My fair lady all over again... (Señor Tic Tac, Kotori Miura)

Recuerdo del primer mensaje :

Toma su bastón y observa la isla con renovado cariño. Es su primera vez pero la idea de que sea la primera isla a la que llegue como recluta de la marina le da un significado especial. Desciende del barco siguiendo a los demás reclutas. Deberá presentarse, grita el sargento, en la base de la marina a las 1800, mientras, son libres de recorrer la isla como civiles. Sin embargo, su uniforme prevalece sobre él todo el tiempo.

El bastón comienza a sonar con su vieja cantinela con un ritmo constante que resuena entre las calles de la ciudad. Es un hombre sencillo, tranquilo, no le gusta llamar la atención pero, sus gustos logran todo lo contrario. Los niños del lugar lo miran como si fuera un ser venido de otro mundo por los relojes que lo adornan y comienzan a rodearlo con preguntas.

- ¡Tranquilos! No hace falta armar escándalo. Llamadme Señor Tic Tac. Estoy a su servicio.

Hace una reverencia que causa una que otra risa tonta entre la multitud y acto seguido prosigue su caminata. Apenas debe ser mediodía, o eso dicen los engranes y manecillas que adornan al curioso personaje. Se pregunta, pues, qué debería hacer un marine en su primer día...

"¡Bueno!- piensa -Lo primero que hay que encontrar es la taberna, estoy seguro que terminaré gravitando hasta ese lugar tarde o temprano..."

Suspira con una sonrisa y entra en la primera que encuentra quedando totalmente horrorizado ante la visión que se presenta frente sus ojos.

El hombre contempla desolado a la joven que ahora se escurría pared abajo sin poner ninguna traba a la gravedad. Entra con prisa a la taberna para salir en seguida con un vaso de agua pedido, obviamente, con buenos modales. Toma un pañuelo que lleva en el bolsillo de su chaqueta para empaparlo en el agua suavemente. Moja/limpia el rostro de la joven con dulzura procurando que la mujer no se sienta agredida pero sí lo bastante atendida como para abrir los ojos.

- Tal parece que las lecciones de etiqueta tendrán que ocurrir mañana. Por ahora, yo creo que requerirá de un par de piernas adicionales para moverse.

Una vez vea que responde y está despierta, le solicitará la dirección donde pasa los días para luego ofrecer su espalda a razón de poder cargarla a caballo. Es nuevo en la ciudad pero nunca le ha dado miedo eso: con buenas maneras uno puede llegar tan lejos como sus pies se lo permitan, o así piensa él. Contempla la hora en uno de sus muchos relojes viendo que se acerca el momento en que requerirán su presencia en el cuartel general. Odia llegar tarde, detesta la impuntualidad pero abandonar a una mujer a su suerte en ese estado era mil veces peor que lo anterior. ¿Qué clase de hombre haría algo como eso? Ciertamente, no la clase de hombre que él era.

- Y permítame que la corrija, mi nombre es Señor Tic Tac. El tiempo, tristemente, escapa a mi control.

La contempla nuevamente bajo la luz decreciente del sol que va tornando el cielo naranja preguntándose qué clase de mujer era. Sobre todo, qué clase de vida habría llevado para acabar en tal estado. Pero esa, así como otras preguntas, serían formuladas en otro momento.

- Alguien con pesadillas todas las noches es una persona destinada a cambiar el mundo, puesto que ha de cambiarse a si misma.

Alza las rodillas de la joven desconocida usando sus manos mientras siente que el peso de su cuerpo reposa sobre su espalda. Sus piernas son mecánicas así que le cuesta muy poco cargar con ella. Sin embargo, con una extraña cargada siente que hay algo más que un cuerpo, hay una conciencia amable que lucha por sobrevivir en un mundo terrible. Quizá sí fue buena idea ayudarla. Probablemente hay un diamante en bruto detrás de todo ese carbón.

El día declina otro poco más mientras camina por la calle la singular pareja. Con el bastón en la boca, carga con la joven buscando una posada de buen aspecto pero barata donde pueda dejar a la joven. Tras encargarse de quedar en buenos términos con quien atendía una posada no muy lejos del cuartel, deposita a la mujer en la cama, le quita el calzado y la tapa suavemente pensando que, extrañamente, hacía mucho tiempo que no "llevaba a una mujer a la cama" pero que esta vez había sido la más extraña de todas.

Tranquilo al dejar a la dama a salvo, escribe una nota para que al despertar entendiera qué estaba pasando.

La dejé en la posada para que descansara, todas sus pertenencias están con usted, pasaré a primera hora de la mañana.

  Señor Tic Tac.

Contento con esto, corrió al cuartel sabiendo que llegaría raspando las 6...

La tarde había sido un infierno de ejercicios pesados que habían dejado agujetas, moretones y contusiones en todo su cuerpo. Una parte de él le gritaba que ya no tenía edad para estar exigiéndose tanto a nivel físico, el resto gritaba que por favor se guardase sus opiniones para sí mismo.

Por suerte había llegado a tiempo. Gracias a que llevaba el uniforme puesto no tuvo que perder el tiempo en cambiarse así que casi parecía que, simplemente, había estado listo para empezar todo el tiempo. El entrenamiento era duro, eso sin duda, pero no quería ni imaginarse cómo serían los castigos. De todos modos, ¿quién tenía tiempo de pensar en eso? Estaba cumpliendo su sueño dorado además de conociendo gente interesante. La idea de reencontrarse con la rubia le traía una leve sonrisa mientras hacía flexiones o corría dando vueltas a la pista. Al acabar, el instructor les gritó como suelen hablar los instructores que descansaran el fin de semana porque, estúpidamente, alguien había considerado inteligente iniciar su entrenamiento en viernes. Él también había pensado en eso, pero lo agradecía, aunque las agujetas le fueran a durar una eternidad.

La mañana del sábado inició temprano, pese al cansancio. Siempre fue un hombre que despertaba con el sol. Así lo educaron, así creció. Sin embargo, tomando en cuenta el estado de la noche anterior de su nueva amistad consideró más sensato darle unas horas para descansar así que salió a caminar, buscar algunos locales, restaurantes, puntos de interés y, finalmente, volver a la posada donde la había dejado.

¿Quizá tembló un poco su mano antes de tocar a la puerta? Puede. Pero tocó de todas formas. Suave pero claro.

Aquella mujer desgarbada y caótica del día anterior parecía haber quedado atrás, como una ninfa que es dejada atrás mientras la mariposa surge del interior del capullo. Pero, claro, en este caso no se trataba de una metamorfosis, el caso parecía más relacionado al tan renombrado personaje de novela Dr Jekyll y Mr Hyde.

Se da cuenta que se lo está invitando a pasar, sin embargo, no se siente cómodo al ver que la mujer todavía tiene que secar su pelo. Tuvo que insistir para que, finalmente, se decidiera a pasar asegurándose que no hubiera nada fuera de lugar que él no debiera ver. La contempla con calma viendo cómo se movía para sacar la bolsa que, indudablemente, llevaba berris en su interior.

- Oh, no. No podría aceptarlo. Fui yo quien se metió en su vida sin que me lo pidieran y asumo toda la responsabilidad.

Puede notar claramente como algunos recuerdos florecen en su memoria mostrando pena e incluso incomodidad. Desde luego, era un diamante en bruto que necesitaba ser refinado. Había acero en su alma y fuego en sus venas, eso estaba claro. Podría llegar tan lejos como quisiera pero su mirada clamaba a gritos que alguien la ayudara a levantarse, al menos esta vez. Poseía una pesada carga sobre sus hombros, eso era evidente para el Señor Tic Tac, al fin y al cabo, él llevaba la suya propia. Si bien podrían identificarse mutuamente como iguales por su condición de ciborg, era el pesado y turbio pasado que arrastraban lo que los acercaba.

En ese momento, mientras cerraba la puerta tras de sí, decidió que haría todo lo que estuviera en su mano por aligerar el bagaje de la joven y ayudarla a alcanzar todo el potencial que sin duda se hallaba en su interior.