Año 230 D.D.G
Tras un periodo de paz el nombre de un sujeto comenzó a surgir entre los piratas hasta hacerse de un renombre mundial… Norman D. Gold, un pirata que en un par de años alcanzó el poder suficiente para consagrarse como un emperador pirata y eventualmente para ser nombrado como rey de los piratas al haber reunido un tesoro inconcebible al cual se le otorgó el nombre de “One Piece”. Durante años el Gobierno hizo uso de todos sus recursos para acabar con este hombre per todo fue inútil y decidieron simplemente dedicarse a contener sus ataques. Gold sin embargo, no parece interesado en destruir al Gobierno o en atacar a sus instituciones, sino más bien en continuar explorando el mundo no conocido estableciendo con su poder una estabilidad no vista antaño en el mundo de la mano de todas las demás facciones. ¿Serás parte del mundo y su avance?. Seguir leyendo...
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Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
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The brave little trap [Pasado]
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The brave little trap [Pasado]
Un nuevo bonito atardecer en la isla Red estaba tornando el cielo de carmesí. La luna emergía de las olas de sangre como una gran bola blanca. Poco sabía la ciborg el destino que le estaba esperando en aquellos momentos. Había dejado las ruinas del templo atrás hacía poco más de una mes, una vez que su cuerpo se recuperó totalmente, agradeció a Kou y emprendió aquel viaje. Las grandes ciudades eran geniales, quería verlas todas aunque tenía una meta bastante clara: vengarse. Pero para aquello hacía falta mucho dolor y sudor. Los viajes eran costosos, y pocas eran las cosas que la muchacha sabía hacer aparte de valerse de su fuerza física. La disciplina del templo siempre le había parecido un lastre, del cual por fin podía salvarse, a un alto precio. Parecía increíble como, de pronto, en un solo segundo, aquellos de los que se quería liberar se habían convertido en aquellos cuya muerte quería vengar. No es que había olvidado la barbarie que había pasado en el templo, el hecho de que la habían convertido en una maquina, las palizas por escaparse, o las noches de soledad y hambruna. Pese a ser una bebe abandonada, destinada a morir en tantas ocasiones, de alguna manera, alguien ahí arriba, la estaba cuidando.
Y ahora, estaba caminando con paso lento en una de las islas más hermosas que había visto. La investigación aún no había empezado. Había cogido las palabras de Kou y se había aferrado a ellas con todo el corazón : El templo quedó atrás, adiós templo, nunca exististe. Sus ojos dorados aún brillaban con intensidad dentro de su cabeza. Le había besado la gigantesca mano a modo de gracias, pero igual quería volver a verle para agradecerselo de verdad. Tenía que volver a verle, el marine fue demasiado bueno con ella, así como nadie lo había sido nunca, y mucho menos sin conocerla. Las calles eran solitarias, debido a la hora. Quizás serían las ocho de la tarde, de un verano como pocos había vivido. El calor se hacía notar, aunque ahora de su túnica roja tan sólo quedaba un chaleco atado con el cordón. Sus prótesis brillaban con intensidad en la luz de la luna. Kotori no era una mujer demasiado alta, pero su pequeño short vaquero, blanco y ceñido al cuerpo, dejaba parecer que sus pies fueran más largos de lo que realmente eran. El torso firme, y unos muslos más gruesos que la parte superior del cuerpo, atraían más de una vez, las miradas del sexo opuesto, aunque obviamente eso Kotori aún no lo había notado.
- Mmmm~ - pudo sentir un pequeño escalofrío al escuchar el ruido, aunque no sabía la proveniencia. Se dio la vuelta para ver que, detrás de un árbol, dos ojos brillantes la estaban mirando. - ¿Quién hay ahí? - estaba en algún sitio dentro de la ciudad, aunque no era el centro ni mucho menos, más bien cercando a la playa puesto que quería ver las estrellas desde allá. Una figura con un sombrero, y lo que parecía una bata, salía desde la maleza para ponerse a poco más de un metro. - Esas nalgas.... - sentía su mirada como se había parado justo en un punto de su pantalón, pero poco podía explicarse el porqué. - Rubia, ojos azules... quiero que esos ojos me miren... estoy duro. - su ceja se levantó. ¿Acaso no le estaba mirando? ¿Cómo que estaba duro? Miró a un lado y a otro del hombre, intentando ver aquella dureza de lo que estaba hablando, pero no veía nada. - No te entiendo, señor. ¿Cómo que está duro? - su boca se abrió con una sincera inocencia, con un rostro confundido, como era de esperar de alguien que había pasado veinte años en el templo. - ¡Mírame! - exclamó, desatando el cordón y abriéndose la bata. Aunque antes de poder ver lo que el peculiar hombre quería enseñar, la figura de lo que parecía ser una niña, en posición firme, tapaba todo el panorama.
Y ahora, estaba caminando con paso lento en una de las islas más hermosas que había visto. La investigación aún no había empezado. Había cogido las palabras de Kou y se había aferrado a ellas con todo el corazón : El templo quedó atrás, adiós templo, nunca exististe. Sus ojos dorados aún brillaban con intensidad dentro de su cabeza. Le había besado la gigantesca mano a modo de gracias, pero igual quería volver a verle para agradecerselo de verdad. Tenía que volver a verle, el marine fue demasiado bueno con ella, así como nadie lo había sido nunca, y mucho menos sin conocerla. Las calles eran solitarias, debido a la hora. Quizás serían las ocho de la tarde, de un verano como pocos había vivido. El calor se hacía notar, aunque ahora de su túnica roja tan sólo quedaba un chaleco atado con el cordón. Sus prótesis brillaban con intensidad en la luz de la luna. Kotori no era una mujer demasiado alta, pero su pequeño short vaquero, blanco y ceñido al cuerpo, dejaba parecer que sus pies fueran más largos de lo que realmente eran. El torso firme, y unos muslos más gruesos que la parte superior del cuerpo, atraían más de una vez, las miradas del sexo opuesto, aunque obviamente eso Kotori aún no lo había notado.
- Mmmm~ - pudo sentir un pequeño escalofrío al escuchar el ruido, aunque no sabía la proveniencia. Se dio la vuelta para ver que, detrás de un árbol, dos ojos brillantes la estaban mirando. - ¿Quién hay ahí? - estaba en algún sitio dentro de la ciudad, aunque no era el centro ni mucho menos, más bien cercando a la playa puesto que quería ver las estrellas desde allá. Una figura con un sombrero, y lo que parecía una bata, salía desde la maleza para ponerse a poco más de un metro. - Esas nalgas.... - sentía su mirada como se había parado justo en un punto de su pantalón, pero poco podía explicarse el porqué. - Rubia, ojos azules... quiero que esos ojos me miren... estoy duro. - su ceja se levantó. ¿Acaso no le estaba mirando? ¿Cómo que estaba duro? Miró a un lado y a otro del hombre, intentando ver aquella dureza de lo que estaba hablando, pero no veía nada. - No te entiendo, señor. ¿Cómo que está duro? - su boca se abrió con una sincera inocencia, con un rostro confundido, como era de esperar de alguien que había pasado veinte años en el templo. - ¡Mírame! - exclamó, desatando el cordón y abriéndose la bata. Aunque antes de poder ver lo que el peculiar hombre quería enseñar, la figura de lo que parecía ser una niña, en posición firme, tapaba todo el panorama.
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Re: The brave little trap [Pasado]
Tenía en la mira a un hombre de caminar extraño que había estado, a su vez, siguiendo a una rubia de formas voluptuosas, se temía lo peor así que, por si acaso, decidió mantener una cierta distancia entre ellos pero ver a dónde les llevaba la situación. Cuando el pervertido comenzó a hablar se dio cuenta que contaba con apenas unos segundos. Por suerte, la fruta le permitía alcanzar grandes velocidades en poco tiempo, así que, para cuando aquel depravado tenía el "arma" fuerta, Kaelia pudo tomarla en la mano para luego girarla 360º... Varias veces. Con espuma saliéndole de la boca debido al fuerte dolor, el hombre cayó inconsciente de espaldas. Satisfecha, se voltea y le tiende la mano a la rubia. Luego recapacita y mejor le presta la otra.
- Ya estás a salvo. Tranquila, no tienes que agradecer nada pero si tienes algo de dinero te lo aceptaré encantada por el servicio brindado. Después ya me encargaré de llevarlo a alguna comisaría. Me caen muy mal los pervertidos como este imbécil.
Ahora que la tenía en frente comenzaba a sentir que la conocía de algo. Su rostro le parecía sumamente familiar, como cuando te presentan a alguien en una fiesta pero al despertar solo hay cruda y recuerdos borrosos. Algo estaba mal en aquel rostro, no es que fuera un mal rostro, pero le causaba desconfianza. ¿Sería que la conocía de algún enfrentamiento? ¿Una vieja enemiga? No recordaba haber tenido ninguna pelea seria con una mujer, en general se llevaba bien con el sexo bello.
- ¿Te conozco de algo?
- Ya estás a salvo. Tranquila, no tienes que agradecer nada pero si tienes algo de dinero te lo aceptaré encantada por el servicio brindado. Después ya me encargaré de llevarlo a alguna comisaría. Me caen muy mal los pervertidos como este imbécil.
Ahora que la tenía en frente comenzaba a sentir que la conocía de algo. Su rostro le parecía sumamente familiar, como cuando te presentan a alguien en una fiesta pero al despertar solo hay cruda y recuerdos borrosos. Algo estaba mal en aquel rostro, no es que fuera un mal rostro, pero le causaba desconfianza. ¿Sería que la conocía de algún enfrentamiento? ¿Una vieja enemiga? No recordaba haber tenido ninguna pelea seria con una mujer, en general se llevaba bien con el sexo bello.
- ¿Te conozco de algo?
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Re: The brave little trap [Pasado]
La rubia levantó una ceja ante todo aquello, a la espera de la posible acción del hombre, cuando una pequeña silueta apareció justo en frente de aquello que se supone que el desconocido iba a enseñar. De una manera rápida y acelerada, su mano parecería hacer algo aunque no lo podía ver, lo más seguro es que asestase un golpe al hombre, que cayó al suelo echando espumas por la boca. La muchacha ciertamente parecía ser fuerte sin duda alguna, aunque Kotori también lo era. A saber quién era más fuerte de ambas, tampoco es que la interesaba en ese momento, si no que más bien estaba sorprendida por aquello que acababa de pasar. ¿El hombre pretendía atacarla? No había entendido nada de lo que pasó, y es que no había salido desde hacía mucho de su templo, muchas cosas aún estaban siendo borrosas, y es que aún era una simple civil, aunque ya la veían como una especie de vigilante justiciera por las islas que había pasado. De alguna forma, aunque no era una persona carismática, por sus buenas acciones, se había ganado el respeto y cariño de mucha gente que había ayudado.
Vio como la pequeña estaba cambiando de manos mientras estaba saludando, a lo que la rubia se la cogería, en un gesto cálido y sonriendo, para luego hacer una pequeña reverencia típica del lugar de donde provenía. - Muchas gracias por tu ayuda. - atisbó, aún sin saber lo que había pasado. - Pero me temo que no llevo nada ahora mismo...- miró al suelo, algo avergonzada. Había estado sin trabajar bastante días, y de hecho pensaba que iba a encontrar algo de trabajo en aquella isla en la mañana. Levantó la cabeza sonriendo nuevamente. - Pero si te esperas hasta mañana seguro que encuentro algo con que pagarte. - dijo con seguridad. - No creo que nos conocemos, ni nombre es Kotori Miura. - terminó sus palabras, estando casi segura de que no la había visto antes. No había conocido a mucha gente, pero por ahora se podía recordar de la cara de todos aquellos con los que había cruzado palabra, y la peliazul no se hallaba entre ellos.
Vio como la pequeña estaba cambiando de manos mientras estaba saludando, a lo que la rubia se la cogería, en un gesto cálido y sonriendo, para luego hacer una pequeña reverencia típica del lugar de donde provenía. - Muchas gracias por tu ayuda. - atisbó, aún sin saber lo que había pasado. - Pero me temo que no llevo nada ahora mismo...- miró al suelo, algo avergonzada. Había estado sin trabajar bastante días, y de hecho pensaba que iba a encontrar algo de trabajo en aquella isla en la mañana. Levantó la cabeza sonriendo nuevamente. - Pero si te esperas hasta mañana seguro que encuentro algo con que pagarte. - dijo con seguridad. - No creo que nos conocemos, ni nombre es Kotori Miura. - terminó sus palabras, estando casi segura de que no la había visto antes. No había conocido a mucha gente, pero por ahora se podía recordar de la cara de todos aquellos con los que había cruzado palabra, y la peliazul no se hallaba entre ellos.
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