Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Dead x Or x Rebirth
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Dead x Or x Rebirth
No sabía cómo había llegado a ese punto, en un primer momento no le había hecho gracia –nada de gracia– tener que ir hasta allá. Estar destacado en Swallow –siendo que la isla realmente parecía estar en medio de la nada– no había sido un premio, de hecho lo contrario. Muchas veces la impaciencia o mal carácter del marine lo llevaban a tener ese tipo de distinciones con él, como por ejemplo tener que ser trasladado allí. ¿Qué había en Swallow? Nada concreto, simplemente rumores. Rumores de bandas piratas itinerantes y técnicamente un poblado pequeño de monjes ascetas del que se sabía muy poco por propia elección, que ellos se encargaban de mantener ese tipo de secretismo. Kou entendía el procedimiento, debía haberlo interiorizado en ese punto pero su forma de ser le ganaba y estaba obligado a la reacción.
No poder contenerse a veces era parte de él, lo hacía quién era y no tenía que darle explicaciones a nadie. Monólogos, soliloquios y canturreos, cualquier cosa para distraerse en aquel momento, mientras caminaba sin dirección determinada. Y ahí fue cuando pasó. Ruidos lejanos, humo, caos. Lo escuchó primero y luego tuvo que acercarse para poder ver mejor. Las quejas cesaron convirtiéndose en genuina preocupación. ¿Cómo era posible? Si en ese lugar no había nada, pensó. Evidentemente se había equivocado y quizás había sido el karma o una mala pasada del destino pero al estar lejos llegó demasiado tarde, llegó cuando las cosas ya se habían dado y los infractores a su vez también debían estar lejos. El marine apretó el puño negando la cabeza. ¿Por qué a veces tenía que ser tan lento? Pateó una pequeña piedra, un pedazo de escombro que aparentemente había salido disparado de forma indeterminada cuando aterrizó en lo que debía ser una mano humana.
Corrió al lugar lo más rápido que pudo, retirando rocas y piedras de lo que con el pasar de lo minutos en los que el único menester del marine era ayudar, pudo finalmente reconocer la silueta exquisitamente femenina allí, yaciendo en el piso, un rostro con lágrimas y heridas, cortes y magulladuras. Kou no supo bien cómo reaccionar, tan acostumbrado a la rudeza con la que trataba a sus pares y ser tan directo y lisonjero cuando se trataba de mujeres atractivas, hasta ese momento no había visto tanta delicada fragilidad y menos directamente en sus manos, no había visto a una mujer así de vulnerable, de delicada, de verse tan increíblemente débil o confundida. Manos que la mayoría del tiempo solían golpear o detener golpes en aquel momento solo debían mantenerla con vida. Frunció el ceño levemente ante la confusión, como una contradicción de su misma esencia que debía superar por todos los medios posibles.
La acomodó en sus brazos, había comunicado apoyo pero en ese momento solamente estaba él, por lo que aprovechando su tamaño, maniobró con ella hasta tener una postura en la que podía cargarla y tener movilidad al mismo tiempo. Por un momento le pareció verla abrir sus ojos y a ellos clavados en él, pero fue breve y afortunadamente en ese punto, no estaba demasiado lejos del “cuartel” que la marina había instalado en ese lugar, por lo menos tenía una enfermería. ▬Maldito, más te vale cuidarla bien o te las verás conmigo. La encontré muy mal. Cúrala– acotó después de colocarla suavemente en una camilla y de tomar al enfermero de la camisa con rudeza, para que supiera que iba en serio. ▬Avísame apenas termines… O mejor no, voy a ver qué haces– le dijo ingresando a la fuerza a aquel consultorio, empujando al doctor sin esperar permiso y sentándose en la silla contigua a la camilla y es que la experiencia le había enseñado a Kou que para que las cosas salieran bien, tenía que hacerlo él mismo, o por lo menos supervisar.
No poder contenerse a veces era parte de él, lo hacía quién era y no tenía que darle explicaciones a nadie. Monólogos, soliloquios y canturreos, cualquier cosa para distraerse en aquel momento, mientras caminaba sin dirección determinada. Y ahí fue cuando pasó. Ruidos lejanos, humo, caos. Lo escuchó primero y luego tuvo que acercarse para poder ver mejor. Las quejas cesaron convirtiéndose en genuina preocupación. ¿Cómo era posible? Si en ese lugar no había nada, pensó. Evidentemente se había equivocado y quizás había sido el karma o una mala pasada del destino pero al estar lejos llegó demasiado tarde, llegó cuando las cosas ya se habían dado y los infractores a su vez también debían estar lejos. El marine apretó el puño negando la cabeza. ¿Por qué a veces tenía que ser tan lento? Pateó una pequeña piedra, un pedazo de escombro que aparentemente había salido disparado de forma indeterminada cuando aterrizó en lo que debía ser una mano humana.
Corrió al lugar lo más rápido que pudo, retirando rocas y piedras de lo que con el pasar de lo minutos en los que el único menester del marine era ayudar, pudo finalmente reconocer la silueta exquisitamente femenina allí, yaciendo en el piso, un rostro con lágrimas y heridas, cortes y magulladuras. Kou no supo bien cómo reaccionar, tan acostumbrado a la rudeza con la que trataba a sus pares y ser tan directo y lisonjero cuando se trataba de mujeres atractivas, hasta ese momento no había visto tanta delicada fragilidad y menos directamente en sus manos, no había visto a una mujer así de vulnerable, de delicada, de verse tan increíblemente débil o confundida. Manos que la mayoría del tiempo solían golpear o detener golpes en aquel momento solo debían mantenerla con vida. Frunció el ceño levemente ante la confusión, como una contradicción de su misma esencia que debía superar por todos los medios posibles.
La acomodó en sus brazos, había comunicado apoyo pero en ese momento solamente estaba él, por lo que aprovechando su tamaño, maniobró con ella hasta tener una postura en la que podía cargarla y tener movilidad al mismo tiempo. Por un momento le pareció verla abrir sus ojos y a ellos clavados en él, pero fue breve y afortunadamente en ese punto, no estaba demasiado lejos del “cuartel” que la marina había instalado en ese lugar, por lo menos tenía una enfermería. ▬Maldito, más te vale cuidarla bien o te las verás conmigo. La encontré muy mal. Cúrala– acotó después de colocarla suavemente en una camilla y de tomar al enfermero de la camisa con rudeza, para que supiera que iba en serio. ▬Avísame apenas termines… O mejor no, voy a ver qué haces– le dijo ingresando a la fuerza a aquel consultorio, empujando al doctor sin esperar permiso y sentándose en la silla contigua a la camilla y es que la experiencia le había enseñado a Kou que para que las cosas salieran bien, tenía que hacerlo él mismo, o por lo menos supervisar.
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Re: Dead x Or x Rebirth
Temita para escuchar ~
Había estado ahí, perdida en la nada durante un rato. Sus ojos estaban a punto de soltar las lágrimas que se querían esconder tras esa fachada de dureza. La única persona que había estado cerca de ella, se había esfumado. Sus lágrimas no dejaban ver el cuerpo de su maestro, y en cuestión de segundos, se había hecho un pequeño bulto en la oscuridad. Su cabeza no reaccionaba mucho. Estaba en blanco. Toda su vida se había resumido a cenizas en una fracción de segundo. Aquello que había deseado casi todas las noches, había llegado a pasar. Ser libre. Que todos desapareciesen. Se veía sumida en la oscuridad de la noche, escuchando como algunas piedras caían de aquello que fue su casa durante 21 años. Se hacía solitario. De pronto, la idea de conocer la ciudad y ver el mar, perecían en la tristeza y la desolación de la pérdida. Una pérdida que la había hecho plantearse quién era. Una pérdida que le dolía en lo más profundo del corazón. Como si tuviese algún poder de sacárselo del pecho y pisotearlo mil veces. Empezó a insultarse a si misma, en el silencio. A maldecir a todos los dioses a los que antes había rogado. A maldecir su vida, su existencia, y todo aquello que había en la tierra y en los cielos. Se sentía culpable.
No notó cuando aquella persona se acercó al tempo, ni sabía que pasaba en los alrededores. Podía ser que, como su maestro le dijo, la buscarían para matarla a ella también. A ese punto poco le importaría. Todo se podía ir al carajo. La podían matar, la vida le valía muy poco en el momento en el cual su maestro murió. Sus puños se cerraron con rabia. Tenían que pagar. Tenían que pagar por el dolor. Tenían que pagar por haber destruido su mundo. Tenían que pagar por haber quitado la vida de la única persona que había estado ahí para ella. De la única persona que la cuidó cuando estaba enferma de pequeña, que le dio de comer.Que la enseñó todo lo que sabía en aquel momento, aunque no fuese mucho pero... ¡Maldición! Su labio se cortó de tanto apretarlo entre los dientes. Una lágrima solitaria se hacía camino entre la mugre de su cara. Hincó una rodilla al suelo para levantarse, pero cayó de nuevo, debilitada. Nunca se había sentido tan cansada. Tan débil. Su cuerpo estaba raspado y lleno de golpes por los trozos del templo. Que curioso. Aquello que había pensado ser su cárcel durante todo este tiempo, iba a ser también su criminal. Quería ir a buscar a su maestro, y a hacer justicia, pero parecía tarea imposible en ese momento.
Si Dios existía, en algún universo alternativo.... Si no era una broma para controlar las mentes débiles como ella. Si en realidad había un ser superior... Parecía estar bromeando con la vida de aquella skypiean que no sabía nada de su pasado, su futuro, o su presente. Parecía estar decidido a destruir un corazón que no había hecho nada más que luchar y sobrevivir a pesar de todas las probabilidades. Miró a un sitio y a otro, intentando encontrar algo de lo que valerse, pero no podía ver nada en la oscuridad. De pronto, sintió como una roca cayó sobre su mano, aplastando un poco el recubrimiento metálico. Otra, caía en su cabeza, dejándola fuera de juego. Todo se quedó en silencio. No podía escuchar ni los latidos de su propio corazón. La luz de sus ojos se iba. Los parpados, debilitados, se cerraban poco a poco. Lo último que recordó fue unos ojos ámbar que brillaban con intensidad. Después, muerte.
-------------------
La cabeza dolía. Había tenido un extraño sueño. El templo se había caído a pedazos, y todo se esfumó en un segundo. Ella misma, había muerto. Su respiración se volvía agitada en cuanto su ceño se fruncía, intentando llegar a la realidad. ¿Dónde estaba? ¿Qué eran los brillos dorados que habían quedado en su memoria desde el sueño? Intentó mover la cabeza. Era raro que, como cyborg, se sentía tan debilitada. ¿La habían vuelto a castigar? Extraño, no recordaba nada de eso. Su mano se movía, intentando encontrar el vaso de agua que había dejado anteriormente sobre la mesilla, pero se encontró con algo de carne y hueso. Confundida, entreabrió los ojos. La luz la molestaba. ¿Cuanto había dormido? Se suponía que tenía que rezar antes de que el sol saliese, ¿era posible que su maestro no la levantase? - Sensei... - Se apoyó en la pierna del desconocido para levantarse. Sus manos de metal se sentían extrañas. Todo su cuerpo se sentía diferente. - He sido castigada de nuevo... - se quejaba. Su pelo enmarañado y largo caía sobre los hombros tapándole casi toda la parte superior del cuerpo. Encaró a aquello que debía ser su maestro, para encontrarse con el mismo toque dorado que había soñado. Sus ojos se abrieron de pronto, desubicada.
-¿Qu-qu-quién es usted? - el terror se podía leer en su rostro. El miedo. Nunca había visto a otra persona ajena al templo, y sabía muy bien que el hombre no pertenecía a los 20 monjes. Se intentó tapar el cuerpo como si de algo sucio se tratase. Se movió en la cama como si fuese un pez fuera del agua. Quería irse a casa.¿Qué era ese sitio?¿Dónde se encontraba? ¿Qué era lo que pasaba? Tenía tantas preguntas que no sabía por donde empezar. ¿Dónde estaba su maestro? Su cuerpo se acercaba al borde de esa cama, a punto de caer. ¿Esas personas habían visto sus cicatrices? ¿Cuanto habían visto? ¿Quién eran esos hombres? - ¿Es eso un castigo? - sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a patalear. - ¡No lo volveré a hacer! - estaban jugando con su mente. Le habían dado algún brebaje para imaginarse todo esto. Era parte del castigo.
Había estado ahí, perdida en la nada durante un rato. Sus ojos estaban a punto de soltar las lágrimas que se querían esconder tras esa fachada de dureza. La única persona que había estado cerca de ella, se había esfumado. Sus lágrimas no dejaban ver el cuerpo de su maestro, y en cuestión de segundos, se había hecho un pequeño bulto en la oscuridad. Su cabeza no reaccionaba mucho. Estaba en blanco. Toda su vida se había resumido a cenizas en una fracción de segundo. Aquello que había deseado casi todas las noches, había llegado a pasar. Ser libre. Que todos desapareciesen. Se veía sumida en la oscuridad de la noche, escuchando como algunas piedras caían de aquello que fue su casa durante 21 años. Se hacía solitario. De pronto, la idea de conocer la ciudad y ver el mar, perecían en la tristeza y la desolación de la pérdida. Una pérdida que la había hecho plantearse quién era. Una pérdida que le dolía en lo más profundo del corazón. Como si tuviese algún poder de sacárselo del pecho y pisotearlo mil veces. Empezó a insultarse a si misma, en el silencio. A maldecir a todos los dioses a los que antes había rogado. A maldecir su vida, su existencia, y todo aquello que había en la tierra y en los cielos. Se sentía culpable.
No notó cuando aquella persona se acercó al tempo, ni sabía que pasaba en los alrededores. Podía ser que, como su maestro le dijo, la buscarían para matarla a ella también. A ese punto poco le importaría. Todo se podía ir al carajo. La podían matar, la vida le valía muy poco en el momento en el cual su maestro murió. Sus puños se cerraron con rabia. Tenían que pagar. Tenían que pagar por el dolor. Tenían que pagar por haber destruido su mundo. Tenían que pagar por haber quitado la vida de la única persona que había estado ahí para ella. De la única persona que la cuidó cuando estaba enferma de pequeña, que le dio de comer.Que la enseñó todo lo que sabía en aquel momento, aunque no fuese mucho pero... ¡Maldición! Su labio se cortó de tanto apretarlo entre los dientes. Una lágrima solitaria se hacía camino entre la mugre de su cara. Hincó una rodilla al suelo para levantarse, pero cayó de nuevo, debilitada. Nunca se había sentido tan cansada. Tan débil. Su cuerpo estaba raspado y lleno de golpes por los trozos del templo. Que curioso. Aquello que había pensado ser su cárcel durante todo este tiempo, iba a ser también su criminal. Quería ir a buscar a su maestro, y a hacer justicia, pero parecía tarea imposible en ese momento.
Si Dios existía, en algún universo alternativo.... Si no era una broma para controlar las mentes débiles como ella. Si en realidad había un ser superior... Parecía estar bromeando con la vida de aquella skypiean que no sabía nada de su pasado, su futuro, o su presente. Parecía estar decidido a destruir un corazón que no había hecho nada más que luchar y sobrevivir a pesar de todas las probabilidades. Miró a un sitio y a otro, intentando encontrar algo de lo que valerse, pero no podía ver nada en la oscuridad. De pronto, sintió como una roca cayó sobre su mano, aplastando un poco el recubrimiento metálico. Otra, caía en su cabeza, dejándola fuera de juego. Todo se quedó en silencio. No podía escuchar ni los latidos de su propio corazón. La luz de sus ojos se iba. Los parpados, debilitados, se cerraban poco a poco. Lo último que recordó fue unos ojos ámbar que brillaban con intensidad. Después, muerte.
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La cabeza dolía. Había tenido un extraño sueño. El templo se había caído a pedazos, y todo se esfumó en un segundo. Ella misma, había muerto. Su respiración se volvía agitada en cuanto su ceño se fruncía, intentando llegar a la realidad. ¿Dónde estaba? ¿Qué eran los brillos dorados que habían quedado en su memoria desde el sueño? Intentó mover la cabeza. Era raro que, como cyborg, se sentía tan debilitada. ¿La habían vuelto a castigar? Extraño, no recordaba nada de eso. Su mano se movía, intentando encontrar el vaso de agua que había dejado anteriormente sobre la mesilla, pero se encontró con algo de carne y hueso. Confundida, entreabrió los ojos. La luz la molestaba. ¿Cuanto había dormido? Se suponía que tenía que rezar antes de que el sol saliese, ¿era posible que su maestro no la levantase? - Sensei... - Se apoyó en la pierna del desconocido para levantarse. Sus manos de metal se sentían extrañas. Todo su cuerpo se sentía diferente. - He sido castigada de nuevo... - se quejaba. Su pelo enmarañado y largo caía sobre los hombros tapándole casi toda la parte superior del cuerpo. Encaró a aquello que debía ser su maestro, para encontrarse con el mismo toque dorado que había soñado. Sus ojos se abrieron de pronto, desubicada.
-¿Qu-qu-quién es usted? - el terror se podía leer en su rostro. El miedo. Nunca había visto a otra persona ajena al templo, y sabía muy bien que el hombre no pertenecía a los 20 monjes. Se intentó tapar el cuerpo como si de algo sucio se tratase. Se movió en la cama como si fuese un pez fuera del agua. Quería irse a casa.¿Qué era ese sitio?¿Dónde se encontraba? ¿Qué era lo que pasaba? Tenía tantas preguntas que no sabía por donde empezar. ¿Dónde estaba su maestro? Su cuerpo se acercaba al borde de esa cama, a punto de caer. ¿Esas personas habían visto sus cicatrices? ¿Cuanto habían visto? ¿Quién eran esos hombres? - ¿Es eso un castigo? - sus ojos se llenaron de lágrimas y empezó a patalear. - ¡No lo volveré a hacer! - estaban jugando con su mente. Le habían dado algún brebaje para imaginarse todo esto. Era parte del castigo.
InvitadoInvitado
Re: Dead x Or x Rebirth
No supo cuanto tiempo había quedado así, esperando, tampoco recordaba haberse sentido así de responsable por nadie en su vida. Y podía ser por el hecho que era mujer y porque solo él y nadie más había tenido que cargar con ella el trecho desde la zona de desastre hasta aquel cuartel –porque los refuerzos llegaron demasiado tarde, para variar- y que la distancia había sido larga y en ella se habían conocido, pero en silencio. Era un tanto cómico pensar aquello, pero para Kou era así. Había aprendido algo de ella sólo mirándola, el no estar acostumbrado a tanta fragilidad y el tener a una chica cuya pendía de un hilo que él mismo estaba sosteniendo en aquel momento se le hizo una responsabilidad demasiado pesada a su gusto, una responsabilidad que la vida y el azar le habían encomendado, pero que ya en manos de la misma, había podido asumir, porque sí, Kou no era de los que rehuían a los retos.
Y quizás por eso el sentido de la obligación, de vigilar al doctor, de ver que este no hiciera una estupidez, que no podía dejar morir a alguien que él había salvado, posiblemente porque se sentiría demasiado culpable e inútil y a pesar que sabía que podría trasladar las culpas al doctor –que sería lo más sencillo- en el fondo cargaría con aquella cruz. Pensando en eso es que sintió un timbre femenino y el alivio fue inmediato ya que todos en aquella sala eran hombres. El doctor se iba a acercar, pero Kou le hizo una seña para que se largara, él quería ver cómo estaba personalmente. Entendió la confusión de la mujer. La evocación a un maestro y un castigo eran ridículas en ese contexto, pero seguramente para ella tenía todo el sentido del mundo y no la podía culpar, tampoco quería hacerlo.
▬Me llamo Kou- acotó sonriendo de medio lado, que bueno, quizás ella no se refería a eso exactamente, pero por lo menos dar su nombre fue la mejor manera que encontró de poder ayudarla en su duda. Ella pataleó un poco y si bien el doctor hizo un amago por tratar de ayudarlo a sostenerla para que se tranquilice, solo bastó una mirada del marine para que este solo se quedara en su posición normal de observador. Otra vez la mención de un castigo le llegó a hacer fruncir el ceño ¿Dónde diablos había vivido? ¿Castigos como aquellos eran comunes? ▬Hey, hey, hey… Tranquila- le dijo sosteniéndola con firmeza por los hombros, tratando de calmarla. Por su tamaño no tenía demasiado problema para ello aunque sí oponía resistencia. Sabía que las palabras previas no serían suficientes, así que contarle más o menos lo que había pasado se le hizo como la mejor idea. Que lo fuera, era otra cosa.
▬Sufriste un ataque. Fui al lugar y lo encontré en ruinas, y en ello te encontré a ti y te rescaté. Ahora mismo estás en un cuartel de la marina, donde te han curado… Y eso, tranquila. Estoy aquí para ayudarte- resumió todo lo que pudo, porque posiblemente en ese estado no prestaría demasiada atención a las palabras de un desconocido y no obstante, tenía que intentarlo.
Y quizás por eso el sentido de la obligación, de vigilar al doctor, de ver que este no hiciera una estupidez, que no podía dejar morir a alguien que él había salvado, posiblemente porque se sentiría demasiado culpable e inútil y a pesar que sabía que podría trasladar las culpas al doctor –que sería lo más sencillo- en el fondo cargaría con aquella cruz. Pensando en eso es que sintió un timbre femenino y el alivio fue inmediato ya que todos en aquella sala eran hombres. El doctor se iba a acercar, pero Kou le hizo una seña para que se largara, él quería ver cómo estaba personalmente. Entendió la confusión de la mujer. La evocación a un maestro y un castigo eran ridículas en ese contexto, pero seguramente para ella tenía todo el sentido del mundo y no la podía culpar, tampoco quería hacerlo.
▬Me llamo Kou- acotó sonriendo de medio lado, que bueno, quizás ella no se refería a eso exactamente, pero por lo menos dar su nombre fue la mejor manera que encontró de poder ayudarla en su duda. Ella pataleó un poco y si bien el doctor hizo un amago por tratar de ayudarlo a sostenerla para que se tranquilice, solo bastó una mirada del marine para que este solo se quedara en su posición normal de observador. Otra vez la mención de un castigo le llegó a hacer fruncir el ceño ¿Dónde diablos había vivido? ¿Castigos como aquellos eran comunes? ▬Hey, hey, hey… Tranquila- le dijo sosteniéndola con firmeza por los hombros, tratando de calmarla. Por su tamaño no tenía demasiado problema para ello aunque sí oponía resistencia. Sabía que las palabras previas no serían suficientes, así que contarle más o menos lo que había pasado se le hizo como la mejor idea. Que lo fuera, era otra cosa.
▬Sufriste un ataque. Fui al lugar y lo encontré en ruinas, y en ello te encontré a ti y te rescaté. Ahora mismo estás en un cuartel de la marina, donde te han curado… Y eso, tranquila. Estoy aquí para ayudarte- resumió todo lo que pudo, porque posiblemente en ese estado no prestaría demasiada atención a las palabras de un desconocido y no obstante, tenía que intentarlo.
InvitadoInvitado
Re: Dead x Or x Rebirth
La cabeza le daba vueltas. El hombre era increíblemente más alto, y en la proximidad habían diferentes hombres que no podía situar en el espacio o tiempo. Era extraño ver tantos desconocidos de pronto. Tantas caras. La raza humana era muy diversa, y, aún en su tormento y estando perdida en el espacio y tiempo, todo eso la asombraba. Kou era gigante. Sus grandes palmas eran del tamaño del cuenco que usaba para hacer alcohol. Nunca había visto a un humano tan grande como un oso, y quizás eso la hacía sospechar que no se encontraba en buenas manos. Pronto, el hombre habló y dio a conocer su nombre, cogiéndola por los hombros para tranquilizarla. Sus manos eran calientes y acogedores, pero eso no calmó a la rubia. Su cuerpo intentaba zafarse y oponer resistencia, aunque por su cuerpo aún débil de las horas anteriores, era difícil pelear contra tal hombre. Y pronto, la verdad le daría una gran hostia en la cabeza. Las palabras del hombre se clavaban como mil cuchillos en el interior de la chica que, con cierta rabia, miraba aquel destello dorado que salía de los ojos de Kou.
- ¡Mientes! - gritó aunque sabía que no era una mentira. -¡Debo salir a buscar a Shiba-sensei! - se zafó, aunque no consiguió más que su cuerpo se moviese cuestión de centímetros un poco más cerca del hombre. Entonces cayó en la cuenta. Una vocecita en su cabeza le diría que el sueño se había cumplido. Que no era un brebaje. Que en realidad lo soñado había sucedido. Sus ojos pronto se llenaron de lágrimas que caían por su cara, sin mascullar nada. Su cara, sus ojos abiertos y sus lágrimas, podían dar a entender con facilidad que la chica ya había entendido lo que pasaba. - No... - susurró bajo la perplejidad del momento. - ¿Porqué? - estaba confundida. -¿Porqué si nunca hemos salido fuera? ¿Si nunca hicimos nada malo...? - meneó la cabeza hacía a ambos lados, como si se intentaba despejar la mente. - Ustedes están vivos porque nosotros rezamos cada día... La humanidad... vive... porque nosotros estamos aislados en un puto templo y morimos de hambre cada día! - quizás no era la verdad, pero era la única verdad que ella sabía. Era lo que su maestro le había dicho. Era lo que ella creía. Esa era la razón por la cual se quedó en aquel sitio, aparte de las súplicas de Shiba-sensei.
-¿Porqué alguien iba a destruir un templo? ¿ Porqué alguien iba a matar a sus salvadores? ¡En un mundo de pecado y tristeza, nosotros somos la única conexión que tienen con Buda! - No lo comprendía. Su mente aislada de todo lo que tenía alrededor se le hacía difícil de comprender todo lo que pasó. Exigía respuestas. Exigía saber los culpables. Exigía justicia y plegarias. Sangre por sangre. Ella no era parecida a ninguno de los monjes. No le importaba arder en el infierno si eso vengaría la muerte de aquellos que murieron injustamente. ¡Aquellos que dedicaron su vida a Dios y aún así ese Dios no les había salvado! -¡Exijo saber quien es el culpable! ¡Dios lo exige! - gritó a Kou, como en realidad él fuese el culpable. Como si se tratase de su aliado. Pero sabía que no podía confiar en nadie. Le habían explicado que el mundo exterior era llenos de pecados y pecadores. Le habían explicado que no debía adentrarse en esa gran desconocida, sobre todo por su carácter peculiar. Sus ojos azules se quedaron clavados en aquella persona. Aquel salvador. Aquel que la había llevado a un sitio totalmente desconocido donde estaría aún más sola y desolada, que en toda su vida.
- ¡Mientes! - gritó aunque sabía que no era una mentira. -¡Debo salir a buscar a Shiba-sensei! - se zafó, aunque no consiguió más que su cuerpo se moviese cuestión de centímetros un poco más cerca del hombre. Entonces cayó en la cuenta. Una vocecita en su cabeza le diría que el sueño se había cumplido. Que no era un brebaje. Que en realidad lo soñado había sucedido. Sus ojos pronto se llenaron de lágrimas que caían por su cara, sin mascullar nada. Su cara, sus ojos abiertos y sus lágrimas, podían dar a entender con facilidad que la chica ya había entendido lo que pasaba. - No... - susurró bajo la perplejidad del momento. - ¿Porqué? - estaba confundida. -¿Porqué si nunca hemos salido fuera? ¿Si nunca hicimos nada malo...? - meneó la cabeza hacía a ambos lados, como si se intentaba despejar la mente. - Ustedes están vivos porque nosotros rezamos cada día... La humanidad... vive... porque nosotros estamos aislados en un puto templo y morimos de hambre cada día! - quizás no era la verdad, pero era la única verdad que ella sabía. Era lo que su maestro le había dicho. Era lo que ella creía. Esa era la razón por la cual se quedó en aquel sitio, aparte de las súplicas de Shiba-sensei.
-¿Porqué alguien iba a destruir un templo? ¿ Porqué alguien iba a matar a sus salvadores? ¡En un mundo de pecado y tristeza, nosotros somos la única conexión que tienen con Buda! - No lo comprendía. Su mente aislada de todo lo que tenía alrededor se le hacía difícil de comprender todo lo que pasó. Exigía respuestas. Exigía saber los culpables. Exigía justicia y plegarias. Sangre por sangre. Ella no era parecida a ninguno de los monjes. No le importaba arder en el infierno si eso vengaría la muerte de aquellos que murieron injustamente. ¡Aquellos que dedicaron su vida a Dios y aún así ese Dios no les había salvado! -¡Exijo saber quien es el culpable! ¡Dios lo exige! - gritó a Kou, como en realidad él fuese el culpable. Como si se tratase de su aliado. Pero sabía que no podía confiar en nadie. Le habían explicado que el mundo exterior era llenos de pecados y pecadores. Le habían explicado que no debía adentrarse en esa gran desconocida, sobre todo por su carácter peculiar. Sus ojos azules se quedaron clavados en aquella persona. Aquel salvador. Aquel que la había llevado a un sitio totalmente desconocido donde estaría aún más sola y desolada, que en toda su vida.
InvitadoInvitado
Re: Dead x Or x Rebirth
Tenía que dejarla hablar, posiblemente si es que la callaba se pondría peor, entonces prefirió que terminara esa especie de retahíla de preguntas –muchas de ellas retóricas- y cosas que no tenían demasiado sentido para alguien como Kou. Entendía las quejas, que vamos, él nunca había sido partidario de tener que quejarse de nada, pero siendo que era una chica y que al parecer lo que le había pasado era bastante grave, prefirió guardarse el regaño y dejarla hablar. No le cuadró demasiado el tema religioso, pero eso era algo personal en Kou. Si fuera un hombre posiblemente lo jodería un poco con el tema, “¿Y dónde está Buda ahora?” le podría haber dicho. Se quedó en silencio un rato más, solo para asegurarse que ya había terminado y la verborrea ya había cesado. Posiblemente después de conversar con ella, le diría al doctor que la sedara o algo, que parecía que le hacía falta.
▬Primero tienes que relajarte ¿vale? Seguro que ponerte así no te va a ayudar en tu recuperacion▬ acotó con tranquilidad, esperando un poco de lógica aplastante fuera suficiente para aplacar la intranquilidad –justificada y todo- de la mujer. Las preguntas existenciales o filosóficas no estaban dentro de la zona de confort de Kou, que realmente no tendría respuesta para ello más que la verdad, por más jodida o dolorosa que pudiera ser. Le daba la impresión que aquella chica había vivido en una burbuja y precisamente la habían roto de la manera más escandalosa y fuerte de todas. ▬No sé de lo que estés hablando, pero en realidad ya estás aprendiendo que la gente no necesita razones para hacer cosas malas. Lo hacen por que sí▬ respondió como si fuera una verdad universal. Y es que lo era, lo había visto. Gente que mata por diversión y roba por el rush de hacerlo, vamos, que él mismo había sido uno de esos.
Lo de saber el culpable era natural, él también quería saber y entendía por qué ella también lo deseaba saber. ▬Oye, estamos en las mismas… Aún no lo sabemos, pero vamos, ese es mi trabajo. Eso es lo que hacemos aquí atrapamos a los malos▬ mencionó de una forma un tanto más jocosa, pero igual ella sabría que no estaba en broma. Se le hacía curioso darse cuenta que ella no parecía estar muy enterada de lo que eran los marines, que normalmente la gente sentía alivio cuando estaba en un cuartel ya que por definición, era un lugar donde se podía sentir seguro. Ella en cambio, parecía no caer en cuenta de ello. Eso y lo otro que había dicho daba a entender que solo conocía el templo y le iba a tocar salir a ver el mundo, obligada sí, pero lo iba a conocer. ▬¿Sabes hacer otra cosa además de rezar? Posiblemente te haga falta si es que quieres que la gente que le hizo eso a tu templo tenga su merecido. Muchas veces uno mismo tiene que hacer las cosas si quiere obtener resultados▬ mencionó. Le gustaba soltar esas frases llenas de realismo y al parecer que con ella le iba a tocar hacerlo bastante.
▬¿Cómo te llamas?▬ preguntó al fin, que bueno, posiblemente hubiera sido mejor empezar por ahí.
▬Primero tienes que relajarte ¿vale? Seguro que ponerte así no te va a ayudar en tu recuperacion▬ acotó con tranquilidad, esperando un poco de lógica aplastante fuera suficiente para aplacar la intranquilidad –justificada y todo- de la mujer. Las preguntas existenciales o filosóficas no estaban dentro de la zona de confort de Kou, que realmente no tendría respuesta para ello más que la verdad, por más jodida o dolorosa que pudiera ser. Le daba la impresión que aquella chica había vivido en una burbuja y precisamente la habían roto de la manera más escandalosa y fuerte de todas. ▬No sé de lo que estés hablando, pero en realidad ya estás aprendiendo que la gente no necesita razones para hacer cosas malas. Lo hacen por que sí▬ respondió como si fuera una verdad universal. Y es que lo era, lo había visto. Gente que mata por diversión y roba por el rush de hacerlo, vamos, que él mismo había sido uno de esos.
Lo de saber el culpable era natural, él también quería saber y entendía por qué ella también lo deseaba saber. ▬Oye, estamos en las mismas… Aún no lo sabemos, pero vamos, ese es mi trabajo. Eso es lo que hacemos aquí atrapamos a los malos▬ mencionó de una forma un tanto más jocosa, pero igual ella sabría que no estaba en broma. Se le hacía curioso darse cuenta que ella no parecía estar muy enterada de lo que eran los marines, que normalmente la gente sentía alivio cuando estaba en un cuartel ya que por definición, era un lugar donde se podía sentir seguro. Ella en cambio, parecía no caer en cuenta de ello. Eso y lo otro que había dicho daba a entender que solo conocía el templo y le iba a tocar salir a ver el mundo, obligada sí, pero lo iba a conocer. ▬¿Sabes hacer otra cosa además de rezar? Posiblemente te haga falta si es que quieres que la gente que le hizo eso a tu templo tenga su merecido. Muchas veces uno mismo tiene que hacer las cosas si quiere obtener resultados▬ mencionó. Le gustaba soltar esas frases llenas de realismo y al parecer que con ella le iba a tocar hacerlo bastante.
▬¿Cómo te llamas?▬ preguntó al fin, que bueno, posiblemente hubiera sido mejor empezar por ahí.
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Re: Dead x Or x Rebirth
El hombre parecía tan confuso ante las palabras de la muchacha casi como ella misma. Él la invitaba a relajarse, pero no podía hacer eso. Estaba en un sitio totalmente desconocido, con un hombre que medía alrededor de los dos metros e intentaba razonar con ella. Punto para él, la situación no parecía ser violenta, ni él parecía estar interesado en algo más que el bienestar de la mujer, si no, no entendía porque se iba a tomar la molestia de cargarla, todo ese trecho, y de curar sus heridas. Sabía que la ciudad estaba lejos de aquel sitio, porque había intentado varias veces ir allá pero siempre acababa bajo custodia justo antes de salir de entre la maleza, siquiera. Miraba a su alrededor a medida que el hombre iba hablando, aunque la mayor parte del tiempo sus ojos se clavaban en los ajenos, intentando ver si lo que decía era verdad y mentira. Un poco difícil para alguien quien ha conocido a escasos 20 personas durante toda su vida, con la mayoría estando sin apenas poder hablar.
Se tranquilizó un poco, aunque las lágrimas seguían saliendo sin querer, signo evidente de que su corazón no se iba a curar simplemente con aquellas palabras. Al escuchar a Kou se daría cuenta de que el mundo era mucho más que mentiras y pecados capitales. La gente hacía daño porque sí. Porque... sí. Quitaban vidas humanas como si se tratara de una miseria. Raro. Sus ojos se achinaron un poco, como desconfiando de las palabras, aunque en aquel momento encajaban a la perfección con lo que ella pensó que había pasado. Alguien, de repente, interrumpió la paz de un templo y destruyó todo. La verdad es que parecía muy extraño, así que la única respuesta era..."porque sí". Eso hizo a Kou sospechoso en los ojos de la muchacha, pero sabía que el hombre no era Dios como para saber lo que pasó. Decidió darse por satisfecha con las respuestas, y no perder el tiempo dudando de la persona que le había salvado la vida. Se secó las lagrimas con sus manos, como si se tratara de una niña no mayor de los cinco años.
- En el templo, nos entrenan para pelear contra los posibles ataques, pero la mayoría de nosotros no nos habíamos enfrentado a un peligro real. Usamos lo que sabemos para cazar mayormente. Nunca he peleado con alguien fuera de los entrenamientos. - Sentenció, dudando un poco de si decir la verdad, pero por su educación le costaba muchísimo decir mentiras. - Soy uno de los monjes... Mi nombre es Kotori - Su voz se entrecortaba, y parecía más un susurro que cualquier cosa. ¿Debía sentirse orgullosa? ¿Era, en realidad, un monje? Cualquiera lo hubiese dudado si la viesen como vivía en el templo. Dobló sus brazos para alcanzar una de las enormes manos de Kou. La tomó entre sus propias manos, que eran mucho más pequeñas, y sintió la calidez que esta desprendía. - ¿Kou? - intentó asegurarse, mientras le miraba a la cara para observar su gesto de acuerdo o desacuerdo. - Gracias por haberme curado. - colocó las piernas debajo de ella, y se inclinó hasta tocar con la cabeza la mano que ella había dejado en la cama, besándola. Una inclinación llena de respeto y agradecimiento, volviendo a su postura inicial, sentada sobre sus piernas doblada, en la cama.
Se tranquilizó un poco, aunque las lágrimas seguían saliendo sin querer, signo evidente de que su corazón no se iba a curar simplemente con aquellas palabras. Al escuchar a Kou se daría cuenta de que el mundo era mucho más que mentiras y pecados capitales. La gente hacía daño porque sí. Porque... sí. Quitaban vidas humanas como si se tratara de una miseria. Raro. Sus ojos se achinaron un poco, como desconfiando de las palabras, aunque en aquel momento encajaban a la perfección con lo que ella pensó que había pasado. Alguien, de repente, interrumpió la paz de un templo y destruyó todo. La verdad es que parecía muy extraño, así que la única respuesta era..."porque sí". Eso hizo a Kou sospechoso en los ojos de la muchacha, pero sabía que el hombre no era Dios como para saber lo que pasó. Decidió darse por satisfecha con las respuestas, y no perder el tiempo dudando de la persona que le había salvado la vida. Se secó las lagrimas con sus manos, como si se tratara de una niña no mayor de los cinco años.
- En el templo, nos entrenan para pelear contra los posibles ataques, pero la mayoría de nosotros no nos habíamos enfrentado a un peligro real. Usamos lo que sabemos para cazar mayormente. Nunca he peleado con alguien fuera de los entrenamientos. - Sentenció, dudando un poco de si decir la verdad, pero por su educación le costaba muchísimo decir mentiras. - Soy uno de los monjes... Mi nombre es Kotori - Su voz se entrecortaba, y parecía más un susurro que cualquier cosa. ¿Debía sentirse orgullosa? ¿Era, en realidad, un monje? Cualquiera lo hubiese dudado si la viesen como vivía en el templo. Dobló sus brazos para alcanzar una de las enormes manos de Kou. La tomó entre sus propias manos, que eran mucho más pequeñas, y sintió la calidez que esta desprendía. - ¿Kou? - intentó asegurarse, mientras le miraba a la cara para observar su gesto de acuerdo o desacuerdo. - Gracias por haberme curado. - colocó las piernas debajo de ella, y se inclinó hasta tocar con la cabeza la mano que ella había dejado en la cama, besándola. Una inclinación llena de respeto y agradecimiento, volviendo a su postura inicial, sentada sobre sus piernas doblada, en la cama.
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Re: Dead x Or x Rebirth
Pudo evitar reírse ante lo que la chica comentaba, realmente dudaba que el mejor lugar para aprender a pelear sería un templo, definitivamente no un templo. Lo de cazar sí era más factible, pero por otro lado no todos tenían la mala suerte de Kou, mala suerte que al final había resultado provechosa porque le había enseñado a vivir, a sobrevivir, a pelear y a luchar para tener lo que tenía. Después de pasar tiempos así, cualquier cosa era mejor y por ende, lo hacía vivir agradecido, aunque muchas veces no lo pareciera. Si es que ella tenía alguna base para pelear, podría ser bastante útil, de hecho no era mala idea hacer algo después que se terminara de curar. Tampoco no es que fuera un demente o un loco completamente insensible, había que darle tiempo al tiempo.
▬Eras uno de los monjes… Ahora puedes ser lo que quieras ser. Pero primero a curarse▬ prefirió aclararle. Algo que realmente no le gustaba a Kou era la gente que vivía en un mundo de fantasía. Posiblemente ella había estado en algo como eso durante su estancia en ese templo que tanto mencionaba, pero si es que se le podía sacar algo positivo a la desgracia, podía ser que ahora ella podría enfrentarse al mundo real, a la realidad dura y cruda. No todos tenían esas segundas oportunidades ya que contraria a la creencia común, no todos tenían la suerte de tener acceso a ellas y menos el derecho a ellas. En fin, que tampoco era hora para ponerse a sermonearla, ni a ella ni a nadie. Kou no era de ese tipo de personas; era tal como le había dicho, después de estar curada ella podría hacer lo que quisiera.
▬Venga, ni lo menciones. Como te dije antes, es mi trabajo. Yo no lo hago para esperar agradecimientos, que la gente pueda vivir como en tu caso es suficiente▬ no obstante, agradeció internamente el gesto de la mujer que debía ser una costumbre o ceremonia de los monjes o del lugar donde ella venía. No sabía cómo reaccionar bien a las muestras de afecto o de cariño, pero solo sonrió porque dentro de todo se le hizo adorable. Acarició su mentón suavemente para levantarlo y luego la despeinó un poco a modo de coscorrón amigable y suave, de donde venía eso era un cariño. ▬Después que te mejores debe haber algo que te gustaría hacer, algún lado que quieras visitar, no sé… Podría acompañarte, solo si quieres. Mientras puedes pensar qué quieres hacer con tu vida, que venga, has tenido suerte que te haya rescatado yo y no otro de los inútiles que tengo por compañeros▬ acotó ya en un tono más relajado y bromista, menos tenso y dramático, que no podía sostener esos demasiado tiempo.
▬Eras uno de los monjes… Ahora puedes ser lo que quieras ser. Pero primero a curarse▬ prefirió aclararle. Algo que realmente no le gustaba a Kou era la gente que vivía en un mundo de fantasía. Posiblemente ella había estado en algo como eso durante su estancia en ese templo que tanto mencionaba, pero si es que se le podía sacar algo positivo a la desgracia, podía ser que ahora ella podría enfrentarse al mundo real, a la realidad dura y cruda. No todos tenían esas segundas oportunidades ya que contraria a la creencia común, no todos tenían la suerte de tener acceso a ellas y menos el derecho a ellas. En fin, que tampoco era hora para ponerse a sermonearla, ni a ella ni a nadie. Kou no era de ese tipo de personas; era tal como le había dicho, después de estar curada ella podría hacer lo que quisiera.
▬Venga, ni lo menciones. Como te dije antes, es mi trabajo. Yo no lo hago para esperar agradecimientos, que la gente pueda vivir como en tu caso es suficiente▬ no obstante, agradeció internamente el gesto de la mujer que debía ser una costumbre o ceremonia de los monjes o del lugar donde ella venía. No sabía cómo reaccionar bien a las muestras de afecto o de cariño, pero solo sonrió porque dentro de todo se le hizo adorable. Acarició su mentón suavemente para levantarlo y luego la despeinó un poco a modo de coscorrón amigable y suave, de donde venía eso era un cariño. ▬Después que te mejores debe haber algo que te gustaría hacer, algún lado que quieras visitar, no sé… Podría acompañarte, solo si quieres. Mientras puedes pensar qué quieres hacer con tu vida, que venga, has tenido suerte que te haya rescatado yo y no otro de los inútiles que tengo por compañeros▬ acotó ya en un tono más relajado y bromista, menos tenso y dramático, que no podía sostener esos demasiado tiempo.
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Re: Dead x Or x Rebirth
Se sentía estupenda en ese momento. Aunque la sombra de aquello que había pasado permanecía en su mente, quería dejar paso para las cosas buenas. Se sentía extraña y bajo constante observación. Sinceramente, la vida del templo era una muy solitaria y desgraciada en muchos casos como el de ella. También la paga era nada más que un extraño conforte espiritual, algo que Kotori nunca había sentido. Lo que si sentía es que debía ser libre. Que, de algún modo, había nacido para algo más que estar en un templo en las montañas. ¿Sabes cómo es cuando piensas que no has sido nacido para vivir en el sitio donde vives?¿ O por trabajar en el trabajo donde trabajas? Aunque no conozcas lo que hay en otro sitio, o en otro trabajo, tu cuerpo y tu mente siempre anhelará algo que aún te falta por descubrir. Aunque no sabes lo que es ese algo, sigues buscando de forma incesante, en cualquier lugar. Esa fue la situación de la rubia desde que tuve uso de razón. Sentir como si buscaba algo que no tiene, ni sabe lo que es.
Lo que declaró Kou la hizo sentir un poco entusiasmada y nerviosa a la vez. Era libre. Había querido tanto escuchar eso, pero prefería escucharlo del mismísimo maestro. El maestro... Se sentía extraña al pensar que todo había desaparecido. Por un momento pensó en volver ahí, pero poco después recordó que no tenía ninguna pertenencia más que lo que llevaba encima. Su pulsera estaba aún en su brazo, y la bufanda que tenía estaba en un lado de la cama. Seguramente el hombre había mirado los alrededores para ver si habían sobrevivientes, antes de encontrarla a ella, así que seguramente todos... habían muerto. Libre pero sola. No sabía en que medida era eso bueno. Sonrió un poco al escuchar las palabras del hombre. Al parecer su trabajo era genial. Rescatar a personas parecía interesante, pero su meta era muy clara. Encontrar a los causantes del desafortunado suceso, y saber cuales son sus raíces. - Me curaré. Estaré aquí el tiempo que me permitas, hasta que me cure. - asentó con la cabeza. La verdad es que lo mínimo que podía hacer para mostrar agradecimiento, a parte de mostrarlo físicamente como lo había hecho antes, era escuchar todas sus peticiones.
- La verdad es que han hecho un buen trabajo... casi no me duele nada ya. - sentenciaba mientras movía la mano metálica, pero se dio cuenta que la otra había quedado un tanto abollada por el paso de las rocas. No miró allá para que nadie se diese cuenta, si no lo habían hecho hasta ahora. Sus ojos juguetones y brillantes se posaron sobre el albino de nuevo. - ¿Qué trabajo tienes tú? ¿Dónde estoy? ¿Porqué hay tanta gente aquí? ¿Ya estamos en la ciudad? - intentó mirar por la ventana, pero no podía ver mucho, solo una luz cegadora que denotaba la hora temprana de la mañana, cuando el sol estaba bien en alto. -¿Me llevarás a la ciudad? Nunca he ido, quiero ver la ciudad. ¿Cuanto de lejos estamos del templo? ¿Que es esto? - atisbó en admiración mientras cogía uno de los artilugios medicales que había sido usado para su curación anteriormente. No parecía querer parar. Aunque parecía feliz, no lo estaba. Pero Kotori era una mujer positiva y fácil de tener contenta. Quizás tantos años de rezar y de intentar encontrar la paz interior realmente habían valido de algo.
Lo que declaró Kou la hizo sentir un poco entusiasmada y nerviosa a la vez. Era libre. Había querido tanto escuchar eso, pero prefería escucharlo del mismísimo maestro. El maestro... Se sentía extraña al pensar que todo había desaparecido. Por un momento pensó en volver ahí, pero poco después recordó que no tenía ninguna pertenencia más que lo que llevaba encima. Su pulsera estaba aún en su brazo, y la bufanda que tenía estaba en un lado de la cama. Seguramente el hombre había mirado los alrededores para ver si habían sobrevivientes, antes de encontrarla a ella, así que seguramente todos... habían muerto. Libre pero sola. No sabía en que medida era eso bueno. Sonrió un poco al escuchar las palabras del hombre. Al parecer su trabajo era genial. Rescatar a personas parecía interesante, pero su meta era muy clara. Encontrar a los causantes del desafortunado suceso, y saber cuales son sus raíces. - Me curaré. Estaré aquí el tiempo que me permitas, hasta que me cure. - asentó con la cabeza. La verdad es que lo mínimo que podía hacer para mostrar agradecimiento, a parte de mostrarlo físicamente como lo había hecho antes, era escuchar todas sus peticiones.
- La verdad es que han hecho un buen trabajo... casi no me duele nada ya. - sentenciaba mientras movía la mano metálica, pero se dio cuenta que la otra había quedado un tanto abollada por el paso de las rocas. No miró allá para que nadie se diese cuenta, si no lo habían hecho hasta ahora. Sus ojos juguetones y brillantes se posaron sobre el albino de nuevo. - ¿Qué trabajo tienes tú? ¿Dónde estoy? ¿Porqué hay tanta gente aquí? ¿Ya estamos en la ciudad? - intentó mirar por la ventana, pero no podía ver mucho, solo una luz cegadora que denotaba la hora temprana de la mañana, cuando el sol estaba bien en alto. -¿Me llevarás a la ciudad? Nunca he ido, quiero ver la ciudad. ¿Cuanto de lejos estamos del templo? ¿Que es esto? - atisbó en admiración mientras cogía uno de los artilugios medicales que había sido usado para su curación anteriormente. No parecía querer parar. Aunque parecía feliz, no lo estaba. Pero Kotori era una mujer positiva y fácil de tener contenta. Quizás tantos años de rezar y de intentar encontrar la paz interior realmente habían valido de algo.
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Re: Dead x Or x Rebirth
▬El tiempo que necesites. Esto no es un hotel, no hay fecha de caducidad, te iras cuando estés lo suficientemente bien y sana para hacerlo. No antes ni después▬ respondió con tranquilidad porque venga, era verdad, no iba a dejar que se fuera antes de estar al cien por ciento ni tampoco que ocupara la camilla que alguien más podría necesitar en caso que ello se llegara a dar. Lo bueno del asunto era que ella decía que el dolor había disminuido, lo cual era bastante bueno, una buena noticia en toda regla. Igual, dudaba que fuera tanto así, aquella chica le parecía quizás un tanto distraída… O quizás una mejor palabra para describirla sería ingenua. Posiblemente si le creía todo literal –como en el caso concreto del dolor que decía ya había desaparecido- iba a terminar siendo hasta dañino para ella.
De verdad no se esperó que lo interrogaran de esa forma, joder, el mismo no interrogaba a ningún sospechoso de esa manera, que le causó gracia ya que en otro momento hubiera resultado bastante irritante, y vamos, la chica había salvado de morir, había que darle un chance. ▬Venga, vamos por partes. Estas en la enfermería de la marina, un cuartel, el cuartel de la gente buena. Yo soy una marine, como un soldado de la ley ¿entiendes?▬ respondió con tranquilidad tratando de englobar la mayor cantidad de preguntas hechas de un solo tiro para tratar de agilizar el tema. Lo otro, de querer salir a conocer el mundo, era perfectamente normal, más aún cuando se trataba de alguien que al parece había vivido enclaustrada del mundo, sin contacto con el exterior y de paso, con una creencia bastante extraña.
▬Ya dije que vamos a salir cuando estés bien, no antes. De verdad te sugiero que no pienses más en el templo, ya no existe, te hace mal pensar en eso. Piensa en lo que pasó como una oportunidad, como el primer día del resto de tu vida. Entonces eso. Adios templo, nunca exististe▬ dijo, y quizás estaba siendo duro, pero era mejor que fuera de ese modo en lugar de estar viviendo la ilusión que todavía perduraba y eso. La verdad, por más dura y jodida que pudiera ser, superaba a la fantasía de la mentira toda la vida, que luego a la larga, terminaba siendo aún más complicada. ▬Más bien, cuando estés mejor, quiero ver qué es lo que te enseñaron en cuanto a combate, vas a necesitarlo ¿vale?▬ comentó volviendo a dejar otro coscorrón. Seguramente le iba a preguntar algo más y posiblemente por eso no salió de la habitación, porque aún había varias cosas referentes al caso que quería preguntarle, pero no quería hacerlo cuando todavía estaba muy ‘fresco’.
De verdad no se esperó que lo interrogaran de esa forma, joder, el mismo no interrogaba a ningún sospechoso de esa manera, que le causó gracia ya que en otro momento hubiera resultado bastante irritante, y vamos, la chica había salvado de morir, había que darle un chance. ▬Venga, vamos por partes. Estas en la enfermería de la marina, un cuartel, el cuartel de la gente buena. Yo soy una marine, como un soldado de la ley ¿entiendes?▬ respondió con tranquilidad tratando de englobar la mayor cantidad de preguntas hechas de un solo tiro para tratar de agilizar el tema. Lo otro, de querer salir a conocer el mundo, era perfectamente normal, más aún cuando se trataba de alguien que al parece había vivido enclaustrada del mundo, sin contacto con el exterior y de paso, con una creencia bastante extraña.
▬Ya dije que vamos a salir cuando estés bien, no antes. De verdad te sugiero que no pienses más en el templo, ya no existe, te hace mal pensar en eso. Piensa en lo que pasó como una oportunidad, como el primer día del resto de tu vida. Entonces eso. Adios templo, nunca exististe▬ dijo, y quizás estaba siendo duro, pero era mejor que fuera de ese modo en lugar de estar viviendo la ilusión que todavía perduraba y eso. La verdad, por más dura y jodida que pudiera ser, superaba a la fantasía de la mentira toda la vida, que luego a la larga, terminaba siendo aún más complicada. ▬Más bien, cuando estés mejor, quiero ver qué es lo que te enseñaron en cuanto a combate, vas a necesitarlo ¿vale?▬ comentó volviendo a dejar otro coscorrón. Seguramente le iba a preguntar algo más y posiblemente por eso no salió de la habitación, porque aún había varias cosas referentes al caso que quería preguntarle, pero no quería hacerlo cuando todavía estaba muy ‘fresco’.
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Re: Dead x Or x Rebirth
-¿Qué es un hotel? - era la primera pregunta que Kotori formuló. No entendía el concepto, pero sí que había entendido que no tenía porque irse de inmediato, si no, cuando se encontraba mejor. Le daba corscorrones a medida que hablaba, cosa que a la muchacha le recordaba muchísimo. Se acordaba de su maestro al mirar al hombre, aunque no se trataba de ningún parecido físico, si no de cómo este le trataba y hablaba. Le parecía genial haberse encontrado con ese hombre. Quería saber muchas cosas de él, pero no se atrevía a preguntar. Ya había hecho muchas preguntas "extrañas" seguramente,por lo cual decidió callarse hasta que la situación lo permita. Le parecía genial ser aquello que el llamaba un marine. Era así como una especie de protector, y eso realmente le interesaba. ¿Cómo podía ser Marine? ¿Los marines trabajan en la ciudad? ¿Los marines viajan a otras islas? Las preguntas eran infinitas casi con cada palabra que este decía, aunque seguía sin abrir la boca y decidió limitarse a escucharlo.
- El primer día del resto de mi vida...- susurró, mientras que sus ojos se perdían en lo vacío de las sábanas. Sonaba lindo, de alguna forma. Ese comienzo que siempre había soñado, ya estaba allá. Sentía como la sangre le corría caliente por las venas, al menos en sus partes humanas, y las partes metálicas se sentían, de pronto, más fuerte que nunca. Como si pudiese correr millas sin parar. Como si pudiese hablar por tres días seguidos, o recorrer ciudades y ciudades sin parar. ¡Quería ver la ciudad de aquella isla! Lo único que había podido ver eran animales y golondrinas en lo alto del cielo. ¡ Ni siquiera había tenido oportunidad de ver el mar! Y eso era extraño ya que hablamos de una isla, y, por sus conocimientos geográficos mínimos, debería estar rodeado de aguas. Levantó las manos en el aire, como si se tratara de un guerrero pidiendo la fuerza de todo el universo - ¡Adios templo, nunca exististe! - lo dijo bien en alto, aunque ella sabía que no era tan fácil, pero quería seguir las palabras de aquel que la salvó.
Su cabeza y sus manos se dejaron caer un poco al recibir un coscorrón nuevamente. Se frotó en el sitio, haciendo que los pelos se enmarañasen más. ¿Combate? La verdad es que no se acordaba de la última vez que había combatido. ¿Cuanto tiempo había pasado durmiendo? Sería más de un día sin entrenar... Lo máximo que había pasado nunca. - Uhm... sí. Pero yo quiero ir a la ciudad. ¡Fue mi sueño desde siempre! ¿Es bonito allá? ¿Hay más gente que la que vi aquí? - sus ojos saltones volvieron al juego, y su sonrisa volvía sobre sus labios también, mientras juntaba las manos sobre sus piernas dobladas para prestar atención. Solía preguntar muchas cosas a su maestro sobre la ciudad, pero la verdad es que para el mismo había pasado tanto tiempo, que muchas veces diría que no se acuerda. -OOOH. Pero mira, ya me encuentro mejor, de verdad. - Se puso de pie en la cama y empezó a agitar sus manos y sus piernas como si se tratase de un juego.
La verdad sea dicha, aún le dolía un poco la cabeza, y la espalda. Anoche había sido un shock que jamás lo olvidaría, y sus ganas de venganza aún estaban ahí bien fuertes. En aquel momento, decidió que eso era lo que quería hacer de su vida. Quería venganza. Quería encontrar a todos los culpables, y hacerles pagar el precio. Pero mientras se le ocurriría una manera de hacerlo, sólo le quedaba rezar a Buda que la diese la iluminación y los medios de encontrar a los culpables. En otro orden de ideas, esperaba que aquellos desconocidos no hubiesen visto las cicatrices escondidas de su cuerpo. No tenía ganas de dar explicaciones sobre eso. La única y gran verdad que había sido enterrada entre aquellos ladrillos, era el hecho de que sufría castigos físicos casi a diario. Eso, se había quedado entre los escombros, y había muerto con los cadáveres de los que la habían dañado. No era odio, no era rencor. Era un pasado triste, que decidió olvidar y perdonar, para después arrojarlo en lo más recóndito de su corazón.
- El primer día del resto de mi vida...- susurró, mientras que sus ojos se perdían en lo vacío de las sábanas. Sonaba lindo, de alguna forma. Ese comienzo que siempre había soñado, ya estaba allá. Sentía como la sangre le corría caliente por las venas, al menos en sus partes humanas, y las partes metálicas se sentían, de pronto, más fuerte que nunca. Como si pudiese correr millas sin parar. Como si pudiese hablar por tres días seguidos, o recorrer ciudades y ciudades sin parar. ¡Quería ver la ciudad de aquella isla! Lo único que había podido ver eran animales y golondrinas en lo alto del cielo. ¡ Ni siquiera había tenido oportunidad de ver el mar! Y eso era extraño ya que hablamos de una isla, y, por sus conocimientos geográficos mínimos, debería estar rodeado de aguas. Levantó las manos en el aire, como si se tratara de un guerrero pidiendo la fuerza de todo el universo - ¡Adios templo, nunca exististe! - lo dijo bien en alto, aunque ella sabía que no era tan fácil, pero quería seguir las palabras de aquel que la salvó.
Su cabeza y sus manos se dejaron caer un poco al recibir un coscorrón nuevamente. Se frotó en el sitio, haciendo que los pelos se enmarañasen más. ¿Combate? La verdad es que no se acordaba de la última vez que había combatido. ¿Cuanto tiempo había pasado durmiendo? Sería más de un día sin entrenar... Lo máximo que había pasado nunca. - Uhm... sí. Pero yo quiero ir a la ciudad. ¡Fue mi sueño desde siempre! ¿Es bonito allá? ¿Hay más gente que la que vi aquí? - sus ojos saltones volvieron al juego, y su sonrisa volvía sobre sus labios también, mientras juntaba las manos sobre sus piernas dobladas para prestar atención. Solía preguntar muchas cosas a su maestro sobre la ciudad, pero la verdad es que para el mismo había pasado tanto tiempo, que muchas veces diría que no se acuerda. -OOOH. Pero mira, ya me encuentro mejor, de verdad. - Se puso de pie en la cama y empezó a agitar sus manos y sus piernas como si se tratase de un juego.
La verdad sea dicha, aún le dolía un poco la cabeza, y la espalda. Anoche había sido un shock que jamás lo olvidaría, y sus ganas de venganza aún estaban ahí bien fuertes. En aquel momento, decidió que eso era lo que quería hacer de su vida. Quería venganza. Quería encontrar a todos los culpables, y hacerles pagar el precio. Pero mientras se le ocurriría una manera de hacerlo, sólo le quedaba rezar a Buda que la diese la iluminación y los medios de encontrar a los culpables. En otro orden de ideas, esperaba que aquellos desconocidos no hubiesen visto las cicatrices escondidas de su cuerpo. No tenía ganas de dar explicaciones sobre eso. La única y gran verdad que había sido enterrada entre aquellos ladrillos, era el hecho de que sufría castigos físicos casi a diario. Eso, se había quedado entre los escombros, y había muerto con los cadáveres de los que la habían dañado. No era odio, no era rencor. Era un pasado triste, que decidió olvidar y perdonar, para después arrojarlo en lo más recóndito de su corazón.
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