[Arco Argumental N° 1] Batalla en la Sala de Reuniones

¡A las catapultas!

El frente armado tendría toda la diversión, o al menos ese era el pensamiento que se escurría y saltaba entre las mentes de los piratas y criminales que habían decidido, por una u otra razón, seguir al Capitán revolucionario Vermon Crox hacia el lateral de la isla, donde se reunían las salas de juntas, los almacenes y las empalizadas. El plan era simple en realidad, y es que su división debía encargarse de atacar y saquear los almacenes, así como cortar toda comunicación entre este lugar y el frente de batalla en el puerto, para evitar así que cualquier refuerzo, municiones o suministros pudieran ser entregados en el puerto para detener la mayor oleada de invasores que se había reunido en dicho lugar. Como era lógico, había una gran cantidad de soldados defendiendo el lugar, y entre los cañonazos y los disparos, al menos un tercio de los invasores terminaron flotando entre escombros en las aguas cercanas a la orilla, pero Crox, apodado The Bull y famoso por su fuerza, compañerismo, persistencia e impaciencia, logró llegar a las cercanías y ejecutar su extraño plan. En la cubierta del Imperdonable, navío del capitán revolucionario, había una especie de catapulta doble con la forma de un toro, cuyos brazos de lanzamiento hacían las veces de cuernos, y era utilizada para las invasiones instantáneas que solía hacer este curioso y fornido luchador. De alguna manera había convencido a un joven de acompañarle, un interesante muchacho que llamó la atención del barbudo por el hecho de seguirle voluntariamente sin siquiera ser de la Armada, cosa que los demás piratas hacían de mala gana y a regañadientes, por lo que con esfuerzo, palabras amables y promesa de darle una buena recompensa, había tomado al albino casi por la fuerza y le había sentado junto a él en una de las canastas de la catapulta, justo la segunda, pues la primera contenía una gran roca.

Los cálculos fueron bastante discutidos por los tripulantes del navío, quienes habían realizado esta maniobra un centenar de veces con su capitán y calmaron los nervios del muchacho garantizándole que no saldría lastimado, y en cuanto hubo estado listo el proceso, dispararon la enorme roca en contra de una fachada en la lejanía, arrojando segundos después y con toda la potencia de la máquina de asedio a los tripulantes de este arriesgado plan. —¡A POR ELLOOOOOOOOOOS! -Gritó con una larga sonrisa el musculoso revolucionario mientras era arrojado por los aires junto a su colega de hebras níveas, y tan solo segundos después de que la enorme roca abriera un agujero en la pared, entraron por la misma los invasores voladores, rodando sobre su propio eje el revolucionario y sujetando entre sus brazos al menor para protegerle. Cientos de rocas eran arrojadas desde otros navíos con métodos similares, y este pequeño empujón bastó para que los piratas de esa formación pudieran atracar en las empalizadas, unos encargándose de matar marines, otros dedicándose a saquear y asegurar los almacenes, y el grupo más grande se escurría tras las huellas invisibles de Crox y Kazama.

—Vaya, nos hemos pasado por poco, Caracolitos. -Exclamó el capitán Crox mientras tosía un poco, y es que la verdad casi fallan los cálculos, pero al haber ingresado al lugar correcto y dar la señal con el brazo, unos tras otros los invasores asignados a su cargo se colaban por el enorme agujero hasta dentro del polvoriento y oscuro salón. De pronto y para sorpresa de todos una silueta de baja estatura se movió a prisa y se encaramó brincando sobre la polvorienta mesa de un intrépido salto, sacando de su bolsillo una esfera mecánica de un color plateado reluciente, la cual sujetó con ambas manos y giró en direcciones contrarias, haciendo que el dispositivo comenzara a irradiar una luz incandescente. —¡La vida es buena si me da la oportunidad de morir en batalla y no postrado en una cama! ¡Al suelo jóvenes marines! -La voz del anciano alertó a Crox quien de inmediato tomó al albino del brazo y lo trajo tras de sí, mientras parecía hacerse más alto, y a pesar de su retirada, los piratas se le echaron encima a la intrépida silueta, pero la luz se volvió tan reluciente y cegadora que nadie pudo ver lo que sucedería a continuación.  


Una explosión enorme se hizo presente mientras la luz era demasiado fuerte para que alguien pudiera ver algo, y para cuando las paredes se sacudieron y el silencio reinó tras el retumbar de la destrucción, la cantidad de muertos calcinados y despedazados que se podían ver era casi exagerada, pues todos y cada uno de los piratas que por decenas habían ingresado a la sala de reuniones había sucumbido ante la explosión. Los ancianos, la mayoría de ellos al menos se hallaban tirados en el suelo, cubriendo sus cabezas pálidas de tanto polvo, con la excepción del viejo suicida quien lucía una admirable sonrisa en su rostro muerto y lleno de satisfacción. Había matado al menos a cincuenta hombres libres, para desgracia de todos.


Apenas y con algunos cortes o heridas minúsculas se alzaba un enorme híbrido, una bestia de enormes y protuberantes cuernos, con cuerpo gris bastante fornido y cubierto de espeso pelaje en algunas partes, especialmente cerca de sus enormes y poderosas patas. Mugió con fuerza y pronto el ensordecedor ruido se transformó en una extraña risa, mientras negaba con la cabeza y sus ojos resplandecientes buscaban a su compañero, al cual había protegido de la explosión con su propio cuerpo. —Ha faltado poco en verdad... Ahora ¿Comenzamos Caracolitos? -Preguntó desafiante al par de jóvenes marines que estaban del otro lado de la destruida sala de juntas. Con un movimiento de su garra instó a Kazama a que se pusiera a su lado para combatir.

¡Hora de la Corrida!

Parecía que el cielo hubiera abandonado a los que se encontraban en aquella isla y que debían defenderse a sí mismos tanto o más de lo que su deber exigía para la defensa de los demás, y es que sin la ayuda de los Caballeros, que se limitaban a salvaguardar solo la vida y posesiones de los nobles, la marina tenía un exceso de trabajo y preocupaciones sin precedentes en los mares inferiores, aún cuando se tratara de solo una isla y aún cuando tenían un mínimo de apoyo del Cipher Pol. El plan base era resistir mientras que surgían las especificaciones necesarias en el plan del líder del CP, Nobody-Chan. Pero así como el misterioso caballero del gobierno se negaba a revelar su rostro a los capitanes de la marina, también estos tenían recelo hacia su invitado, y se partían la cabeza tratando de hallar movimientos, trucos o estrategias secundarias que pudieran cubrir todos los posibles fallos que el plan principal pudiera tener, aún si no podrían hallarlos a tiempo.

—¿Pero? Si ha tenido la valentía o la desfachatez de llegar aquí, al menos termine la maldita frase. -Masculló un malhumorado anciano de baja estatura y que portaba escasa cabellera en la parte trasera y los laterales de su cabeza, dejando la corona calva como reluciente estandarte de edad y experiencia. Sus ropajes, aunque parecían destinados a climas fríos, mostraban cierto rango de autoridad, quizá más que un simple capitán, pero que por alguna u otra razón no habría progresado lo necesario. Sus ojos se clavaba con fiereza en el joven marine que había interrumpido la junta y mientras esperaba la respuesta del muchacho, jugueteaba con una esfera en su bolsillo ignorando los lamentos y murmullos de sus colegas tanto como el ruidoso sonido de la alarma. —Cuando se es tan viejo se aprende a ser paciente y meditar mejor las cosas. Lejos de obedecer e ir arriesgando la vida, decidiste informarte mejor, aún con riesgos... Valoro eso. -El anciano sonrió levemente a Guren mientras se ponía de pie y tomaba de la mesa una carpeta con pocos documentos en su interior, al parecer estaba dejada de lado por lo que se trataban de simples mapas, estudiados hasta el cansancio por quienes habían elaborado la estrategia en medio del mar de preocupaciones y las amenazas de fracaso. Con paso leve echó a andar en dirección a donde se encontraban los hermanos Ichinose, pero a mitad de camino se detuvo y giró su rostro en dirección a la pared de fondo, como si hubiera escuchado un ruido que nadie más podía.

Un silencio sepulcral invadió la habitación y parecía que la alarma incluso pasaba a un segundo plano al cual nadie daba real importancia, y como la calma que precede a la tormenta, el tiempo parecía alargarse en una interminable espera.

De pronto la pared que tan vigilada estaba por los ojos de los ancianos se agrietó en un santiamén y estalló en un rugido y una feroz explosión que hizo volar los trozos de escombro e inundó la habitación de una humareda de polvo, fuego y maldiciones de decenas de voces. Una silueta se hizo presente entre la espesa humareda y parecía cargar en brazos una enorme carga, sin embargo y a juzgar por la reacción de los ancianos, su voz era una bastante reconocida y odiada.  —Vaya, nos hemos pasado por poco, Caracolitos. -Exclamó la silueta mientras tosía un poco, y era progresivamente rodeada de muchas otras, pues a juzgar por el bullicio, la habitación estaba siendo invadida a través del enorme agujero donde antes estaba la pared. El anciano que había estado hablando con los hermanos Ichinose soltó de pronto la carpeta que hasta ahora mantenía asida con fuerza entre sus viejos dedos y brincando sobre la polvorienta mesa de un intrépido salto sacó de su bolsillo una esfera mecánica de un color plateado reluciente, la cual sujetó con ambas manos y giró en direcciones contrarias, haciendo que el dispositivo comenzara a irradiar una luz incandescente. —¡La vida es buena si me da la oportunidad de morir en batalla y no postrado en una cama! ¡Al suelo jóvenes marines! -La voz del anciano alertó y atrajo a una oleada de piratas que se le echaron encima con prisa, pero la luz se volvió tan reluciente y cegadora que nadie pudo ver lo que sucedería a continuación.  


Una explosión enorme se hizo presente mientras la luz era demasiado fuerte para que alguien pudiera ver algo, y para cuando las paredes se sacudieron y el silencio reinó tras el retumbar de la destrucción, la cantidad de muertos calcinados y despedazados que se podían ver era casi exagerada, pues todos y cada uno de los piratas que por decenas habían ingresado a la sala de reuniones había sucumbido ante la explosión. Los ancianos, la mayoría de ellos al menos se hallaban tirados en el suelo, cubriendo sus cabezas pálidas de tanto polvo, con la excepción del viejo suicida quien lucía una admirable sonrisa en su rostro muerto y lleno de satisfacción. Había matado al menos a cincuenta truhanes, sin embargo, lo que reveló el descenso de aquella cortina de humo fue una imagen simplemente espeluznante.


Apenas y con algunos cortes o heridas minúsculas se alzaba un enorme híbrido, una bestia de enormes y protuberantes cuernos, con cuerpo gris bastante fornido y cubierto de espeso pelaje en algunas partes, especialmente cerca de sus enormes y poderosas patas. Mugió con fuerza y pronto el ensordecedor ruido se transformó en una extraña risa, mientras negaba con la cabeza y sus ojos resplandecientes buscaban a su compañero, un albino al cual había protegido de la explosión con su propio cuerpo. —Ha faltado poco en verdad... Ahora ¿Comenzamos Caracolitos? -Preguntó desafiante al par de jóvenes marines que estaban del otro lado de la destruida sala de juntas.

Las sombras lo cubren todo

¿Habría en realidad paz en este mundo alguna vez? La guerra era egoísta por naturaleza, pero se disfrazaba de necesidad, de libertad o deseo de la mayoría por obtener algo que todos creían como propio, y en el caso particular de este conflicto, no había mayores variantes que las usuales, siendo la principal el hecho de que se disputaba la libertad de actuar como se le viniera en gana. ¡Libertad! ¡Justicia! Consignas se repartían entre gritos agonizantes por el cambo de batalla entre el graznido de las gaviotas y el silbido de la pólvora y las balas tintadas de sangre en un holocausto que nadie quería, pero en el cual todos participaban. —Kukukuku... ¿Pero es la paz verdadera lo que quieren la gente cualquiera? No señor, el té a la tetera. -Y entre tantas personas que se movían de aquí para allá con las manos cargadas de espadas, balas, pólvora y comida, habían quienes no se movían en lo absoluto, y observaban todo desde las sombras, como se mira un partido de ajedrez, como se observa un ejercicio de rutina, buscando detalles y analizando los datos. Los ojos de este tipo de personas son generalmente astutos, como de zorros, y se abren en señal de sorpresa en muy raras ocasiones, cuando un ente no esperado realiza un acto milagroso de ilusionismo, y se integra, a la fuerza de músculos o estrategia, en un ambiente controlado, dejando todo hecho un desastre.

Para los pobres diablos que habían estado en las cercanías de aquella sala de reuniones, la guerra había invadido el lugar de una forma demasiado abrupta, tan fuerte como un huracán e igual de destructivo por lo que casi nadie, a excepción de algunos pocos afortunados, había logrado sobrevivir a la serie de sucesos que acontecieron con la prontitud esperada por parte del titiritero supremo. Explosiones, muerte y caos, intestinos y falanges torcidas y aplastadas en un batido de cuerpos que se esparcía por los alrededores y manchaba las paredes, el suelo e incluso el techo con residuos de impactos y muerte. Era un escenario salvaje y atractivo, iracundo y enérgico, pero por alguna razón los actores principales no se amoldaban a la escena, no seguían los diálogos ni mostraban el nivel necesario para transmitir al observador la sensación de justicia, libertad o sed de sangre. Era un verdadero desastre aquello, pero como solía pasar, terminarían culpando al director o escritor, y eso era algo que Nobody-Chan no podía permitir, al menos su reputación permanecería intacta.

Vaya desastre el que planificaste, Crox, parece que esta vez te pasaste... ¡Los masacraste! -La voz de Nobody-Chan se escuchaba desde todos los rincones de la habitación, como si de un eco se tratara, y aunque nadie de los presentes, a excepción del revolucionario, la había escuchado antes, transmitía una sensación de pesadez y peligro, como una amenaza silente que todos pueden sentir a pesar de que nadie pudiera ver. Crox por su parte había dado un par de pasos en cuanto la voluptuosa mujer había hablado, creyendo que el par de cobardes no se interpondrían, al fin y al cabo, el muchacho incluso seguía oculto tras la mesa, pero, al escuchar la vocecilla de su misterioso y conocido enemigo, se detuvo en el acto, sonriendo con una mueca terrible en su deformado y bovino rostro. No tuvo necesidad de voltear, pues lo sabía de antemano, pero para Kazama, Harumi e incluso Guren, fue una verdadera sorpresa el ver una aparición, una figura esbelta y alta, gallarda y bien vestida, de pie frente al agujero en la pared que dejaba entrar las luces del alba y dándole la espalda al revolucionario y su albino amigo.


Un par de marines estudiosos en medio de un agujero desastroso, y un pirata de poca monta que con un toro a la marina confronta... Una historia algo tonta. -Su forma de hablar era burlona y su mantenía mirando al agujero en la pared, a escasos metros del albino espadachín pero un poco más lejos del fornido usuario de Zoan. Crox, hecho una masa de músculos y cuernos no tardó en reír divertido, pues pensaba que una oportunidad así era simplemente irreal, un premio jugoso que difícilmente podría rechazarse, aún cuando la misión principal era aparentemente más importante. —Kazama, ese tipo es fuerte... ¿Crees poder con él o prefieres a ese par de jóvenes? -Crox no volteó, pero el albino podría notar en su voz un deje de emoción y adrenalina, como si soportara para no reír a carcajadas, y su cuerpo temblaba como si quisiera hacerse más grande. La decisión estaba ahora en manos del pirata, y de él dependería a quien y como iniciaría el combate, pero los marines eran dos y no habían llegado a Oficiales simplemente por sus atributos físicos, y el enmascarado tenía muy en claro la utilidad que debía darle a cada pieza bajo la brillante disposición de su intelecto.

Si ellos no actuaban, él iría a por el albino, sin importarle lo que el imponente revolucionario pudiera hacerles como represalia.

¿El buen sendero?

Parecía que la emoción era incontenible por parte de los invasores que tenían mucho más que probar ante el mundo de lo que siquiera debía esforzarse el lado defensor, al fin y al cabo las lenguas eran más rudas contra quienes intentan algo y fracasan que contra quien da lo mejor de sí, fijándose a las tradiciones del mundo, e invadir Lvneel, antes que cualquier otra cosa era un objetivo bastante ambicioso, aún para The Rabbit, aún para Capone. ¿Que esperaba en realidad la fuerza ofensiva para conseguir la corona de Lvneel, bañada en sangre, sobre sus codiciosas manos? A decir verdad parecía que de los que combatían, solo una decena se fijaba realmente en esas minucias de altas expectativas, y la mayoría, todos cuanto se hicieran llamar piratas, estaban luchando por gloria, fama, recompensas por sus cabezas y sobretodo un odio profundo hacia el orden y la integridad de los reinos, quizá, con la leve esperanza e pillar un rubí o un diamante real.

Dentro de aquella habitación en cambio la situación era bastante distinta al campo de batalla que se presentaba como un todo, y es que la gloria y la fama eran quizá la segunda recompensa más buscada después de la propia supervivencia, allí no había interés por conquista o por matar civiles, no había honor por justicia o libertad, sino que simplemente eran almas encontradas por el destino, para probar y demostrar que en realidad merecían existir en tan caótico mundo. —Vaya vaya, parece que nos toca divertirnos. -Musitaba el toro mientras se daba media vuelta lentamente y observaba, de reojo, a su colega comenzando el ataque con una extraña onda cortante. Al fin y al cabo habían jóvenes prometedores en los últimos tiempos, aún entre las filas de la inmundicia pirata, y asintiendo ante la recomendación de Kazama (que mas bien parecía una orden) se prometió el no olvidar el nombre del chico, pues podría serle de interés o utilidad en un futuro. Pero para Nobody-Chan el asunto era muy diferente, pues estaba allí para resolver el pequeño imprevisto de su perfecto plan y nada más, y lejos de seguir la provocación del bovino revolucionario y atacarle, simplemente desenvainó sus pistolas con lentitud y calma, haciendo tiempo para que sus ojos pudiera ver con cuidado cada movimiento de sus aliados, esperando que tuvieran al menos un poco de fuerza para hacerse cargo del confiado albino que ya empezaba a mosquearle, dada su confiada forma de hablar. La onda del pirata le hizo abrir un poco más sus ojos detrás de la máscara, pero había visto cosas así antes y no esperaba que sus propios colegas temporales se dejaran intimidar, sonriendo con ganas en cuanto presenció la resolución de la chica y el brillo en sus ojos de quien se sabe poderoso.

Ondas cortantes, electricidad que parte el suelo y quema los cuerpos como un castigo divino y un peculiar ataque utilizando una mesa, demostradas capacidades físicas para respetar aunque sin que pasaran de ser sorpresas comunes, pero, lo que realmente sorprendió al enmascarado fue que ambos marines se alejaran corriendo de la habitación. ¿Era una broma acaso? Con toda la isla siendo objeto de invasión, y aún con la ventaja estratégica de un trío contra un dúo ¿Ellos huían? Ciertamente era una curiosidad para anotar en el reporte, si es que había algo sobre lo que reportar cuando acabara toda esta burla e intento de guerra. Para Nobody-Chan, quien quería ver a Kazama esquivando o recibiendo esos ataques, fue una decepción el escuchar el mugido de su enemigo y percibir su cuerpo cubierto con la sombra ajena en una clara y presurosa tacleada que apenas y pudo bloquear con sus armas cruzadas, solo para salir disparado en el aire un par de metros, de espaldas, y accionar sus armas un par de veces cada una contra el fornido usuario de zoan. Para el dúo de profesionales, la batalla iniciaba con verdadera prisa y vehemencia. Sin embargo los fugitivos tendrían una pequeña falla en sus planes, y es que, como se esperaba en esas situaciones, los refuerzos llegaban de bando y bando, invadiendo los pasillos y escaleras, incluso tejados y agujeros en las paredes.


De aquél pasillo que dirigía al anexo de reuniones surgieron un grupo de bravíos guerreros que, a juzgar por sus fachas y rostros solo podían ser criminales en busca de botines o víctimas para sus espadas y dagas embadurnadas de hiel, dos de ellos, con los ojos bien abiertos (Tendrían tres ojos útiles entre los dos) avistaron al dúo de marines y de inmediato carraspearon su garganta antes de abrir fuego y disparar con pésima puntería una oleada de 5 o 6 balas, de las cuales la mayoría vino a dar en la pared cerca del par de hermanos pero al menos una daría en el blanco. Del otro lado y a espaldas de los malhechores, descendían un grupo de marines que bajaban del área superior tras limpiarla y asesinar unos cuantos rebeldes, y al notar a los piratas dieron voz de alarma antes de comenzar a disparar en contra de estos matando a los dos que estaban al frente e iniciando un tiroteo entre los pasillos del cual pocos saldrían vivos y que parecía no quedarse sin refuerzos.

Harumi tenía bastante suerte y ninguna bala se le acercó ni un poco, resultando intacta en todo el sentido de la palabra, pero, en el caso de Guren, que no contaba con el mínimo favor de la dama fortuna, tuvo que sentir en su propia carne el ardor característico de un impacto de bala, o al menos el roce de este, que marcó su muslo derecho rasgando la piel, el pantalón y un poco de la carne fibrosa de ese espacio, nada demasiado serio pero que seguro le impediría desempeñarse a su cien por ciento. De Kazama, solo se sabía que tenía mucho que esquivar.