Un paseo por Syrup // Priv. Justika Novacek

El east blue, uno de los mares más calmos –si es que no el más pacifico, mal llamado "el mar más débil" –que se podían encontrar en el mundo, sencillamente un paraíso sacado de los sueños de algún adicto al opio, un lugar en donde los piratas más débiles empezaban su travesía, digamos, el primer escalón hacia el verdadero mundo. Dentro de este pequeño blue, y uno de los favoritos de Illya a decir verdad, se encuentran las islas Gecko, el lugar en donde puedes hallar Syrup, una pequeña localidad muy pacifica, a la cual solo puedes acceder por uno de los dos acantilados que la confinan, un lugar realmente maravilloso… es a ese lugar a donde Illya debía ir para cumplir su misión, capturar a un criminal, un traficante de drogas.

No es como si fuese el gran trabajo, ni es como si la revolución estuviese persiguiendo traficantes de drogas por el miedo a que deformasen a la ya precaria población, no, estaba lejos de ser eso, y es que aquel traficante poseía información valiosa, o al menos, eso había llegado a oídos de la revolución y eso era suficiente para tener que prestarle atención. Y ahora Illya se dirigía a aquel lugar, lejano a la civilización misma, confinados sus habitantes a una existencia inocua, carente de matices, pero probablemente… felices.

Ahora su pequeña embarcación, un pequeño bote con una vela a medio romper, anclaba cerca del risco sur. Una vez habiendo anclado descendió en búsqueda del que sería su objetivo, esperaba sinceramente no demorar demasiado, no era una tarea complicada después de todo, no era una tarea en donde debiese gastar e invertir recursos, no, era cosa de caminar y preguntar. Y así fue como un tipo de su calaña se empezaba a adentrar en el pequeño pueblo, donde seguramente no pasaría desapercibido.

¿Qué podía pensar Illya sobre aquella mujer? ¿Sobre aquella joven? Ahora mismo todo se había reducido a nada, a una simple y vaga nada, en donde, valga la redundancia, las opciones se habían reducido considerablemente a una linda y parcialmente pequeña “nada”. Illya no era una buena persona, estaba lejos de ser una buena persona y mucho más lejos de considerarse  sí mismo alguien decente o bueno, para él la palabra bueno y malo no eran más que cosas de perspectiva, cosas de puntos de vista, una construcción en donde la dicotomía del mismo concepto choca y pelea por imponerse, por eso es que lo que estaba haciendo no podía considerarlo como correcto, sólo estaba haciendo algo quizás remotamente parecido a una “buena acción” o una “acción responsable”… sí, era dentro de todo una acción responsable. La mirada de Justika denotaba aquella molestia típica de alguien que no quiere ser sermoneado, de alguien que no quiere escuchar lo que ya sea verdad o no.

Su cuerpo se volvía a armar y llegaba a la normalidad, una normalidad absoluta. Como si nada hubiera pasado, como si todo hubiese sido un simple acto de magia. A esas alturas su misión se había ido por el caño, ya no le interesaba el sujeto que había ido a capturar, probablemente hubiese huido, en esas alturas de la situación solo interesaba Justika, o al menos Illya pensaba eso…

Sí… apostar por alguien puede que no sea una buena idea, la gente en realidad no vale la pena, la gente en sí no vale nada, todo se queda en palabras, las acciones son solo reflejos de actos momentáneos ¿Cómo poder depositar confianza en una persona? ¿Cómo era que Illya, uno de los perros de la revolución, había tomado esa decisión? Simple, la mirada de la joven, esa mirada desafiante que parecía querer morderlo, que decía que no le interesaba nada… nada. –No me interesa que me entiendas, me da lo mismo lo haces o no, mis decisiones van separadas de las tuyas, y por como creo que estas, enojada, enrabiada, dudo mucho que siquiera puedas llegar a entenderme –señaló sacando un cigarro para posteriormente prenderlo y darle una profunda calada que desintegro con rapidez la ansiedad que sentía. –Sí, apenas te conozco, quizás jamás te vuelva a ver, es probable que jamás te vuelva a ver. No me interesa hacerlo tampoco, bueno, en realidad sí, me gustaría ver hasta dónde llega mi apuesta. De una u otra forma no habrías podido arrastrarme a nada… no tú sola, habría preferido morir antes que dejarte llevarme –musito tranquilo con su cigarro en su mano. –Una vez alguien que amo me dijo que no existe la suerte, no al menos la suerte como tal.

-¿Qué se necesita para volverte alguien como yo? Se necesita que abandones tu humanidad, que hagas un pacto con el diablo a través de sus frutas, como me paso a mí… y soy un usuario de logia… mi elemento es la nieve, y a cambio, jamás podre nadar, el mar para mi es vida y a la vez una tumba –se saco el saco y se lo tiro encima, la chica intentaba abrigarse frotando sus extremidades –cúbrete. Se necesita eso, estar dispuesto a perder tu humanidad.

La prenda de su inusual acompañante caía cubriendo la figura curvilínea de la cazadora, en una sonrisa más tétrica posiblemente. La idea de poseer un poder fuera de la misma imaginación era atrayente, le excitaba que discretamente relamía sus labios antojándole convertirse en un verdadero monstruo. En una imagen distorsionada nacería una nueva obsesión por el simple deseo de sobresalir, quizá las cosas se tornarían más interesantes de esa manera.

Levantándose con cierta dificultad se reincorporaba, inclinándose cogió su espada para colgarla a un lado de su cintura del costado izquierdo, su afán por prolongar otro duelo entre ellos había quedado solo en el pasado. – Posiblemente al final nuestro encuentro no fue una mera casualidad. – Cambiar su humanidad por algo extraordinario, Justika también apostaría por ello. Estando frente a frente su mirada se volvía felina al mirar con curiosidad la bocanada de humo que inhalaba Illya buscando apaciguar su ansiedad, conocía a una persona casi igual que él perdido por el mismo vicio, suspirando el aroma del cigarrillo consideraba que su calidad podría mejorar. – No me despediré de ti… tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver. – Invadiendo el espacio personal del pelinegro rodeó el cuello ajeno en un íntimo abrazo acercándolo en un impulso que sus labios sugerían el robar un beso, más antes de hacer ese contacto aspiraba el humo que vagaba entre el espacio de sus bocas como si con ello se conformara a robarle. – Y cuando eso suceda, veremos si habrá válido tu apuesta. – Sus dedos se enredaron en los mechones contrarios después de apegar su cuerpo con la intención de que la recordará siempre.

Casi satisfecha le dejó libre cuando quiso, se llevó el saco de su oponente mientras caminaba en dirección al puerto. – Espérame con impaciencia, la próxima vez planeo llevarte ya sea vivo… o muerto. – Y dicho eso su figura se perdió en el camino, con la promesa de hallarse para concluir su historia.