- se giró para señalar al sujeto pero volvió a toser, parte del cigarro se la había tragado.
InvitadoInvitado
Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Las primeras palabras del albino desmayado le resultaron confusas y problemáticas. ¿Cómo que había sido un buen golpe? Si solo había levantado su jarra y encontrado su rostro, no había sido más que pura suerte y travesía del destino. Otras personas hubieran dado algún paso hacia atrás y se hubieran puesto como una furia por haber sido ensuciados de cerveza, pero no, él había caído hacia atrás como un tronco. Fácil y sencillo. Pero nada, mientras le ayudaba a ponerse en pie, determinó que debía seguir en shock, puesto que sus palabras continuaban siendo extrañas y no concordaban para nada la situación. Por lo menos, ello le ayudaría a sobrepasar la situación, así que aprovechó para mirar a alguno de los alrededores y decir por lo bajo. -Siempre le gustó beber más de la cuenta, no se lo digan, no lo acepta de buena manera- Sonrió, haciendo reír a algún otro que pasaba por su lado. Los dos uniformados finalmente se detuvieron, pareció que la escena que habían montado, aquel show, había sido efectivo y se lo habían tragado. Un peso menos que se quitaba el albino de encima, la verdad, no quería ser considerado un criminal en aquella ciudad.
-Venga, andando- Le dijo al confundido, empezando a caminar por aquella calle de la Ciudad Carmesí en dirección a algún callejón en el que pudieran relajarse los dos, él pudiera volver a sus cabales, y todos volvieran a ser felices. No supo siquiera cómo tuvo la fuerza y capacidad para encenderse un cigarro cuando estaban entrando al callejón, por lo que no dijo nada al respecto. Seguía llamándole Natsumi, tal vez fuera alguna persona de vital importancia para él, alguien que le cuidase durante bastante tiempo. Ojalá pudiera llamarse así, tener pechos y poder tocarlos todos los días de su vida. Sería una bella manera de despertar y empezar el día, para qué mentir. Pero ya a mitad de camino del callejón, pareció que el chico samurái entró en razón, asustándose en un principio y volviendo a la realidad de que no era Natsumi quien le estaba ayudando a andar, sino un tipo mucho más varonil. Se separó de él como una puta de una iglesia, como si ardiera por su cercanía. Chocó contra la pared, se tragó el cigarro y empezar a toser. La cara del pirata demostraba que no se creía aquella actuación, así que se dio una palmada en la cara.
Una vez que las preguntas empezaron a ser formuladas, el albino alzó ambas manos en son de paz y le sugirió que se calmase. -Alto, alto, alto, altooooo… Tranquilo, no es más que una confusión- Hacía aspavientos con las manos, tratando de relajarle, hacerle ver que no le supondría un problema aquella situación. Así, sin hacer caso a su amenaza de que sabía defenderse, empezó a explicarse. -Te golpeaste contra mi jarra de cerveza, caíste al suelo y tuviste alucinaciones por el mareo. Te he traído hasta este callejón porque algunos ciudadanos nos miraban de mala manera, para que te recuperes. No soy Natsumi, no soy ningún abusador, solo soy un pirata en busca de una segunda oportunidad. Estamos en isla Red, en la Ciudad Carmesí, por si también lo has olvidado- Ahora sí, bajó sus manos y las apoyó en la cadera, pasando a mirar de una manera más inquisitiva al chico. -¿Siempre que sales de fiesta causas estos líos? ¿Cómo te llamas, desdichado truhán?- Le preguntó, puesto que cómo no, ya tenía la curiosidad por conocer la identidad de aquel joven que en tan mala situación le había puesto anteriormente. ¿Sería un ciudadano corriente de la isla? ¿O también estaría de paso como él?
-Venga, andando- Le dijo al confundido, empezando a caminar por aquella calle de la Ciudad Carmesí en dirección a algún callejón en el que pudieran relajarse los dos, él pudiera volver a sus cabales, y todos volvieran a ser felices. No supo siquiera cómo tuvo la fuerza y capacidad para encenderse un cigarro cuando estaban entrando al callejón, por lo que no dijo nada al respecto. Seguía llamándole Natsumi, tal vez fuera alguna persona de vital importancia para él, alguien que le cuidase durante bastante tiempo. Ojalá pudiera llamarse así, tener pechos y poder tocarlos todos los días de su vida. Sería una bella manera de despertar y empezar el día, para qué mentir. Pero ya a mitad de camino del callejón, pareció que el chico samurái entró en razón, asustándose en un principio y volviendo a la realidad de que no era Natsumi quien le estaba ayudando a andar, sino un tipo mucho más varonil. Se separó de él como una puta de una iglesia, como si ardiera por su cercanía. Chocó contra la pared, se tragó el cigarro y empezar a toser. La cara del pirata demostraba que no se creía aquella actuación, así que se dio una palmada en la cara.
Una vez que las preguntas empezaron a ser formuladas, el albino alzó ambas manos en son de paz y le sugirió que se calmase. -Alto, alto, alto, altooooo… Tranquilo, no es más que una confusión- Hacía aspavientos con las manos, tratando de relajarle, hacerle ver que no le supondría un problema aquella situación. Así, sin hacer caso a su amenaza de que sabía defenderse, empezó a explicarse. -Te golpeaste contra mi jarra de cerveza, caíste al suelo y tuviste alucinaciones por el mareo. Te he traído hasta este callejón porque algunos ciudadanos nos miraban de mala manera, para que te recuperes. No soy Natsumi, no soy ningún abusador, solo soy un pirata en busca de una segunda oportunidad. Estamos en isla Red, en la Ciudad Carmesí, por si también lo has olvidado- Ahora sí, bajó sus manos y las apoyó en la cadera, pasando a mirar de una manera más inquisitiva al chico. -¿Siempre que sales de fiesta causas estos líos? ¿Cómo te llamas, desdichado truhán?- Le preguntó, puesto que cómo no, ya tenía la curiosidad por conocer la identidad de aquel joven que en tan mala situación le había puesto anteriormente. ¿Sería un ciudadano corriente de la isla? ¿O también estaría de paso como él?
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Una vez que todo volvió a la calma y dejó de toser, el chico se puso en pie comenzando a reír por lo bajo de una forma casi macabra, agachando la cabeza y ocultando la mirada como esas personas malas que uno se encuentra por ahí, eventualmente elevó su rostro y su risa fue más abierta hasta el punto en que señaló con el índice al contrario mostrando una cara determinada y confiada -¡Ja, no creerás que me voy a comer esa historia falsa, no soy tan torpe!- hubo un segundo de silencio y colocó su dedo índice en un costado de su cabeza indicando que estaba pensando en las posibilidades de todo aquello -Lo que ocurre es que me has atacado por la espalda, seguramente eres uno de esos tipos que ataca a los desprevenidos, les roba el dinero y luego finge ser su aliado para volver a robarles, ¡pues bien, yo no caeré en ese truco tan simple!- le señaló de nuevo con un tono casi desafiante mientras uno de sus pies retrocedía indicando que estaba preparándose para una ofensiva, no podía dejar que alguien le robase el dinero que estaba destinado para su maestro.
“Soy el más feroz, soy el más aterrador, soy un samurái” sujetó entonces el cinto y con ello el mango de su katana, en ese momento jaló con fuerza pero la misma no salió, de hecho parecía estar atorada -¡Cojones!- siguió intentando con más fuerza haciendo algo de ruido en el callejón pero nada, ¿por qué la suerte siempre se burlaba de su persona?. Por si todo no fuese ya vergonzoso, desde las alturas le cayó un gran chorro de agua y posteriormente un sartén le golpeó la cabeza haciéndole caer tocando el sitio del golpe -¡Cállate maldito loco, estoy tratando de concentrarme!- rugió una señora regordeta desde una casa cerrando sus ventanas.
-Está bien, por hoy seré bondadoso y creeré en tu palabra- anunció Eden una vez de pie nuevamente continuando con un ligero masaje en su cabeza, vaya que aquel golpe le había dolido más de lo esperado. -Sí, ciudad carmesí, ya lo recuerdo…- ya todo estaba en su lugar de nuevo, incluso la medicina de su maestro, el problema es que estaba un poco desorientado y ahora desconocía en que parte de la misma se encontraba, pero aquel sujeto autodenominado como un criminal se notaba buena persona, dejando de lado el hecho que estaba mintiendo respecto al “accidente” y todo eso, él no era tan torpe…¿o sí?.
Avanzó hasta quedar en la entrada del callejón y notó la gran afluencia de gente, ahora iba a necesitar encontrar de nuevo la farmacia, aunque no debía ser tan complicado -Un criminal, lo dices demasiado simple, seguro estás aquí para evitar a la justicia- era más o menos las historias que conocía de la isla Red, ahora sabiendo que estaba cerca de un hombre deshonesto no estaba tan confiado, para colmo, su katana se mantenía bien atorada en su funda, seguro que Natsumi le había hecho una broma y puesto pegamento en la misma, a veces esa guerra de bromas pesadas era un asunto nada agradable. -¿Yo?, ¿problemas?, no, como dije, lo que pasa es que atacaste por la espalda, pero está bien, todo perdonado- seguía sin aceptar el hecho de ser un idiota que podía vencerse solo -Me llamo Eden Orphan Silverman, un gusto, supongo- nunca antes había estado hablando tan casualmente con un pirata, mucho menos en una situación tan extraña, ¿debería estar alerta?, o por el contrario como su maestro mencionaba algunas veces…quizás juzgar a las personas no era la mejor opción hasta conocerlas realmente.
“Soy el más feroz, soy el más aterrador, soy un samurái” sujetó entonces el cinto y con ello el mango de su katana, en ese momento jaló con fuerza pero la misma no salió, de hecho parecía estar atorada -¡Cojones!- siguió intentando con más fuerza haciendo algo de ruido en el callejón pero nada, ¿por qué la suerte siempre se burlaba de su persona?. Por si todo no fuese ya vergonzoso, desde las alturas le cayó un gran chorro de agua y posteriormente un sartén le golpeó la cabeza haciéndole caer tocando el sitio del golpe -¡Cállate maldito loco, estoy tratando de concentrarme!- rugió una señora regordeta desde una casa cerrando sus ventanas.
-Está bien, por hoy seré bondadoso y creeré en tu palabra- anunció Eden una vez de pie nuevamente continuando con un ligero masaje en su cabeza, vaya que aquel golpe le había dolido más de lo esperado. -Sí, ciudad carmesí, ya lo recuerdo…- ya todo estaba en su lugar de nuevo, incluso la medicina de su maestro, el problema es que estaba un poco desorientado y ahora desconocía en que parte de la misma se encontraba, pero aquel sujeto autodenominado como un criminal se notaba buena persona, dejando de lado el hecho que estaba mintiendo respecto al “accidente” y todo eso, él no era tan torpe…¿o sí?.
Avanzó hasta quedar en la entrada del callejón y notó la gran afluencia de gente, ahora iba a necesitar encontrar de nuevo la farmacia, aunque no debía ser tan complicado -Un criminal, lo dices demasiado simple, seguro estás aquí para evitar a la justicia- era más o menos las historias que conocía de la isla Red, ahora sabiendo que estaba cerca de un hombre deshonesto no estaba tan confiado, para colmo, su katana se mantenía bien atorada en su funda, seguro que Natsumi le había hecho una broma y puesto pegamento en la misma, a veces esa guerra de bromas pesadas era un asunto nada agradable. -¿Yo?, ¿problemas?, no, como dije, lo que pasa es que atacaste por la espalda, pero está bien, todo perdonado- seguía sin aceptar el hecho de ser un idiota que podía vencerse solo -Me llamo Eden Orphan Silverman, un gusto, supongo- nunca antes había estado hablando tan casualmente con un pirata, mucho menos en una situación tan extraña, ¿debería estar alerta?, o por el contrario como su maestro mencionaba algunas veces…quizás juzgar a las personas no era la mejor opción hasta conocerlas realmente.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Era una pena que el joven no se creyera la historia que le estaba contando, a decir verdad Dante podía ser un engreído y egocéntrico, pero no era ningún mentiroso. Tal vez sí que tergiversaba de vez en cuando la verdad, pero nunca decía una mentira. No una completa, tal vez una piadosa sí. Ante su respuesta, el albino apoyó las manos en sus caderas y alzó un poco los hombros, mostrándose despreocupado. La historia que sugirió posteriormente el chico no parecía una mala idea, por lo que para romper el hielo no le importó decir. -Ey, esa es muy buena idea. Me la apunto para un futuro- Y, de Dios sabe dónde, sacó un pequeño diario y un bolígrafo, apuntando frente a aquel muchacho aquella idea que le había dado. -Espera un momento, ahora seguimos hablando- Dijo. -Atacar… robar… fingir alianza… Ya está- Sonrió, y lo guardó todo de nuevo.
Pero en cuanto llevó su mano hacia la espada, la mirada del pirata se tornó un poco más seria, menos cómica. El albino fue a llevar su propia mano derecha hacia el mango de la espada que tenía colgada de la espalda, pero un gran chorro de agua cayó sobre el samurái, debido a una señora que estaba harta de sus gritos por tratar de desenvainar el arma. La mano de Dante fue bajando sutilmente hasta posarse de nuevo en la cadera, recobrando su tranquilidad, en completo silencio. Sus labios se extendieron poco a poco en una sonrisa, hinchando el pecho en cuanto el joven creyó en su palabra. -Por fin algo de cordura, bienvenido de vuelta al mundo, señorito- Extendió sus brazos en lateral y se inclinó hacia adelante, como quien hace una reverencia, mas aquella era obviamente un chiste.
El pirata empezó a dar algunos pasos, estaba cansado de quedarse quieto, rodeando al samurái y escuchando lo que tenía que decirle. Empezaba a recordar lo acontecido antes de quedar en shock por el impacto de la jarra, por lo que el pirata le aplaudió como reconocimiento. -Muy bien, sigue así. Te acercas a la verdad- Le sugirió, mientras le acompañaba hacia la salida del callejón, cuando le tildó de que estaba en aquella isla por evitar algún encontronazo con la justicia. Alzando las manos hasta la altura de su cadera, y colocando las palmas como si estuviera empujando algo invisible, respondió mínimamente alterado. -Eh, dame un respiro, ¿no? Uno no puede alcanzar la gloria sin un pequeño descanso por el camino- Él quería terminar siendo alguien famoso, obviamente, como todo pirata. Pero para conseguirlo se necesitaban dos cosas: esfuerzo y tiempo. De lo primero tenía demasiado, y de lo segundo, había empezado recientemente. Por tanto, le quedaba un largo camino.
-En verdad, te acercaste tú a la jarra. Eres un torpe, y cuanto antes lo aceptes mejor será. Admítelo, boy- Aunque al final le bastó con su perdón. No iba a hacer más leña del árbol caído, así que prefirió zanjar ahí ese asunto para pasar a las presentaciones. -Guau, ¿eres hijo de algún noble o algo? Tu nombre es muy épico para ser corriente- Reconoció, para luego dar su identidad. -Dante Sparda, a su servicio. Y por cierto…- Señaló su espada, la cual no había sido capaz de desenvainar anteriormente, seguro porque o se había equivocado de funda, o esta era demasiado ajustada para el filo. -… voltéala e intenta desenfundarla hacia abajo, la gravedad puede servir algunas veces para cosas que no vienen en los libros de texto. Pero la próxima vez, afílala bien y tenla lubricada para que entre y salga fácil- Eso no sonaba tan extraño en la mente del albino, pero sí después de decirlo abiertamente. Mientras esperaba a que lo intentase, se cruzó de brazos y trató de sacar más conversación. -Así que eres un samurái, interesante. ¿Dónde aprendiste a recibir jarras con la cara? No sé, creo que mi entrenamiento fue más específico, con armas de verdad y eso- Apretó los labios, mirando al cielo. No era su intención enfadarle, esa era su forma de hablar de verdad.
Pero en cuanto llevó su mano hacia la espada, la mirada del pirata se tornó un poco más seria, menos cómica. El albino fue a llevar su propia mano derecha hacia el mango de la espada que tenía colgada de la espalda, pero un gran chorro de agua cayó sobre el samurái, debido a una señora que estaba harta de sus gritos por tratar de desenvainar el arma. La mano de Dante fue bajando sutilmente hasta posarse de nuevo en la cadera, recobrando su tranquilidad, en completo silencio. Sus labios se extendieron poco a poco en una sonrisa, hinchando el pecho en cuanto el joven creyó en su palabra. -Por fin algo de cordura, bienvenido de vuelta al mundo, señorito- Extendió sus brazos en lateral y se inclinó hacia adelante, como quien hace una reverencia, mas aquella era obviamente un chiste.
El pirata empezó a dar algunos pasos, estaba cansado de quedarse quieto, rodeando al samurái y escuchando lo que tenía que decirle. Empezaba a recordar lo acontecido antes de quedar en shock por el impacto de la jarra, por lo que el pirata le aplaudió como reconocimiento. -Muy bien, sigue así. Te acercas a la verdad- Le sugirió, mientras le acompañaba hacia la salida del callejón, cuando le tildó de que estaba en aquella isla por evitar algún encontronazo con la justicia. Alzando las manos hasta la altura de su cadera, y colocando las palmas como si estuviera empujando algo invisible, respondió mínimamente alterado. -Eh, dame un respiro, ¿no? Uno no puede alcanzar la gloria sin un pequeño descanso por el camino- Él quería terminar siendo alguien famoso, obviamente, como todo pirata. Pero para conseguirlo se necesitaban dos cosas: esfuerzo y tiempo. De lo primero tenía demasiado, y de lo segundo, había empezado recientemente. Por tanto, le quedaba un largo camino.
-En verdad, te acercaste tú a la jarra. Eres un torpe, y cuanto antes lo aceptes mejor será. Admítelo, boy- Aunque al final le bastó con su perdón. No iba a hacer más leña del árbol caído, así que prefirió zanjar ahí ese asunto para pasar a las presentaciones. -Guau, ¿eres hijo de algún noble o algo? Tu nombre es muy épico para ser corriente- Reconoció, para luego dar su identidad. -Dante Sparda, a su servicio. Y por cierto…- Señaló su espada, la cual no había sido capaz de desenvainar anteriormente, seguro porque o se había equivocado de funda, o esta era demasiado ajustada para el filo. -… voltéala e intenta desenfundarla hacia abajo, la gravedad puede servir algunas veces para cosas que no vienen en los libros de texto. Pero la próxima vez, afílala bien y tenla lubricada para que entre y salga fácil- Eso no sonaba tan extraño en la mente del albino, pero sí después de decirlo abiertamente. Mientras esperaba a que lo intentase, se cruzó de brazos y trató de sacar más conversación. -Así que eres un samurái, interesante. ¿Dónde aprendiste a recibir jarras con la cara? No sé, creo que mi entrenamiento fue más específico, con armas de verdad y eso- Apretó los labios, mirando al cielo. No era su intención enfadarle, esa era su forma de hablar de verdad.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
Su cara se volvió plana y su rostro se puso notablemente enfadado mientras escuchaba la palabra “torpe”, era algo que Natsumi y otros le repetían constantemente no de ahora sino desde hace años, incluso su maestro le había recomendado tener un poco más de prudencia al actuar y sobre todo al moverse, aunque la esposa de su maestro alguna vez afirmó que no era torpe, solamente descuidado, pues generalmente no prestaba mucha atención a los detalles de su entorno, algo que poco a poco iba tratando de mejorar, pero no era tan fácil, joder si iba a estar cuidándose de hasta los árboles iba a acabar loco. Como fuere, si hubiese tenido la capacidad seguro se habrían vislumbrado líneas de fuego en su cabeza, clara señal que no estaba conforme con las palabras que el otro le dirigía, aunque tampoco valía la pena volver a hacer el ridículo intentando sacar una katana notablemente pegada a la funda.
Observó por encima de su hombro a Dante Sparda, curioso nombre para un pirata, en fin, ¿nobleza?, Eden ni siquiera conocía lo que era eso, mucho menos la riqueza o siquiera la vida de la clase media, en Spider Miles todos eran pobres, incluso los ricos eran pobres, no entendía como se podía catalogar a alguien por su apellido, era tanto como decir que él podría llegar a ser alguien famoso solo por ser “Sparda”, cuando eso podía ser irrelevante a final de cuentas. -No, aunque quizás suene un poco, después de todo no es un apellido común- por no mencionar que sus padres fueron en su momento supernovas, así que alguno podría conocerles de tiempo, empero, en ese mundo todo se iba olvidando con cierta facilidad, tampoco esperaba que alguien tuviese en cuenta a dos piratas que acabaron desapareciendo en el Nuevo Mundo varios años atrás.
Negó suavemente y ahora su rostro se formuló como el de un sabelotodo elevando el índice de la derecha -Lo habría intentado, pero el problema de esta katana es algo…distinto- en ese momento se giró y observando al chico volteó totalmente la espada mostrando que no se movía ni un poco, la agitó con fuerza, trató de nuevo de desenvainarla boca abajo pero el resultado fue el mismo -¿Lo ves?, lo que pasa es que me han jugado una broma, le han puesto pegamento por dentro…me las va a pagar- por unos segundos su cara mostró una sonrisa maliciosa mientras reía casi en un susurro, hasta que recobró la postura anterior colocándose de nuevo su arma.
-Todavía no soy un samurái, soy un aspirante- se cruzó de brazos y se recargó en la pared mostrándose más serio, el momento de ser la burla había acabado, solo necesitaba tener más cuidado en donde se iba colocando y con eso el asunto estaba resuelto -Entreno en Shimotsuki- en ese momento elevó su mirada al cielo y respondió una pregunta adelantada que todos generaban cuando escuchaban que alguien se encontraba entrenando en aquella isla -No soy hijo de un espadachín famoso, no tengo familiares famosos, tampoco soy particularmente habilidoso con las espadas y mucho menos mi meta es ser el mejor del mundo- en ese momento una sonrisa sincera se dibujó sin motivo alguno aparente, aunque Eden siempre lo hacía, porque en realidad se sentía conforme con la respuesta general que entregaba a todos -Solo quiero ayudar a la gente común algún día-.
Observó por encima de su hombro a Dante Sparda, curioso nombre para un pirata, en fin, ¿nobleza?, Eden ni siquiera conocía lo que era eso, mucho menos la riqueza o siquiera la vida de la clase media, en Spider Miles todos eran pobres, incluso los ricos eran pobres, no entendía como se podía catalogar a alguien por su apellido, era tanto como decir que él podría llegar a ser alguien famoso solo por ser “Sparda”, cuando eso podía ser irrelevante a final de cuentas. -No, aunque quizás suene un poco, después de todo no es un apellido común- por no mencionar que sus padres fueron en su momento supernovas, así que alguno podría conocerles de tiempo, empero, en ese mundo todo se iba olvidando con cierta facilidad, tampoco esperaba que alguien tuviese en cuenta a dos piratas que acabaron desapareciendo en el Nuevo Mundo varios años atrás.
Negó suavemente y ahora su rostro se formuló como el de un sabelotodo elevando el índice de la derecha -Lo habría intentado, pero el problema de esta katana es algo…distinto- en ese momento se giró y observando al chico volteó totalmente la espada mostrando que no se movía ni un poco, la agitó con fuerza, trató de nuevo de desenvainarla boca abajo pero el resultado fue el mismo -¿Lo ves?, lo que pasa es que me han jugado una broma, le han puesto pegamento por dentro…me las va a pagar- por unos segundos su cara mostró una sonrisa maliciosa mientras reía casi en un susurro, hasta que recobró la postura anterior colocándose de nuevo su arma.
-Todavía no soy un samurái, soy un aspirante- se cruzó de brazos y se recargó en la pared mostrándose más serio, el momento de ser la burla había acabado, solo necesitaba tener más cuidado en donde se iba colocando y con eso el asunto estaba resuelto -Entreno en Shimotsuki- en ese momento elevó su mirada al cielo y respondió una pregunta adelantada que todos generaban cuando escuchaban que alguien se encontraba entrenando en aquella isla -No soy hijo de un espadachín famoso, no tengo familiares famosos, tampoco soy particularmente habilidoso con las espadas y mucho menos mi meta es ser el mejor del mundo- en ese momento una sonrisa sincera se dibujó sin motivo alguno aparente, aunque Eden siempre lo hacía, porque en realidad se sentía conforme con la respuesta general que entregaba a todos -Solo quiero ayudar a la gente común algún día-.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
¿No era un noble? Los ojos del pirata se abrieron tanto como unos platos, ya que él era creyente de verdad que con semejante apellido, Eden debía pertenecer por lo menos a una casta superior que la del resto de los mortales. Extraño era que no fuera así, que solo fuera un chico normal. -Pues felicidades, tienes unos apellidos épicos para ser alguien normal- Respondió. A decir verdad, Sparda no era tampoco un apellido de noble, pero no había conocido nunca a nadie que tuviera uno parecido. Sus padres solo habían tenido un hijo, él, y lo más probable es que fuera su descendencia quien lo siguiera mostrando al mundo. ¿Hacer de su apellido algo famoso? Sí, no estaría mal, así en un futuro todo el que se cruzase con un Sparda sabría que solo tenía dos opciones para sobrevivir: o echar a correr, o tumbarse en el suelo haciendo el muerto.
Al más puro estilo nerd, Eden empezó a hablar sobre el problema que tenía su katana. La consideración que el pirata le propició no sirvió para absolutamente nada, por lo que el albino se llevó los dedos de su mano derecha hacia la barbilla para acariciarla como buen pensador. -Interesante- Que le hubieran jugado una broma bien podía ser. Tal vez esa Natsumi de la que hablaba quería ponerle una prueba para probar si de verdad sabía cómo pasar las dificultades sin el uso de su espada, quién sabe. -También podrías partir la funda y hacer o comprar una nueva. Están baratas, solo tienes que buscar el tamaño exacto. Eso, o también puedo cortarla con mi espada para que al menos la tuya te sea útil- Ofreció su filo por si era necesario en aquel momento, aunque lo más probable es que le dijera que no.
Al igual que él, no era todavía un espadachín consagrado, sino un aspirante más en busca de la fama y la gloria, así como el poder. En cuanto dijo la isla en la que había aprendido (y seguía aprendiendo) el noble arte de la espada, su rostro se iluminó, mostrando curiosidad y un poco más de interés. -Vaya, dicen que es una isla obligatoria de paso para todo espadachín. Es más, está en mi lista de “Cosas por hacer” de mi diario. ¿Cómo es esa isla? ¿Y sus profesores?- Se notaba que tenía real interés en saber más acerca de Shimotsuki, ya que se consideraba una de las cunas de los mejores espadachines del mundo. Y eso que estaba situada en el mar más débil de los cuatro mares cardinales, vaya. Pero bueno, sabiendo ya eso sobre Eden, cabía decir que este se había ganado un poco más de respeto por su parte.
Sus siguientes afirmaciones le hicieron recordar a sí mismo cuando era más joven. Fue por eso que inclinó su cabeza hacia un lado, comprensivo, y le comentó. -¿Sabes? Tenemos más cosas en común de las que crees. Nuestros padres no son nadie en este mundo, acabamos de empezar nuestro torpe camino como espadachines… Solo, hay una cosa en la que diferimos- Caminó hasta él y apoyó una mano en su cabeza, revolviéndole el pelo. -Yo sí quiero ser el mejor- Sonrió. -Pero tu cometido es tan noble como cualquier otro, no lo pongo en duda, y estoy seguro que lo conseguirás algún día- Tras eso, se separó de él y empezó a caminar hacia la salida de aquel callejón, ya que tenía una cosa pendiente por hacer y que no le importó nada recordarle al chico. -Andando, Eden. Me debes una jarra fría de cerveza, ya que fuiste tú quien echó a perder la mía antes de conocerte- Qué menos que, si no le iba a reembolsar el precio de la misma, al menos le invitase a otra.
Al más puro estilo nerd, Eden empezó a hablar sobre el problema que tenía su katana. La consideración que el pirata le propició no sirvió para absolutamente nada, por lo que el albino se llevó los dedos de su mano derecha hacia la barbilla para acariciarla como buen pensador. -Interesante- Que le hubieran jugado una broma bien podía ser. Tal vez esa Natsumi de la que hablaba quería ponerle una prueba para probar si de verdad sabía cómo pasar las dificultades sin el uso de su espada, quién sabe. -También podrías partir la funda y hacer o comprar una nueva. Están baratas, solo tienes que buscar el tamaño exacto. Eso, o también puedo cortarla con mi espada para que al menos la tuya te sea útil- Ofreció su filo por si era necesario en aquel momento, aunque lo más probable es que le dijera que no.
Al igual que él, no era todavía un espadachín consagrado, sino un aspirante más en busca de la fama y la gloria, así como el poder. En cuanto dijo la isla en la que había aprendido (y seguía aprendiendo) el noble arte de la espada, su rostro se iluminó, mostrando curiosidad y un poco más de interés. -Vaya, dicen que es una isla obligatoria de paso para todo espadachín. Es más, está en mi lista de “Cosas por hacer” de mi diario. ¿Cómo es esa isla? ¿Y sus profesores?- Se notaba que tenía real interés en saber más acerca de Shimotsuki, ya que se consideraba una de las cunas de los mejores espadachines del mundo. Y eso que estaba situada en el mar más débil de los cuatro mares cardinales, vaya. Pero bueno, sabiendo ya eso sobre Eden, cabía decir que este se había ganado un poco más de respeto por su parte.
Sus siguientes afirmaciones le hicieron recordar a sí mismo cuando era más joven. Fue por eso que inclinó su cabeza hacia un lado, comprensivo, y le comentó. -¿Sabes? Tenemos más cosas en común de las que crees. Nuestros padres no son nadie en este mundo, acabamos de empezar nuestro torpe camino como espadachines… Solo, hay una cosa en la que diferimos- Caminó hasta él y apoyó una mano en su cabeza, revolviéndole el pelo. -Yo sí quiero ser el mejor- Sonrió. -Pero tu cometido es tan noble como cualquier otro, no lo pongo en duda, y estoy seguro que lo conseguirás algún día- Tras eso, se separó de él y empezó a caminar hacia la salida de aquel callejón, ya que tenía una cosa pendiente por hacer y que no le importó nada recordarle al chico. -Andando, Eden. Me debes una jarra fría de cerveza, ya que fuiste tú quien echó a perder la mía antes de conocerte- Qué menos que, si no le iba a reembolsar el precio de la misma, al menos le invitase a otra.
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Re: Segundas Oportunidades [Pasado|Eden O. Silverman]
-No, gracias- las intenciones del pirata eran buenas, a la mejor no era tan miserable como pensaba, pero sus buenas acciones no iban a borrar sus malas acciones, aunque…¿qué había hecho para ser un criminal?, ni siquiera lo sabía y le estaba juzgando, eso iba en contra de sus enseñanzas, seguramente su maestro le haría entrenar bastante cuando se lo contase, maldición. -Esta espada no es nada especial, me refiero, no es de alta calidad, ni siquiera tiene una gran historia como les gusta a algunos, pero es importante para mí, por eso no quiero romper su funda, igualmente seguro regresando encontraré la forma de sacarla sin hacer nada brusco- Natsumi tenía remedios para casi todo, a veces hasta consideraba que era una especie de bruja, pues ella parecía incluso conocer parte del futuro en ocasiones, aunque claro, Eden no era la persona más impredecible tampoco.
-La isla no es muy grande, es reconocida aunque eso en ocasiones es solo como publicidad, en realidad a veces falta gente que quiera acudir para entrenarse durante años- se encogió de hombros, la verdad es que estaba consciente que la isla pese a ser bastante reconocida a nivel mundial, no era ni por asomo el lugar maravilloso, de ser así estaría siempre llena de estudiantes o de gente que buscaba mejorar como espadachines, empero, ahora mismo ya estaba casi desierta, un par de estudiantes, un maestro enfermo y los animales de siempre eran los únicos habitantes. -Todo mundo quiere ser famoso o fuerte, pero pocos están dispuestos a entrenar, “solo los preparados pueden sobrevivir en un mundo como este”, eso dice siempre mi maestro- ¿debería hablar sobre su maestro?, era parte de la pregunta, empero, en realidad no estaba de ánimos para decir que estaba enfermo y quizás en un par de meses iba a estar muerto.
Justo cuando el sujeto le comenzó a acariciar como un perro le miró raro, entrecerrando los ojos y colocándose un tanto de lado dejando ver con eso que estaba sintiéndose algo incómodo. -El mejor, eso buscan casi todos- trató de volver a acomodar su cabello, se acercó a una ventana pero notó que como siempre los mismos eran rebeldes y no estaban dispuestos a obedecer a su dueño, así que simplemente suspiró dejando eso de lado -Pero, ¿de qué sirve ser el mejor?- sus manos se ocultaron en los bolsillos de su pantalón -El dinero y el poder es como la droga, uno siempre quiere más- aquella frase no era de su maestro sino de su abuelo, le recordaba bastante cuando se planteaba la posibilidad de hacerse rico o de ser el más fuerte tan solo para poder presumir de ello.
-¿Yo?- estaba por negarse, no tenía mucho dinero, necesitaba la medicina de su maestro, pero pensando que aquel sujeto no le robó nada y que incluso le ayudó sin que fuera realmente una obligación suya entonces decidió que no era mala idea pagar su deuda, un samurái siempre pagaba sus deudas, eso era una de sus enseñanzas básicas, ahora recodaba que incluso cuando era un crío en entrenamiento ya se le obligaba a pagar las deudas con sus compañeros de entrenamiento. -Vale, pero solo una, tengo cosas que hacer y no puedo demorarme demasiado- asintió y avanzó junto a él por la calle hasta volver al sitio inicial, el lugar de su desgracia, al parecer había varios bares cerca, ¿por qué no los observó antes?, le gustaba la bebida, no demasiado pero nunca se iba a negar a dar un buen trago, sobre todo si se trataba de sake o de aguamiel.
-La isla no es muy grande, es reconocida aunque eso en ocasiones es solo como publicidad, en realidad a veces falta gente que quiera acudir para entrenarse durante años- se encogió de hombros, la verdad es que estaba consciente que la isla pese a ser bastante reconocida a nivel mundial, no era ni por asomo el lugar maravilloso, de ser así estaría siempre llena de estudiantes o de gente que buscaba mejorar como espadachines, empero, ahora mismo ya estaba casi desierta, un par de estudiantes, un maestro enfermo y los animales de siempre eran los únicos habitantes. -Todo mundo quiere ser famoso o fuerte, pero pocos están dispuestos a entrenar, “solo los preparados pueden sobrevivir en un mundo como este”, eso dice siempre mi maestro- ¿debería hablar sobre su maestro?, era parte de la pregunta, empero, en realidad no estaba de ánimos para decir que estaba enfermo y quizás en un par de meses iba a estar muerto.
Justo cuando el sujeto le comenzó a acariciar como un perro le miró raro, entrecerrando los ojos y colocándose un tanto de lado dejando ver con eso que estaba sintiéndose algo incómodo. -El mejor, eso buscan casi todos- trató de volver a acomodar su cabello, se acercó a una ventana pero notó que como siempre los mismos eran rebeldes y no estaban dispuestos a obedecer a su dueño, así que simplemente suspiró dejando eso de lado -Pero, ¿de qué sirve ser el mejor?- sus manos se ocultaron en los bolsillos de su pantalón -El dinero y el poder es como la droga, uno siempre quiere más- aquella frase no era de su maestro sino de su abuelo, le recordaba bastante cuando se planteaba la posibilidad de hacerse rico o de ser el más fuerte tan solo para poder presumir de ello.
-¿Yo?- estaba por negarse, no tenía mucho dinero, necesitaba la medicina de su maestro, pero pensando que aquel sujeto no le robó nada y que incluso le ayudó sin que fuera realmente una obligación suya entonces decidió que no era mala idea pagar su deuda, un samurái siempre pagaba sus deudas, eso era una de sus enseñanzas básicas, ahora recodaba que incluso cuando era un crío en entrenamiento ya se le obligaba a pagar las deudas con sus compañeros de entrenamiento. -Vale, pero solo una, tengo cosas que hacer y no puedo demorarme demasiado- asintió y avanzó junto a él por la calle hasta volver al sitio inicial, el lugar de su desgracia, al parecer había varios bares cerca, ¿por qué no los observó antes?, le gustaba la bebida, no demasiado pero nunca se iba a negar a dar un buen trago, sobre todo si se trataba de sake o de aguamiel.
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