La Belleza que Estafa (Pasado) - Kaelia Nezaros

Tuvo que secarse las lágrimas con la manga mientras su hermana iba por el barril de alcohol. Para cuando regresó, ya tenía abierto el cofre más grande y había comenzado a rebuscar en él contenta con cómo estaban yendo las cosas ahora que tenían al capitán bajo control. Simplemente para no tentar a la suerte, le hizo gesto para que no hiciera ruido. Luego, comenzó a vaciar el poco alcohol que quedaba asegurándose que todo quedaba bien empapado. Después, abrió con uno de los sables del capitán la tapa del barril llenándolo luego de los contenidos de los cofres. Se enfundó ambos sables alrededor de la cadera sintiéndose más poderosa que nunca. Estaba dispuesta a comenzar su carrera pirata y no tenía intención empezar sin fondos o sin armas.

El barril pesaba más que un muerto, había sido buena idea traerlo. No se imaginaba cargando todo el botín en un cofre por el puerto, por más que tuviera a su hermana para ayudarle. Hacerlo rodar fue relativamente fácil, lo difícil vino cuando se encontraron con la rampa. Si no iban con cuidado podría terminar deslizándose a demasiada velocidad y romperse contra alguna pared de las casas que bordeaban el puerto. Kaelia tomó unos cabos que ató para hacer dos aros anchos que usarían para hacer rodar de manera controlada el barril. Aún con la fuerza de las dos este se resistía a rodar apaciblemente provocando que cada vez costara más retenerlo cuando agarraba velocidad. Hacia la mitad de la rampa, uno de los cabos se rompió dejando libre el botín que ahora se alejaba de ellos como si tuviera vida propia.

- ¡Mierda! ¡Ve tras él, Gwyn, yo tengo que hacer algo antes!

Mientras contemplaba la voluptuosa figura de su hermana corriendo por la calle se preguntó por qué carajo seguía soltera. No sabía mucho de barcos pero sí que había que soltar algunos cabos para que las velas se abrieran. Cortó todas las cuerdas que vio hasta que vio que algunas se desplegaban. Jaló como pudo el áncora, no hasta arriba, solo lo suficiente para desencallar el barco. Luego, se dirigió al camarote del capitán, sacó los cerillos que guardaba el hombre para fumar, encendió uno y lo contempló sabiendo que, hiciera lo que hiciera ahora todo cambiaría. Dejó caer la llama al líquido... Pudo escuchar y sentir el fuego extenderse con gran velocidad mientras salía de la habitación. Quería bajar triunfal por la rampa, pero a medio camino el barco se separó lo bastante del muelle como para que esta cayera. Se vio a sí misma cayendo sacudiendo sus manos en el aire sintiendo que aquí terminaba su historia. Por suerte, consiguió aferrarse al borde justo antes de gritar por su hermana a todo pulmón mientras comenzaba a resbalarse lentamente hacia el mar.

Una vez en tierra, Kaelia escucha a su hermana y asiente fervientemente. Las calles se iluminaban ante la antorcha que ahora flotaba hacia mar abierto. Si bien algunos piratas habían conseguido escapar, otros no corrieron con la misma suerte y sus gritos se escuchaban por todas partes. Gente del pueblo, marines y la brigada de bomberos rápidamente comenzaron a apiñarse alrededor del puerto ayudando a salir del agua a los escasos supervivientes. El capitán, pese a haber sido un borracho y un pervertido, hizo lo propio y se hundió con el barco. Aquellos que llegaron al muelle a salvo, se separaron para unirse a otras tripulaciones.

El barril repleto con el botín que habían conseguido sacar de aquellos bucaneros reposó en la pequeña residencia que alquilaban a uno de los habitantes del pueblo durante unos días, ya que necesitaban asegurarse que no llamaran la atención tras lo ocurrido. Eventualmente, consiguieron acomodarlo de manera que pudieran viajar con él sin tanto problema. La taberna no tuvo mayores problemas con los que sobrevivieron ya que las hermanas Nezaros habían desaparecido. Si bien recibió una que otra visita de estos, al no verlas no pasó a mucho más. Su viaje acababa de comenzar y esa ciudad solo era la primera parada, así que tomaron sus pertenencias, cancelaron su alquiler, buscaron un buen barco y salieron a la mar.

Para cuando hubo pasado una semana, ambas sentían la brisa marina en el rostro mientras se encaminaban hacia una nueva isla, un nuevo objetivo, una nueva aventura...