La Belleza que Estafa (Pasado) - Kaelia Nezaros

Sus ojos castaños y entrecerrados a razón de la falta de sueño se abrieron al recibir el pedido de modo que tuvo que alzarse en su corta estatura para comenzar a servir las bebidas de una en una sobre la charola.

- Definitivamente pagarán, tú lo has dicho.

Mientras colocaba los últimos tarros contempló la escena con interés pero también cansancio. A menudo buscaba entre los clientes a aquellos con aspecto más extraño para luego inventar una historia detrás de su indumentaria así como imaginar las aventuras que podrían haber vivido. Era una vieja costumbre a la que recurría en las horas más tranquilas... Al menos en cuanto a lo que a la barra se refería ya que el bar rara vez estaba calmado a estas horas de la noche. Si bien todavía le costaba adaptarse al horario, el trabajo le gustaba porque le hacía soñar despierta con todo aquello que podría llegar a ocurrirle.
El grito apremiante de un cliente sediento la regresó a la realidad de golpe y solo pudo suspirar:

- ¿Sabes? Sería genial estar del otro lado de la barra... No me refiero a servir, no sé qué haría si uno de esos borrachos intentara tocarme. Quiero decir, bueno, sería divertido salir al mar a descubrir nuevas tierras, encontrar tesoros, luchar encarnizadas batallas- dijo haciendo ademán de dar algunos mandobles con una espada.- Pero en fin, nos toca el turno de noche y esa es una aventura en sí misma. Supongo...

Kaelia sonríe con un tono astuto y casi amargo, algo que podría confundirse con sarcasmo pero que su hermana entendería que no lo es.

- El bar oscuro, ¿eh? Suena a un buen nombre para un gran barco pirata. Quizá todavía haya esperanza para ti, hermana. Quizá todavía puedas soñar a lo grande.

Le guiña un ojo. En ese momento se da cuenta que contempla de refilón a un grupo de hombres quienes, a su vez, parecen no quitarles la mirada de encima. Estos son grandes, musculados, con heridas adornando su piel en diversos lugares; medallas de batallas ganadas o, al menos, de las que escaparon con vida. Kaelia, aunque joven, había aprendido ya a distinguir entre el caos de hombres borrachos y el carácter retorcido de unos con menos escrúpulos pero igualmente ebrios. Algo en su interior se movió con desazón, como el instinto avisando que no era gente en la que confiar. Sin embargo, aun con su estatura y su delgadez siempre había sido alguien que, ante el miedo o la desesperanza se agarraba fuertemente de los machos para enfrentar la situación con aplomo.
Hizo un guiño al que parecía tener más rango en la mesa dado que los demás lo trataban con más respeto.

- Gwyn- dijo en un susurro- si lo que pretendo hacer esta noche funciona podríamos escapar hoy mismo a la aventura pero voy a necesitar tu ayuda.

Calló de inmediato cuando vio al hombre alzarse de la mesa y acercarse a la barra. En ese momento, hizo una de sus poses inocentes aprovechando todo el encanto que pueda llegar a tener una lolita justo cuando esquivó la mirada del bucanero.

Toma la jarra y sirve cerveza mientras evita cruzar la mirada.

- Soy lo bastante mayor como para trabajar aquí...

Saca los labios en expresión de berrinche acentuando más su aspecto infantil. Comienza a jugar con su pelo una vez ha dejado el trago en la barra y continua:

- Además, aquí viene gente muy interesante como revolucionarios, marines y otros...

El "otros" lo dice en un tono juguetón, dándole mayor importancia a esta categoría sin especificar esperando ver si el hombre lo capta y se da por aludido.

- ¿En serio? Como qué, ¿piratas?

El hombre alza una ceja mientras bebe queriendo lucir seductor pero el efecto recuerda más a un hombre confundido que está a un sorbo de caer inconsciente. Deja el tarro vacío y se tambalea por un momento. Kaelia hace un esfuerzo sobrenatural para no soltar una carcajada pero consigue mantener su pose inocente hasta que considera adecuado mostrarse sorprendida y emocionada.

- ¿¡Conoces a un pirata!?

- Tengo mi barco pirata aquí f-f-fuera.- se da la vuelta para señalar hacia el muelle pero termina señalando al lado opuesto.- Jushto por ahí.

Kaelia sabe entonces que la presa ha mordido el anzuelo y está lista para sacarla del agua... Así que, sin perder la pose inocente usa un tono lo bastante seductor para que el borracho "malinterprete" la siguiente frase.

- ¡Uuuuh! ¿Me lo enseñarías?

- Por supueshto hermosha.

Dicen que el silencio es un valioso regalo. Kaelia estaría ciertamente de acuerdo con quien fuera que lo hubiese dicho, sobre todo ahora que el pirata llevaba ya más de media hora balbuceando entre sorbos de cerveza historias cada vez más incoherentes y siempre repletas de su propio ego. Sin embargo, su sonrisa no se esfumaba, sus ojos lo contemplaban con fascinación pese a que lo único que quería era verlo caer inconsciente. Por suerte para ella, el capitán comenzó a tambalearse, esa era la señal que había estado esperando. Salió de detrás de la barra para ir a ayudarlo a mantenerse en pie. Cuando pasó junto a su hermana le susurró fugazmente:

- Trata de colarte en el barco, yo te buscaré.

Una vez junto al ebrio bucanero le sugiere que debería ir a su camarote, que ella misma lo acompañará. El hombre se da la vuelta medio caminando, medio tropezando, hace un gesto al aire que parece dirigirse al bar entero. Un grupo de hombres empiezan a levantarse o golpearse unos a otros para avisar que es hora de marchar. Kaelia deja al hombre apoyado en la puerta y se acerca a su jefe un momento.

- Oye, hazme un favor y manda un barril de cerveza al barco con Gwyn, cóbramelo de mi sueldo.

Le guiña un ojo para luego anunciar en voz alta que ella misma pone un barril de cerveza para que la tripulación pueda seguir la fiesta en el barco. La multitud grita enardecida y borracha.
El muelle está solo, únicamente las luces de alguna que otra taberna ilumina la calle. Kaelia camina delante, con el capitán apoyado en ella seguidos de una banda de piratas. Tiene miedo, no sabe cómo vayan a salir las cosas pero sí que hay muchas posibilidades de que salgan mal. Pero le da igual. Ahora mismo solo puede sentir emoción ante el presentimiento que, algún día, tendrá un grupo de bucaneros detrás de ella que la llamen capitana. Con esto en mente, toda duda desaparece.
Asciende la rampa hacia el barco. El capitán la guía hasta una habitación mal iluminada. Acuesta al hombre sobre la cama mientras él susurra (a gritos) palabras de amor (groserías con cierto encanto) y la desviste (manosea buscando sin mucho éxito por dónde y cómo quitarle la ropa). Kaelia trata de alejarlo esperando que no tarde en caer rendido, mas, por suerte o destino, en una de las "caricias" el bucanero nota el excesivo advenedizo bulto entre las piernas de la "dama". Ambos gritan sorprendidos.
El capitán parece haber recuperado la sobriedad con un profundo espanto, se levanta de golpe (con un fuerte mareo en consecuencia) y empieza a balbucear órdenes y maldiciones. Kaelia, viendo que todo el plan se ha ido a pique busca presta un arma que usar para defenderse pero no encuentra nada a tiempo para detener el embiste del bucanero. Por suerte, el golpe no va bien dirigido así que terminan ambos en el suelo tumbando una mesa en el proceso. Un cofre cae soltando sus contenidos sobre el suelo: joyas, un centro y una extraña fruta retorcida. Los ojos del capitán se abren como platos al percatarse que su tesoro más preciado, obtenido en su última aventura, ha sido descubierto. Kaelia se da cuenta así que trata de escurrirse en dirección a la fruta.
La lucha, caótica y absurda, ocurre en el suelo con ambos contoneándose como serpientes fallando golpes y manotazos a diestra y siniestra. Pero es el capitán el primero en alargar la mano así que alza el premio con un "¡ajá!" triunfal que se vuelve un gemido de dolor cuando muerde el cetro. Kaelia reprime una carcajada para no atragantarse con la retorcida fruta en el proceso.
Los ojos del capitán lagrimean por el dolor físico y emocional mientras contempla a la joven esperando que ocurra algo... Que no pasa.

- ¿Eso era una fruta del diablo, no?
- Sí...
- ¿Y pasó algo?
- No...
- Hmmmm

Kaelia se da la vuelta para ponerse en pié pero, al hacerlo, solo gira parte de su torso con los brazos enviando al capitán contra la pared donde queda noqueado justo a tiempo para escuchar que la puerta se abre.

Gratamente sorprendida, se hunde en el abrazo de su hermana y la siente llorar. No quiere que llore y se lo dice casi en un susurro una y otra vez aunque la comprende perfectamente.

- No llores, tonta, o me harás llorar a mí también.

Quiere sacar su lado protector, cuidarla como si él fuera el hermano mayor, siempre ha querido ser el escudo que la protegiera en casa, la espada que la impulsara a ser ella misma. Nunca le gustó que fuera tan sumisa y obediente, por eso ella siempre se revelaba, intentaba ser el aliciente para que Gwyn sacara la fuerza que llevaba dentro, el carácter que sabía la hacía una mujer fuerte, capaz, pero que rara vez se permitía a sí misma ser por temor a lo que dijeran sus padres. Y ahora que había conseguido que hicieran una locura, se sintió totalmente desprotegida. La adrenalina del momento empezó a ceder provocando que las lágrimas salieran a borbotones de sus ojos mientras le repetía que no llorara y que ella estaba bien.

Cuando finalmente se tranquilizó le explicó lo ocurrido, desde el intento de violación hasta lo ocurrido tras tragarse la akuma no mi. Ya más calmada, se dio el lujo de observar a su alrededor. Los contenidos del pequeño cofre habían quedado al descubierto: rubíes, esmeraldas, berries... Jamás imaginó que conseguirían tanto. Pero eso no era todo, había un cofre enorme cerrado con candado. Con cuidado, rebuscó entre las ropas del pirata inconsciente hasta hallar una llave...

- Hermana, ¿trajiste el barril? Si es así, necesito que lo traigas al cuarto con alguna excusa...

Tras haber llorado sus ojos todavía estaban algo húmedos, sin embargo, Gwyn podía ver el fuego que ardía en ellos sabiendo que Kaelia no iba a conformarse con un solo plan suicida...