Amores perdidos, besos prohibidos /Pasado/Adam

Qué horror, qué asco, simplemente no podía describir todo lo que le estaba pasando en aquel fatídico día – Imposible, imposible, como se atreven a mandarme a este sucio lugar, cuando llegue los voy a degollar – murmuraba la castaña furiosa, con un rostro de horror que asustaría a cualquiera que se atreviera a mirarla, era como una muñeca poseída de esas que se miran en las películas de terror.

Suspiró, seguía sin querer saber nada de esa misión pero tenía que hacerlo. Respiró profundo tratando de calmarse y cambió su semblante a uno dulce y tierno, colocó una sonrisa afable como ninguna otra y se dirigió a los demás presentes tratando de tomar el control sobre todos ellos – Amores, que les parece si nos separamos – miró las expresiones de unos pocos – Que tal en parejas , total es solo una misión de vigilancia, pasear por las calles y arrestar a los problemáticos – casi ordenó a sus compañeros esperando algo importante de ellos, aunque sabía perfectamente que eso era imposible, nadie nunca estaría a su altura.

Mientras los demás elegían con quien ir, ella ansiaba que el número fuera impar para así poder ir sola, sin esas molestas cucarachas que solo la fastidiaban de sobremanera. Una brisa recorrió el lugar y levantó su vestido, a lo que instintivamente llevó sus manos a este para sostenerlo y que nadie viera más de lo debido. Su rostro se ruborizó, parecía una niña pequeña que nunca experimento tal situación.

La brisa pasó más su sonrojo no - ¿Quién?... ¿Quién irá con migo? – preguntó algo avergonzada olvidado su carácter de gruñona y estresada. Un cambio radical pensarían los extraños, pero para aquellos que ya llevaban unos años con ella, era solo su personalidad de todos los días sin cambio alguno.

En aquellos tiempos, el albino todavía no se había armado una mala fama como pirata como para que la Marina le pusiera una recompensa por su cabeza, directamente era un simple civil más común y corriente. Su padre aún no estaba al tanto de sus fechorías las cuales si bien no eran atentados contra la seguridad de los inocentes, de todos modos molestaban lo suficiente a la Marina y fuerzas del gobierno como para que desearan una captura por su cabeza; y allí había llegado, a las Islas Organ, ¿por qué exactamente? Ni él lo sabía en realidad, a Adam le gustaba mucho pasear por el mundo, aunque fuera en los mares, aquel barco de doble vela que había heredado de su progenitor era lo suficientemente bueno como para llevarle a todos lados sin perderse en altamar, y bastante veloz como para no hacerle sentir que se pasaba una vida en el agua.
El puerto no tardó de verse en lontananza, sabiendo que había llegado a su nuevo destino. Sonrió complacido, emitiendo un suave suspiro en el proceso.
— Al fin, creí que nunca llegaría.
Susurró hablando consigo mismo. Renegó un poco con la cabeza, resoplando y encogiéndose de hombros fugazmente; alzó la mirada, notando que no parecía estar solo, veía otras embarcaciones dispuestas a lo largo de la costa y en el puerto. ¿Habría espacio para él? El albino hizo una pequeña mueca de incomodidad y duda, antes de simplemente proseguir. No cabía duda que se trataba del gobierno a juzgar por algunas de las banderas que tenían ahí ondulando al viento. O eso llegó a suponer.

Una vez llegó al susodicho puerto, ancló y ató su pequeña embarcación. Tomó su pequeño equipaje que colgó al hombro izquierdo y caminó por el puerto, no muy lejos en realidad antes de notar una vista bastante... particular. No pudo evitar notar cómo a una muchacha de apariencia delicada se le subía el vestido por una fuerte ventisca que se había levantado de golpe. Adam se limitó a emitir una sonora carcajada, teniendo que morderse el labio inferior para que no se escuchara demasiado. No deseaba interrumpir ese "embarazoso" momento producido por la chica. Parecía pequeña, o al menos eso aparentaba su inocente apariencia que de momento no cambiaba.
— ¡Cuidado...! ~ — exclamó el albino.
Refiriendo sus palabras a la chica, advirtiendo por si las moscas y se le fuera a subir el vestido de nuevo. En el horizonte se veían ya unas nubes oscuras de lluvia, estarían a unos cuantos kilómetros de distancia aún pero parecía como si estuvieran acercándose rápidamente.

Sin más tardanza, el albino comenzó a caminar de nuevo. Pasó cerca de aquel pequeño grupo de personas que parecían charlar entre ellos mirando de soslayo al albino, y en ese grupo estaba también la muchacha. Le dedicó una fugaz mirada y una sonrisa de medio labio. Prosiguió sin decir nada, buscando una taberna en la cual poder disfrutar así en total tranquilidad una bien merecida jarra de cerveza fría. Sentía calor, le era imposible no hacerlo después de todo el viaje que había hecho. La comida era lo de menos, aunque un cuerpo tan alto como el suyo sí que consumía energías a lo bobo; quería buscar una posada aunque fuera para así poder comprar algo de comer -aunque seguramente no pagaría ni un centavo por ello.- No tardó demasiado en hallar dichoso lugar, "La Posada Qwasar" decía el cartel. No se escuchaba mucho desde afuera, solo un suave barullo como si toda la gente dentro fuese educada.
— Hm ... raro.
Susurró Adam, antes de entrar al lugar. Parecía estar vacío, exceptuando algunas personas charlando en grupos reducidos, y en un tono de voz más bien suave. ¿Por qué por alguna razón le daba tan malas vibras? De todos modos, comenzó a ir hacia la barra, con intenciones de pedir algo... se sentía vigilado, seguido de algún modo...

Con el rubor en sus mejillas y la vergüenza a flor de piel, lo peor que le pudo pasar en aquel momento fue escuchar aquel grito, esa sonora voz que no paraba de repetirse en su cabeza – ¿Cuidado?, es que crees que no tengo cuidado – pronunció enfadada y por ese instante olvidó la misión y su anterior bochorno.

Miró pasar al joven que parecía un gigante y ante esa sonrisa que le era dedicada, su rostro formuló una mueca. ¿Cómo era posible?, ¿Cómo se atrevía aquel a burlarse de ella?, esto era simplemente imperdonable. –Esto no se quedará así – balbuceó entre dientes y caminando sobre esa arena asquerosa, dio inicio a su persecución. Porque estaba segura de algo, si él se había atrevido a burlarse de ella, entonces de seguro no era agua limpia, algo debía tener.

Y aunque sus fundamentos para seguirlo eran totalmente incoherentes, no se iba a dejar vencer por un tipejo como ese, eso jamás en su vida. – Iré sola, espero que no se pierdan como la última vez – acabó de hablar en un tono tajante y siguió su marcha.

Siguió al muchacho por unas cuantas calles hasta llegar a ese asqueroso y mugriento sitio – Que falta de clase, no puedo creerlo – murmuró para sí misma y tomando aire, se adentró a esa fosa llena de ebrios y personas con rostro desagradables y mal olientes. Tuvo arcadas por instantes pero no se detuvo.

Entre tanta gente reconoció esa cabellera exótica al instante y con pasos firmes se acercó. Volvió a respirar, tomo la mano del extraño y dijo - ¿Te conozco? – una pregunta extraña y tan fuera de contexto que daba risa solo pensarlo, pero Melody no podía arriesgarse, por lo que decidió inventar una excusa para hablar con el hombre y luego quien sabe, tal vez dejarlo en el suelo llorando por perdón.

-Sé que te he visto en algún lado – insistió apretando la mano del opuesto un poco, no para lastimarlo sino lo justo solo para indicarle algo o tal vez refrescar su memoria de algo que nunca sucedió.

Iba a abrir la boca para pedir una cerveza, pero sus palabras pronto fueron abruptamente interrumpidas por una voz aguda y algo molesta que le impactó desde atrás. Bufó renegando suavemente con la cabeza, volteando la cabeza tan solo para poder darse cuenta de quién se trataba. Al ver que era la misma muchacha de antes, aquella que directamente había tenido el accidente de su vestido y tal. ¿Acaso estaba enfadada porque el albino le había gritado que tuviera cuidado? Aunque había sido más bien una broma, no comprendía del todo igual por qué la fémina reaccionaba de ese modo tan... particularmente hostil.
— ¿Conocerme? ... Bueno, no me sorprendería... digo, una cara como la mía no se ve en todos lados. — respondió.
Se notaba su ego, aunque era más bien una especie de comentario gracioso para él porque siquiera el albino debía reafirmarse su ego como para saber que se sentía importante. Enarcó la ceja izquierda y sonrió de medio labio, cruzándose de brazos. Notó claramente la diferencia de alturas, algo que le causó un poco de gracia y le hizo soltar un suave resoplido a modo de risa.

— ¿Y yo, te conozco a ti? Aunque no me suena tu carita, siéndote sincero... me aseguraré de memorizarla. — hizo una pequeña pausa, reanudando la charla pocos segundos luego de mirarle de pies a cabeza aún cruzado de brazos. — Por cierto... me llamo Adam, ¿tendré el placer de saber tu nombre? — le cuestionaba; se notaban ciertas miradas recelosas dentro de aquella taberna/posada, tal vez por el hecho de que la mayoría presentes eran borrachos buenos para nada, sentados en sus respectivos asientos buscando algo más interesante para hacer que beber cerveza y pelear entre ellos, ocasionalmente jugando algún juego de cartas al azar.
¿Cual era la necesidad de verle así? Bueno... teniendo en cuenta que aquellos hombres pocas oportunidades tenían de ver una bella mujer tan de cerca, deseosos de hacerles todas las maldades habidas y por haber, ¿cómo es que podían contenerse, cierto? Pero allí estaba Adam interrumpiendo toda posibilidad de aproximarse. Tal vez se veían intimidados por la altura del albino y su cuerpo musculado pareciendo haber sido tallado por los mismísimos dioses, o simplemente era el efecto del alcohol haciéndoles una mala pasada y no deseaban terminar peor de lo que ya estaban. Cual fuera el caso, Adam estaba siendo un estorbo del que deberían encargarse tarde o temprano si querían 'intentar' algo con aquella fémina.

El albino se percató de dichas miradas, al menos algunas... Este sonrió de forma burlona y confianzuda, renegando fugazmente con la cabeza y encogiéndose de hombros por unos segundos.
— ¿Qué tanto miran, muchachos? ... Vamos, que es mi turno, luego pueden hablarle a la señorita cuanto gusten si es que me aburro de charlar o ella decide irse por su cuenta. Sean pacientes, por favor. — les soltó de golpe. Obviamente que Adam sonreía a cada momento cuando estaba diciendo aquello, burlándose prácticamente de esos deseos inalcanzables de esos tipejos feos y borrachos de conseguir una bella damisela. Más aún cuando era él quien estaba hablando con una ahora mismo... tal vez las intenciones de la fémina no fueran buenas, y solo quería darle una buena tunda al albino por haberse "burlado" de ella, pero eso él lo desconocía, solo decidió seguir hablando con ella, ignorando las miradas enrabiadas de los sujetos.
— ¿En qué estábamos? ... ¡Ah, sí! ... Tu nombre, ¿entonces, lo podré saber o me dirás un apodo para que me carcoma de a poco la curiosidad, querida? — agregó a su conversación. Expectante en cierto modo de lo que fuese a decirle ella, ignorando completamente que las cosas estaban poniéndose algo caldeadas allí dentro.

Con cada palabra del sujeto, la pequeña se ponía histérica, es que el hombre no podía ser más pedante y arrogante de lo que se presentaba. Respiró tratando de no mostrar esa furia interna que parecía comerla por dentro y sonrió afable sin mostrar ni una sola pizca de enojo en su rostro - ¿Adam? – masculló por lo bajo, ¿había escuchado ese nombre en algún lado?, no, no lo creía. Llevó su dedo índice a su barbilla y dio pequeños toques a esta.

-No lindo, mi nombre es algo que ni yo misma sé – respondió restándole importancia a sus palabras odiosas, pues no se iba a enojar, eso era algo que las señoritas no debían hacer por ningún motivo, claro que existían ciertas excepciones a esa regla que usualmente era casi todos los días.

Estaba pensando en cómo partirle el rostro a ese hombre, que ni siquiera se fijó la actitud de los demás en ese lugar. Su mirada estaba perdida y viajaba visitando todo el cuerpo de su opuesto. El hombre era alto demasiado para ser alguien normal pensaba ella, pero no quería decir nada, todavía no era el momento
-Es..- sus palabras fueron cortadas cuando el tipo volvió a hablar.

Suspiró resignada el hombre era un idiota en definitiva, no tenía caso intentar sacarle los ojos ella misma, la vida se encargaría de hacerlo por sí sola – Idiota- masculló por lo bajo chasqueando sus dientes y bajando su mirada. –Me rindo - respondió a la última pregunta del albino – puedes llamarme Dr. Ingenio, señor don juan – su voz se tornó un poco enojada y la rabia se le empezaba a notar – Alguien como tú ni siquiera merece ese lindo rostro – Y su cabeza explotó, levantó su diestra y tomando como base su zurda, pateo su entre pierna. Todo lo hizo con la intención de que le doliera en lo más profundo de su alma.

Tal vez así aprendía la lección y dejaba de comportare como si él fuera el dueño del mundo – Imbécil- le gritó sintiendo que un gran peso de encima le era liberado. Y si por ella fuera, lo golpearía hasta dejarlo sin herederos.

Un sujeto había salido en su ayuda y el rostro de Mel no hizo más que formular una mueca. Es que el tipo era idiota, ella estaba perfectamente bien y no necesitaba la ayuda de nadie, pero al querer responderle el otro sujeto engreído lo pateo dejándolo en el suelo.

Pero qué día, primero su golpe no acertaba y ahora el único sensato de ese lugar estaba en los suelos, es que ese lugar no podía ser peor.
Sin moverse de su puesto cruzó sus brazos sobre su pecho y miró al hombre marcharse, estaba a punto de rendirse porque lo llegó a considerar un caso perdido, pero luego la imagen de esa, su bella madre apreció en su delante. Así que retomó todas esas energías que casi deja desperdiciar y siguió al tipo fuera del establecimiento. Corrió impulsándose a unos 5 metros del gran hombre.

Y cuando creyó correcto, saltó para luego si Adam no se movía, esta caería sobre su espalda, se aferraría de sus hombros para luego balancearse. Ahora parecía más una niña chiquita haciendo una rabieta que cualquier otra cosa – Eres todo un desastre señor bigotes – Y como si de algo completamente común se tratase, de la nada varios cientos de rosas cayeron sobre sus cabezas.

-¿Y estas flores?- preguntó extrañada mirando para todos lados. De pronto varias palomas sobre volaron por sus cabezas y a lo lejos, tal vez unos cuantos metro a lo mucho, se escuchaban los pitorreos, aplausos y demás pues se estaba celebrando un casamiento por todo lo alto.

-Adam vamos a ver – le insinuó al joven mientras veía como las flores y arroz seguirán cayendo. Estaba embobada, incluso llegó a olvidar porque detestaba tanto a ese sujeto. Ahora era una niña de 5 años pidiéndole a su hermano mayor que la lleve al circo. – Vamos, si me acompañas prometo darte lo que quieras – le propuso sin pensar si quiera en lo que decía. Porque ¿Era correcto hacer esas propuestas a alguien que recién conoces y es más hacerlas a ese hombre que estuvo a punto de matar minutos antes?, No definitivamente no estaba bien.