Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
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El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Eden colocó un par de flores en aquel pequeño altar y se inclinó para rezar por un par de minutos en silencio, era la primera vez en años que regresaba a su isla natal y la verdad la situación no distaba mucho de sus memorias. Spider Miles seguía siendo el foco de crimen e impunidad que conoció en su infancia, aunque en cierto sentido todavía le encontraba la magia al lugar, algunos ya no le reconocían, pero otros -como el señor Steve- se encontraban orgullosos de saber que alguien de esa isla era algo más que un criminal. Lamentablemente, su visita solo había reforzado los rumores respecto a Mat, al parecer era totalmente verdad que era ya un pirata en ascenso, su recompensa seguía siendo relativamente poca, pero eso ya era suficiente para considerarlo una amenaza en contra de la Marina y el Gobierno, muchos incluso le adjudicaban asesinatos notorios, ¿acaso eso era verdad?, podía aceptar que su hermano era un pirata, probablemente era su única opción tras salir de la isla, pero todavía se veía incapaz de aceptar el hecho que este se volvió un asesino de sangre fría.
-Lo siento abuelos, no he podido traerlo a casa todavía, pero un día lo haré, de una forma u otra- abrió los ojos y sujetó su katana, un regalo de Natsumi, la extrañaba mucho, a decir verdad, pero así era la vida, algunas personas simplemente…se iban. -La verdad es que este lugar me resulta ahora más pequeño, tal vez por la edad- durante su infancia aquel pequeño edificio en ruinas le parecía casi una mansión, ahora podía dimensionar que era una estructura básicamente destrozada, careciendo ya de camas y otros objetos robados seguramente por los ladronzuelos, solo quedaban un par de cosas nada útiles y aquel pequeño altar improvisado construido por el ahora samurái.
Lo cierto es que desde su arribo a la isla varios días atrás las cosas habían transcurrido de una forma común, un par de años atrás el peliblanco se imaginaba que a su regreso todo sería un caos, algo así como una novela de las que leía la esposa de su maestro Oku, donde un chico se iba de su pueblo para regresar siendo un héroe y reformar su región, si bien ya había capturado a una banda pequeña de criminales de poca monta, eso apenas le ganó suficiente fama para que en su isla le reconociesen como un cazador, pero nada de otro mundo. Así mismo, él odiaba ser considerado un cazador, pues su motivación no era el dinero ni tampoco la fama -aunque no se habría negado a la misma- sino más bien la seguridad social, sus abuelos creían en ella y de alguna forma su maestro también, incluso Natsumi, aunque ella lo consideraba más un ideal que una realidad, en muchas ocasiones le recomendó inscribirse a la Marina si eso pretendía, pero para el albino, estar atado a normas de una institución era complicado, no le agradaba pensar que debía acatarlas, pues en Shimotsuki aprendió que no todo era blanco o negro.
Como fuere, salió a la calle con una escoba y comenzó a barrer el lugar retirando bastante basura del lugar, en unos días iniciaría su viaje y no estaba seguro si volvería a su casa, por ello quería dejarla la mejor posible, aunque bueno, eso de “volver” era lo de menos, poco a poco estaba entendiendo el poder que se le había otorgado por meros caprichos del azar, era alguien inmortal, al menos hasta esos momentos todo apuntaba a ello, no podía morir pese a las cuantiosas formas en que aquello se produjo una y otra vez.
-Lo siento abuelos, no he podido traerlo a casa todavía, pero un día lo haré, de una forma u otra- abrió los ojos y sujetó su katana, un regalo de Natsumi, la extrañaba mucho, a decir verdad, pero así era la vida, algunas personas simplemente…se iban. -La verdad es que este lugar me resulta ahora más pequeño, tal vez por la edad- durante su infancia aquel pequeño edificio en ruinas le parecía casi una mansión, ahora podía dimensionar que era una estructura básicamente destrozada, careciendo ya de camas y otros objetos robados seguramente por los ladronzuelos, solo quedaban un par de cosas nada útiles y aquel pequeño altar improvisado construido por el ahora samurái.
Lo cierto es que desde su arribo a la isla varios días atrás las cosas habían transcurrido de una forma común, un par de años atrás el peliblanco se imaginaba que a su regreso todo sería un caos, algo así como una novela de las que leía la esposa de su maestro Oku, donde un chico se iba de su pueblo para regresar siendo un héroe y reformar su región, si bien ya había capturado a una banda pequeña de criminales de poca monta, eso apenas le ganó suficiente fama para que en su isla le reconociesen como un cazador, pero nada de otro mundo. Así mismo, él odiaba ser considerado un cazador, pues su motivación no era el dinero ni tampoco la fama -aunque no se habría negado a la misma- sino más bien la seguridad social, sus abuelos creían en ella y de alguna forma su maestro también, incluso Natsumi, aunque ella lo consideraba más un ideal que una realidad, en muchas ocasiones le recomendó inscribirse a la Marina si eso pretendía, pero para el albino, estar atado a normas de una institución era complicado, no le agradaba pensar que debía acatarlas, pues en Shimotsuki aprendió que no todo era blanco o negro.
Como fuere, salió a la calle con una escoba y comenzó a barrer el lugar retirando bastante basura del lugar, en unos días iniciaría su viaje y no estaba seguro si volvería a su casa, por ello quería dejarla la mejor posible, aunque bueno, eso de “volver” era lo de menos, poco a poco estaba entendiendo el poder que se le había otorgado por meros caprichos del azar, era alguien inmortal, al menos hasta esos momentos todo apuntaba a ello, no podía morir pese a las cuantiosas formas en que aquello se produjo una y otra vez.
InvitadoInvitado
Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
En vano, esa podría ser la más perfecta de las descripciones que se le dieran al viaje que había realizado el albino a la isla natal de su madre, Shimotsuki. Allí, no solo la "nueva" generación desconocía por completo a la mujer sino que la "vieja" generación se había silenciado de tal manera que se trataba de un terrible tabú el simplemente posar sus pensamientos en aquella criatura que nuestro protagonista llamaba "Madre" aun si esto ultimo fuese a duras penas por haberle otorgado la vida y otros beneficios a lo largo del tiempo. Actualmente habían transcurrido ya 7 años desde su salida de Impel Down, el mundo no era blanco y negro, eso ya lo había entendido en la prisión pero más que un colorido arco-iris, la realidad de las cosas poseía una tonalidad incapaz de ser expresada en palabras, cualquier otro individuo podría haber tomado su espada y cortado en trozos a todos aquellos que se negaban en asistirle en su búsqueda de información, más aun si se tratase solo de un rumor o de los susurros de un anciano moribundo, cualquier detalle o pista le servía al oji-azul, y así fue como dio con su siguiente destino, un viaje a otra isla en busca de otra alma, una quizás tan joven como el o incluso más, un alma que quizás hubiese escuchado "La verdad" y no supiese que poseía tales conocimientos dentro de sus memorias.
El trayecto al vertedero de los mares azules no fue sencillo, en especial porque no tenía idea de como llegar hasta la susodicha isla, más una vez obtuvo su norte avanzó con rapidez en su incansable persecución de respuestas. Lo único que tenía del sujeto que buscaba era un apodo o más bien una vaga descripción, al verle los pocos que si le hablaron confesaron que tendría el mismo color de pelo, lo que implicaba que la tonalidad blanca de los cabellos era un diferenciador clave, no tenía mucho más para seguir, solo que utilizaba espadas por lo que tendría que jugárselas, y pretendía hacerlo, más a la vez esperaba tener la oportunidad de encontrarse con el individuo antes de perderle la pista y a la vez, perder una de las pocas o tal vez la única oportunidad de hallar algo sobre su progenitora, la sola idea le destrozaba en sobremanera y creaba un pesar en su corazón, de tal modo que no soportaba continuar pensando en ello y se mostraba visualmente molesto en su semblante, expresión que caracterizó su llegada a Spider Miles, quienes trabajaban en los puertos y quienes le vieron atracar el bote, no pudieron evitar notar como se encontraba realmente, y eso era dolido y sin remedio.
Para muchos, Henry era un imán para los problemas, para otros sería la espada quien creaba aquellas situaciones para su esgrimista, de cualquier modo, no era extraño que el peliblanco se viese involucrado en un enfrentamiento en el cual era superado numéricamente, por lo cual notar como un par, y con eso me refiero a literalmente un par, consistente de dos personas, se acercaban a su posición para reclamar su espada para ellos, desconociendo totalmente el verdadero valor de la misma y tildando los diseños adicionales así como la guarda original que hacía juego, como lo único verdaderamente digno de ser comercializado. Esta situación distrajo la mente del pirata hasta el punto en que no pudo sino romper aquel semblante y esbozar una sonrisa, quizás en cualquier otra situación hubiese hablado con ellos primero o les hubiese advertido previo a encargarse del problema, más se encontraba ansioso y más que eso, necesitaba información y probar su superioridad desde su llegada, solo le serviría para llamar a la atención de todos y conseguir su cooperación o sumisión, de cualquier modo, más libertad para hacer su búsqueda. No le tomo demasiado golpear a la pareja que le acosaba, ni siquiera libro el sable de su vaina, por lo que simplemente noqueó al dúo de criminales, sus aliados, seguidores, admiradores o quizás individuos en ningún sentido asociados a los recién caídos empezaron a correr y gritar, era posible que la ciudad se enterase de la llegada de este samurái más lo extraño era lo que decían entre voces, algo sobre que Sinclair era "Otro Albino Samurái" lo que quizás confirmaba la presencia de quien ansiaba encontrar...
El trayecto al vertedero de los mares azules no fue sencillo, en especial porque no tenía idea de como llegar hasta la susodicha isla, más una vez obtuvo su norte avanzó con rapidez en su incansable persecución de respuestas. Lo único que tenía del sujeto que buscaba era un apodo o más bien una vaga descripción, al verle los pocos que si le hablaron confesaron que tendría el mismo color de pelo, lo que implicaba que la tonalidad blanca de los cabellos era un diferenciador clave, no tenía mucho más para seguir, solo que utilizaba espadas por lo que tendría que jugárselas, y pretendía hacerlo, más a la vez esperaba tener la oportunidad de encontrarse con el individuo antes de perderle la pista y a la vez, perder una de las pocas o tal vez la única oportunidad de hallar algo sobre su progenitora, la sola idea le destrozaba en sobremanera y creaba un pesar en su corazón, de tal modo que no soportaba continuar pensando en ello y se mostraba visualmente molesto en su semblante, expresión que caracterizó su llegada a Spider Miles, quienes trabajaban en los puertos y quienes le vieron atracar el bote, no pudieron evitar notar como se encontraba realmente, y eso era dolido y sin remedio.
Para muchos, Henry era un imán para los problemas, para otros sería la espada quien creaba aquellas situaciones para su esgrimista, de cualquier modo, no era extraño que el peliblanco se viese involucrado en un enfrentamiento en el cual era superado numéricamente, por lo cual notar como un par, y con eso me refiero a literalmente un par, consistente de dos personas, se acercaban a su posición para reclamar su espada para ellos, desconociendo totalmente el verdadero valor de la misma y tildando los diseños adicionales así como la guarda original que hacía juego, como lo único verdaderamente digno de ser comercializado. Esta situación distrajo la mente del pirata hasta el punto en que no pudo sino romper aquel semblante y esbozar una sonrisa, quizás en cualquier otra situación hubiese hablado con ellos primero o les hubiese advertido previo a encargarse del problema, más se encontraba ansioso y más que eso, necesitaba información y probar su superioridad desde su llegada, solo le serviría para llamar a la atención de todos y conseguir su cooperación o sumisión, de cualquier modo, más libertad para hacer su búsqueda. No le tomo demasiado golpear a la pareja que le acosaba, ni siquiera libro el sable de su vaina, por lo que simplemente noqueó al dúo de criminales, sus aliados, seguidores, admiradores o quizás individuos en ningún sentido asociados a los recién caídos empezaron a correr y gritar, era posible que la ciudad se enterase de la llegada de este samurái más lo extraño era lo que decían entre voces, algo sobre que Sinclair era "Otro Albino Samurái" lo que quizás confirmaba la presencia de quien ansiaba encontrar...
InvitadoInvitado
Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Terminó de barrer la calle y limpió un poco de sudor en su frente, se acercó hasta una cantimplora y comenzó a beber de ella, esperaba que fuese un día tranquilo hasta que algunas personas comenzaron a pasar corriendo, uno de ellos, el joven Whin se detuvo frente a él y le explicó que había arribado alguien que acababa de derrotar a Ban y Ben, los dos hermanos borrachines que solían estar causando problemas en los puertos, por tanto, Eden no hizo mucho caso y se encogió de hombros entrando para barrer ahora el interior. Tardó un par de minutos hasta acabar y posteriormente tomó asiento frente a una “ventana” que era en realidad un agujero creado quizás por el tiempo y desgaste o simplemente por una bala de cañón que en algún día impactó con aquello.
Sacó entonces una fotografía y se quedó observándola por un buen rato, todavía le era difícil pensar que no volvería a Shimotsuki, empero, no podía hacerlo, en aquella isla ya no le quedaba nada, ni su maestro, ni su maestra, tampoco a Natsumi, ni siquiera estaban ya sus amigos de antes, todo se había esfumado en aquellos años, aquello le hizo recordar lo que le dijese alguna vez su mentor cuando apenas era un aprendiz bastante joven…tarde o temprano las cosas cambiaban, a veces para bien, en otras ocasiones para mal, al final lo único seguro era el cambio.
“Jodido” el ruido le hizo salir de sus ensoñaciones guardando la fotografía en sus ropas para asomarse más a la puerta, o lo que era considerada una puerta en esa isla, allí se encontraban al menos cinco tipos golpeando con fuerza, pudo reconocerles, eran la banda de Tiny, aquel sucio empresario de las fábricas que solía extorsionar a los habitantes de la villa, pensaba que se habría ido de la isla hace tiempo, desde antes de irse a Shimotsuki ya se dedicaba a esos menesteres, al parecer algunas cosas nunca cambiaban. Bajó y abrió la puerta tan solo para ser sujetado casi al instante por tres sujetos y sacarlo a la calle ante la mirada de muchas personas atemorizadas, algunas todavía corriendo por el aparente escandalo ocasionado en el puerto -¡Ya sé que fuiste tú el que entregó a parte de mis hombres, así que he venido a cobrar el precio, tienes tres opciones, puedes pagarme el doble de lo que has ganado por ellos, puedes trabajar para mí y seguro te perdono la vida, pero sino, vas a morir ahora!- y en ese momento le apuntó a la cabeza con una pistola mientras Silverman ahora se encontraba de rodillas debido a los esfuerzos de los otros tres sujetos que le estaban inmovilizando, aunque en realidad aquel chico no oponía resistencia alguna.
Hubo silencio por unos segundos, no esperaba darle una respuesta porque en realidad ninguna de las opciones le parecía viable, tampoco estaba de humor como para bromear, así que simplemente se guardó sus comentarios -¡Como quieras, daré un ejemplo a la gente de que nadie se mete con nosotros, somos la ley de este sitio!- y con aquel comentario se escuchó simplemente un disparo, la gente cerró sus ojos, otros comenzaron a huir ahora rumbo a sus casas o incluso el puerto, en tanto, la risa de los criminales era lo único que acompañaba el lugar.
Sacó entonces una fotografía y se quedó observándola por un buen rato, todavía le era difícil pensar que no volvería a Shimotsuki, empero, no podía hacerlo, en aquella isla ya no le quedaba nada, ni su maestro, ni su maestra, tampoco a Natsumi, ni siquiera estaban ya sus amigos de antes, todo se había esfumado en aquellos años, aquello le hizo recordar lo que le dijese alguna vez su mentor cuando apenas era un aprendiz bastante joven…tarde o temprano las cosas cambiaban, a veces para bien, en otras ocasiones para mal, al final lo único seguro era el cambio.
“Jodido” el ruido le hizo salir de sus ensoñaciones guardando la fotografía en sus ropas para asomarse más a la puerta, o lo que era considerada una puerta en esa isla, allí se encontraban al menos cinco tipos golpeando con fuerza, pudo reconocerles, eran la banda de Tiny, aquel sucio empresario de las fábricas que solía extorsionar a los habitantes de la villa, pensaba que se habría ido de la isla hace tiempo, desde antes de irse a Shimotsuki ya se dedicaba a esos menesteres, al parecer algunas cosas nunca cambiaban. Bajó y abrió la puerta tan solo para ser sujetado casi al instante por tres sujetos y sacarlo a la calle ante la mirada de muchas personas atemorizadas, algunas todavía corriendo por el aparente escandalo ocasionado en el puerto -¡Ya sé que fuiste tú el que entregó a parte de mis hombres, así que he venido a cobrar el precio, tienes tres opciones, puedes pagarme el doble de lo que has ganado por ellos, puedes trabajar para mí y seguro te perdono la vida, pero sino, vas a morir ahora!- y en ese momento le apuntó a la cabeza con una pistola mientras Silverman ahora se encontraba de rodillas debido a los esfuerzos de los otros tres sujetos que le estaban inmovilizando, aunque en realidad aquel chico no oponía resistencia alguna.
Hubo silencio por unos segundos, no esperaba darle una respuesta porque en realidad ninguna de las opciones le parecía viable, tampoco estaba de humor como para bromear, así que simplemente se guardó sus comentarios -¡Como quieras, daré un ejemplo a la gente de que nadie se mete con nosotros, somos la ley de este sitio!- y con aquel comentario se escuchó simplemente un disparo, la gente cerró sus ojos, otros comenzaron a huir ahora rumbo a sus casas o incluso el puerto, en tanto, la risa de los criminales era lo único que acompañaba el lugar.
InvitadoInvitado
Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
El correteo de las personas por una simple pelea parecía exagerado mirando hacia la historia de aquella isla, sin embargo, a la vez era completamente comprensible, si el lugar estaba infestado de criminales y de personas que ejercían abusos a base de su poder, la llegada de un nuevo incumbente a la contienda ciertamente generaría ansiedad y desespero. Para Henry, esa reacción era normal, la de las personas correr en dirección opuesta a su avance, muchos le habían tildado de cosas que ni siquiera podía comenzar a entender más que reconocía no eran buenas en lo más mínimo, quizás se trataba del aire que había adquirido durante su infancia, quizás era el hecho de que para suavizar las cosas había optado por la vida de pirata o tal vez eran los gritos del filo que se encontraba casi siempre en su siniestra. Era dicho que solo el portador era capaz de escuchar el espíritu de las espadas, más aquella criatura era especial, su sed de sangre no poseía comparación y quizás su aura presentaba aquel llamado a la huida, no lo sabía y ciertamente no le importaba, sus ojos lo demostraban mejor que las palabras.
Tras haberse encargado del dúo que le molestaba en el puerto, decidió moverse junto con la multitud, aunque la primera corría mientras que nuestro protagonista se tomaba su tiempo para disfrutar del recorrido y conocer, así fuese de manera visual, la situación de la ciudad. Sus pasos eran tranquilos y relativamente lentos, se tomaba su tiempo para estudiar edificaciones o rastros de batallas pasadas e incluso tal vez hasta olvidadas, según lo que pudo haber apreciado en los pocos minutos que llevaba en el lugar, solo existía un puerto y si la mejor descripción que tenían suya era "otro albino" entonces no habría demasiados en la isla y no ver a quien buscaba era poco probable, así que no necesitaba corretear por todos lados y perder la calma, había vivido por años con la interrogante y si bien ahora podría hallar algunas respuestas quizás todas, de tener verdadera suerte eso no implicaba que debía perder todo lo que había amasado y aprendido hasta la fecha.
Eventualmente los gritos cambiaron de tono, pero más que eso, volvieron a resonar por los alrededores y sin embargo, no había nadie junto a Sinclair, por lo cual otra cosa u otra persona había generado el horror en la población, poco después un disparo se escucho cual eco en una montaña desierta. El Albino no deseaba correr, no planeaba hacerlo, ciertamente no ganaba nada con ello, más en su mente la idea de un espadachín utilizando un arma de fuego, y aun más, uno cultivado y entrenado en el seno de la esgrima de este lado del mundo y los mares, era inconcebible, ¿y si alguien había atacado al objetivo de su búsqueda? ¿Y si las cosas se habían alejado o incluso desvanecido cuando finalmente se hallaba tan cerca? La sola idea de tener que lidiar con eso, hizo mover sus pies y piernas de manera que no pudo sino correr hacia donde se hubo originado el disparo, la escena que encontró allí pudo cambiar todo lo que conocía y entendía hasta la fecha...
Tras haberse encargado del dúo que le molestaba en el puerto, decidió moverse junto con la multitud, aunque la primera corría mientras que nuestro protagonista se tomaba su tiempo para disfrutar del recorrido y conocer, así fuese de manera visual, la situación de la ciudad. Sus pasos eran tranquilos y relativamente lentos, se tomaba su tiempo para estudiar edificaciones o rastros de batallas pasadas e incluso tal vez hasta olvidadas, según lo que pudo haber apreciado en los pocos minutos que llevaba en el lugar, solo existía un puerto y si la mejor descripción que tenían suya era "otro albino" entonces no habría demasiados en la isla y no ver a quien buscaba era poco probable, así que no necesitaba corretear por todos lados y perder la calma, había vivido por años con la interrogante y si bien ahora podría hallar algunas respuestas quizás todas, de tener verdadera suerte eso no implicaba que debía perder todo lo que había amasado y aprendido hasta la fecha.
Eventualmente los gritos cambiaron de tono, pero más que eso, volvieron a resonar por los alrededores y sin embargo, no había nadie junto a Sinclair, por lo cual otra cosa u otra persona había generado el horror en la población, poco después un disparo se escucho cual eco en una montaña desierta. El Albino no deseaba correr, no planeaba hacerlo, ciertamente no ganaba nada con ello, más en su mente la idea de un espadachín utilizando un arma de fuego, y aun más, uno cultivado y entrenado en el seno de la esgrima de este lado del mundo y los mares, era inconcebible, ¿y si alguien había atacado al objetivo de su búsqueda? ¿Y si las cosas se habían alejado o incluso desvanecido cuando finalmente se hallaba tan cerca? La sola idea de tener que lidiar con eso, hizo mover sus pies y piernas de manera que no pudo sino correr hacia donde se hubo originado el disparo, la escena que encontró allí pudo cambiar todo lo que conocía y entendía hasta la fecha...
InvitadoInvitado
Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Por un momento Eden no se movió, casi como si fuera un peso muerto, mantenía cerrado los ojos y estaba inclinado al frente, para muchos aquello que poseía era una bendición, algo que cualquiera desearía, sin embargo, desde hace varios días pensaba que era una especie de maldición, aquel chico nunca había sido el tipo de persona que deseaba morir, pero el panorama de la actualidad le obligaba a pensar en cosas siniestras, ¿de qué servía seguir el camino?, sus amigos ya no estaban, sus mentores se esfumaron y la única persona especial en su vida desde hace años ya estaba ausente también, el sentido de su vida ahora se sostenía en buscar a su hermano y el destino de sus padres, mismos que seguramente estaban muertos hace años, no era tan ingenuo para pensar que seguían vivos en el infierno conocido como Nuevo Mundo.
“Me pregunto qué habría pasado si no me hubiese comido esa cosa” estar atado a la vida era algo aterrador en ocasiones, más allá de no morir, la idea de no envejecer y volver una y otra vez le desconcertaba, no era alguien creyente, ¿entonces por qué no se suicidaba?, estaba seguro -por experiencia- que si se lanzaba al mar acabaría muriendo de forma definitiva, por extrañas razones aquello le había dado una rara desventaja, misma que pese a sus conocimientos seguía desconociendo, por eso se enfocaba en estudiar todo lo que era posible. Empero, suicidarse no era la solución, alguna vez su maestro Oku le mencionó que uno debe preservar el honor hasta el final, quitarse la vida sin un verdadero motivo no solo era cobarde sino deshonroso, algo que no podía soportar era eso precisamente, deshonrar sus principios, por no mencionar que estaba aquella promesa que le había hecho a Natsumi, maldita fuera su suerte.
-¿Ya acabaste?- comentó sorprendiendo a propios y extraños elevando entonces la cabeza para ver al sujeto que anteriormente le había disparado ocasionando que sus captores le soltasen y retrocediesen asustados, de esa forma pudo ponerse en pie limpiando sus ropajes que le delataban claramente como un samurái, la gente loca de terror comenzó a correr esta ocasión huyendo del albino, el sujeto enfrente suyo accionó su arma de nuevo tantas veces como le fue posible hasta acabar los proyectiles de la misma, las balas ingresaban al cuerpo de Silverman sin dejar rastro de entrada o salida, a su vez, el chico con las manos en los bolsillos revisaba a su alrededor pidiendo calma con las manos, aunque obviamente casi nadie le tomaba atención, estaban demasiado asustados para no huir.
-¿Qué mierda eres tú?- el sujeto con el arma cayó al suelo asustado y tembloroso mientras sus secuaces emprendían la huida despavoridos, en tanto el chico de cabellos blancos sujetó por la camisa al tipo y lo elevó del suelo mostrando tener una fuerza superior pese a su complexión aparentemente regular -Me llamo Eden Orphan Silverman, vine a acabar con la ola de crímenes que han establecido vosotros desde hace años, ahora, te voy a dar una oportunidad- lo dejó caer para volver a guardar su mano en el bolsillo -Vete y no vuelvas, ni tú ni tus aliados, dejen la vida de criminales, trabajen y sean honrados, de ese modo salvaras tu vida, de otro modo- le señaló entonces con el índice izquierdo -Te buscaré y encontraré, no tengas dudas- y con ello lo dejó marchar retomando sus pasos rumbo a su casa sintiéndose observado, aunque era común, algunos le estaban mirando desde su espalda, lo usual cuando pasaban ese tipo de problemas.
“Me pregunto qué habría pasado si no me hubiese comido esa cosa” estar atado a la vida era algo aterrador en ocasiones, más allá de no morir, la idea de no envejecer y volver una y otra vez le desconcertaba, no era alguien creyente, ¿entonces por qué no se suicidaba?, estaba seguro -por experiencia- que si se lanzaba al mar acabaría muriendo de forma definitiva, por extrañas razones aquello le había dado una rara desventaja, misma que pese a sus conocimientos seguía desconociendo, por eso se enfocaba en estudiar todo lo que era posible. Empero, suicidarse no era la solución, alguna vez su maestro Oku le mencionó que uno debe preservar el honor hasta el final, quitarse la vida sin un verdadero motivo no solo era cobarde sino deshonroso, algo que no podía soportar era eso precisamente, deshonrar sus principios, por no mencionar que estaba aquella promesa que le había hecho a Natsumi, maldita fuera su suerte.
-¿Ya acabaste?- comentó sorprendiendo a propios y extraños elevando entonces la cabeza para ver al sujeto que anteriormente le había disparado ocasionando que sus captores le soltasen y retrocediesen asustados, de esa forma pudo ponerse en pie limpiando sus ropajes que le delataban claramente como un samurái, la gente loca de terror comenzó a correr esta ocasión huyendo del albino, el sujeto enfrente suyo accionó su arma de nuevo tantas veces como le fue posible hasta acabar los proyectiles de la misma, las balas ingresaban al cuerpo de Silverman sin dejar rastro de entrada o salida, a su vez, el chico con las manos en los bolsillos revisaba a su alrededor pidiendo calma con las manos, aunque obviamente casi nadie le tomaba atención, estaban demasiado asustados para no huir.
-¿Qué mierda eres tú?- el sujeto con el arma cayó al suelo asustado y tembloroso mientras sus secuaces emprendían la huida despavoridos, en tanto el chico de cabellos blancos sujetó por la camisa al tipo y lo elevó del suelo mostrando tener una fuerza superior pese a su complexión aparentemente regular -Me llamo Eden Orphan Silverman, vine a acabar con la ola de crímenes que han establecido vosotros desde hace años, ahora, te voy a dar una oportunidad- lo dejó caer para volver a guardar su mano en el bolsillo -Vete y no vuelvas, ni tú ni tus aliados, dejen la vida de criminales, trabajen y sean honrados, de ese modo salvaras tu vida, de otro modo- le señaló entonces con el índice izquierdo -Te buscaré y encontraré, no tengas dudas- y con ello lo dejó marchar retomando sus pasos rumbo a su casa sintiéndose observado, aunque era común, algunos le estaban mirando desde su espalda, lo usual cuando pasaban ese tipo de problemas.
InvitadoInvitado
Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Otra vez sucedía lo imposible, quizás la suerte de Henry era tanta que no existía fuerza en el mundo que pudiese oponerse a su destino, o tal vez, la opción más probable y viable, era que el chico tenía cierta tendencia a encontrar personas sumamente extraordinarias en su camino, mismas que de un modo u otra estaban conectadas con su progenitora. La verdad desde antes de salir de Impel Down, le aterrorizaba en sobremanera al peliblanco, y sin embargo, se debía a si mismo la búsqueda de esta. Retomando el hilo previo, un sonido de disparo había alertado a todo el mundo y mientras un grupo se alejaba de la escena del suceso, otro intentaba acercarse para ver lo acontecido, Sinclair era parte de este ultimo grupo, donde tras llegar al sitio, observo como un sujeto sobrevivía al evento que produjo tan estruendoso aviso, la curiosidad del pirata era inmensa pero de igual forma sabía cuando controlarse, de modo que espero, observo y más que nada, escucho mientras se acercaba lentamente y de forma poco llamativa, todos se encontraban distraídos y enfocados en el centro de la acción, un "fantasma" no tendría problema es deslizarse entre los muchos.
Las palabras volaron de unos labios hacia los otros y viceversa, la conversación en sí parecia ordinaria, un hombre asustado por no poder comprender a su contrario mientras el otro continuaba demostrando atributos mucho más agradables y dignos de un samurái. Al parecer el albino poseía un código, si realmente había sido entrenado en Shimotsuki como el rumor había dicho, entonces era evidente que su maestría con la esgrima estaba lejos de ser perfecta más su recorrido había sido completado, donde conocía ya cada paso y solo le restaba tener la fuerza y la capacidad necesaria para alcanzar cada destino hasta la meta final. La escena termino relativamente rápido, y el sujeto se volvió hacia su aparente residencia y avanzó hacía allí, quizás tendría asuntos pendientes o tal vez simplemente no deseaba continuar compartiendo con todos los demás, aun cuando estos se alejaban horrorizados por lo presenciado.
La distancia que separaba al par de Albinos del otro no era más que 25 metros, mismos que parecían mayores por los escombros que impedían un paso recto y eficiente entre un punto y el otro, Esto claramente no detendría al pirata más si le haría preguntarse porque mantenían tales pedazos de concreto y metal en el medio de las cosas, ¿acaso se trataba de un monumento caído? Esa y más interrogantes podrían ser contestadas luego, actualmente sus orbes se posaban en la espalda del usuario de aquel extraño poder de fuego, había sido sutil, demasiado en verdad, más una llama encendía cada vez que era lastimado hasta que regresaba a la normalidad, si es que eso podría llamarse normal, de algún modo, la idea de un ser con esas aptitudes ser llamado ordinario le generaba gracia a Henry por lo que comenzó a reír, inicialmente en silencio pero luego de forma sonora, hasta el punto en que pudo haber captado la atención de quien se encontraba frente a el, dígase Eden Orphan Silverman, poco después de haber reído por unos instantes, Sinclair pronuncio el nombre del sujeto, y se detuvo a 7 metros de la entrada de su posada, allí le confesaría la razón de haberle buscado y rogaría por algunas respuestas. -¿Eden? ¿Eres Eden? ¿El discípulo de Oku? El semblante del albino era uno de esperanza y miedo, no sabía cual expresión era más fuerte, más sentía físicamente la lucha de su rostro por mostrar la una o la otra.
Las palabras volaron de unos labios hacia los otros y viceversa, la conversación en sí parecia ordinaria, un hombre asustado por no poder comprender a su contrario mientras el otro continuaba demostrando atributos mucho más agradables y dignos de un samurái. Al parecer el albino poseía un código, si realmente había sido entrenado en Shimotsuki como el rumor había dicho, entonces era evidente que su maestría con la esgrima estaba lejos de ser perfecta más su recorrido había sido completado, donde conocía ya cada paso y solo le restaba tener la fuerza y la capacidad necesaria para alcanzar cada destino hasta la meta final. La escena termino relativamente rápido, y el sujeto se volvió hacia su aparente residencia y avanzó hacía allí, quizás tendría asuntos pendientes o tal vez simplemente no deseaba continuar compartiendo con todos los demás, aun cuando estos se alejaban horrorizados por lo presenciado.
La distancia que separaba al par de Albinos del otro no era más que 25 metros, mismos que parecían mayores por los escombros que impedían un paso recto y eficiente entre un punto y el otro, Esto claramente no detendría al pirata más si le haría preguntarse porque mantenían tales pedazos de concreto y metal en el medio de las cosas, ¿acaso se trataba de un monumento caído? Esa y más interrogantes podrían ser contestadas luego, actualmente sus orbes se posaban en la espalda del usuario de aquel extraño poder de fuego, había sido sutil, demasiado en verdad, más una llama encendía cada vez que era lastimado hasta que regresaba a la normalidad, si es que eso podría llamarse normal, de algún modo, la idea de un ser con esas aptitudes ser llamado ordinario le generaba gracia a Henry por lo que comenzó a reír, inicialmente en silencio pero luego de forma sonora, hasta el punto en que pudo haber captado la atención de quien se encontraba frente a el, dígase Eden Orphan Silverman, poco después de haber reído por unos instantes, Sinclair pronuncio el nombre del sujeto, y se detuvo a 7 metros de la entrada de su posada, allí le confesaría la razón de haberle buscado y rogaría por algunas respuestas. -¿Eden? ¿Eres Eden? ¿El discípulo de Oku? El semblante del albino era uno de esperanza y miedo, no sabía cual expresión era más fuerte, más sentía físicamente la lucha de su rostro por mostrar la una o la otra.
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Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Una carcajada se produjo entre el público, de inmediato pensó que se trataba de algún otro enemigo así que detuvo su marcha pero no se dignó a girarse, simplemente se quedó ahí parado sintiendo que alguien a sus espaldas se estaba acercando, no era adivino ni mago, pero sus pasos entre la chatarra eran notorios, no parecía estarse ocultando y eso era extraño, generalmente la gente al ver que no podían hacerle daño salía corriendo despavorida, empero, aquellas interrogantes le hicieron verdaderamente mirar por sobre su hombro a otro albino, uno que no conocía y debido a su edad además de su aspecto pudo deducir que no se trataba de un habitante de Spider Miles, el lugar no era grande así que les recordaba a todos y aunque algunos pudieron crecer, en la isla no existía otro albino conocido más que Eden en aquellos tiempos.
-Soy Eden, alumno de Oku y de Sakura- pues no iba a ocultar el hecho que la esposa de su maestro también le había enseñado muchas cosas, no tanto de la espada, pero sí de la vida y sobre todo de conocimientos que no cualquiera poseía, algo que según ella tarde o temprano podrían ser peligrosos para su persona, aunque desconocía bastante la razón de esas palabras. -Me parece extraño que sepas mi nombre y mucho más que conozcas al maestro Oku- pues estando ya muerto y con Eden siendo el único discípulo vivo -al menos el único que pudo completar el entrenamiento completo- que quedaba dar con su paradero era casi una promesa, pero siempre podía pensar que Hiroya, el hermano de Oku y ahora maestro de Shimotsuki se lo había dicho, tras el fallecimiento de Oku y Natsumi, este último se quedó a cargo del dojo tras la negativa de Silverman comenzando así con una nueva generación de samurái.
Hubo un momento de silencio, el hico se mantuvo mirando sobre su hombro sin moverse ni un centímetro, si alguien le estaba buscando desde otra isla no era una buena señal pues eso solo significaba dos cosas en la mente de aquel espadachín; primero, que el tipo tenía cuentas pendientes con su maestro y que estaba buscando ahora saldarlas con su discípulo; la otra opción era por el contrario que estaba buscando ser alumno de este pues era el único linaje directo de aquella enseñanza, aunque en ningún caso Eden estaba dispuesto a fungir como mentor, no tenía lo necesario todavía.
-No sé porque has venido, pero es en vano, Oku ha muerto hace tiempo- volvió a avanzar indiferente a las acciones de aquel que se encontraba a su espalda, incluso mostrándose totalmente despreocupado si este pensaba atacarle o algo similar, ya estaba comprobado en muchas otras circunstancias que no se le podía hacer daño, así que cualquier intento de hacerlo sería infructuoso. -Deberías hablar con el actual maestro de la isla, Hiroya, seguro él te ayudará en lo que sea que buscas- finalmente ingresó a la casa y retomó su katana para dirigirse de nuevo al pequeño altar improvisado en el interior de aquel edificio en ruinas.
-Soy Eden, alumno de Oku y de Sakura- pues no iba a ocultar el hecho que la esposa de su maestro también le había enseñado muchas cosas, no tanto de la espada, pero sí de la vida y sobre todo de conocimientos que no cualquiera poseía, algo que según ella tarde o temprano podrían ser peligrosos para su persona, aunque desconocía bastante la razón de esas palabras. -Me parece extraño que sepas mi nombre y mucho más que conozcas al maestro Oku- pues estando ya muerto y con Eden siendo el único discípulo vivo -al menos el único que pudo completar el entrenamiento completo- que quedaba dar con su paradero era casi una promesa, pero siempre podía pensar que Hiroya, el hermano de Oku y ahora maestro de Shimotsuki se lo había dicho, tras el fallecimiento de Oku y Natsumi, este último se quedó a cargo del dojo tras la negativa de Silverman comenzando así con una nueva generación de samurái.
Hubo un momento de silencio, el hico se mantuvo mirando sobre su hombro sin moverse ni un centímetro, si alguien le estaba buscando desde otra isla no era una buena señal pues eso solo significaba dos cosas en la mente de aquel espadachín; primero, que el tipo tenía cuentas pendientes con su maestro y que estaba buscando ahora saldarlas con su discípulo; la otra opción era por el contrario que estaba buscando ser alumno de este pues era el único linaje directo de aquella enseñanza, aunque en ningún caso Eden estaba dispuesto a fungir como mentor, no tenía lo necesario todavía.
-No sé porque has venido, pero es en vano, Oku ha muerto hace tiempo- volvió a avanzar indiferente a las acciones de aquel que se encontraba a su espalda, incluso mostrándose totalmente despreocupado si este pensaba atacarle o algo similar, ya estaba comprobado en muchas otras circunstancias que no se le podía hacer daño, así que cualquier intento de hacerlo sería infructuoso. -Deberías hablar con el actual maestro de la isla, Hiroya, seguro él te ayudará en lo que sea que buscas- finalmente ingresó a la casa y retomó su katana para dirigirse de nuevo al pequeño altar improvisado en el interior de aquel edificio en ruinas.
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Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
A fin de cuentas no importo demasiado, su interlocutor parecía no estar interesado en conversar, más allá de unas dudas sobre como conocía su nombre, su paradero, su maestro y desestimando todo lo anterior para sugerir o quizás incluso demandar que cualquier asunto fuese tratado con Hiroya. Esto le molesto al albino y no temía mostrarlo visualmente en su rostro, incluso en su lenguaje corporal era evidente que se hallaba distinto a antes, quizás eso fue el disparador que "despertó" al espíritu de la katana a su lado o tal vez solo tenía hambre de nuevo, sin embargo, lo cierto era que su siniestra ahora latía y clamaba por sangre, como siempre, el peso imposible con el cual cargaba el peliblanco a cada instante mientras pretendía e intentaba llevar una vida no violenta. A sus alrededores, muchos se encontraban como publico para las situaciones que se desarrollasen frente a ellos, quizás por falta de miedo, quizás por parálisis temporal, o cualquier otro motivo o razón, empero, estaban allí y eso significaba que existía un objetivo que el filo podía cortar sin deshacer las oportunidades del oji-azul de respuestas. Girandose sobre sus propios pies y posando sus ojos en todos y cada uno de aquellos que circulaban el punto donde se hallaba Eden, se aseguro de calar en sus huesos, en sus memorias, en cada uno de sus sentidos, el instinto asesino que ahora brotaba de su ser, seguido de esto, con una voz pesada y un tono fuerte y demandante gritó. -Corran!-
Henry no se molestaría en esperar que lo hicieran, les había ordenado algo y estaba en ellos obedecer, si no lo hacían y eran cortados posteriormente, ese era su conflicto, ser benevolente tenía limites para nuestro protagonista, y en su libro, bajo sus estándares, había ya cumplido su parte. Mirando nuevamente hacía el sitio que ocupaba el samurái que hubo afirmado ser ahijado de Oku en el arte de la esgrima, el agarre de la siniestra de Sinclair se hizo más fuerte, tanto que su mano y dedos empezaron a tornarse rojos y se dirigían hacia la tonalidad azul, no le importaba, era el momento más critico, una pregunta más que abriría el paso para las siguientes, empezó a caminar acercándose a la entrada, antes había hablado brevemente y eso al aparecer no funcionaba con este individuo, quizás una interacción más larga fuese más fructífera. En segundos había alcanzado el umbral, a su diestra había un agujero inmenso y podía ver hacia dentro a pesar de tener la puerta cerrada, se tomo la libertad de observar y la vio, una espada con la misma calidad que la suya propia, ni siquiera necesitaba presenciar el filo para saberlo pero el verdadero motivo de su confirmación era aquel pequeño símbolo en la guarda de la misma, uno idéntico se encontraba en la poseída por Henry, dejando de cortar su propia circulación, abrió su mano y miro la seña, no había duda por lo que la tomo con su diestra de manera que el diseño se viese incluso desde la posición de Eden y habló, sin importarle quienes pudieran estar escuchando, sería la primera vez que pronunciaría aquellas palabras en voz alta desde nunca, jamas lo había hecho, bueno, solo a otra persona en el planeta y no en publico.
-¡Esta es la espada de Isobel Sinclair!- Gritó con cierto orgullo en su voz. -Una de tres, son un juego- Confesó sin más. -Tres estudiantes, tres portadores- Continuó, esta vez comenzó a sentir como su voz se quebraba, lo que venía luego era lo más importante y no sabía como expresarse, solo dejaba que su lengua hiciera su deber. -¿Que sabes de Isobel? ¿Que te contó Oku, su hermano en armas? ¡¡¿Que sabes?!!- Su voz continuaba rompiéndose hasta que en la ultima parte no pudo más, e intentando gritar su voz se quebró completamente, era evidente que existía una historia para el Albino y ahora, otro individuo podía poseer las respuestas que buscaba o enviarlo a una búsqueda sin sentido, trago fuertemente y se recompuso, la ira le llenaba nuevamente y habló, sentenciando el final de sus palabras, al menos hasta escuchar al otro hablar. -Mi viaje no ha sido en vano, Eden Orphan Silverman, Hijo de Oku. Hiraya no puede ayudarme con la verdad- Es bien sabido entre samurai, y aun más entre aquellos de una misma generación, que lo que sucede en su "clase" lo que acontece entre ellos, es secreto, aun mucho más para aquellos que son hermanos de un modo o de otro, ahora solo quedaba esperar que tenía el "Otro albino" para decir.
Henry no se molestaría en esperar que lo hicieran, les había ordenado algo y estaba en ellos obedecer, si no lo hacían y eran cortados posteriormente, ese era su conflicto, ser benevolente tenía limites para nuestro protagonista, y en su libro, bajo sus estándares, había ya cumplido su parte. Mirando nuevamente hacía el sitio que ocupaba el samurái que hubo afirmado ser ahijado de Oku en el arte de la esgrima, el agarre de la siniestra de Sinclair se hizo más fuerte, tanto que su mano y dedos empezaron a tornarse rojos y se dirigían hacia la tonalidad azul, no le importaba, era el momento más critico, una pregunta más que abriría el paso para las siguientes, empezó a caminar acercándose a la entrada, antes había hablado brevemente y eso al aparecer no funcionaba con este individuo, quizás una interacción más larga fuese más fructífera. En segundos había alcanzado el umbral, a su diestra había un agujero inmenso y podía ver hacia dentro a pesar de tener la puerta cerrada, se tomo la libertad de observar y la vio, una espada con la misma calidad que la suya propia, ni siquiera necesitaba presenciar el filo para saberlo pero el verdadero motivo de su confirmación era aquel pequeño símbolo en la guarda de la misma, uno idéntico se encontraba en la poseída por Henry, dejando de cortar su propia circulación, abrió su mano y miro la seña, no había duda por lo que la tomo con su diestra de manera que el diseño se viese incluso desde la posición de Eden y habló, sin importarle quienes pudieran estar escuchando, sería la primera vez que pronunciaría aquellas palabras en voz alta desde nunca, jamas lo había hecho, bueno, solo a otra persona en el planeta y no en publico.
-¡Esta es la espada de Isobel Sinclair!- Gritó con cierto orgullo en su voz. -Una de tres, son un juego- Confesó sin más. -Tres estudiantes, tres portadores- Continuó, esta vez comenzó a sentir como su voz se quebraba, lo que venía luego era lo más importante y no sabía como expresarse, solo dejaba que su lengua hiciera su deber. -¿Que sabes de Isobel? ¿Que te contó Oku, su hermano en armas? ¡¡¿Que sabes?!!- Su voz continuaba rompiéndose hasta que en la ultima parte no pudo más, e intentando gritar su voz se quebró completamente, era evidente que existía una historia para el Albino y ahora, otro individuo podía poseer las respuestas que buscaba o enviarlo a una búsqueda sin sentido, trago fuertemente y se recompuso, la ira le llenaba nuevamente y habló, sentenciando el final de sus palabras, al menos hasta escuchar al otro hablar. -Mi viaje no ha sido en vano, Eden Orphan Silverman, Hijo de Oku. Hiraya no puede ayudarme con la verdad- Es bien sabido entre samurai, y aun más entre aquellos de una misma generación, que lo que sucede en su "clase" lo que acontece entre ellos, es secreto, aun mucho más para aquellos que son hermanos de un modo o de otro, ahora solo quedaba esperar que tenía el "Otro albino" para decir.
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Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
Eden volvió a orar a sus abuelos, pretendía con ello buscar algún tipo de sabiduría, la iba a necesitar, estará perdido y no tenía claro su objetivo, sin nadie a quién preguntarle solo quedaba esperar que sus antepasados le diesen un rayo de luz, al menos eso decía Natsumi cuando las cosas se ponían feas. Con su katana en las piernas y su posición de loto mantenía las manos unidas con los ojos cerrados, pese a la intromisión del otro no hizo movimiento alguno, no se sentía amenazado y desde que tenía aquella habilidad de eludir cualquier daño era casi imposible hacerle sentir miedo de ser atacado, aunque claramente, interrumpir la oración era, entre los samurái bien formados, una ofensa a la privacidad de cualquier persona, ese tipo de ofensas eran molestas, hasta el chico que se tomaba las cosas más a la ligera lo consideraba poco respetuoso.
El otro comenzó a hablar en un tono de voz suficiente para hacerle abrir los ojos y suspirar con cierta pesadez -No escuchaba ese nombre desde hace años- y era cierto, no es que fuese demasiado mencionado, de hecho solamente un par de veces lo había podido oír -Tres estudiantes que luego se volvieron maestros cada uno, o eso era lo que decían- sus manos entonces sujetaron su katana con cuidado mientras su mirada se elevaba para ver el altar de sus abuelos, algo que no podía permitir era que un extraño llegase probablemente a robar una de las espadas que le habían regalado en Shimotsuki, era una especie de protección que se le había encomendado y para un samurái aquello no se tomaba a la ligera -Es raro, exiges respuestas pero ni siquiera estoy seguro de quién eres- sin decir su nombre, aquello era otra falta de respeto para un espadachín, aquel hombre sin duda era bastante mal educado.
Desenvainó entonces su katana con tranquilidad y se giró para ver al hombre que compartía su mismo tono de cabello -No te diría lo que mi maestro me contó a menos que tuviese una buena razón para ello, por el contrario, si has venido a ocasionar caos en esta isla será mejor que te marches, tal vez puedas atemorizar a la gente común- incluso alguien como Silverman, mayormente ausente de los aspectos de la gente era capaz de ver en aquella mirada contraria un atisbo de lo que llamaba maldad, algo extraño, una especie de furia que estaba contenida -Pero, yo no soy una persona común- en ese momento su mirada pasó de ser tranquila y hasta algo desprevenida como era usual, a tornarse seria y con un semblante que pocas veces se le observaba al joven -Y te advierto, que si llegas a dañar a una persona de esta isla, yo mismo me encargaré de detenerte- por supuesto, no iba a dejar pasar que la gente siguiese sufriendo, ni a manos de los propios ni de extraños, ya habían sufrido suficiente, probablemente estaba vivo para hacer eso, para llevar un poco de justicia a los necesitados.
El otro comenzó a hablar en un tono de voz suficiente para hacerle abrir los ojos y suspirar con cierta pesadez -No escuchaba ese nombre desde hace años- y era cierto, no es que fuese demasiado mencionado, de hecho solamente un par de veces lo había podido oír -Tres estudiantes que luego se volvieron maestros cada uno, o eso era lo que decían- sus manos entonces sujetaron su katana con cuidado mientras su mirada se elevaba para ver el altar de sus abuelos, algo que no podía permitir era que un extraño llegase probablemente a robar una de las espadas que le habían regalado en Shimotsuki, era una especie de protección que se le había encomendado y para un samurái aquello no se tomaba a la ligera -Es raro, exiges respuestas pero ni siquiera estoy seguro de quién eres- sin decir su nombre, aquello era otra falta de respeto para un espadachín, aquel hombre sin duda era bastante mal educado.
Desenvainó entonces su katana con tranquilidad y se giró para ver al hombre que compartía su mismo tono de cabello -No te diría lo que mi maestro me contó a menos que tuviese una buena razón para ello, por el contrario, si has venido a ocasionar caos en esta isla será mejor que te marches, tal vez puedas atemorizar a la gente común- incluso alguien como Silverman, mayormente ausente de los aspectos de la gente era capaz de ver en aquella mirada contraria un atisbo de lo que llamaba maldad, algo extraño, una especie de furia que estaba contenida -Pero, yo no soy una persona común- en ese momento su mirada pasó de ser tranquila y hasta algo desprevenida como era usual, a tornarse seria y con un semblante que pocas veces se le observaba al joven -Y te advierto, que si llegas a dañar a una persona de esta isla, yo mismo me encargaré de detenerte- por supuesto, no iba a dejar pasar que la gente siguiese sufriendo, ni a manos de los propios ni de extraños, ya habían sufrido suficiente, probablemente estaba vivo para hacer eso, para llevar un poco de justicia a los necesitados.
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Re: El Gran Soñador [Pasado - Ghost].
El tono del estudiante cambio, parecía comenzar a molestarse por la interacción con nuestro protagonista, Henry no era capaz de discernir en que momentos se sobrepasaba, pero gracias a esa persona de hace tantos años atrás, hubo aprendido ciertos modales y ciertas maneras para detener su lengua o su accionar y reflexionar como le habían enseñado incluso antes de conocer al rey astro. Las palabras del otro albino hicieron eco en su mente y verle librar su espada, fue el toque final para comprender que no había manejado las cosas apropiadamente, sinceramente no recordaba la ultima vez que había cesado el roce con aquella cosa en su diestra, quizás desde hallarla jamás había pasado un instante sin tenerla a su lado, más frente a su persona había alguien que había reaccionado al nombre de su madre, y que poseía una de las espadas hermanas, aun si fuese un farsante merecía la pena saber, sin más su mano se abrió y dejo caer el sable sobre el suelo, los gritos de la espada se hicieron más débiles al ya no estar físicamente conectada a Sinclair, sin embargo, no dejaba de resonar en su mente y por eso su semblante se calmo más no desapareció del mismo toda aquella expresión de sed de sangre y muerte, era extraño pero este juraría que la espada contraria susurraba algo, no su espíritu pues era incapaz de conectar con este sino su metal, en ese instante deseó tener la habilidad de su progenitora para escuchar, quizás algún día la desarrollaría.
Con la espada en el suelo, su semblante distinto, más humano, más calmo y tras haber librado un suspiro fijo sus ojos en el otro espadachín. Esta vez hablo con suavidad y pausado. -Me disculpo, mi educación no fue convencional- Afirmo de manera inicial dejando a entrever que no pretendía ningún mal, luego puso sus ojos sobre la espada propia que continuaba en el suelo. -Es una espada asesina, sus gritos me enloquecen- confesó sin mostrar una alteración en su rostro, eran sus ojos los que hablaban ahora, cierto pesar en los mismos, finalmente libro otro suspiro y se enfoco directamente en el otro, sus labios se curvaron levemente como quien ha encontrado lo que busca. -Un Samurái jamas dejaría su arma atrás, excepto para defender su honor o conocer la verdad, he venido por la verdad. Mi nombre es Henry Sinclair, y quiero escuchar lo que sabes de mi madre- Si bien era cierto que las paredes gastadas y casi destruidas de la edificación les separaban, el tiempo que le tomaría al oji-azul alcanzar su arma era suficiente como para que el otro hombre le cortase incontables veces si ese era su deseo, el pirata estaba preparado para afrontar su destino, siempre lo había estado, y en esta ocasión aquel sujeto de nombre Eden sería el juez y jurado.
Mientras aguardaba por una respuesta o reacción por parte de su interlocutor, la mente de Sinclair viajo hacia el pasado, hacia el tiempo en el cual escucho de manera breve pero concreta los orígenes de su madre, esta hablaba de un tesoro cuyo valor monetario era inmenso pero cuyo valor sentimental, y cuyo peso en el camino de la espada, no poseía comparación. Tres espadas forjadas desde una misma barra, gigante confeso ella con cierta nostalgia en su voz y humedad en los ojos. Decía que la leyenda afirmaba que el herrero vio allí tres espadas y las forjo de tal manera que tuviesen para siempre conectadas tal cual las "venas" de aquel metal, bajo un mismo portador le otorgarían una habilidad sin igual pero a la vez, le llevarían a la locura, separadas cumplirían un propósito. Isobel hablo por horas sobre como cada generación debía probarse digna de usar las espadas y como al final, siempre debían regresar a casa para que la siguiente generación pudiera batirse por las mismas. La espada asesina era propia, habló la mujer, porque era la más dulce de ellos, la más inocente y quizás entonces podría soportar la sed al darle de beber su paz interna, era esta la que portaba ahora su hijo, un ser que no había conocido la paz sino que hubo nacido en medio del caos, un ser que no conocía la bondad hasta sino demasiado tarde, y quien no estaba seguro ni siquiera de si mismo, quien poseía solo su propia voluntad y principios para combatir al espíritu de aquel filo, la copa se llenaba cada vez más con la sed del arma y quizás saber la verdad, ayudaría al peliblanco a entender porque debía cargar con esa responsabilidad, porque su madre le había entregado esa maldición entre muchas otras, no lo comprendía y aun así, sentía en lo más profundo de su ser que todo había sido un acto inmenso de amor, que la inocencia y la bondad de aquella mujer no habían muerto en aquel infierno. Un sonido le saco de sus pensamientos...
Con la espada en el suelo, su semblante distinto, más humano, más calmo y tras haber librado un suspiro fijo sus ojos en el otro espadachín. Esta vez hablo con suavidad y pausado. -Me disculpo, mi educación no fue convencional- Afirmo de manera inicial dejando a entrever que no pretendía ningún mal, luego puso sus ojos sobre la espada propia que continuaba en el suelo. -Es una espada asesina, sus gritos me enloquecen- confesó sin mostrar una alteración en su rostro, eran sus ojos los que hablaban ahora, cierto pesar en los mismos, finalmente libro otro suspiro y se enfoco directamente en el otro, sus labios se curvaron levemente como quien ha encontrado lo que busca. -Un Samurái jamas dejaría su arma atrás, excepto para defender su honor o conocer la verdad, he venido por la verdad. Mi nombre es Henry Sinclair, y quiero escuchar lo que sabes de mi madre- Si bien era cierto que las paredes gastadas y casi destruidas de la edificación les separaban, el tiempo que le tomaría al oji-azul alcanzar su arma era suficiente como para que el otro hombre le cortase incontables veces si ese era su deseo, el pirata estaba preparado para afrontar su destino, siempre lo había estado, y en esta ocasión aquel sujeto de nombre Eden sería el juez y jurado.
Mientras aguardaba por una respuesta o reacción por parte de su interlocutor, la mente de Sinclair viajo hacia el pasado, hacia el tiempo en el cual escucho de manera breve pero concreta los orígenes de su madre, esta hablaba de un tesoro cuyo valor monetario era inmenso pero cuyo valor sentimental, y cuyo peso en el camino de la espada, no poseía comparación. Tres espadas forjadas desde una misma barra, gigante confeso ella con cierta nostalgia en su voz y humedad en los ojos. Decía que la leyenda afirmaba que el herrero vio allí tres espadas y las forjo de tal manera que tuviesen para siempre conectadas tal cual las "venas" de aquel metal, bajo un mismo portador le otorgarían una habilidad sin igual pero a la vez, le llevarían a la locura, separadas cumplirían un propósito. Isobel hablo por horas sobre como cada generación debía probarse digna de usar las espadas y como al final, siempre debían regresar a casa para que la siguiente generación pudiera batirse por las mismas. La espada asesina era propia, habló la mujer, porque era la más dulce de ellos, la más inocente y quizás entonces podría soportar la sed al darle de beber su paz interna, era esta la que portaba ahora su hijo, un ser que no había conocido la paz sino que hubo nacido en medio del caos, un ser que no conocía la bondad hasta sino demasiado tarde, y quien no estaba seguro ni siquiera de si mismo, quien poseía solo su propia voluntad y principios para combatir al espíritu de aquel filo, la copa se llenaba cada vez más con la sed del arma y quizás saber la verdad, ayudaría al peliblanco a entender porque debía cargar con esa responsabilidad, porque su madre le había entregado esa maldición entre muchas otras, no lo comprendía y aun así, sentía en lo más profundo de su ser que todo había sido un acto inmenso de amor, que la inocencia y la bondad de aquella mujer no habían muerto en aquel infierno. Un sonido le saco de sus pensamientos...
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