[Pasado] ¿Sin misericordia?

A veces habían días buenos, otros demasiados malos y unos cuantos indiferentes, aquel simplemente se catalogaba ambiguo, precisamente porque no podía decidirse que hacer, aunque igual también influía gran parte de su motivación personal. Llegados a cierto punto de intransigencia Justika se sentía desganada, por el momento nada podía importarle de su vida, ni siquiera su ambición la trasladaba a algo que le devolviera el buen humor. Sentada en el suelo su silueta se ocultaba en un callejón, mantuvo la capucha de su capa arriba para evitar ser molestada mientras que adrede dejaba el tiempo correr.

Incipiente ladearía su rostro hacia su costado derecho, en el escenario que ya era monótono las personas caminaban despreocupadas de sus vidas, sumiéndose conformes en una estabilidad oblicua, simplemente eran de los supuestos afortunados que fueron colocados por el destino plácidamente disfrutando de sus familias, un trabajo digno. Justika ante estos hechos experimentaba inconformidad, celaba la fortuna de ignorar el peligro más allá de lo que se palparía en su lugar, ella indiscriminadamente fue colocada en un sitio para sobrevivir y más que eso ser sometida por su propio progenitor a actos que varios se quebrantarían una vez realizados. Entonces, tras ser arrastrada por memorias que pretendió sellar simplemente les acabó odiando a cada uno de ellos, maldecía esa extraña fortuna, no obstante, algo debía de estar mal dentro de su cabeza porque con la misma voluntad hubo peleado también podía abandonar dicha vida. – Esto debería ser mejor. – Sonrió para sí misma. Quizá ese tipo de destino la apagaría anhelando el sentirse viva, posiblemente ninguno se sentía conforme por lo que ese era la razón de haberse vuelto mercenaria cada vez que miraba atrás. Y no era lo mejor, solo que siendo demasiado buena en su trabajo no podía dejarlo de lado, era negar su naturaleza retorcida, negarse a lo que ya se había convertido.

Tras debatirse en una lucha personal su estómago rugía escandaloso, el pensar siempre en ese tipo de cosas sin querer le abría el apetito. En la misma historia de siempre se conformaría por levantarse no sin antes coger de la basura un plato de metal viejo y roto. Aun ocultando su perfil bajo la tela desgastada de la túnica eligió sentarse a lado de la taberna más cercana, sentándose en la superficie colocaba el plato frente a ella con la intención de mendigar algunos berries, sin embargo, su propósito era otro. En este instante, comenzaba el verdadero trabajo.

Su capacidad para reconocer los rostros era impecable, algún personaje debía aparecer para costear los gastos de este mes, o por lo menos el resto de la semana, lo que sea se conformaría. Los clientes que salían y entraban simplemente ignoraban el cuerpo envuelto en su capa, desaprobaban que ese tipo de gente estuviera a la suerte de otros generando esa lástima, incluso había unos que déspotas lanzaban basura y maldecían a la cazadora arrojando basura.

Un grupo de sujetos asqueados de ver al pordiosero le rodearon insultándole, sin sentirse satisfechos por el falso poder que ejercían de bravuconería se amontonaron para sujetar a la cazadora en el suelo golpeándole, lo más extraño es que Justika no hacía nada para evitarlo, recibía cada uno de los impactos, solo le quedaba resistir más. – ¿Qué sucede viejo, estas tan muerto de hambre que olvidaste como chillar? – La ausencia de su voz simplemente los incitaba a devolverles con más patadas, escupiéndole, prácticamente el revuelo reunía a una comitiva donde ninguno del resto de los presentes deseaba intervenir para salvar a un aparente méndigo.

La mirada de temor en algunos inconformes por la revuelta que se suscitaba no era lo suficiente como para sublevarse contra los abusadores. Escondida bajo su capa parecía que el brillo en sus orbes se perdía dejándola inconsciente posiblemente, la gota que derramaría el vaso si se podía citar dicha expresión fue cuando el sujeto corpulento y más robusto le propinaba una patada directo en la cabeza arrojándola en el suelo. El pequeño grupo reía satisfecho, pavoneándose cual niños satisfechos por sus actos.

La inesperada intervención de un desconocido rompía con el ambiente degenerado, localizando de inmediato al sujeto las mismas personas se distanciaron de él llamando la atención de los acosadores. Había derribado al más grande de todos, los demás molestos trataron de socorrer a su amigo palmeándole el rostro para que consiguiera reaccionar. – ¿Has perdido la razón imbécil, cómo te atreves? – La cosa se ponía más tensa de inmediato, aunque la sangre ya se derramaba sobre la superficie alarmando a los presentes. – Nadie pidió tu ayuda. – Tan suave y delicada se manifestaba la dulzura apagada de su voz, en una reacción natural se giraron horrorizados al atestiguar que el simple méndigo se trataba de una joven mujer de intensos iris ámbar. El grupo anterior que antes se jactaba orgulloso de haberla derribado simplemente culpaban el género oculto de la mujer que a duras penas se colocaba de pie. – Estas interviniendo en mi trabajo. – Protestaba en voz baja cargada de una total cólera, sin embargo, la dureza de sus palabras calaron en lo más profundo de la concurrencia mientras que indignados los sujetos que antes abusaron de ella a golpes se mantenían más ofendidos que nunca.

Ahora estaba siendo juzgada por el desequilibrio de sus decisiones que la condujeron a dejarse someter por el grupo, el primero en replicarle sería el de estatura mediana rompiendo la botella que cargaba en su mano salpicando de carmesí la superficie. – Solo eres una maldita perra que no sabe otra cosa que ladrar. – La fémina se balanceo un par de veces antes de conseguir estabilidad sobre sus pies, se reía divertida, pero aun con ello no se sentía bajo amenaza. Ladeando su rostro contempló con gracia esa improvisada arma, sin embargo, fue sorprendida cuando uno de ellos la tomó por detrás forzándola a arrodillarse a la vez que le retiraba la capa. – Esto es lo que sucede cuando se quieren pasar de listos con nosotros. – Trataban de implantar el temor a través de la mujer, al descubrirle la capucha la fiereza satírica de su mirada simplemente paralizó a la comitiva, no temían por ellos sino a la desconocida que yacía en el suelo supuestamente sometida.

Desviando su febril mirar al joven de estatura alta solo le dedicaría una gentil sonrisa plasmada de una inusual seguridad por los acontecimientos. Sus orbes centellearon ante un fulgor desconocido, simplemente era como una dedicatoria de que ”todo estará bien”.

Condescendiente a la reprimenda en la que ese grupo deseaba someterla observaría al resto con una sonrisa desafiante, les despreciaba desde lo más profundo de su corazón, odiaba a los débiles como ellos, ni siquiera eran dignos de ser salvados, ni mucho menos de ser protegidos, simples ratones escondidos en madrigueras esperando que otros les sacaran de su miseria. El maltrato al que se infligía era prueba de su propia incapacidad de alzarse, pero ¿quién era ella para juzgar la naturaleza humana? Los presentes solo abrían la boca horrorizados, sus ojos desorbitándose en un intento de negarse a ver semejante realidad por mucho que deseasen apartar su mirada, era un instinto morboso siempre el contemplar un cruel final. Más existía un hombre que trataba de romper ese mundano estereotipo, el mismo hombre que desafió al grupo anteriormente interviniendo tras noquear al más grande de todos y que por apariencia podría ser el más fuerte.

En un semblante más serio desaprobaba la conducta de ese supuesto justiciero, había sido demasiado clara en que no era necesario que interviniera. Luciendo deplorable la mujer se levantaba aun con la herida abierta en su cabeza, el surco en el que se delineaba la sangre desde su sien hasta su mentón era un claro indicativo de que estaba grave. Siendo restringida por sus acciones la cazadora se levantaba sacudiendo su roída capa, haciendo un movimiento desaprobatorio con la cabeza en un resoplido. – Que aguafiestas, ¿entonces hubiera sido mejor si los asesinaba desde un principio?, a saber que se crearía semejante alboroto simplemente apresuraré las cosas la próxima vez. – Su sensatez alarmó a algunos, si la mujer de cabellos cenizos era capaz de tolerar ese tipo de golpizas, no querían imaginar qué tipo de monstruo se desataría si se ponía seria en un combate.

Apenas siendo consciente de su condición se tocaba la herida evaluando los daños, necesitaba atención urgentemente, aunque podía aguantar más con una noche de descanso. Al ver frustrado su plan su decisión la llevó a dar media vuelta para alejarse del lugar, no le daría las gracias, tampoco estaba obligada a quedarse hasta que terminara su actuación para lucirse como la siguiente promesa del clásico héroe justiciero. La concurrencia se abría paso previamente por donde ella decidía cruzar, se alejó del bar lo suficiente para olvidar el incidente que protagonizó en tal sitio. Sin embargo, le llenaba de una profunda curiosidad aquel hombre, seguro reaccionó al sentir lástima, otro sentimiento innecesario que no le incumbía para haberse entrometido de esa forma. – Que inconveniente, hallarme a alguien como él al final… ese tipo de personas, son lo peor. – Interrumpida en su misión ahora solo le quedaba pasar la noche vagando en las calles, tenía que encontrar un sitio tranquilo antes, además de que la cena se la ahorraría para no malgastar sus fondos. Tenía la peor suerte de todas y responsabilizaba a ese hombre de ello.

Había creído dejar atrás al grupo, más el peliblanco la hubo seguido hasta el final de la calle cargando con el cuerpo inconsciente del tipo que le propinaba una lección al sublevarse contra la mujer. Siendo arrojado aquel hombre como si se tratara de algún tipo de saco de carga, la rubia que aún se hallaba a espaldas suspiró para apartarse dejando que tal escoria se impactara sobre la superficie. La voz de aquel se despedía en un rumor, un quejido que indicaba seguía respirando. Sacando su espada dio un giro que impresionaba a muchos por lo grácil que su mano se manejaba en la empuñadura, lo que no imaginaban es que el final de tan bello movimiento concluiría al encajar la extensión del metal en medio de la cabeza atravesándole el cráneo. – Listo, ¿esto te parece mejor? – Fríos y apacibles evaluaron el semblante del peliblanco, le doblaba la estatura, su cuerpo revelaba cierta musculatura que muy en el fondo apenas alertaban a la cazadora a ser cuidadosa.

Gritos de horror se desataron propagando el pánico, nadie pensaría que la desconocida forastera mantuviera tal desplante. Ignorando al resto sacaba su arma sacudiéndola a un lado para retirar el exceso de sangre. – Si esperas que te de las gracias olvídalo. – Se quedaban a solas, su estómago aun rugía delatando su apetito, a pesar de tener a un hombre despedazado a su lado las necesidades más básicas no podían ser ignoradas por la chica. – Bien si no hay otro asunto que debas tratar conmigo me marcho. – Con la intención de darse la vuelta para seguir su camino descubría como otros hombres con un uniforme diferente a la de la marina sellaban el acceso de la calle, le apuntaban con armas, cuchillas, alrededor de unos diez contó.

Me doy una idea de sus intenciones, pero les aseguro que están cometiendo un grave error, si valoran sus vidas simplemente se apartaran y me dejaran ir, ¿entonces? – Ciertamente no quería buscar problemas, trataba de evitarlo, más la presencia de esa escolta le impedía salir ilesa.