De tal palo, tal astilla (Pasado - Geneva)

Dicen que los hijos se parecen a sus padres. ¿Es eso cierto? No sabría decirlo, pero yo siempre he querido ser alguien como mi padre. Si, mi padre era una persona que ayudaba a todo aquel que necesitaba ayuda, mi padre era una persona que siempre se mantenía optimista cuando las cosas iban mal, mi padre era alguien que siempre sonreía y hacía sonreír a los que amaba. Si, mi padre era un gran hombre al que nunca en mi vida olvidaré.

El día de hoy me encontraba en la Isla de Dawn, en este lugar, necesitaba encontrar a una persona que poseía información del misterioso caso de mi padre. Si, habían muchas preguntas sin contestar respecto a la supuesta ejecución de él. ¿Por qué razón fue que se lo llevaron? Según mi mentor, mi padre era un revolucionario que era bastante buscado por el gobierno. ¿Pero mandarlo a ejecutar cuando no hacía daño a nadie? Además, según mis investigaciones, la ejecución de mi padre no había sido en público. O al menos, nadie había visto a mi padre morir.

La historia que me habían contado estaba llena de huecos sin llenar, es por eso que me tome la molestia de investigarlo mas a fondo. Ahora, después de tantos años, sabía a donde dirigirme para encontrar las respuestas que quería: El Reino de Goa.

El Reino de Goa es un lugar bastante neutral, libre de la Armada Revolucionaria o del Gobierno. Aquí, el Reino de Goa tenía su propia ley ejercida por sus propios hombres. La zona en la que me encontraba era una un poco mas apartada de los turistas. Una zona bastante oculta conectada por una serie de callejones oscuros. Si el sol no estuviera iluminando, probablemente sería muy fácil perderse en dicha zona. ¿Pero que hacía en este lugar? Fácil, por uno de los callejones se encontraba un mercader de información que poseía todo lo necesario para encontrar al ciudadano con la información que quería.

Al parecer, el tipo que sabía las verdades del caso de mi padre, se encontraba escondido en El Reino de Goa ya que la Armada Revolucionaria y el Gobierno lo buscaban por ser un doble agente que traicionó a ambos bandos para ganar una pequeña fortuna. Ahora, solo necesitaba encontrarlo antes de que el gobierno lo hiciera. Ya que, según los informes, lo buscaban muerto.

La misión era fácil, o al menos era fácil en papel. Durante los últimos días, el objetivo parecía tener relaciones sociales tan heladas como las de ella misma; sin embargo, recientes movimientos observados en las horas más recientes reflejaban lo contrario. Las visitas a otros puntos de la capital, y los resultantes encuentros con otras personas en diferentes estratos de la sociedad marcaban la necesidad de actuar más rápido de lo esperado. La agente había resuelto a darle fin a esta breve misión con una certera estocada en el corazón ajeno sincronizada con la decimosexta campanada de la capilla local.

Su negra silueta acechaba desde los rincones más oscuros; nadie podía saber que estaba ahí, no tenía siquiera una respiración que le delatara. Su semblante no reflejaba ni gozo ni incomodidad; solo estaba ahí, tal como una estatua tenía que poseer un rostro, por más inexpresivo que fuera, para identificarse como imitación de un ser humano. En este sentido, Geneva no era más que una estatua carente de remordimiento, a pesar que últimamente había estado sintiendo una sensación en el vientre que le era difícil (e innecesario) de describir, y que podía mencionarse como nada más que una anomalía que necesitaría de un chequeo más tarde.

Por ahora, tres días constantes de vigilancia iban a culminar en un sangriento y justificado crimen, y terminar con aquello era la único que importaba. La mujer se escurrió en silencio detrás de objetivo hasta que este entro en un edificio a través de la vasta red de callejones malolientes que conecta los barrios bajos del reino. La luz solar era escasa, como un lujo que les era arrebatado a los residentes por los habitantes de los distritos superiores. La desigualdad no era exactamente un problema en este reino, mas como en toda sociedad, siempre habían los que no terminan de encajar en castas más altas, casi siempre siendo tratados con la misma equidad que los ricos tratan a las ratas.

¿Por qué debía morir este hombre? Los motivos eran irrelevantes, y de paso desconocidos para la agente. Y aun así, parecía tener una vaga familiaridad con el nombre de Hardy Bloom, análogo a las imágenes borrosas de la lejana infancia que todavía habitan en el cerebro de un humano de edad. Información tan dañada que bien podría ser ficción producto de un capricho mental disfrazada de memoria. El gesto de la mujer se torció con disgusto al pensarlo una vez más. Todavía si las emociones le estaban prohibidas, el hábito de expresar los sentimientos negativos se rehusaba a abandonar su ser.

El sol había empezado a ceder, ocultándose tímidamente en la lejanía. La entrada al edificio estaba oxidada y maltratada, pero aun así se veía que se le daba mucho uso. Hardy era un hombre misterioso, y mucho de su pasado era tan oscuro como el cubretodo que había decidido vestir ese día. Se veían puntos blancos en su cabeza, que confesaban cierta edad (o estrés) bajo su perfil. Todo lo que tenía Geneva eran rumores que el hombre había servido en la Revolución, bajo el mando de un peligroso pero carismático sujeto que fue capturado y ejecutado públicamente un largo tiempo atrás. Por qué este otro decrepito y desafortunado individuo debía conocer la muerte hoy, años después de sus andanzas con los Revolucionarios, era una pregunta que no valía la pena ser respondida.

Geneva rara vez poseía la información completa de los criminales que cazaba. Ello no le importaba, y por eso su mano no titubeo al tocar a la puerta del cuartucho donde Hardy se estrellaba al término de sus días de sosegada bebida. Apenas la puerta se abriera, ese pobre diablo iba a conocer la razón por la cual el Gobierno Mundial era tan temido como respetado. La agente espero en el raído pasillo con inmensa paciencia.