Un paseo por Syrup // Priv. Justika Novacek

El east blue, uno de los mares más calmos –si es que no el más pacifico, mal llamado "el mar más débil" –que se podían encontrar en el mundo, sencillamente un paraíso sacado de los sueños de algún adicto al opio, un lugar en donde los piratas más débiles empezaban su travesía, digamos, el primer escalón hacia el verdadero mundo. Dentro de este pequeño blue, y uno de los favoritos de Illya a decir verdad, se encuentran las islas Gecko, el lugar en donde puedes hallar Syrup, una pequeña localidad muy pacifica, a la cual solo puedes acceder por uno de los dos acantilados que la confinan, un lugar realmente maravilloso… es a ese lugar a donde Illya debía ir para cumplir su misión, capturar a un criminal, un traficante de drogas.

No es como si fuese el gran trabajo, ni es como si la revolución estuviese persiguiendo traficantes de drogas por el miedo a que deformasen a la ya precaria población, no, estaba lejos de ser eso, y es que aquel traficante poseía información valiosa, o al menos, eso había llegado a oídos de la revolución y eso era suficiente para tener que prestarle atención. Y ahora Illya se dirigía a aquel lugar, lejano a la civilización misma, confinados sus habitantes a una existencia inocua, carente de matices, pero probablemente… felices.

Ahora su pequeña embarcación, un pequeño bote con una vela a medio romper, anclaba cerca del risco sur. Una vez habiendo anclado descendió en búsqueda del que sería su objetivo, esperaba sinceramente no demorar demasiado, no era una tarea complicada después de todo, no era una tarea en donde debiese gastar e invertir recursos, no, era cosa de caminar y preguntar. Y así fue como un tipo de su calaña se empezaba a adentrar en el pequeño pueblo, donde seguramente no pasaría desapercibido.

Al borde de la cama miraba fijamente hacia el pequeño balcón contemplando el exterior, su actividad había pasado desapercibida además de que estar varada en una isla cualquiera había sido su mejor opción que estar en altamar sin rumbo fijo. Justika exhaló, no había nada en particular de lo que pudiera aprovecharse en tal zona, la tasa de criminalidad era muy baja y los posibles delitos no la abastecerían lo suficiente como para seguir conservando la habitación que con sus ahorros alquilaba. No obstante, eso no mermó su ilógico optimismo cuando la sonrisa se manifestaba a través de sus labios. – Es otro día. – Reafirmó entusiasta al levantarse. Sujetando su leotardo acomodaba el elástico algunas zonas de su cuerpo para que pudiera moverse con la misma libertad, después tocaría su armadura, aunque aquello simplemente era para realzar la vista que le otorgaba a su silueta.

Saliendo de la pequeña posada arrojaría el pago sobre el estante, los dueños observaron con alivio a la figura de la forastera abandonando su hogar, pocas veces personas con semejante aura llegaba a inquietar la quietud y paz del sitio, era algo que preferían no corrompiera su jornada. En un pausado andar curioseaba por los alrededores, tenía la tarea de verificar que su velero siguiera en el puerto en buenas condiciones. Al llegar el movimiento entre los pescadores y otros personajes se absorbían por sus actividades laborales, encogiéndose de hombros saltó dentro de su pequeña nave ejerciendo un conteo rápido de sus víveres. Repentinamente como una sacudida el viento traía consigo una nueva embarcación, la cazadora alzaría la mirada atraída por los nuevos acontecimientos.

Caminando por el puerto procuró acercarse cuidadosa pretendiendo no parecer extraña, sin embargo debido a la torpeza de otros la fuerza casi la derriba al chocar, más para su suerte un extraño detendría el incidente al solo sostenerse de la persona más cerca de su lado derecho, un hombre de cabello oscuro para ser más precisos.

Ahora tenía que caminar, subir primero aquel barranco, aquella quebrada que hacía de defensa natural en aquella isla, para aquella villa sobre todo, creo que he olvidado la palabra correcta, en serio me siento mal por haberlo hecho, como he dicho anteriormente, mi carácter de ser omnisciente como narrador en realidad es una forma de decir que se un poco más de lo que sabe nuestro querido Illya, habiendo aclarado esto, no quiero que usted mi espectador, mi lector se sienta decepcionado o mucho menos que se sienta mal, pero bueno, quiero hacer mejor esto, este trabajo encomendado… creo que he recordado al fin la palabra, acantilado. Aquellos acantilados hacían que aquella isla fuese de difícil acceso.  Ahora tendría que subir por aquel acantilado, dirigirse a la villa Syrup y empezar con su trabajo. Pensó en prender un cigarro como era de costumbre  ya, pero había algo que se lo impedía, algo dentro de sí le decía que era mejor dejar eso para otro momento.

Es curioso como actúa el destino, o la vida en si, como los hilos se mueven o como se tercian las cosas para que determinados sucesos se lleven a cabo, en este caso, algo extraño sucedería, no tan extraño pero si lo suficientemente inusual como para que dos personas que jamás se habrían topado… se encontraran. No noto bien como es que había pasado, pero una joven alcanzo a sujetarse en él para así evitar caer contra el frío suelo de lo que era el puerto de la Villa Syrup. Era preciosa pero había algo en su aura, a pesar de su figura, de sus cabellos, de la mirada inquisitiva… algo había en ella que lo hacía querer ponerse alerta, por un lado eso y por otro lado…

-Hola señorita, disculpe quizás la brusquedad al recibirla –musito cordial Illya, era cosa de costumbre, ella era una damisela, no en apuros, pero si una dama, una dama que casi podría haberse hecho dado al caer. –Me llamo Illya Kuryakin ¿su nombre es? –preguntó inquisitivo, a lo mejor había algo en su nombre que pudiese ayudarle a adivinar lo que encontraba en ella  o al menos lo que pensaba que podría encontrar. El ruido del puerto lo empezaba a incomodar, muchísimo… de hecho, lo estaba poniendo histérico.

¡Ese idiota! – Lanzaba la primera maldición del día. Siendo una reacción natural se cogió de la primera silueta que tuvo a su alcance para evitar la inminente caída que le esperaba, sin embargo, corriendo con una mayor suerte el contrario no dudaría en sujetarla. Elevando la mirada el filo centelleante que emitieron sus orbes se volvía depredador, era algo innato en ella, no obstante, sonreía cordialmente agradeciendo el gesto al que tuvo que obligar al extraño acorralándolo por la situación. – ¿Ah?, muy al contrario, usted me ha salvado. – Siseó juguetona reincorporándose.

Bajando la vista descubrió que su diestra se había puesto sobre la empuñadura de su espada, riendo natural evadió un ataque agresivo frente al desconocido quien ahora se presentaba improvisando una pequeña introducción con su nombre. Un escalofrío recorrió en ella al descubrir la verdadera estampa, más no estaba muy segura si se trataba de la misma persona con el que le hubo reconocido. – Justika Novacek. – Correspondiendo el saludo se limitó a retroceder para no irrumpir con la vialidad de los demás trabajadores. – Me siento en deuda y por su noble gesto me gustaría extenderle mi gratitud permitiéndole el tener una cita conmigo, ¿le interesaría? – En un cambio completamente opuesto la faz de la fémina se ennoblecía casi encantador, un sonrojo falso sobre sus pómulos se arriesgaba a apostar por la invitación hacia el contrario.

Un silbido estridente ensordecía el área reanudando las labores de carga, Novacek se cubría los oídos exasperada, estaba a punto de lanzar palabras no propias de un lenguaje para nada femenino, más se retuvo de inmediato al observar a su acompañante casi pálido. – Salgamos de aquí rápido, le veo muy pálido. – Tomándose una confianza inapropiada le sostuvo del antebrazo para guiarlo fuera del puerto. El camino era largo, aunque el alivio de alejarse de tal zona le quitaba un peso de encima ahorrándose el estrés. – ¿Te sientes mejor?

No es como que no esperase una reacción así de parte de la chica, o que pensase que por ser una mujer no pudiese decir eso en voz alta, no era un ser retrograda, por el contrario, y es por eso que sonrió al escuchar esas palabras, pues en realidad, aquel sujeto si había sido un idiota. –Sí, en efecto es un idiota, debería fijarse mejor por dónde camina, podría haberla dañado en serio –dijo Illya sin perder de vista aquellos inquisidores ojos que parecían escudriñarle. –No diga eso, sólo he sido un afortunado ser, que ha logrado evitar su caída, no hay mayor merito en eso que el azar señorita.

La mirada de la chica rápida y casi disimuladamente bajo, su propia mano había buscado la empuñadura de lo que era una espada, ese actuar… instintivo, no era una persona común y corriente, era algo más… pero ¿Qué? ¿Qué podría ser aquella joven? Seguramente en algún momento lograría averiguarlo, solo que no aun, no ahora… ya había dicho su propio nombre, Illya Kuryakin, bajo ese nombre pendía una recompensa, debía tomarse las cosas con más seriedad. –Encantado señorita Novacek –respondió cortésmente, a pesar de las dudas que ella le pudiese levantar, jamás había que perder la cortesía, pues como una vez había escuchado “los modales definen al hombre”. -¿En deuda? No es necesario que diga semejantes cosas buena dama, aunque, y si me lo permite, hacerme participe de una cita con usted… no es algo que pueda ni deba rechazar, por ende, acepto señorita Novacek, por cierto puede decirme Illya –necesitaba saber más de ella.

Pero era el ruido lo que no dejaba pensar con claridad a Illya, lo que lo tenía encolerizado, aunque solo por dentro, Justika no podía notarlo, pero estaba al borde de matar a todos y cada uno de los operarios en aquel puertucho de aquella islilla de mierda… creo que tanto Illya como yo nos hemos sobrepasado un poco, dejémoslo en que estaba “iracundo”. –Sí… sería buena idea abandonar este lugar rápido –señaló al tiempo que la fémina sostenía su antebrazo haciendo de guía hacia el interior de la villa, y así como se iban alejando el buen humor de Illya iba reapareciendo. –Sí, me voy sintiendo mejor, disculpa, la verdad es que tengo algunos problemillas con ciertos ruidos y otras cosas, es un pequeño defecto –musito con una afable sonrisa, mintiendo –¿puedo preguntar qué haremos  señorita Novacek?

El comportamiento de ese hombre le resultaba familiar, por lo que una media sonrisa enmarcó los labios de la cazadora, ya que al parecer siempre la mayoría de las personas que conocía se regían bajo algún código de etiqueta. Tras afianzarse del brazo ajeno muy en el fondo le agradó que esa parte ruda de su personalidad fuera aceptada por el desconocido, y es que a pesar de saber su nombre realmente se trataba de alguien misterioso.

Al salir del puerto el resto del camino la fémina sigilosamente se encogía de hombros un poco cabizbaja, existía una fuerte sensación en el cual el contrario le daba la sensación de haberlo visto antes, pero el insinuar ese hecho posiblemente lo ahuyentaría. Decidida a limitar sus palabras guardando dichas sospechas volvería a dirigir su mirada hacia el pelinegro. – Entonces Illya, supongo que si me deja llamarle por su nombre debo hablarle sin tratarle de “usted”. – Adrede se apegó un poco más dejando que sus senos tocaran el antebrazo de ese sujeto, en tal acción existían dos posibilidades: que su insinuación fuera aceptada o que su acción le incomodara restableciendo distancia entre ellos. – Ya que me dejarás llamarte por tu nombre, tú también puedes llamarme por el mío, Justika. – Repentinamente un escalofrío recorrió su espalda, ese fue el momento en que se dio cuenta de que el hombre al que escoltaba era alguien buscado por la marina. Sin pretender alarmarse por el premio que se le hubo concedido por azares del destino se tranquilizaba respondiendo velozmente para retomar el hilo de la conversación. En una inesperada acción la mujer se estiró colocando sus labios cuidadosamente en el oído del revolucionario murmurando delicadamente, sus labios apenas si podían acariciar la superficie de su piel con la intención de provocarle escalofríos. – Pues el sitio en sí no es nada ostentoso, pero podremos ir a algún sitio más íntimo y conocernos mejor. – Esperando no forzar la situación se zafaba del agarre anterior adelantándose un par de pasos.

¿Qué tan bueno eres en la bebida Illya? – En un cambio rotundo su invitación drásticamente hacia un giro inverso, solo deseaba observar su reacción, si caía en alguna de ellas cualquiera que sea la opción trataría de hacerlo suyo obstinadamente.

¿Qué era? ¿Qué era aquello que le impedía poder bajar su guardia ante ella? Era quizás y solo quizás aquel sentimiento de paranoia con el que se había criado o quizás el hecho de que como teniente, era necesario mantener no solo un bajo perfil, sino, que mantenerse alejado de la gente, mantener siempre esa distancia pues nunca se sabe quién puede estar mirando. Y ese era el problema en sí, no sabía quien estaba mirando, ni siquiera podía llegar a crear una suposición… Todos eran en esos momentos posibles enemigos.

Aquella joven era un enigma, un completo y casi entretenido enigma, no sabía de dónde venía, ni sus intenciones en aquella isla, pero algo si sabía, por casualidad –o no –sus caminos se habían unido en la Villa Syrup. –Sí, en realidad no lo había pensado, si lo ve desde ese punto, puede que inclusive fuese una triquiñuela mía para que podamos llamarnos de forma más… amigable, aun si piensa eso quiero que sepas que fue todo elaborado a nivel inconsciente –y decía la verdad, no había pensado en ningún momento el hacer algo como eso, así que todo había sido planeado por lo más profundo de su mente o solamente era otra casualidad de aquella inesperada “unión”. La proximidad de aquella muchacha lo intimido un poco, el leve roce de sus senos contra su antebrazo, era algo que lo ponía alerta, pero era imposible para él resistir ante tal cálido tacto. –Bueno, en ese caso, creo que si te llamare por tu nombre, un lindo nombre señorita Justika –musito mientras sentía el cálido tacto de la fémina lo adormilaba un poco, pero solo un poco, lo suficiente para tornarlo amigable. Aun había algunos ruidos que lo enervaban.
Una sola acción bastaba para hacer que su cerebro liberara un coctel químico de hormonas, una mezcla entre alegría, excitación y miedo, pero mayoritariamente miedo, había algo raro en todo eso y todos sus sentidos trataban de advertirle que así era, que debía tener cuidado, y es que la joven se había acercado rápidamente, dejando sus bellos labios contra su oído, para liberar unas cuantas palabras. –Sí… puede que sí –alcanzo a susurrar antes de que la joven se soltase y se le adelantase.

-¿Qué tan bueno soy bebiendo? Bastante bueno diría yo con el miedo a que pienses que soy un alcohólico –su mirada ahora abandonaba cualquier tipo de calidez, manteniendo una seriedad impertérrita, absoluta, no se jugaba cuando de beber se trataba. –Aunque… creo que debería trabajar.

Parecía bastante honesto consigo mismo, a comparación de otras personas que buscaban tomar ventaja de la supuesta oportunidad que lanzaba Justika como anzuelo, ese sujeto resultaba ser un tanto inocente a su parecer. En un rasgo poco característico de la fémina cerraba los ojos sonriendo con más soltura. – En verdad eres muy interesante. – Consolidó con calma para desviar su atención en el camino, por el momento Illya le estaría siguiendo en un paso que vivazmente la rubia identificaba como posible inseguridad, aunque también podía atribuirlo a que seguía un tanto aturdido a los sonidos ensordecedores del puerto.

Ideando la forma más práctica para seguir atrayéndolo consideró el adormecerlo en una competencia justa de bebidas, uno contra uno, sin alardear demasiado la espadachina siempre se mofaba de una loable resistencia. Más fue un pequeño comentario que motivó a la mujer a elevar su entusiasmo, Illya parecía una persona cada vez más entretenida de lo que podía esperar de alguien que perteneciera a la revolución. – Mmnh, si lo visualizas de esa manera negativa debo suponer que no es la primera vez que te han juzgado, yo creo que el ser tolerante solo significa al gusto adquirido trabajado desde hace tiempo, yo me siento orgullosa de ello ya que así he podido probar muchas cosas deliciosas. – Perspicaz en un instinto de rapiña sus orbes se volvieron a clavar sobre su apacible acompañante. – Deberías dejarte llevar. – Aconsejó tras lamer su labio superior, aquella insinuación era dedicado al pelinegro o quizá era la sola idea del anhelo sobre probar un poco de cualquier sustancia. Sin embargo, la mención de un trabajo capturó el repentino interés de la mujer por lo que sin sentirse aludida a una profunda conversación detuvo su andar.

Ya entiendo, estas aquí por negocios, era lógico de suponer no siempre un hombre tan atractivo desembarca por estos lares todos los días. – Añadiendo divertida se giró tomando automáticamente las manos del contrario. – Si tienes trabajo que hacer déjame ayudarte, después nos divertiremos todo lo que quieras, no eres el único con asuntos pendientes en este sitio. – Extendiendo su diestra con sus dedos escaló en una caminata sugerente cada botón de su camisa mientras se aproximaba al cuerpo ajeno. – Además… tú también podrías ayudarme.

¿Interesante? Sí, puede que Illya lo fuese, aunque ese no es el caso, o mejor aún, no es lo de interés. –Sí, bueno, no es como si tu no lo fueses también Justika, hay algo en ti que me parece extrañamente familiar, y que me contagia con una sensación… rara, no puedo explicarlo bien, es simplemente una rareza –dijo tranquilo, mirándola a aquellos brillantes orbes que tenia por ojos. Analizo nuevamente la idea de sacar un cigarro  y fumar un poco, lo suficiente para sentirse algo mareado al menos, para sentirse tiernamente embriagado por el humo toxico de sus cigarros, sus pequeños clavos de ataúd. Todo un fumador empedernido.

Ya sabemos que fumaba, lo suficiente para humear de manera permanente, para poder enviar señales de humo a donde fuese, pero ahora se le añadía algo más, bebía, no como condenado y no siempre, pero cuando podía hacerlo, digamos que… se le encendía el soplete y eso era algo un poquitito negativo, por no decir bastante en el mundo donde se vive… ahora una jovencita –el tercer vicio –le ofrecía beber, una natural y aparentemente ingenua proposición. –Sí lo piensas de esa manera, suena a que para ti no es malo, algo digno de cierta cantidad de orgullo, ya sea por un sentido extraño de ego u otra cosa que quizás se le parezca, pero yo al menos, no veo nada loable en ser un bebedor empedernido, ni mucho menos algo “bueno” el haber desarrollado un aguante a la bebida, pero, es sólo cosa de perspectiva, ver desde donde lo estás mirando… el asunto –señaló serio, con un extraño brillo en sus ojos, había algo que empezaba a ver, a vislumbrar, un patrón quizás, o solo una idea, o peor aún, la idea de una idea. -¿Dejarme llevar dices? –preguntó algo atónito por la acción de la joven, lamerse el labio superior… algo un poco provocativo, aun para aquella joven ¿Qué trataba de hacer? Él –aunque ella no lo sabía –era un luchador casi experimentado, un teniente de la armada revolucionaria ¿acaso ella buscaba algo?

Quizás había hablado de más, muy de más. –Sí, digamos que estoy aquí por negocios, eso me ha traído a esta pequeña villa… aunque creo poder decir lo mismo de ti Justika, debe haber algo importante para que una chica como tú venga a un lugar así –comento divertido observándola, escudriñando en ella, intentando adivinar que pensaba. –No sé si dejar que me ayudes, podría ser peligroso, no me gustaría que algo malo pasase –dijo con algo de inseguridad –tendrías que ir con cuidado, mucho cuidado y… sí, puede que me guste la idea de poder ayudarte.

Ella haría lo que sea para ejercer su propia voluntad en lo que más quería, y en ese momento se debatía por simular una inocencia que embaucaría a una personalidad de cierto renombre entre los más buscados. Soltándole de las manos cedería solo por un instante ante la desconfianza expuesta por Illya, la cazadora era una mujer demasiado intuitiva por lo que forzar las cosas no le convendría a largo plazo. – El negocio puede ser un placer, se mire por donde se mire. – Manifestando con un aire más entrañable de despotismo acarició la mejilla del pelinegro quien se envolvía en un denso humo, el aroma a tabaco resultaría irritante para el olfato más fino, pero ese perfume simplemente le embriagaba. – Aún me siento en deuda contigo, será muy difícil que me separes de tu lado, además si me encuentro en peligro, seguramente tu harías lo que sea por protegerme, ¿me equivoco? – Sus caricias se deslizaban serpentinas a través de sus dedos, reptando para enredarse en los mechones azabaches creando una atmosfera diferente. – Tienes el semblante de alguien que haría lo que sea para salvar a los suyos. – Murmurando como una especie de secreto que terminaba en un acto de complicidad con el contrario, terminaría por alejarse brindándole más espacio de lo que cualquiera pudiera esperar.

Por cierto, esta isla no tenía nada que ofrecerme como tú crees, sin embargo, mi suerte pareció haber cambiado al encontrarme contigo. – Confesaría en una frase dedicada más para sí misma. – Prometo mantenerme al margen de tus deberes, por mi parte solo te necesito a ti para que puedas ayudarme. – Girando levemente por sobre su propio paso la cazadora continuó el camino hasta la entrada principal de la villa.

Como siempre todo se veía muy pintoresco, casi nada estaba fuera de su lugar ya que los lugareños se paseaban tranquilamente sumidos en sus actividades. Enmarcando una enorme sonrisa en sus labios la fémina volteaba de un lado a otro. El silbido del viento advertía que un objeto se aproximaría al punto que se hallaban de pie, Justika guiada de forma natural por sus reflejos desenvainó su espada atravesando a la mitad lo que sea que estuvo por impactar en el rostro de Kuryakin, un grupo de niños abrían la boca temerosos, otros impactados por la escena palidecían debido a la respuesta de la espadachina. Sin percatarse de su error Justika guardaba su arma en la vaina para acariciar la cabeza del pequeño que ya lloraba por su pelota. – Perdóname, lo hice por reflejo… toma con esto podrán comprar muchas cosas bonitas además de otra pelota. – Los ojos de aquel grupo de niños se iluminaban con euforia, riendo en alto se alejaban con la bolsa de cuero lleno de berries festejando la generosidad de la extraña mujer engalanada de su oscura armadura.